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¿Deberíamos culpar a la OTAN por la guerra de Ucrania?

En su discurso del Estado de la Unión, el presidente Joe Biden afirmó que nada podría haber evitado la invasión rusa de Ucrania. Esta fue “premeditada, no provocada”. El demócrata afirmó que los rusos habían rechazado los “esfuerzos diplomáticos” sucesivos, y, como consecuencia, no había posibilidad de evitar la guerra. Por lo tanto, quienes convergen con Biden en este punto niegan que las acciones de la OTAN hubieran preparado el escenario para la guerra. Para ellos, dichas tesis son falsas.

Desde que comenzó la guerra, esta tesis se ha convertido en la única  en que los medios de comunicación y círculos políticos occidentales confían. En este momento, “culpar a la OTAN” se asemeja a la traición o negación del genocidio. Por supuesto, esto tiene su propósito y encaja perfectamente con los intentos por justificar la existencia de la OTAN. Si Rusia avanza inexorablemente hacia el oeste, decidida a dejar caer una cortina de tiranía por toda Europa desde Bruselas hasta los Urales, entonces la OTAN debe seguir existiendo. Según este argumento, el papel de la OTAN como alianza defensiva es extremadamente relevante, incluso, quizás, más que en los días de la Guerra Fría.

En segundo lugar y relacionado a lo anterior, se invisibiliza cualquier resistencia a las acciones de Estados Unidos y la OTAN al crear un escenario que pone en segundo plano cualquier argumento contra la escalada o contra las sanciones. Rusia es posicionado como el único agresor y la OTAN como el foro legítimo para la autodefensa. 

Sin embargo, la realidad es muy diferente. En efecto, durante casi 40 años, las consecuencias de expandir la OTAN hacia el este, en particular hacia Ucrania, han sido evidentes. Personas de todo el espectro político lo han advertido, incluidas “eminentes” voces de Occidente. Esto fue tan evidente que, retrospectivamente, es difícil entender las acciones de las administraciones de estas décadas como intentos de construir la paz y la colaboración entre las naciones cuando, en realidad, más bien responden a una postura creada para provocar conflictos y capitulaciones.

Rusia eligió el invierno de 2021 para evidenciar ante todo el mundo las previamente implícitas “líneas rojas”. En ese punto, no solo se sabía lo que se necesitaba hacer para reducir las tensiones, sino que también aquello se encontraba al alcance de la mano. Sin embargo, ello habría requerido un cambio significativo en la postura de Estados Unidos hacia Europa. Estados Unidos no estaba ni está dispuesto a hacer ese cambio, lo que hace que la acumulación de tensiones y las guerras se vuelvan inevitables.

Foto: Bill Clinton, Vladimir Putin, George H.W. Bush y la primera dama rusa Ludmila Putina asisten al funeral de Boris Yeltsin en 2007. Crédito: Presidential Press and Information Office

Seguridad Regional

La mayoría de los que realizan una defensa acrítica de Ucrania se enfurecen ante la idea de que el imperialismo yanqui amenazó los intereses del Estado Ruso  en la región, haciendo del conflicto armado algo cada vez más inminente. Se enfurecen ante la idea de incluir estos elementos en la evaluación del conflicto. Desde su punto de vista, cualquier evaluación de que Rusia tiene o debería tener influencia en las regiones fronterizas con Occidente está respaldando un tipo de “imperialismo ruso”.

Lo anterior claramente ignora casi todos los datos relevantes. Uno de los más importantes es la larga historia en común de las diversas naciones postsoviéticas como parte de la URSS y antes del imperio zarista. De hecho, Rusia como país tiene un origen “ucraniano”. La mayoría de estas naciones, incluida Ucrania, tienen fuertes lazos culturales, religiosos, personales, económicos y políticos con las naciones que habitan el territorio ruso. A su vez, Rusia recibe, por lejos, la mayor diáspora de las diversas exrepúblicas soviéticas y el ruso se habla ampliamente en varios países. Que los países están entrelazados es incuestionable, y que sus políticas y visiones de “seguridad” están estrechamente relacionadas a esta historia también es innegable.

Además, Rusia ha sido invadida más de una vez a través de sus fronteras occidentales. Esto incluye las invasiones más “emblemáticas” de Napoleón y Hitler, las cuales dejaron impactos imborrables en la psiquis de Rusia y sus alrededores.

Considerando el conjunto, ya sea que uno acepte o rechace las posiciones específicas de Rusia, era esperable que Rusia asumiera una alianza militar ante quienes han declarado tener posiciones antirrusas. Aquellas fuerzas no solo ven a Rusia como un Estado enemigo, sino que también como una cultura enemiga que avanza hacia la invasión de una zona de gran relevancia histórica, cultural y económica.

¿Por qué la OTAN después de 1991?

Conociendo los hechos anteriores y considerando el estatus de Rusia como potencia nuclear, si los estrategas de Estados Unidos de verdad quisieran evitar la guerra, entonces hubieran tomado otros cursos de acción. Sin embargo, mirando en el récord histórico, desde la administración de George HW Bush en adelante, Estados Unidos siguió una política de expansión de la OTAN a sabiendas mientras tergiversaba su posición ante Rusia. En otras palabras, siguieron una política de guerra sabiendo muy bien que era exactamente eso.

La disolución del Pacto de Varsovia y el desmoronamiento de la Unión Soviética crearon tanto “riesgos como oportunidades” para los Estados Unidos, tal como escribió el ex asesor de seguridad nacional Brent Scowcroft al entonces presidente Bush. En su opinión, las oportunidades solo podían aprovecharse asegurándose de que la OTAN fuese “crítica en estas nuevas circunstancias”.1

Además, le dijo al presidente que había espacio para un rol más “fuerte” de Estados Unidos en Europa Central, y luego le preguntó a su personal de qué manera Estados Unidos podría “interponerse entre Alemania y la URSS”.2 En la visión de los estrategas estadounidenses en la época de posguerra fría, este era un tema común entre ellos, es decir, la necesidad de asegurarse que exista una nueva arquitectura de seguridad centrada en la Unión Soviética, o de lo contrario podría surgir un eje alemán (Europa occidental) fuera de la influencia de los EE. UU. En efecto, en 1990, el personal de planificación del Departamento de Estado escribía a sus principales líderes que Estados Unidos, a través de la OTAN, podría crear un “defensa activa” y “organizar la región”.3

A lo largo de 1990 hubo una discusión importante sobre el papel de EE. UU. Justo después de la reunificación alemana, discusiones de alto nivel se llevaron a cabo en el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado, en las que un académico afirmó que el interés en la expansión de la OTAN a Europa del Este era “dominante”.

Sin embargo, a pesar del interés, Estados Unidos no se atrevió a hacer público el tema, particularmente puesto que sería visto como un movimiento muy agresivo por parte de la Unión Soviética. El asesor de seguridad nacional Scowcroft escribió al presidente que era fundamental para los objetivos generales de Estados Unidos evitar “pasos que puedan empujar a los soviéticos a cambiar de rumbo” sobre la disolución del Pacto de Varsovia4, y señaló que avanzar por este camino significaba “arriesgar mucho”.5

A principios de 1991, el Grupo Directivo de la Estrategia Europea (ESSG, por sus siglas en inglés), grupo de trabajo interinstitucional de máximo nivel sobre cuestiones europeas, trató de bloquear una discusión similar al señalar que incluso hablar a puertas cerradas con los aliados sobre la expansión de la OTAN sería “indiscutiblemente” para “aumentar las ansiedades de Moscú”, parecido a “clavar… a los intransigentes soviéticos con un vara punzante”, poniendo en peligro “el final definitivode la hegemonía soviética”.6

Encuentro de George H.W. Bush, Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev en Nueva York en 1988. Crédito — Administración Nacional de Archivos y Registros de EE. UU. Un nuevo orden mundial

Efectivamente, los Estados Unidos y otras naciones occidentales se esforzaron públicamente por asegurar a los soviéticos que no estaban planeando ningún movimiento importante. A principios de 1990, el secretario de Estado James Baker, por ejemplo, dijo al líder soviético Mikhail Gorbachev: “ni una pulgada de la actual jurisdicción militar de la OTAN se extenderá en dirección este”.7 Esto fue parte de lo que el Archivo de Seguridad Nacional destacó en su revisión de archivos clasificados, como parte de los  esfuerzos de los líderes occidentales que buscaban tranquilizar a los soviéticos: “Los documentos desclasificados muestran garantías de seguridad contra la expansión de la OTAN a los líderes soviéticos de Baker, Bush, Genscher, Kohl, Gates, Mitterrand, Thatcher, Hurd, Major y Woerner.8

Dicho de otro modo, la expansión de la OTAN en la perspectiva de los estrategas de la política exterior estadounidense era una amenaza lo suficientemente grande como para revertir la disolución en curso del campo socialista. Y por tanto, intentaron engañar a los soviéticos respecto a sus intenciones de expandirse hacia el este. En la medida en que se habló públicamente del tema, Estados Unidos encubrió su discurso con “programas de cooperación” y otras estructuras de seguridad fuera de la OTAN. Disimulando cierto respeto a las posiciones soviéticas, el presidente Bush le dijo a Gorbachov: “tratamos de… tomar en cuenta sus preocupaciones… Transmitimos la idea de… nuevas instituciones en las que la URSS pueda compartir y ser parte de la nueva Europa.9

Como era de esperar, el colapso total de la Unión Soviética cambió las reglas del juego, abriendo las compuertas a la expansión de la OTAN como parte del intento de EE. UU. de ejercer una hegemonía total posguerra Fría.

El nuevo contexto geopolítico postsoviético fue visto como un gran desafío para los Estados Unidos debido al movimiento de Francia y la recién reunificada Alemania, para presionar por una mayor integración europea. Para los Estados Unidos, esto presagiaba el posible fin del rol de los EE. UU. como una “potencia europea”, algo que el ESSG declaró como un “desafío principal” a los “intereses” de los EE. UU.10. Además, una sesión informativa para el presidente Bush señaló que esto cuestionaría la capacidad de Estados Unidos para “aprovechar el poder europeo en apoyo de nuestra alianza más amplia de valores e intereses globales”.11

Tal como dijo el asesor de seguridad nacional en un informe al presidente, Estados Unidos tuvo que evitar una “identidad de seguridad europea independiente” que “reduciría nuestra influencia en Europa y debilitaría el apoyo interno a nuestra presencia europea”.12 La OTAN fue vista como la “base para la cooperación atlántica al abordar las preocupaciones políticas y de seguridad”. Y, para destacar lo imperialista que era el pensamiento en Washington, el personal del Consejo de Seguridad Nacional señaló que Estados Unidos tenía que determinar “qué límites… poner en el desarrollo de una política exterior y de seguridad europea común para preservar una alianza clave del Atlántico Norte.13 

El argumento en general es impulsado por el Departamento de Defensa con la “Estrategia de Defensa para la década de 1990” del Departamento de Defensa (la versión pública de la infame “doctrina Wolfowitz”) que señaló que el objetivo principal del compromiso de EE. UU. con Rusia y los antiguos estados soviéticos era “reducir su [militares]”, a través de “recortes presupuestarios militares” y “conversión… [de] industrias militares” y, más claramente, “desmilitarización”. 14 En otras palabras, Rusia y cualquier posible alianza postsoviética de Europa del Este no deben ser una amenaza real a la hegemonía estadounidense.

En resumen, la ampliación de la OTAN en Europa del Este se consideró clave para evitar la consolidación de los rivales del poder unipolar estadounidense al impedir la cooperación paneuropea, incluida Rusia, que se erguía como su propio polo. Si bien Estados Unidos se volvió más público sobre la expansión de la OTAN, intentó continuar con el discurso iniciado en los días soviéticos, encubriendo su orientación agresiva detrás de la retórica de paz y cooperación.

Ofensiva hacia el Este

A fines de la década de 1980 y principios de 1990, Estados Unidos dejando a un lado los riesgos se comprometió con una política de expansión de la OTAN como un asunto de gran importancia. Sin embargo, teniendo en cuenta los riesgos, Estados Unidos se embarcaría en una especie de estrategia de “humo y espejos”, expandiendo constantemente la OTAN hacia el este mientras actuaba como si no se tratará del claro objetivo de contener no solo a Rusia, sino la posibilidad de Cooperación Europea-Rusa que podría competir con la hegemonía estadounidense. Esto se hizo en gran medida frente a advertencias claras.

La administración de Clinton retomaría la política de H.W. Bush, presentando la expansión de la OTAN realizada en conjunto con Rusia, e incluso creó una estructura para ello: la “Asociación para la Paz”. El verdadero desafío, y lo que finalmente puso a las dos naciones en desacuerdo, fue la falta de voluntad de Rusia para someterse por completo a Occidente.

Si bien el entonces presidente ruso Boris Yeltsin había jugado un papel clave en el desmantelamiento de la URSS y estaba más o menos vendiendo su propio país por partes, pensó que el surgimiento de la cleptocracia capitalista abriría la puerta para que Estados Unidos y Rusia cooperaran como “superpoderes” y juntos dar forma a la era postsoviética. En 1994, por ejemplo, Yeltsin le escribió a Clinton en la víspera de la reunión del G7, ahora denominada G8 como “un gesto simbólico para mantener a Yeltsin comprometido”, que esperaba que Estados Unidos y Rusia “marquen el ritmo y presionen ” los asuntos importantes, desde la seguridad europea hasta la proliferación nuclear en Corea del Norte. Sobre Europa expresó el deseo de “un modelo que coopte de forma natural a la Unión Europea, el Consejo de Europa, la OTAN, el Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, la Unión Europea Occidental y la CEI (por sus siglas en inglés)”.15

Reunión de Bill Clinton y Boris Yeltsin’s el 23 de octubre de 1995. Créditos — Biblioteca Presidencial Y Museo FDR

Luego, en 1994, Yeltsin le escribiría a Clinton que “debería existir un entendimiento básico de que la asociación ruso-estadounidense constituye el factor central en la política mundial” y que él sentía que la relación debe existir “sobre la base de la igualdad”.16

Esto era la antítesis de Estados Unidos, puesto que, tal como se mencionó en la Estrategia de Defensa de 1992, ésta buscaba que Rusia fuera lo opuesto a una gran potencia. En cambio, Estados Unidos buscaba que el poder militar de Rusia se extinguiera por completo, junto con destruir y saquear la poderosa economía soviética. La Rusia capitalista sólo era bienvenida para desempeñar un papel en el club liderado por Estados Unidos si aceptaba una posición totalmente subordinada.

Estados Unidos, sin embargo, siguió usando frases como “inclusión, no exclusión”, “sin sorpresas” y que la Asociación para la Paz era “de verdad”, con el fin de aparentar estar interesado en abordar las preocupaciones rusas. No obstante, en 1994 hubo una serie de malentendidos sobre el hecho que la OTAN estableciera un calendario sobre cuándo y cómo admitir nuevos miembros. Esto era algo que Estados Unidos le había dicho previamente a Rusia que no haría.

Si juntamos lo anterior con “Informes de prensa de Estados Unidos y reclamos Europeos”, los rusos sentían que Estados Unidos estaba “presionando más fuerte” para la expansión de la OTAN que el lenguaje de asociación que impulsaron en las reuniones oficiales de gobierno a gobierno con Rusia.17 Cuando le preguntó a Nicholas Burns, uno de sus principales asesores sobre Rusia, si necesitaban ser “más francos” con los rusos, Clinton admitió implícitamente que los diseños de Estados Unidos eran deliberadamente engañosos.18

Estados Unidos continuó no siendo honesto y dedicó bastante trabajo en asegurar a los rusos que lo obvio no era cierto, incluido el envío de señales que retrasarían cualquier expansión de la OTAN hasta después de las elecciones rusas en 1996. Una cuestión clave fue que la idea de una rendición total a los proyectos de Estados Unidos para Europa fue objeto de una “fuerte oposición interna en todo el espectro político”.19

En última instancia, sin embargo, los rusos tenían razón al argumentar que Estados Unidos estaba decidido a expandir la OTAN como parte esencial de su visión de “liderazgo” (léase dominio) global. El subsecretario de Estado Strobe Talbott confirmó esta interpretación al escribir un memorando al presidente aconsejándole cómo manejar a Yeltsin dada la política estadounidense: “la expansión de la OTAN continuará aun cuando los rusos se nieguen a permitir el progreso de la vía OTAN-Rusia”.20 De hecho, solo tres días después de que Clinton le prometiera a Yeltsin que estaba siguiendo un camino de cooperación en la seguridad europea, el vicepresidente Gore informó al secretario de Defensa William Perry que Clinton estaba “comprometido con una rápida expansión de la OTAN después de 1996 en lugar de tomar la ruta mucho más lenta de la Asociación para la Paz.”21

Banderas Rojas

Así, era bastante claro que aquello conduciría a un conflicto con Rusia. Como se mencionó anteriormente, los temores de la reacción negativa de los soviéticos a la expansión de la OTAN hicieron que la administración de Bush apaciguara  sus propias discusiones sobre el tema. Junto con sus antiguos aliados, hizo todo lo posible para asegurarle a los soviéticos que nunca harían tal cosa.

Cuando testificó ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado en 1997, Jack Matlock, quién fue embajador de Estados Unidos en la URSS de 1987 a 1991, dijo a los senadores que la expansión de la OTAN “pasaría a la historia como el error estratégico más grande cometido desde el final de la Guerra Fría” y “podría producir una de las amenazas de seguridad más grave para los Estados Unidos desde el colapso de la Unión Soviética”. En declaraciones posteriores, Matlock aclaró que temía la posibilidad de un enfrentamiento nuclear.22

William Perry, quién fue secretario de Defensa durante una crítica fase de la expansión, relató en años posteriores que se había ido en contra de la expansión en reuniones internas, señalando que sentía que estaba mal y era peligroso: “a pesar de mi gran convicción… consideré renunciar.” En retrospectiva, el secretario continúa: “lamento no haber luchado de manera más efectiva”.23

Junto con lo anterior, en 1997 en una carta de destacadas voces de la política exterior, incluidos tres exsenadores, se calificó la expansión de la OTAN como un “error político de históricas proporciones”.24

En 1998, George Kenan, el arquitecto de la Guerra Fría, afirmó que la expansión de la OTAN en Europa del Este fue un “trágico error” que “nadie estaba amenazando a nadie” y que “por supuesto va a haber una mala reacción de parte de Rusia, y que, los expansores de la OTAN dirán ‘siempre les dijimos que así eran los rusos’. Esto es incorrecto.”25

2006 Cumbre G8. Primera fila (izquierda a derecha): Hu Jintao de China, Jacques Chirac de Francia, Vladimir Putin de Rusia, Angela Merkel de Alemania, y Presidente George W. Bush de los Estados Unidos. Créditos — Prensa Presidencial  y Oficina de Información

En sus memorias de 2015, Robert Gates, exdirector de la CIA y asesor de seguridad nacional en los gobiernos de Regan y H.W. Bush, señaló que se reunió con el presidente George W. Bush después de la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007, donde Putin criticó a Occidente y dijo que la expansión de la OTAN representa una provocación grave que reduce el nivel de confianza mutua. Tenemos derecho a preguntar: ¿contra quién va dirigida esta expansión? ¿Y qué pasó con las garantías que nuestros socios occidentales dieron después de la disolución del Pacto de Varsovia?”26

En la evaluación que entregó a Bush, Gates señaló que Rusia tenía un profundo resentimiento por la “arrogancia” de Estados Unidos al intentar dirigir la política interior y exterior rusa durante la era de Yeltsin. Sorprendentemente, Gates señala que ocultó a Bush su juicio de que una parte significativa de la agenda de expansión había sido un “error” y una “provocación innecesaria”.27 Claramente, sus juicios verbales sobre la arrogancia de los EE. UU. solo pueden leerse como una advertencia. Pero fue una advertencia que Bush ignoró, siguiendo adelante con lo que Gates consideraría una “provocación monumental”: afirmar que Ucrania se convertiría en candidata para ser miembro de la OTAN.

Efectivamente, el 2008, mismo año en que Bush hizo su declaración, el embajador de EE.UU. en Moscú, William J. Burns, comunicó que altos funcionarios rusos dejaron en claro que:

“Una mayor expansión hacia el este sería vista como una potencial amenaza militar por Rusia. La ampliación de la OTAN, particularmente hacia Ucrania, sigue siendo un tema “emocional y neurálgico” para Rusia, pero las consideraciones estratégicas también subyacen a la fuerte oposición a la membresía de la OTAN para Ucrania y Georgia. En Ucrania, estos incluyen temores de que el problema pueda potencialmente dividir al país en dos, lo que conduciría a la violencia o incluso, según afirman algunos, a una guerra civil, lo que obligaría a Rusia a decidir si intervenir.”28

¿Suena familiar?

Burns redobló su apuesta en otro memorando en el que calificó la entrada de Ucrania en la OTAN como “la más brillante de todas las líneas rojas para la élite rusa (no solo para Putin)” y añadió que incluso entre los “críticos liberales más agudos” de Putin, no había encontrado a nadie que “vea la incorporación de Ucrania a la OTAN como algo más que un desafío directo a los intereses rusos.”29

En un artículo de opinión de 2014, Henry Kissinger declaró abiertamente que “Ucrania no debería unirse a la OTAN”.30 Claramente, no había duda de que la expansión de la OTAN hacia el este en general, y especialmente incluyendo o buscando incluir a Ucrania, probablemente se convertiría en un conflicto serio entre la OTAN y Rusia.

Camino a la Guerra

El presidente Obama, conocido por ser partidario de la filosofía “realista” impulsada por personas como Gates y Kissinger, inicialmente no presionó para cumplir la visión de Bush de incluir a Ucrania como miembro de la OTAN. De hecho, trató de, infamemente, “restablecer” las relaciones entre los dos países. En el contexto del “pivote hacia Asia” que reorganizaba el poder de EE. UU. para confrontar a China, Obama buscó mantener a Rusia comprometida con Occidente y evitar la formación de un poderoso bloque euroasiático de las dos potencias nucleares. Este fue un consejo que vino de Kissinger.

Obama fue, de hecho, ampliamente considerado por los “halcones de Rusia” como “blando” con Rusia, particularmente en lo que respecta a Ucrania. Después de entrevistar a Obama sobre el tema, el escritor de la Atlantic Magazine (ahora editor) Jeffery Goldberg declaró: “La teoría de Obama es simple: Ucrania es un interés central de Rusia, pero no estadounidense”.

Notablemente, Obama también se resistió a los llamados provenientes tanto dentro de su administración como de varios “halcones rusos” y la “comunidad de política exterior” como el Atlantic Council, quienes buscaban armar masivamente a Ucrania después del golpe de estado de Maidan en 2014. Cuando un documentalista le preguntó al neoconservador Robert Kagan en 2016 sobre la política de Obama en Ucrania, respondió: “[Obama] me dijo [que no armaría a Ucrania porque] no quiere una guerra nuclear con Rusia”, agregó, poniendo los ojos en blanco con desdén”.31

A pesar de sus vacilaciones, Obama brindó un respaldo clave a los gobiernos ucranianos posteriores a 2014. Los eventos de Maidan cambiaron totalmente el statu quo entre Ucrania y Rusia. Trajo el ascenso de gobiernos extremadamente antirrusos, los que llegaron al poder con la ayuda de Estados Unidos y Europa. Después de la firma de los acuerdos de Minsk II, los que congelaron la guerra civil que estalló en Ucrania, la administración Obama brindó apoyo político a la parte ucraniana mientras vacilaban sobre la implementación del acuerdo.

Este apoyo fue fundamental porque reforzó la posición de dos gobiernos ucranianos sucesivos que evitaban el problema clave de implementar el acuerdo: la autonomía de dos repúblicas separatistas en el este de Ucrania. Como dijo un diplomático europeo a Politico en ese momento: “Ahora, la implementación de Minsk está más o menos congelada. Desafortunadamente, los ucranianos cargan con una gran parte de la responsabilidad del bloqueo”32, matando a varios e hiriendo a más de 100.33

Aun cuando Ucrania no fuera miembro de la OTAN, ya no solo se encontraba adyacente a la OTAN, sino que ahora también estaba gobernada por fuerzas radicalmente antirrusas y respaldadas diplomáticamente por los Estados Unidos. Incluso si el gobierno de EE. UU. retuviera su armamento más letal, este estaba dispuesto a brindar apoyo material de otro tipo además de imponer sanciones a Rusia.

A su vez, sumado a prolongar una guerra civil con fuerzas que podrían considerarse “prorrusas”, el gobierno ucraniano también estaba configurando el entorno político interno de la manera más nacionalista y antirrusa posible, incluida la entrega de grandes sumas de dinero a grupos nazis para entrenar a la población tanto en la lucha como en las ideas de extrema derecha. En otras palabras, Ucrania se estaba convirtiendo claramente en una especie de estado de guarnición antirruso.

Sin embargo, a medida que cambiaban los regímenes en Washington y Kiev, parecía que las cosas podrían alejarse del borde. El presidente Trump se resistió mucho menos a enviar ayuda militar letal, algo que comenzó en 2018. Dicho esto, Trump tampoco parecía muy entusiasmado con un conflicto con Rusia por Ucrania, y claramente compartía la convicción central de Obama de que Rusia era una amenaza menor, potencialmente incluso un activo, en un conflicto mayor con China.

En 2019, el presidente Zelensky ganó la elección de forma aplastante, siendo una de sus principales promesas de campaña resolver el conflicto en el Este. Esto, finalmente, no sucedió. Si bien Zelensky se esforzó un poco, para 2020 el esfuerzo se atascó. En última instancia, Zelensky no pudo cerrar la brecha en torno a la cuestión clave de qué nivel de autonomía tendrían las regiones orientales separatistas en una nueva disposición política.

Es en este contexto que las cosas realmente comenzaron a cambiar para traernos al momento actual.

Mapa de expansión de la OTAN por año. Crédito — Patrickneil (Wikimedia Commons)

Al borde del abismo

A principios de 2021, Selensky cambió de plan y se inclinó hacia una postura nacionalista más agresiva en un intento por apuntalar su posición política. Se movió para dejar a su oposición fuera del juego, cerrando cadenas de televisión, acusando al líder del mayor partido de oposición de “traición” e incluso presentando cargos contra el anterior presidente Petro Poroshenko por estar involucrado en esquemas ilegales con Rusia, a pesar de la hostilidad de Poroshenko hacia el gobierno ruso y sus posiciones frente a Ucrania.

En al menos uno de los informes, se detalló que Estados Unidos desempeñó un papel en esta represión, lo que podría implicar a Estados Unidos en lo que claramente fue un intento de silenciar a los medios y partidos de la oposición considerados “prorrusos”.34

En marzo, esto desencadenó la movilización inicial de tropas rusas en las proximidades de Ucrania. Poco después, la OTAN lanzó uno de sus ejercicios militares más grandes en décadas, Defender Europe 2021, en el que participaron casi 30,000 soldados, marineros y aviadores de todos los países de la OTAN. En palabras del Pentágono, los ejercicios fueron realizados para mostrar la “disposición, letalidad e interoperabilidad” de la OTAN como un método de “disuasión”. En otras palabras, tenía como objetivo enviar un mensaje intimidatorio a Rusia. El inicio de los ejercicios llevó a Rusia a aumentar sus tropas de unos pocos miles a más de 40.000 en una obvia respuesta de los rusos.

Al mismo tiempo, Ucrania y las Repúblicas Populares de Donbass intercambiaban reclamos por ataques mayores de ambas partes, lo que aumentaba aún más las tensiones. La situación era claramente un polvorín y, en mayo de 2012, Estados Unidos advertía que una invasión rusa era una “amenaza real”.

Luego, el 1 de septiembre, Estados Unidos y Ucrania emitieron un comunicado conjunto en el que Estados Unidos se comprometía a “apoyar” las aspiraciones de Ucrania de unirse a la OTAN, reafirmaba el estatus de Ucrania como socio de la OTAN, anunciaba un nuevo marco de defensa conjunto entre Estados Unidos y Ucrania, y se comprometía a ayudar. Por su parte, Ucrania enfrentaba los obstáculos existentes para unirse a la OTAN. Apenas un mes después, Rusia endureció su posición negociadora, iniciando la escalada de la guerra de acusaciones que se extendió desde noviembre de 2021 hasta la invasión en febrero de 2022.

¿A quién culpar?

Es indiscutible que Rusia invadió Ucrania. El mismo gobierno ruso argumentó que su “operación militar especial” fue un movimiento defensivo preventivo. En ese sentido estricto, es fácil culpar a Rusia por todo lo que ha sucedido desde entonces. Sin embargo, como detalla la historia anterior, desde 1989 en adelante, Estados Unidos y la OTAN se movieron en una sola dirección: la escalada.

En ningún momento se intentó hacer otra cosa que llevarnos a este momento. Como lo demuestran claramente los documentos de principios de los 90, toda la estrategia y el enfoque de los EE. UU. se basan en el uso de la fuerza militar para contener la influencia de Rusia, basando cualquier posibilidad de colaboración en la capitulación ante la hegemonía unipolar de los EE. UU.

La política de EE. UU. ha sido deliberadamente provocativa. Esta ha avanzado en un entorno que cualquier observador habría predicho el desencadenamiento de un conflicto. Por lo tanto, aquella política sólo puede interpretarse como un movimiento diseñado para poner a Rusia en una disyuntiva: renunciar a sus “líneas rojas” o pelear. Obviamente, Rusia ha optado por luchar.

Independientemente del rechazo o la comprensión de la decisión rusa, es innegable que Estados Unidos estableció el contexto en el que tuvo lugar la decisión. Metafóricamente, el gobierno de EE. UU. y la OTAN construyeron la bomba, la colocaron, encendieron la mecha y luego actuaron conmocionados y sorprendidos cuando explotó. Esto tiene profundas implicaciones sobre cómo se puede resolver el conflicto.

A partir de los años 90, la escalada de la OTAN reforzó el sentimiento de amargura hacia Occidente en todo el espectro político ruso. Parece probable que la actual escalada produzca lo mismo a través de sanciones y envíos militares. Para muchos rusos, la situación parecerá profundamente injusta e instigada por la OTAN, lo que significa que es más probable que Rusia siga un curso de confrontación más profunda. Esto puede ser lo que quieren algunos en la OTAN, pero aumenta el peligro de la guerra nuclear y total en Europa.

Desde el Wall Street Journal hasta el Partido Laborista Británico, todos impulsan la idea de que Occidente debería tratar de “derrotar a Rusia” en Ucrania. Esta es la etapa final y lógica de la expansión de la OTAN hacia el este, un intento directo por engendrar un cambio de régimen en Rusia y obligarla a cumplir con la visión de la OTAN de Europa (y el mundo), todo a expensas de las vidas de los ucranianos. Si bien, en estos días, esto se ensalza como justo en Occidente, debemos tener claridad de lo que realmente es: belicismo imprudente.

Fuentes

  1. Joshua Shifrinson, “Eastbound and down: The United States, NATO Enlargement, and suppressing The Soviet and Western European Alternatives.” (Journal of Strategic Studies, April 2020)
  2. Ibid. 
  3. Ibid. 
  4. Ibid. 
  5. Ibid. 
  6. Ibid. 
  7. https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/russia-programs/2017-12-12/nato-expansion-what-gorbachev-heard-western-leaders-early
  8. https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/russia-programs/2017-12-12/nato-expansion-what-gorbachev-heard-western-leaders-early
  9. https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/russia-programs/2017-12-12/nato-expansion-what-gorbachev-heard-western-leaders-early
  10. Ibid.
  11. Ibid.
  12. Ibid.
  13. Ibid.
  14. https://nsarchive2.gwu.edu/nukevault/ebb245/doc15.pdf
  15. https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/russia-programs/2021-11-24/nato-expansion-budapest-blow-1994
  16. Ibid.
  17. https://nsarchive.gwu.edu/document/27164-doc-10-ambassador-pickering-cable-secretary-state-russia-and-nato
  18. https://nsarchive.gwu.edu/document/27166-doc-12-nick-burns-memorandum-strobe-talbott-letter-yeltsin-budapest-and-other-items
  19. https://nsarchive.gwu.edu/document/27164-doc-10-ambassador-pickering-cable-secretary-state-russia-and-nato
  20. https://nsarchive.gwu.edu/document/27170-doc-16-strobe-talbott-memorandum-president-moment-truth
  21. https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/russia-programs/2021-11-24/nato-expansion-budapest-blow-1994#_ednref7
  22. https://responsiblestatecraft.org/2022/02/15/the-origins-of-the-ukraine-crisis-and-how-conflict-can-be-avoided/
  23. Perry, W. J. (2015). My journey at the nuclear brink. Stanford Security Studies.
  24. https://www.armscontrol.org/act/1997-06/arms-control-today/opposition-nato-expansion
  25. https://www.nytimes.com/2022/02/21/opinion/putin-ukraine-nato.html
  26. https://www.cato.org/commentary/did-putins-2007-munich-speech-predict-ukraine-crisis
  27. Ibid.
  28. https://wikileaks.org/plusd/cables/08MOSCOW265_a.html
  29. https://peterbeinart.substack.com/p/bidens-cia-director-doesnt-believe?utm_source=url&s=r
  30. https://www.washingtonpost.com/opinions/henry-kissinger-to-settle-the-ukraine-crisis-start-at-the-end/2014/03/05/46dad868-a496-11e3-8466-d34c451760b9_story.html
  31. https://theintercept.com/2016/07/25/robert-kagan-and-other-neocons-back-hillary-clinton/
  32. https://www.politico.com/story/2016/02/obama-ukraine-russia-putin-219783
  33. https://www.politico.com/story/2016/02/obama-ukraine-russia-putin-219783https://www.bbc.com/news/world-europe-34105925
  34. https://www.politico.eu/article/ukraine-zelenskiy-coup-akhmetov-russia/https://time.com/6144109/russia-ukraine-vladimir-putin-viktor-medvedchuk/

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