El cambio que nunca vino

Apenas hace tres años, más de un millón de personas
soportaron temperaturas bajo cero en el centro de Washington, D.C. para formar
parte de la historia: la inauguración del primer presidente afro-americano en
el país. Las personas estaban entusiasmadas de estar reunidas al final de una
campaña política que tomó al país por sorpresa, difundiendo un mensaje de
“esperanza y cambio” por toda la nación. George W. Bush salía en desgracia, y
un nuevo líder carismático y brillante cambiaría la dirección del país,
poniéndolo en un camino progresivo para finalmente satisfacer las necesidades
de la clase obrera.

Cómo han cambiado las cosas en tres años. Es difícil no
sentir cierta simpatía por los millones de personas que se encontraron
atrapados por la poderosa y emocional campaña política y que ahora enfrentan la
triste realidad de que el cambio y la esperanza fueron solo una ilusión.

Tal vez el primer indicio de que las cosas no iban bien fue
cuando Obama estableció su gabinete y nombro a sus asesores clave. Robert Gates
se quedo con su puesto de Secretario de Defensa. Por primera vez en la historia
de E.E.U.U. una nueva administración retuvo a un Secretario de Defensa del
partido opuesto. Las personas que ansiosamente esperaban un fin a las guerras
vieron, al contrario, el triplicar del número de tropas en Afganistán.

Los votantes atraídos por la promesa de Obama de que pronto
mejoraría el cuidado de salud se dieron cuenta que el presidente rompió una
promesa. Se les dijo varias veces que discusiones políticas que llevarían a un
mejor cuidado de salud serian trasmitidas en vivo por C-Span TV. Eso sonaba
como una nueva forma de hacer las cosas en Washington. 

Pero no fue así. Una vez elegido, Obama invitó a las
compañías de seguros de salud y compañías farmacéuticas para participar en
reuniones a puerta cerrada. Una póliza de un solo pagador, que habría creado
atención médica universal nunca fue considerada. Preocupados por la situación,
trabajadores de salud y otros activistas fueron arrestados en actos de
desobediencia civil al tratar de ser parte de la discusión.

Luego estaban los asesores financieros de Obama, quienes
tenían fuertes conexiones con J.P. Morgan, CitiGroup y otras firmas de Wall
Street que habían llevado a la economía a los suelos y que apoyaron su campaña.

Las decepciones se siguieron acumulando. Obama se negó a
investigar la administración de Bush por sus programas ilegales de tortura y
espionaje doméstico. Al contrario, la administración agresivamente procesó y
encarceló a los que denunciaron esos crímenes, mientras expandió el ataque a
las libertades civiles con una ley que permite la detención indefinida sin
juicio de los ciudadanos estadounidenses. Los presos siguen sufriendo sin
cargos en Guantánamo, a pesar de la promesa de Obama de cerrar las
instalaciones.

Ataques teledirigidos aumentaron contra Pakistán, Yemen y
Afganistán, matando a cientos de civiles. Como la guerra en Irak, el gobierno
de Obama llevó a cabo un operación de “cambio de régimen”, en clara
violación del derecho internacional, en el rico en petróleo país de Libia. Ese
país, que antes disfrutó los más altos estándares de vida en África, sufrió la
destrucción masiva de civiles.

A pesar de los cientos de millones de dólares que recibió de
los sindicatos en 2008 para su campaña, el gobierno de Obama no hizo nada para
detener el ataque a los derechos de los trabajadores. A pesar del apoyo masivo
que recibió de las comunidades inmigrantes, su gobierno deportó a más personas
que Bush.

Obama y otros políticos sirven como los gerentes de la clase
dominante. Mientras el país estaba siendo hipnotizado por la retórica de Obama,
los bancarios de Wall Street alimentaban su campaña política con dinero. Los
capitalistas saben el papel que juegan los políticos para ellos. 

Muchos en el 99% han aprendido—con el mandato de Obama—que
el sistema político y económico no cambia con la selección de un nuevo
ejecutivo. El cambio viene con la lucha, la organización independiente para un movimiento
de los trabajadores que pueda lograr un gobierno que verdaderamente sirve a
nuestros intereses.

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