Estados Unidos y los países de la Unión Europea desempeñaron un papel clave en el derrocamiento del gobierno electo ucraniano encabezado por Victor Yanukovich y el Partido de las Regiones. Si sólo escuchamos a los políticos en Washington o únicamente atendemos a los medios de comunicación corporativos, lo normal sería creyésemos que el golpe de Estado en Ucrania ha dado paso a una nueva era de democracia para el pueblo de ese país.
Nada más lejos de la realidad. El nuevo autoproclamado gobierno en Kiev es una coalición entre la derecha y fuerzas abiertamente fascistas, aunque la línea entre ambos es a menudo difícil de discernir. Por otra parte, son las fuerzas fascistas las que están en auge, en particular los partidos Svoboda y Sector Derecho, como lo demuestra el hecho de que se les haya asignado puestos clave en el gobierno, como la cartera de las fuerzas armadas y otros espacios fundamentales del aparato estatal.
Que millones de ucranianos, rusos, griegos, judíos y otros aborrezcan vivir bajo este gobierno no debería ser una sorpresa para nadie. Hace siete décadas la Alemania nazi y sus aliados invadieron la Unión Soviética, de la que Ucrania formaba parte, y fue en el territorio de la Unión Soviética donde las principales fuerzas de la maquinaria de guerra nazi fueron destruidas, aunque a costa de pagar un precio terrible. Más de 27 millones de soldados soviéticos y civiles fueron asesinados y el país quedó devastado. Si comparamos estas muertes con las 416.800 bajas de Estados Unidos en la misma guerra (un número ya de por sí trágicamente elevado), estas últimas sólo representa alrededor del 1,5 por ciento de las muertes soviéticas.
Podríamos enumerar algunas de las primeras acciones de la nueva Rada (Parlamento) con objeto de subrayar su carácter de extrema derecha: la supresión la oficialidad de las lenguas minoritarias rusas y griegas, la derogación de la autonomía de la península de Crimea y la prohibición del Partido Comunista de Ucrania.
El partido Patria, dirigido por Arseniy Yatsenyuk, es el predominante en el nuevo gobierno. Unas semanas antes del 24 de febrero, cuando se produjo el golpe auspiciado por EE.UU, la subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos Victoria Nuland, en aquel momento en Kiev apoyando las protestas contra el gobierno, fue grabada sugeriendo que Yatsenyuk se convirtiese en el nuevo líder. Yatsenyuk es un banquero con una postura claramente pro-occidental, y es visto como garante de las demandas del Fondo Monetario Internacional y los bancos internacionales que reclaman medidas de austeridad a cambio de un “rescate” de la deuda de Ucrania.
Además, el hecho de que Yatsenyuk no pertenezca a un partido abiertamente fascista supone, en términos de relaciones públicas, una ventaja importante para los imperialistas occidentales que respaldan al nuevo régimen.
El nuevo secretario del poderoso Consejo de Defensa y Seguridad Nacional es Andriy Parubiy, también perteneciente al partido Patria. Pero aquí es más evidente la delgada línea que separa a los partidos de derecha de los fascistas.
Parubiy fue cofundador del Partido Nacional-Socialista en 1991, un partido abiertamente fascista cuyo emblema era la “Wolfsnagel”, símbolo que se asemeja mucho a la esvástica. El SNP cambió su nombre a Svoboda (“Libertad”) en 2004, y desde entonces ha cultivado una imagen de cierta moderación aunque manteniendo su núcleo neonazi.
No obstante, en 2012 Parubiy concurrió a las elecciones de la mano del partido Patria. En las manifestaciones de la oposición en la plaza Maidan era conocido como “el comandante”.
El lugarteniente de Parubiy es Dmytro Yarosh, líder de las fuerzas paramilitares fascistas del Sector Derecha en Maidan. En un reciente vídeo de la BBC un líder del Sector Derecha declaró: “Las ideas nacional socialistas [nazis] son muy populares aquí (…) Queremos una nación limpia, no como cuando con Hitler, pero sí un poco como aquello.”
El nuevo ministro de Defensa es Ihor Tenyukh, ex jefe de la Armada ucraniana y actual militante de Svoboda. Oleksandr Sych, también de Svoboda, es uno de los tres viceministros.
Otro puesto clave del gobierno que ostenta abiertamente un miembro de Svoboda es el de la Fiscalía General. Oleg Makhnitsky es ahora el equivalente al Fiscal General de los EE.UU., y una de sus primeras medidas ha sido la de procesar a los líderes de Crimea que no quieren vivir bajo el nuevo orden de Kiev.
Svoboda también ostenta los ministerios de Ecología y Agricultura, este último especialmente importante para Ucrania.
Aunque no haya sido nombrado ministro del gobierno (sin duda por propia elección, para entonces no limitarse en las actividades de Svoboda), Oleh Tyahnybok es el líder de Svoboda, formación de la que fue también cofundador cuando aún era conocida como el Partido Nacional-Socialista. Ahora es una de las personas más poderosas del país.
A pesar de que Tyahnybok trató de moderar la imagen pública de Svoboda, empezando por el cambio de nombre en 2004, uno de los discursos que pronunció ese mismo año demostró lo quebradiza de esa apariencia.
En su intervención en homenaje de un comandante del Ejército Insurgente Ucraniano (UIA), que colaboró con los nazis y masacró a decenas de miles de polacos, judíos y comunistas, llamó a los ucranianos a combatir la “mafia moscovita-judía” que según él estaba dirigiendo el país.
Tyahnybok elogió a la UIA y a la Organización de Nacionalistas Ucranianos liderados por Stepan Bandera, que “luchó contra rusos, alemanes, judíos y otra escoria que quería arrebatarnos nuestro Estado ucraniano.” Cabe añadir que en su discurso los términos “rusos” y “judíos ” fueron sustituidos por insultos extremadamente despectivos.
En 2005 Tyahnybok firmó una carta abierta a los líderes de Ucrania denunciando las “actividades criminales” de la “comunidad judía organizada” que según él quería cometer un “genocidio” contra el pueblo ucraniano.
El apoyo a los fascistas es creciente en Ucrania. En las elecciones de 2006 Svoboda tan sólo recibió entre 0,36% de 1% de los votos, pero en 2012 se convirtió en el cuarto partido más grande de la Rada (Parlamento) con un 10,45% de los votos y 37 escaños de un total de 450. En una encuesta de opinión pública realizada a principios de febrero, el 54% de los entrevistados declararon que votarían por Tyahnybok si éste se posicionaba en contra de Yanukovich (la encuesta se llevó a cabo tres semanas antes del derrocamiento de Yanukovich).
En los últimos meses hemos visto cómo las caras sonrientes de Victoria Nuland y el senador John McCain han aparecido en innumerables fotos con Tyahnybok, además de otros funcionarios estadounidenses.