Originalmente publicada en Liberación Periodico, abril 2015
En primera plana de muchas publicaciones y en discursos políticos, los grandes medios y los polítiqueros pregonan éxito sobre la economía. Según la propaganda, el desempleo ha disminuido, la bolsa de valores ha subido, y el pueblo entero está en marcha hacia la prosperidad.
Pero un vistazo a la situación muestra el mito de la “recuperación”. Los trabajadores que tienen trabajo se sienten más inseguros que nunca. La cifra de trabajadores que solo pueden conseguir trabajo a tiempo parcial está en su nivel más alto, subiendo a 7,5 millones el verano pasado—un incremento de 70% desde 2007. La cifra del desempleo—5,5 por ciento según estadísticas oficiales—es una decepción.
La taza de participación de la fuerza laboral—que mide la porción de trabajadores—o trabajando o buscando trabajo—ha estado bajando anualmente por más de una década. Aunque este descenso se debe a la jubilación de las personas que nacieron durante el “boom” entre los años 1947-1963, otra parte es porque grandes números de personas simplemente dejaron de buscar empleo, porque no hay trabajo. La taza real del desempleo no ha disminuido mucho, es que ahora los economistas no incluyen en sus cálculos a las personas que ya no buscan empleo.
Para los trabajadores empleados, los sueldos reales—lo que la gente puede adquirir, tomando en cuenta la inflación—no han cambiado en los últimos 50 años. Tomando en cuenta la inflación, el promedio de los sueldos por hora en 1964 eran de $19,18 la hora. En 2014, solo subieron a $20,67 la hora. Pero para los obreros de bajo sueldo, sufrieron una disminución significativa en los sueldos: el sueldo mínimo federal de hoy está a sólo 66% de lo que era en 1968.
La productividad de cada trabajador ha llegado al nivel más alto en la historia humana. Esa idea difundida por la derecha, que la gente pobre trabajadora es perezosa o no trabaja bien, es una mentira. Al contrario, la productividad ha aumentado cada década desde 1940. Si los trabajadores están produciendo más que nunca, pero no están ganando mejores sueldos, ¿entonces, adónde va toda esa riqueza? A la clase capitalista.
Entre los años 1979 y 2012, el 20 por ciento de familias más pobre vio su ingreso bajar por un 12,1 por ciento, mientras el 20 por ciento de familias encima de los más pobre no vio ningún cambio, y el 20 por ciento en medio vio un aumento modesto de 8,4 por ciento. Sin embargo, el 5 por ciento de familias más rico vio su ingreso subir vertiginosamente por 74,9 por ciento.
Y eso es solamente el ingreso. Cuando uno toma en cuenta los activos, bienes muebles y propiedad, la desigualdad es asombrosa. En el año 2013, el 90 por ciento de familias más pobre controlaba 25 por ciento de la riqueza, pero el 3 por ciento de familias más rico controlaba 54 por ciento de riqueza.
En un país racista como los Estados Unidos, las familias negra, latina y nativa están atadas a los más bajos niveles de la economía. Por lo tanto, esas familias sufren más intensivamente la desigualdad. Los políticos afirman que el racismo es del pasado; en realidad esta brecha entre rico y pobre está creciendo.
Dando un vistazo mundial, el dominio por una clase reducida de individuos super-ricos es más evidente. Las 85 personas más ricas del mundo tienen riqueza igual al 50 por ciento de la población más pobre en el mundo: ¡3,5 mil millones de personas!
La clase imperialista de los Estados Unidos se enriquece por su explotación de los trabajadores, no sólo en este país, sino a través del mundo, y por su control de los recursos naturales, por su dominio de las rutas de comercio y por el control del sistema global financiero. En el Medio Oriente y en África, cualquier gobierno que sea freno a la dominación total por los bancos y corporaciones estadounidense, es atacado por la maquinaria militar del Pentágono. En América Latina, los países que se han opuesto a los dictados de Wall Street son demonizados y agredidos.
Si somos serios en la lucha para lograr la justicia y liberación, el pueblo trabajador y pobre de Estados Unidos necesita tener una perspectiva global, lo que significa apoyar las luchas de la clase trabajador a través del mundo.
El análisis de Carlos Marx sobre el capitalismo hace más de un siglo—de que por un lado la riqueza se acumula y al otro lado se acumula la miseria—se ha mostrado verdadera. No importa quién ocupa la Casa Blanca, este sistema no funciona para emplear a los desempleados, ni para satisfacer las necesidades del pueblo, ni para promover la igualdad. Al contrario: Sólo funciona para hacer los ricos más ricos. La única opción es derrocarlo y reemplazarlo.