Foto: El senador Joseph McCarthy haciendo una presentación en una vista de 1954.
La amenaza roja de la década de 1950 está regresando. El nombre y el legado del senador Joseph McCarthy, quien dirigió las purgas anticomunistas y las listas negras de este periodo, se invoca en todo el espectro político como sinónimo de persecución injusta. Pero cuando se trata de difamar a quienes se oponen a la nueva Guerra Fría contra Rusia y China, su ideología está viva y coleando. Y uno de los principales practicantes actuales de la paranoia de la amenaza roja es el New York Times.
Sus titulares siguen de manera confiable las prioridades de los belicistas del Pentágono y del Departamento de Estado. A medida que el desacoplamiento económico se acelera, el Times publicó un artículo el mes pasado titulado “A medida que los lazos con China se vuelven tóxicos, incluso las empresas chinas los están rompiendo”. El periódico promueve el mito de que el gobierno chino persigue a los estadounidenses con titulares como “¿Fue un ex sargento de la policía de Nueva York un agente chino o un peón involuntario?” o “China invierte en la recopilación de Inteligencia de Código Abierto en los Estados Unidos” (“inteligencia de código abierto” significa información disponible públicamente, por lo que recopilarla implica actividades tan nefastas como una simple búsqueda en Google). Y el Times minimiza cualquier noticia positiva sobre el país con artículos de opinión ridículos como uno en el 2021 titulado “¿Le ha ido demasiado bien a China contra COVID-19?”
En la cacería de brujas macartista de la década de 1950, miles de organizadores sindicales, escritores, actores, músicos, científicos, trabajadores del gobierno, maestros y académicos estadounidenses tuvieron sus nombres y reputaciones arrastrados por el fango y fueron incluidos oficialmente en la lista negra de sus industrias. También se enfrentaron a cargos civiles y penales, exilio e incluso ejecución por sus supuestas creencias políticas. Los objetivos de la amenaza roja incluyeron figuras de renombre mundial como W. E. B. DuBois, Langston Hughes, Albert Einstein, Pete Seeger y el dramaturgo Arthur Miller, el creador del uso moderno del término “caza de brujas” cuya obra de 1953, El Crisol, dramatiza los juicios de brujas de Salem y fue escrita como una alegoría de la persecución macartista.
El Times nunca se ha retractado ni se ha disculpado por su papel en el macartismo, y a menudo ha estado más ansioso por defender el legado de la amenaza roja de lo que se ha enfrentado críticamente con su pasado. En la década de 1990, después del colapso de la Unión Soviética y la apertura al occidente de los archivos soviéticos, el Times publicó numerosos artículos y artículos de opinión reivindicando el período a pesar de sus excesos, “Repensar el macartismo, si no McCarthy” para una nueva generación. Incluso los análisis “críticos” de ese período presuponían el anticomunismo como bueno y simplemente critican los métodos y la “demagogia” de McCarthy como individuo.
La palabra macartismo en sí misma oculta el hecho de que esta paranoia dominaba los medios y la sociedad estadounidenses incluso antes de que McCarthy se convirtiera en un actor principal. El Times a menudo usaba el red-baiting como táctica contra los movimientos progresistas de la época. En 1948, los líderes del Partido Comunista, incluidos Benjamin Davis, Henry Winston y William Z. Foster, fueron arrestados bajo la Ley Smith por nada más que sus creencias políticas. El Times usó los arrestos para difamar al candidato presidencial progresista de un tercer partido, Henry Wallace, acusándolo de títere comunista.
Wallace, que fue vicepresidente bajo Franklin Roosevelt entre 1941 y 1945, y un verdadero progresista, criticó el arresto del liderazgo del Partido Comunista como “un intento inconstitucional de la administración Truman y los ‘bipartidistas’ de crear miedo para mantenerse en el poder”. El Times calificó a Wallace como un paranoico por esta afirmación. Y la hostilidad del periódico hacia cualquiera que rete esta noción ha sido constante, especialmente a raíz de las elecciones del 2016, donde la candidata del Green Party, Jill Stein, fue repetida y ridículamente difamada como una “agente rusa” por el Times.
El racismo y el anticomunismo van de mano en mano
Las mismas estrategias aplicadas para desacreditar los desafíos electorales de partidos terceros se utilizaron para socavar la legitimidad y el apoyo público a los crecientes movimientos de masas. A medida que el Movimiento de Derechos Civiles crecía en 1964, y aproximadamente un año después de la Marcha en Washington, el Times seguía publicando historias como “Un mississippiano ve rojos en la campaña por los Derechos [Civiles]”, citando extensamente al representante segregacionista de Mississippi, John Bell Williams: “Sabemos que W. E. B. DuBois, uno de los fundadores de la NAACP, es un viejo comunista”. El artículo también repite acríticamente acusaciones similares contra A. Phillip Randolph, Bayard Rustin y Martin Luther King Jr., quien el artículo alega fue “entrenado en una institución comunista en Tennessee”.
Finalmente, el artículo repite otro tropo que volvió a ser prominente después de los levantamientos del 2020 para la liberación negra: el del “agitador externo”. El artículo del Times promovió la afirmación de que un hombre blanco arrestado en Jackson, Mississippi, “admitió ante la policía y los agentes del FBI que era comunista”, mientras que también estaba “en la nómina de CORE”, el Congreso de Igualdad Racial.
Los líderes de la lucha por la liberación negra fueron atacados con la mayor crueldad, ya fueran comunistas abiertos como el concejal de la ciudad de Harlem, Nueva York, Ben Davis o académicos y artistas destacados como W. E. B. DuBois, Langston Hughes y Paul Robeson. Robeson, justamente recordado hoy como un héroe con grandes logros en una amplia gama de campos, fue descrito por el Times en 1949 como un “Stalin negro” con “delirios de grandeza”.
Los maestros, blanco de la histeria de la derecha
A lo largo de las décadas de 1940 y 1950, el Times se involucró en especulaciones sin raíces y, a menudo, admitió abiertamente hacerlo. Hubo un intenso enfoque en enfocarse en los maestros. Una serie de artículos de 1952, a pesar de afirmar en el primer párrafo que “no existe un marco de referencia fáctico por el cual juzgar la exactitud” de las acusaciones de que hay cientos de comunistas en las escuelas de la ciudad de Nueva York, continuó temiendo implacablemente a los comunistas que promueven su “filosofía conspirativa en el aula”. Cartas al editor de padres paranoicos fueron publicadas regularmente a lo largo de estos años.
No es casualidad que esta obsesión paranoica con maestros que subvierten a los niños con “filosofías conspirativas” resurja una vez más en la derecha. Esto toma la forma de ataques a los sindicatos de docentes, la llamada “teoría crítica de la raza” que se enseña en las escuelas, prohibiciones de “no digas gay” y ataques a estudiantes trans —todas tendencias que el Times una vez más pretende criticar mientras publica y promueve rutinariamente algunos de los ataques más viles contra la organización sindical, los jóvenes homosexuales y trans, y los movimientos contra el racismo.
Junto a la amenaza roja, la llamada “amenaza lavanda” fue una campaña paralela para erradicar a lesbianas y gays de las instituciones gubernamentales de los EE. UU., desde el Departamento de Estado hasta la NASA, construida de manera similar sobre acusaciones infundadas y una atmósfera de paranoia. Los organizadores sindicales, afiliados a organizaciones comunistas o no, fueron los primeros en ser acusados de tal manera y expulsados de la vida pública.
“Periodismo” en interés de los ricos y poderosos
En el famoso caso de Julius y Ethel Rosenberg, ejecutados por supuestamente compartir secretos nucleares con la Unión Soviética, el Times ocupó una columna entera en la portada para deleitarse con sus muertes, proporcionando un relato detallado de su ejecución. En los meses anteriores a su ejecución, el Times no perdió la oportunidad de demonizar a la pareja. En particular, la cobertura de la solidaridad internacional del campo socialista fue citada como una pistola humeante para demostrar que los estados comunistas usaron el caso para “incitar al odio a los Estados Unidos y la democracia occidental”. El Times estaba conscientemente en una batalla de ideas contra el bloque emergente de gobiernos socialistas y anticoloniales, y trató de inocular a los trabajadores estadounidenses contra el mensaje de este campo que se centraba en la paz mundial y la igualdad racial.
La preocupación por inocular a los trabajadores estadounidenses contra la agitación comunista es una característica clave de la amenaza roja. Una carta de 1948 al editor hace este punto de una manera que casi se lee como descarada y sarcástica para los ojos modernos —rechazando la posición editorial del Times contra los aumentos salariales para los maestros de escuela pública, el autor sostiene que los “maestros de escuelas mal pagados” son “presa de la propaganda comunista”. Para terminar, el escritor pregunta: “¿El New York Times, que apoya la asignación de 15 mil millones de dólares para la defensa física de Estados Unidos contra Rusia, cree que los pocos dólares que se necesitarían para pagar a los maestros un salario decente es un precio demasiado alto para asegurar las primeras líneas de nuestra defensa de las mentes de los jóvenes estadounidenses?”Los políticos de élite y los ultrarricos tienen pocas herramientas para dar forma a la conciencia del público tan efectivas como lo es el New York Times. En el transcurso de sus más de 170 años de existencia, el Times nunca se ha desviado de esta misión básica. Ya sea que los periodistas de la década de 1950 intentaran convencernos de que había agentes comunistas al acecho en cada esquina o que los escritores de hoy avivaran la histeria contra China, el New York Times siempre está listo para pisotear la verdad si sirve a los intereses de los ricos y poderosos.