Foto: Kevin McCarthy hablando en diciembre del 2021. Dominio público
La Cámara de Representantes sigue en punto muerto, con un grupo de políticos ultraderechistas que se niegan a respaldar la nominación de su colega republicano Kevin McCarthy para el cargo de Presidente de la Cámara. McCarthy ha estado negociando toda la semana con este grupo, pero en más de una docena de rondas de votación no ha conseguido el apoyo de la mayoría de las y los representantes.
Esta situación ha sido tratada con una mezcla de ira y alarma en los medios corporativos y entre las y los comentaristas políticos de la élite. Señalan que sin un Presidente de la Cámara –quien es responsable de crear comités y determinar qué asuntos se presentan ante todo el órgano– el Congreso permanecerá “congelado” y no podrá adoptar legislación nueva.
Si bien esto puede ser una fuente de vergüenza para la clase dominante, la ausencia de un congreso que funcione no es una gran tragedia. ¿Ha hecho algo el Congreso para congelar la inflación de los bienes esenciales, o para castigar a las codiciosas empresas que abusan de los precios? ¿Hizo algo el Congreso cuando el derecho al aborto fue destrozado por el Tribunal Supremo? ¿Está haciendo algo el Congreso para arreglar el agua en Jackson, Mississippi, o en cualquiera de las otras ciudades donde la infraestructura está colapsando? ¿Qué pasa con la garantía de derechos sociales básicos como la vivienda, la educación y el cuidado médico frente a la desigualdad masiva que continúa en espiral?
Ni siquiera las medidas parciales que en los últimos años han estado sobre la mesa para ser aprobadas por el Congreso han conseguido llegar a la línea de meta. Esto incluye la ampliación del programa social “Reconstruir mejor”, la Ley de Igualdad para prohibir la discriminación anti-LGBTQ, la Ley PRO para una ampliación importante del derecho a formar un sindicato, las reformas propuestas a la policía y a la justicia penal, y mucho más. Las y los millonarios del Congreso están completamente desconectados de las dificultades a las que se enfrentan a diario los sectores populares y trabajadores. No les importa este sufrimiento y no hacen nada al respecto.
Cuando el Congreso actúa, suele hacerlo de una forma que empeora aún más la situación del pueblo, aplicando políticas que favorecen a las grandes empresas y al complejo militar-industrial. Para los banqueros de Wall Street, los ejecutivos de las empresas y los que lucran con la guerra, puede ser realmente muy inquietante ver a sus servidores en Washington atrapados en la disfunción. Cada año, el Congreso reparte enormes sumas de dinero en subvenciones corporativas, quizá ninguna mayor que el presupuesto de “defensa” de 858.000 millones de dólares que va directo a los bolsillos de Boeing, Raytheon, Lockheed Martin y otras empresas. Para esto es lo que sirve realmente el Congreso.
Además, si las y los miembros del Congreso deciden por fin empezar a hacer algo positivo, no es que les resulte difícil reponer unos cuantos días perdidos, teniendo en cuenta el poco trabajo real que hacen. Por lo general, el Congreso sólo celebra una “jornada legislativa” por tres días a la semana. E incluso en esos días legislativos, las y los políticos son libres de simplemente no presentarse si deciden que hay otro lugar en el que debieran estar. El Congreso está lejos de ser una institución en la que cada momento es valioso.
La lucha entre las facciones de la clase dominante
McCarthy es el blanco de una oposición muy arraigada a pesar de que él mismo es un derechista virulento. McCarthy fue un aliado clave de Donald Trump durante su mandato, y adoptó abiertamente una orientación más pro-Trump que sus homólogos en el liderazgo republicano del Senado. Trump famosamente se refirió a McCarthy como “mi Kevin” y también ha apoyado su candidatura a lo largo de las numerosas rondas de votaciones para Presidente de la Cámara.
McCarthy fue elegido por primera vez al Congreso en el 2006, y ha sido un partidario constante de las políticas derechistas y favorables a las empresas. Ha sido uno de los principales opositores a la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (Affordable Care Act), ha contribuido a recortar drásticamente las regulaciones medioambientales de las corporaciones que matan el planeta, y el año pasado votó en contra de la igualdad de matrimonio. Antes de las elecciones de mitad de mandato, McCarthy dio a conocer su programa “Compromiso con Estados Unidos”, en el que detalla lo que harían los republicanos si ganaran el control del Congreso. Esto incluye una mayor militarización de la frontera, canalizar más dinero hacia las fuerzas policiacas, ampliar las prisiones, recortar Medicare y privatizar aún más el cuidado de salud, y criminalizar aún más el cuidado de salud para mujeres y personas trans.
Pero para el núcleo duro de ultraderechistas que le han impedido convertirse en Presidente de la Cámara, McCarthy simplemente no es uno de ellos. Los elementos más ultraderechistas del Partido Republicano están comprometidos con un programa tan extremadamente reaccionario y antidemocrático que otras facciones de la élite derechista temen la convulsión social que podría provocar. Esta lucha también se ha desarrollado en torno a cómo orientarse hacia el atentado del 6 de enero, la anulación de Roe contra Wade, las falsas acusaciones de fraude electoral y más. Mientras que McCarthy ha adoptado oportunistamente posiciones de extrema derecha en ciertos momentos, las y los miembros del Congreso que se resisten quieren un verdadero creyente en su lugar –o simplemente hacer un ejemplo de McCarthy para influenciar a quien lo sustituya.
Como se ha señalado con frecuencia en los medios de comunicación, éste es el proceso más largo para elegir a un Presidente de la Cámara desde la década de 1850. El hecho de que procesos que antes eran rutinarios se hayan convertido en objeto de una intensa lucha entre facciones es significativo y tiene ramificaciones para la lucha de la clase trabajadora. Pero por mucho que estas facciones de la élite luchen entre sí, no debemos perder de vista que su prioridad más importante siempre será luchar contra el pueblo.