Esta es la primera parte de una serie de tres partes sobre los papeles de Afganistán. Puede leer parte 2 aquí, y parte 3 aquí
Esta es la primera parte de una serie de tres partes sobre Los Papeles de Afganistán. Puede leer parte 2 aquí, y parte 3 aquí.
En diciembre del 2019, en medio del ruido del juicio político, y con los Estados Unidos en pláticas de paz con el Talibán, el Washington Post publicó una serie de seis partes de reportes gubernamentales internos titulados “Los Papeles de Afganistán: Una Historia Secreta de la Guerra.” Es una exposición que revela las mentiras persistentes al público respecto al conflicto (Parte I), estrategias desenfocadas y siempre cambiantes (Parte II), el fracaso para “construir la nación” a pesar de los grandes gastos monetarios (Parte III), la desenfrenada corrupción dentro del país (Parte IV), la incapacidad de EE.UU. y sus fuerzas aliadas de entrenar a sus reemplazos de fuerza de seguridad afganos (Parte V), y la explosión de la industria de opio desde el comienzo de la guerra (Parte VI).
Con la excepción de las guerras contra los pueblos indígenas de más de un siglo, la Guerra de Afganistán es el conflicto armado más largo de los Estados Unidos (en exceso de 18 años, hasta ahora). La guerra, como otros conflictos después del 11/9 en Irak, Siria, Libia, y Yemen, ha diferido de muchos conflictos previos en que, después de tantos años, apenas ocupa un lugar en el discurso y la conciencia en los Estados Unidos. Aunque la promoción y los salvos de apertura de este conflicto disfrutaron cobertura de medios robusta y arrebatos de jingoísmo, la profunda falta de la aceptación esperada del público en general ha empujado las guerras a las páginas traseras de los periódicos y son raramente debatidos en los noticieros de 24 horas.
De acuerdo al Washington Post, los reportes se originan de “un tesoro confidencial de documentos gubernamentales… generados por un proyecto federal examinando las fallas de raíz del conflicto armado más largo en la historia de los Estados Unidos. Incluyen más de 2.000 páginas de notas previamente inéditas de entrevistas con personas quienes jugaron un papel directo en la guerra, desde generales y diplomáticos a trabajadores humanitarios y oficiales afganos… el Post ganó la divulgación de los documentos bajo el Acto de Libertad de Información después de una batalla legal de tres años.” Los documentos en si mismos vienen en gran parte de una evaluación interna por la Oficina del Inspector General Especial por la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR por sus siglas en inglés), después publicados como un reporte de “Lecciones Aprendidas” por la agencia.
Participantes en esta evaluación hablaron libremente bajo la suposición que sus nombres y comentarios nunca serían publicados públicamente. El nombre de la serie recuerda los “Papeles del Pentágono,” un reporte del New York Times de 1971, que similarmente expuso las mentiras y manipulaciones del gobierno con respecto a la Guerra en Vietnam.
La Arrogancia Imperial en Plena Exhibición
Las Partes I y II del reporte revelan la tremenda disfunción, falta de estrategia coherente y, sobre todo, arrogancia de los comandantes en jefe (Bush, Obama, Trump) hasta los comandantes de las fuerzas en Afganistán. Todo el tiempo, las administraciones presidenciales y comandantes de alto nivel repetidamente engañaron al público, exagerando el “progreso” logrado (siempre “progreso”) en cualesquiera objetivos reclamaron como su enfoque en ese tiempo. Lejos de poder realmente “ganar” la guerra, nunca ha habido una definición clara de lo que ganar la guerra actualmente quería decir.
Originalmente vendida al público como una misión de venganza siguiendo los eventos del 11 de septiembre, 2001, la mayoría de las personas de los Estados Unidos y el personal militar creyeron que la misión era de traer Osama Bin Laden y al-Qaeda a la justicia. Pero el reporte nota que “mientras la guerra se prolongaba, las metas y la misión seguían cambiando y una falta de fe en la estrategia de EE.UU. tomó raíz” mientras discutiendo entre usar “la guerra para convertir Afganistán en una democracia…,” “transformar la cultura afgani y elevar los derechos de la mujer…,” o “remodelar el balance regional del poder.”
En otra parte, un funcionario del Departamento de Estado dijo “nuestra política era crear un gobierno central fuerte,” mientras que el general de tres estrellas Douglas Lute comentó “declaramos que nuestro objetivo es establecer una ‘economía de mercado floreciente.'” Independientemente de cuáles sean los objetivos, las metas políticas en Afganistán siempre fueron las preferencias cambiantes de Washington y no eran basadas en las necesidades, consultas o deseos del pueblo afgano. Platicando con Liberation News, Jovanni Reyes, médico del ejército de EE.UU. entre 1993 y 2007, observó la naturaleza egoísta de los comandantes ilustrada en “Los Papeles de Afganistán:” “Los oficiales estaban poniendo su carrera, su cara, y sus egos por delante de lo que realmente estaba sucediendo. Cómo realmente le mienten al Congreso, le mienten al público, y mantienen esa mentira porque no querían ser los oficiales que salen y dicen que estamos siendo derrotados aquí o esta lucha está perdida. No querían hacer eso, entonces prefieren prolongarlo. Esa es una de las cosas que estaba en los Papeles del Pentágono. Johnson sabía que la lucha se había perdido, pero decidió prolongarla. No quería ser el presidente que perdió en Vietnam. Esa es la rutina. Es común.” Similarmente, en las Partes III-V, los documentos revelan aún más el chauvinismo extremo y la arrogancia que los políticos de EE.UU. trajeron con ellos a Afganistán. Con excepciones limitadas, la mayoría de las figuras militares y gubernamentales de Estados Unidos entrevistadas lamentan la corrupción de los afganos o el supuesto doble juego de Pakistán. Solo hay una referencia a cómo Afganistán representa un conflicto de EE.UU. que data de 1979, cuando Estados Unidos apoyó a los Muyahidines en Afganistán a través de la Operación Ciclón con el propósito explícito de llevar a la Unión Soviética a un atolladero. El embajador Ryan Crocker repite una declaración de Ashfaq Kayani, Jefe de Inteligencia de Pakistán: “Un día ustedes se irán de nuevo, será como Afganistán la primera vez, habrán terminado con nosotros, pero seguiremos estando aquí porque en realidad no podemos mover el país.”
La Parte III en particular, titulada “Cómo los esfuerzos de EE.UU. para reconstruir Afganistán fracasaron,” muestra la actitud dictatorial y la hostilidad de Washington hacia la autodeterminación afgana, incluso de aquellos en los que confiaba dentro del país.
Mientras tanto, The Washington Post muestra su complicidad al hacer excusas para este fracaso absoluto. El Asesor de Seguridad Nacional de Bush, Stephen Hadley, comenta: “Simplemente no tenemos un modelo de estabilización posterior al conflicto que funcione… No tengo ninguna confianza en que si lo volviéramos a hacer, lo haríamos mejor.” Poco después, el Washington Post aún escribe: “ninguna nación necesitaba más construcción que Afganistán. Desesperadamente pobre, había sido consumida por la guerra continua desde 1979, cuando fue invadida por otra superpotencia, la Unión Soviética” sin mencionar el papel desestabilizador de los Estados Unidos en esa invasión.
Confusamente, el Post también escribe, “varios funcionarios de EE.UU. le contaron a los entrevistadores del gobierno que rápidamente se hizo evidente que las personas que conformarían la clase dominante afgana estaban demasiado establecida en sus propias formas para cambiar” antes de dar las citas para ilustrar el punto:
- Richard Kraemer, Oficial Superior de Programas de National Endowment for Democracy para Afganistán:
- Los burócratas afganos “estaban a favor de una perspectiva socialista o comunista porque así recordaban las cosas la última vez que el sistema funcionó”.
- “Teníamos todas las buenas intenciones. . . pero tuvimos mucha arrogancia. La adhesión dogmática a los principios del mercado libre llevó a nuestra incapacidad para adoptar un enfoque matizado y equilibrado para lo que necesitaba Afganistán.”
- Embajador Robert Finn:
- “Estas personas fueron a la escuela comunista… si se permite el capitalismo, estas empresas privadas entrarían y obtendrían lucro.”
En lugar del diagnóstico del informe, estos comentarios describen mejor una fuerza invasora que está demasiado establecida en sus propias formas para permitir que los afganos determinen su método de gobierno o sistema económico. Los Estados Unidos incluso tenía un presidente elegido para el país nuevamente “libre.” Esta es la primera parte de una serie de tres partes sobre los Documentos de Afganistán.