Foto: Protesta en solidaridad con Palestina frente a las oficinas del New York Times en Manhattan. Foto de Wyatt Souers
El 4 de agosto, el New York Times publicó un artículo notable reconociendo un hecho que la clase dominante estadounidense generalmente ha preferido ocultar: a pesar de la destrucción militar masiva causada por Israel en Gaza durante los últimos 10 meses, la resistencia palestina no está ni cerca de ser detorrada. Por el contrario, el artículo reconoce que Hamás en realidad está reclutando nuevos combatientes. Es un hecho histórico que la opresión genera resistencia, así que lo mismo probablemente está pasando con otras organizaciones de resistencia palestinas.
Paralelamente a la resistencia en Palestina, un movimiento histórico de masas dentro de Estados Unidos ha transformado por completo la conciencia sobre Palestina en en el país. Por ejemplo, una encuesta de CBS News de junio reveló que el 61% de las personas en Estados Unidos ahora piensan que la administración Biden-Harris debería dejar de enviar armas y suministros a Israel, y el 78% de las personas dice que la guerra de Israel en Gaza es un factor que influirá por quién votarán en las elecciones presidenciales. Durante 76 años, el apoyo del gobierno estadounidense a Israel ha sido un pilar inquebrantable de su política exterior imperialista. Las movilizaciones masivas de los últimos 10 meses han ejercido una presión sin precedentes sobre ese acuerdo.
En la última semana, a casi 7,000 millas de Gaza, el imperialismo estadounidense ha intensificado sus ataques contra otro de sus objetivos de larga data: la Revolución Bolivariana en Venezuela. Tras las elecciones presidenciales de Venezuela del 27 de julio, el gobierno de EE. UU. y los medios corporativos han emprendido una campaña de desinformación unificada y total en un intento de deslegitimar las elecciones y derrocar al presidente Nicolás Maduro.
Este ataque contra Venezuela es la primera nueva escalada imperialista importante que el gobierno estadounidense ha lanzado desde que comenzó el movimiento de masas por Palestina. La forma en que aquellos de nosotros que nos hemos estado movilizando por Palestina analizamos y respondemos a este momento puede ser crucial para dar forma al camino del movimiento revolucionario y progresista general aquí en Estados Unidos.
El ciclo de vida de una intervención imperialista
Al comienzo de cualquier intervención imperialista, la clase dominante estadounidense libra una guerra masiva de información para llevar a su clase trabajadora al lado del imperialismo, o al menos confundirnos para que no actuemos. Si la clase dominante fuera honesta sobre cómo sus acciones están realmente impulsadas por el deseo de maximizar su poder y ganancias en todo el mundo, enfrentarían una oposición vigorosa. En cambio, ocultan sus verdaderas motivaciones, elaborando propaganda diseñada para apelar a nuestras emociones, a menudo enfocándose en temas como los derechos humanos o la democracia.
El movimiento en solidaridad con Palestina lo ha visto de primera mano. Inmediatamente después a la operación Inundación Al-Aqsa del 7 de octubre de 2023, los políticos estadounidenses y los medios corporativos difundieron mentira tras mentira en intentos de demonizar a la resistencia palestina. Quizás uno de los ejemplos más atroces de este tipo de propaganda fue cuando el 11 de octubre el presidente Biden declarara que vio y confirmó “imágenes de terroristas [palestinos] decapitando niños”. Al día siguiente, la Casa Blanca se vio obligada a retractar estas afirmaciones. Biden nunca vio las fotos —porque nunca existieron—. Y, sin embargo, esta mentira fue difundida agresivamente por los medios corporativos en octubre. Esta mentira y otras crearon un ambiente en el que era extremadamente difícil para la gente en los EE. UU. apoyar al pueblo palestino contra la ocupación y el genocidio. Quienes lo hicieron fueron calumniados y amenazados por políticos, medios de comunicación, escuelas y empleadores.
Debido a que la clase capitalista controla la narrativa de los medios corporativos en este país, sus guerras de información suelen ser muy efectivas en moldear la conciencia de las masas. Pero a menudo, no pueden sostener su narrativa por mucho tiempo. A medida que la gente en EE. UU. comience a presenciar la destrucción causada por una intervención imperialista, la narrativa de la clase dominante puede colapsar rápidamente. Nuevamente, esta dinámica es familiar para el movimiento en solidaridad con Palestina. A medida que las redes sociales se inundaron con la cobertura de la barbarie que Israel estaba desatando sobre el pueblo palestino en Gaza —el asesinato indiscriminado de tantos palestinos como fuera posible, la destrucción de hospitales, universidades y hogares, y declaraciones asquerosas y racistas de los funcionarios israelíes sobre los palestinos— la gente de EE. UU. comenzó a preguntarse: ¿Cómo puede ser que el gobierno estadounidense se preocupe por los derechos humanos en Oriente Medio si está proporcionando dinero, armas y cobertura diplomática para facilitar el genocidio de Israel contra el pueblo palestino? Esto sentó las bases para que más y más personas se unieran al movimiento de solidaridad con Palestina.
Este no es un fenómeno sin precedentes. A lo largo de la historia moderna, desde Vietnam hasta Sudáfrica y Afganistán e Irak, podemos observar múltiples instancias en las que la opinión popular en EE. UU. se tornó contra una intervención imperialista. Cuando esto sucede, el imperialismo se acelera a toda marcha para hacer que su intervención impopular parezca un caso atípico o un error, para que la población estadounidense no se oponga a los futuros proyectos imperialistas desde el principio. Podemos ver a algunos elementos de la clase dominante estadounidense intentando hacer esto con Palestina: culpando a Netanyahu y al actual gobierno de extrema derecha de Israel por la destrucción masiva en Gaza, en lugar de reconocer que la opresión de los palestinos es necesaria para la existencia de Israel y, por lo tanto, ha sido la característica central de todos los gobiernos israelíes desde 1948.
Este es el contexto que hace tan significativo el asalto actual del imperialismo contra Venezuela. ¿Pueden los millones de personas cuya conciencia ha sido transformada por la lucha por Palestina aplicar las lecciones aprendidas sobre el papel del gobierno de EE. UU. en el mundo a la lucha en Venezuela? ¿O logrará el imperialismo recuperar terreno perdido en la batalla de las ideas de los últimos 10 meses con su guerra informativa contra Venezuela?
Desarrollando una perspectiva internacionalista
Uno de los cánticos distintivos del movimiento de masas por Palestina ha sido “¡Sean decenas o millones, todos somos el pueblo palestino!” Esto refleja una contribución importante del movimiento: generar una conciencia generalizada de que el movimiento en EE. UU. debe ser internacionalista porque los intereses de la clase trabajadora estadounidense están directamente vinculados a los intereses del pueblo palestino.
Esta es una base excelente para el movimiento, pero debe combinarse con claridad ideológica. Uno de los refranes comunes declarados en los últimos días por personas que se oponen a la Revolución Bolivariana es que debemos “escuchar a los venezolanos”. Pero, por supuesto, los venezolanos, como cualquier otro pueblo, no son un monolito. En Venezuela se está desarrollando una intensa lucha de clases en este momento, con un número significativo de personas movilizándose tanto en defensa como en contra de la Revolución Bolivariana. Las movilizaciones a favor de la revolución han sido completamente ignoradas por los medios corporativos, pero son más fuertes y más extensas. Esto se evidencia tanto en la victoria electoral de Maduro, como en las movilizaciones callejeras masivas a favor de la revolución que se han organizado en la última semana. Aún así, es cierto que ha habido movilizaciones antigobierno. Para analizar esta realidad, debemos recordar que no todas las movilizaciones masivas son progresistas. Consideremos la insurrección del 6 de junio de 2021 en EE. UU., por ejemplo. Para entender quiénes son nuestros enemigos, amigos y camaradas, debemos desarrollar una claridad ideológica que vaya más allá de la superficie.
Comprender el imperialismo y por qué debemos oponernos a él puede servir de base para esta claridad. Como identificó por primera vez el revolucionario ruso V. I. Lenin, el imperialismo es el capitalismo en su fase más avanzada. El capitalismo es un sistema en el que la pequeña clase de personas que controlan la mayoría de los recursos productivos de la sociedad buscan constantemente expandir su riqueza y poder. Bajo el imperialismo, este afán de lucro se internacionaliza sistemáticamente. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido el principal país imperialista del mundo y ha tratado de organizar la economía capitalista mundial para el beneficio de la clase capitalista estadounidense. Esto implica movimientos de oposición dentro de EE. UU. y en todo el mundo que frenan la capacidad del capital para maximizar las ganancias.
En este artículo no proveeremos un análisis más profundo del imperialismo, pero incluso con este resumen, podemos ver que existe una lucha internacional entre los intereses del capital y los intereses de la clase trabajadora y los pueblos oprimidos. En un breve artículo titulado “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, Lenin escribió:
Las personas siempre han sido víctimas del engaño y el autoengaño en la política, y siempre lo serán hasta que hayan aprendido a buscar los intereses de una clase u otra detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales. Los defensores de las reformas y mejoras siempre serán engañados por los defensores del viejo orden hasta que se den cuenta de que todas las viejas instituciones, por bárbaras y podridas que parezcan, son impulsadas por las fuerzas de ciertas clases dominantes.
Por lo tanto, el “Norte” de nuestro internacionalismo debería ser identificar qué intereses se encuentran a cada lado de cualquier lucha dada y oponerse a los intereses del capital mientras se actúa en solidaridad con los intereses de la clase trabajadora.
En el caso de Venezuela, esta orientación es muy esclarecedora. La oposición está claramente alineada con los intereses del capital. María Corina Machado, la líder central del actual intento de golpe, es una sionista acérrima. Ella ha prometido que si la oposición tiene éxito en derrocar a la Revolución Bolivariana, trasladarán la embajada de Venezuela en Israel a Jerusalén. Solo cinco países (incluido Estados Unidos) han establecido sus embajadas israelíes en Jerusalén porque hacerlo es una flagrante violación del derecho internacional. En 2018, según los informes, Machado también solicitó el apoyo de Benjamin Netanyahu para una intervención militar (es decir, intento de golpe de Estado) en Venezuela. La oposición venezolana tiene estrechos vínculos con gobiernos de extrema derecha en América Latina, como Javier Milei en Argentina, y por supuesto está estrechamente aliado con EE. UU. —el gobierno que ha impuesto sanciones brutales que han devastada la economía de Venezuela y causado decenas de miles de muertes prevenibles en el el país—.
En contraste marcado, Venezuela tiene uno de los gobiernos más pro Palestina del mundo, condenando las acciones de Israel en Gaza como un genocidio y apoyando el derecho de Palestina a ser reconocida como un Estado independiente. Desde sus inicios en 1999, la Revolución Bolivariana ha sido una expresión de las aspiraciones políticas de los venezolanos de clase trabajadora. La Constitución de Venezuela, establecida por esta revolución y aprobada por referéndum popular, “garantiza el derecho a la vida, al trabajo, al aprendizaje, a la educación, a la justicia social y a la igualdad, sin discriminación ni subordinación de ningún tipo; promueve la cooperación pacífica entre las naciones y promueve y fortalece la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación nacional del pueblo” y más. La Revolución Bolivariana ha implementado muchos programas sociales y una democracia popular en búsqueda de estos principios. Finalmente, desde 2004, Venezuela ha sido el ancla de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que ha servido como un importante organismo de coordinación entre gobiernos y movimientos sociales que se niegan a vivir bajo los dictados del imperialismo estadounidense.
Estos hechos ilustran claramente con quién se alinean nuestros intereses como internacionalistas.
Tareas para el movimiento
La Revolución Bolivariana está en la primera línea de la lucha internacional del pueblo trabajador y oprimido contra el imperialismo. Es un esfuerzo por afirmar el poder político de los pueblos trabajadores en una región que Estados Unidos ha considerado durante mucho tiempo su “patio trasero”, y por eso es atacada tan ferozmente por el EE. UU. y sus medios capitalistas. Si la revolución fuera derrotada, también sería una derrota para la clase obrera estadounidense porque significa que la clase capitalista estadounidense podrá fortalecer su posición en el mundo en un momento en que está desesperada por mantener el control.
Después de disfrutar de más de dos décadas de dominación casi desenfrenada del mundo desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, el imperialismo estadounidense ha comenzado a experimentar tiempos turbulentos en los últimos años. La guerra indirecta contra Rusia en Ucrania no ha salido como esperaba el imperialismo estadounidense. Los países de la región africana del Sahel se han levantado para rechazar el imperialismo. Varios gobiernos de izquierda han tomado el poder en América Latina en los últimos años como resultado de movimientos populares. La resistencia palestina y el movimiento paralelo de masas en EE. UU. han expuesto ampliamente la naturaleza criminal de la política exterior de EE. UU. y han dañado la credibilidad del gobierno estadounidense en el escenario mundial. El auge de los países BRICS, particularmente China, está desafiando la hegemonía estadounidense en la economía global. El imperialismo estadounidense sigue siendo extremadamente poderoso y peligroso, pero es cada vez más vulnerable.
Dentro de Estados Unidos, tenemos un papel crucial que desempeñar en la lucha contra el imperialismo desde “el vientre de la bestia”. Una tarea clave para nuestro movimiento es avanzar en la conciencia de masas que se desarrolla en torno a una lucha internacional particular como la de Palestina para convertirse en una conciencia antiimperialista generalizada para que nuestro movimiento no se deje engañar por los ataques imperialistas contra Venezuela o cualquier otro país que luche por su autodeterminación. A medida que el movimiento estadounidense desarrolle esta conciencia internacionalista y antiimperialista, los días del capitalismo estadounidense estarán contados.