El 28 de agosto de 1963, centenares de miles participaron en la masiva marcha de Washington, la cual muchos denominan como el punto máximo del movimiento por los Derechos Civiles.
El movimiento transformó radicalmente la sociedad, pero cualquier analísis honesto tendrá que admitir que aún no se han logrado sus demandas principales: empleos, libertad e igualdad. Y por lo tanto, 50 años más tarde, todavía marchamos.
El discurso que hizo falta
La marcha se conoce muy bien por el discurso de “I have a dream” (Tengo un sueño) de Martin Luther King, pero hoy en día sería más útil recordar el discurso que no se entregó.
John Lewis y otros jóvenes activistas del Student Non-Violent Coordinating Committee (Comité coordinador Estudiantil Pacifista por sus siglas en inglés SNCC) habían elaborado un discurso para ese día que fue ampliamente censurado por su tono “excesivo”. En su contenido original rezaba, “Hoy marchamos por empleos y libertad, pero no tenemos nada de que estar orgullosos, ya que cientos y miles de nuestros hermanos no se encuentran aquí. Ellos no tienen dinero para su transporte, ya que ganan salarios de miseria, o no tienen ningún salario”.
Indicando que la propuesta de ley para los derechos civiles era “muy poco y demasiado tarde”, señalaba que “no hay nada en la propuesta que proteja a nuestro pueblo de la brutalidad policiaca”. En relación a los fundamentos de la seguridad económica, Lewis preguntaba: ¿Qué hay en esta propuesta para asegurarle igualdad a una empleada doméstica que gana $5 por semana y que trabaja para una casa que tiene un ingreso de $100.000 anuales?
El discurso original advertía contra cualquier intento de “sacar a la revolución de las calles y desviarla hacia los tribunales”, explicando de que una “verdadera revolución” estaba “por llegar”. El discurso era bien claro al decir que ambos partidos, Republicano y Demócrata, estaban repletos de “politiqueros mezquinos” que no tienen ningún interés en revertir la explotación social y económica que enfrentan las masas de la población negra.
El contenido de este discurso era muy polémico, muy dinámico y revolucionario para aquellos que temían marginar a los aliados de la lucha de los negros en Washington que solamente apoyaban a medias. Aunque su análisis aún es relevante, es muy triste el hecho de que muchos se opondrían a ese mismo discurso hoy en día por las mismas razones.
La revolución incompleta de los Derechos Civiles
El heroísmo del Movimiento de los Derechos Civiles produjo verdaderos resultados. El apartheid de Jim Crow fue derrocado. Los afroamericanos en el sur del país ganaron su derecho al voto. En todos los rincones del país, la sociedad estadounidense fue obligada a ver cara a cara la desigualdad y la injusticia sobre la cual fue fundada.
Inspiró una nueva fase de radicalismo y organización, dentro y afuera de las comunidades negras.
El movimiento dio inicio a un desafío a las conductas racistas erradicadas en un amplio sector de la población blanca que perduró por décadas.
Sin los alcances de ese movimiento, ni se pudiera pensar en un presidente negro. En todos los niveles administrativos del gobierno hay afroamericanos, desde la vivienda a la educación, hasta el Departamento de Justicia. Ahora también hay gobernadores y muchos alcaldes negros. Hay jueces negros, hay jefes de policía y agentes, guardas en los penales y agentes penitenciarios. Aunque la discriminación aún persiste, hay muchas caras negras en las altas esferas del mundo corporativo.
¿Pero y el resto de nosotros? Hoy en día, la verdadera cifra del desempleo está por encima del 7,6 por ciento. De hecho, cuando comparamos a los que tienen empleos con el resto de la población, casi más del 40 por ciento de aquellos que tienen edad para trabajar no tienen empleo. Millones de trabajadores han sido obligados a aceptar empleos a medio tiempo, tan difícil es para los que subsisten en el subempleo que es como que si estuvieran desempleados.
La cifra del desempleo para los afroamericanos es casi el doble que la de los blancos. Y para los latinos no mejora nada.
Los grandes dueños de propiedad y las empresas constructoras son ahora más implacables que nunca, aburguesando vecindarios y desplazando a los negros. La vivienda pública aún permanece deteriorada e inadecuada.
El sistema de la educación no recibe suficientes fondos. Incluso para aquellos que “obedecen todas las normas” e intentan lograr una educación universitaria, estos se enfrentan al incremento de las matrículas y las políticas racistas de ingreso.
Millones de afroamericanos compraron casa, y ahora enfrentan a los embargos hipotecarios a causa de la avaricia de los bancos. Dentro de la crisis económica, las capas medias de la población negra perdieron más de la mitad de sus bienes—una pérdida de posición económica asombrosa y sin precedentes.
Los niveles de encarcelamiento, ligados al hostigamiento sin fin de la policía contra la juventud y las comunidades negras y latinas no ha disminuido en las últimas décadas. 40 de cada 1.000 negros están en la cárcel, mientras que de cada 1.000 blancos, seis están en la cárcel.
Cada 28 horas un negro muere extrajudicialmente a manos de un agente de policía, un guarda de seguridad o un patrullero. Si a esto le agregamos la reciente absolución de George Zimmerman, podemos ver que en Estados Unidos la balanza de la justicia se inclina completamente en contra de la población negra.
Solamente las masas pueden lograr cambios radicales
En el discurso que no se dio en 1963, Lewis afirmaba: “Para que haya cualquier cambio político y económico en nuestra sociedad, debe ser hecho por el pueblo, las masas, ellos deben hacer esos cambio… No podemos ser pacientes, no queremos ser libres por etapas. Queremos nuestra libertad, y la queremos ahora”.
Esa tiene que ser nuestra actitud el día de hoy, sin importar quien está en la oficina presidencial. En 1963 la juventud de Birmingham, en las escuelas primarias y en las secundarias, marchó desafiando a la opinión “respetuosa”—blancos y Negros—y se enfrentaron a los perros y las mangueras de agua.
Colmaron las cárceles como si fueran ganado, de miles en miles, día tras día, en un proceso que ayudo a terminar con la segregación.
Las masas de la población Negra, y los progresistas de toda gama, sabían en 1963 que no se podían quedar de brazos cruzados esperando a que el presidente hiciera lo correcto. La acción que tomaron obligó a gobierno a que tomara lado, a que demostrara si era o no amigo o enemigo.
Es el espíritu que necesitamos hoy en día para marchar y organizar nuevamente. La marcha de la libertad de hoy debe defender las victorias de la última generación—la cuales todavía están bajo ataque como se nos ha demostrado en la causa de Trayvon Martin y el fallo en relación a la Ley del Derecho al Voto.
Pero la marcha por la auténtica libertad de hoy a diferencia de 1963 no es principalmente en contra de los segregacionistas sureños. A medida que avanza, la marcha de hoy en día debe de transformarse en una de igualdad social y económica, y por lo tanto debe de enfrentarse a los bastiones del poder capitalista: las corporaciones, los bancos, los tribunales y el sistema penitencial. A diferencia de 1963, hoy en día no puede haber duda de qué lado está el gobierno federal: en el lado de todas esas instituciones.
En los últimos días de sus vidas, ambos, Martin Luther King Jr. y Malcolm X se preguntaron si bajo el capitalismo el pueblo Negro podría ser libre algún día. Ellos sabían que el sistema había sido creado sobre la explotación y el racismo—y por lo tanto, que se debería construir un sistema nuevo.
El Partido Socialismo y Liberación lucha por un sistema en el cual la riqueza de la sociedad le pertenezca a todos los que la producen, la clase trabajadora, y que sea utilizada de manera planificada y sostenible para el bienestar de todos. En lugar de la avaricia, la dominación y la explotación, nosotros luchamos por la solidaridad, la cooperación, y el derecho a la autodeterminación del pueblo negro y los demás oprimidos. Nosotros estamos a diario en las calles luchando en contra de la guerra, los recortes, la brutalidad policial, el racismo y la intolerancia.
Hoy, al inspirarnos en las luchas heroicas en los años 60, intentamos construir un movimiento de pobres y de la clase trabajadora de todas las nacionalidades—y te invitamos a que te incorpores.