La banda musical Parliament Funkadelic denominó a Washington DC como la “Ciudad Chocolate” debido a que la inmensa mayoría de habitantes era de raza negra; el sobrenombre perduró por décadas. Sin embargo, en los últimos años la población de raza negra ha disminuido hasta llegar aproximadamente a un 50 por ciento.
En la “moderna” zona de Shaw-Logan Circle, la población de raza negra era un 65 por ciento en 1990, un 53 por ciento en 2000 y para el 2010 se redujo a un 29 por ciento. Básicamente, en los vecindarios la población de raza blanca ha crecido de una manera proporcionalmente inversa al número en declive de los residentes de raza negra. Estos cambios en composición racial y nacional han tenido un claro componente clasista. El salario de la familia promedio casi se duplicó durante el mismo lapso de tiempo, mientras que la zona cambió de su mayoría de raza negra y pobre a una mayoría de raza blanca y relativamente próspera.
Este cambio ha ocurrido en decenas de vecindarios en los alrededores de Washington D.C. y a través del país: Desde La Misión en San Francisco al “Loisaida” y Fort Greene en la ciudad de Nueva York; desde Techwood Homes en Atlanta a los proyectos de Cabrini Green en Chicago. Esta ola de desplazo a los que viven en vecindarios pobres y de clase trabajadora para reemplazarlos con residentes acaudalados es denominada “restauración urbana” o “aburguesamiento”.
En cada uno de los casos, los politiqueros capitalistas justifican estas transformaciones como una manera de proporcionar empleos, mejores ventajas, mejora de servicios y nuevas inversiones para las zonas que sufren alto desempleo, la pobreza y años de abandono. Las zonas con infraestructura dañada y en donde no existía ni un mercado fueron reemplazadas con cadenas comerciales, tiendas de moda, cafés de lujo y restaurantes populares. Durante el proceso los altos precios del alquiler han desplazado a los residentes pobres y de clase trabajadora, quienes comúnmente han sido de raza negra y latina, junto a sus venerables comunidades e instituciones culturales. Este desarrollo ha llegado sin ningún beneficio para ellos.
Esta tendencia ha predominado desde mediados de los años 90s hasta el derrumbe del mercado inmobiliario de 2008, pero hoy aun continúa con mucha fuerza. Como un tema crucial en las comunidades oprimidas y la clase trabajadora por todo el país, es sumamente importante que los revolucionarios podamos explicar cómo el capitalismo genera este proceso, debemos identificar sus características principales, formular estrategias satisfactorias para combatirlo y proponer otro modelo de desarrollo urbano que suministre empleos y servicios.
El Deterioro Urbano
El aburguesamiento desarrolló tendencias nacionales y locales en el mercado inmobiliario capitalista, como también en las políticas gubernamentales económicas y aquellas diseñadas para “combatir la pobreza”.
Surgió de una ola de “deterioración urbana” que tomó lugar de los años 70s hasta los 80s. Las ciudades enfrentaban grandes problemas. La ola de desindustrialización creó un vacío en el panorama económico, inclusive en aquellas ciudades que estaban más orientadas hacia la industria del servicio. La “Fuga Blanca” hacia los suburbios, inspirada por el “Sueño Americano” de ser propietario de una casa y/o las campañas de temor racial, privaron a las ciudades de una considerable cantidad de impuestos. Los principales distritos comerciales fueron devastados. La infraestructura urbana se deterioró.
La pobreza aumentó en la población urbana. La comunidad fue privada de los sectores con crecimiento económico, por la geografía y por el racista mercado laboral. La economía entró en una profunda recesión económica durante los años 70s, la clase dominante declaró una guerra en contra del las prestaciones sociales en los años 80s, las ciudades comenzaron a derrumbarse. Fue en este contexto que el mercado ilícito de drogas floreció como una forma de escape para algunos y un medio de subsistencia para otros, acelerando el declive.
Una breve historia del aburguesamiento
El estado de deterioro en las ciudades estadounidenses durante los 80 generó una peculiar lista de promotores de la restauración urbana.
Las compañías de construcción y los dueños de edificios seriamente deteriorados quienes mantenían propiedades vacantes, buscando ganancias en los suburbios, y embolsando los cheques del programa Section8, comenzaron a promulgar nuevo desarrollo urbano, con la promesa de que las ciudades volverían a florecer.
Sus planes promovieron nuevas atracciones, como nuevas arenas deportivas, o la extensión de las universidades y hospitales que ya existían. Utilizando la proximidad al transporte público, esto elevó el valor de la propiedad local. El objetivo era atraer más clientes prósperos y la clase media alta o a sus hijos de los suburbios.
Esto resultó ser atractivo para los politiqueros locales que deseaban renovar sus bases de contribuyentes, para elevar su posición política.
A nivel nacional, el Presidente Clinton respondió al declive de propietarios de vivienda de los 80 con su Estrategia Nacional de Vivienda. Esta estrategia intentaba generar 8 millones de nuevos dueños entre 1995 y 2000, utilizando entidades privadas y gubernamentales. En las ciudades, los créditos fiscales y otros incentivos ayudaron a generar una nueva ola de residentes nuevos, quienes compraron y mejoraron sus casas, fomentando y atrayendo nuevos negocios.
Todo el proceso correspondió a la elevación de los precios en la propiedad. A medida que comenzó el auge en el mercado de la vivienda en la década del 2000, todo mundo, desde los pequeños capitalistas hasta los grandes bancos compraron propiedad en las zonas urbanas. Estas propiedades fueron adquiridas a precios bajos, luego utilizaron todas sus conexiones para “revitalizar” un determinado vecindario que luego podría ser vendido a precios más elevados.
Estos fueron los poderes económicos y políticos que generaron el aburguesamiento. Quién estuviera en el paso de este modelo capitalista—notablemente las personas quienes de manera desproporcionada eran de raza negra y latinos—debían ser expulsados. Algunos simplemente fueron comprados. Los dueños apretaron los tornillos de sus inquilinos, elevando los precios del alquiler, al punto que nadie podía pagar los precios. Abusando de las leyes del “derecho de expropiación”, los politiqueros se apoderaron de cuadras enteras, desplazando a sus residentes para vendérsela a las constructoras.
La represión policiaca facilitó este proceso. Para ofrecer “seguridad” a las multimillonario, a los bancos, y a los residentes que planeaban atraer, los politiqueros aumentaron considerablemente sus fuerzas policiacas.
El racismo y el aburguesamiento
¿Cuál es la conexión entre el aburguesamiento, el racismo y la opresión basada en la nacionalidad? Algunos deducen que el aburguesamiento es solamente una cuestión de racismo, ya que su índole racista es tan abierta — con los residentes de raza blanca desplazando a residentes de raza negra y personas pobres de color.
En términos culturales, los negocios nuevos que proveen servicios a profesionales prósperos de raza blanca surgen de los más odiados emblemas del menosprecio. Los más recién llegados de raza blanca y de las “clases medias”, comúnmente acabados de salir de la universidad, por lo general también traen sus propias presunciones racistas e insensibilidad a las culturas e instituciones de las comunidades locales, agudizando los conflictos en términos raciales. Estos nuevos residentes son a los que se entiende popularmente como la cara del aburguesamiento—“burguesitos”—a quienes justificablemente se torna el odio de las víctimas de los desplazamientos raciales.
Aunque generalmente toma la forma de expulsión racista, el aburguesamiento en si es un proyecto clasista. Las compañías de construcción, los dueños y los intermedios detrás del aburguesamiento no demuestran nada de piedad cuando desalojan a los inquilinos de cualquiera nacionalidad que no pueda pagar el alquiler.
Estos verdaderos generadores del aburguesamiento viven en otros lugares, toman sus decisiones en salones empresariales, lejos de la gente cuyas vidas están destruyendo. Mientras dirigen sus proyectos de “restauración” que obviamente son racistas, y mucho de ellos sin duda que son racistas, el único color que a ellos les importa es el verde. Para que podamos luchar en contra del aburguesamiento, es imprescindible de que nos concentremos en los que tienen este poder.
¿Cómo puede suceder esto? Las acciones individuales de resistencia rara vez son efectivas en contra del aburguesamiento. Por ejemplo, los actos delictivos que se cometen en contra de nuevos residentes de raza blanca le dan la oportunidad a las compañías y politiqueros para que intensifiquen la presencia policiaca y sus tácticas de intimidación.
Sin embargo, existe una larga tradición dentro de los inquilinos de lucha colectiva y organizada. La “huelga de alquiler”—en la cual todos los inquilinos se rehusan a pagar hasta que sean satisfechas sus demandas—y otras formas de acción organizada han detenido los desalojos y han llevado a la construcción de viviendas accesibles y de calidad.
Estas campañas pueden contrarrestar la lógica de las constructoras capitalistas que necesitan el desplazamiento. Los bellos vecindarios, repletos de servicios, empleos y vivienda de calidad, deberían de estar disponibles a todos, no solamente para aquellos que tienen dinero.
Generalmente el aburguesamiento sucede en diferentes olas, primero atrayendo a estudiantes universitarios de bajos ingresos. Pero estos están a la merced de la siguiente ola de quienes pueden pagar alquileres más elevados. Los estudiantes, las comunidades de color y todos los trabajadores pueden forjar organizaciones de lucha en contra de cualquier desplazamiento en la comunidad.
El aburguesamiento también es un ciclo dentro el desarrollo inmobiliario capitalista que depende de la habilidad del capital. Al momento, a causa de la sobreproducción de viviendas, el valor de la propiedad ha disminuido en muchas ciudades. Los bancos están menos dispuestos a invertir en nuevos proyectos, causando una disminución en el aburguesamiento. Muchos dueños se concentrarán en otros medios para asegurar sus ganancias, como dejar a los edificios deteriorar.
El cruel proceso de desarrollo capitalista es inevitable siempre y cuando exista el sistema de ganancias pero eso no quiere decir que somos impotentes ante sí.