Las mentiras de los reclutadores militares

March Forward!, una organización de veteranos y miembros activos del ejercito estadounidense, llevó acabo una gira durante el mes de junio en varias escuelas secundarias del Sur de California en donde asisten estudiantes de la clase obrera.

En cada escuela la experiencia fue la misma: la abrumadora mayoría de estudiantes han sido contactados por un reclutador del ejército. Pero no solamente eso, todos ellos obtuvieron un concepto completamente distorsionado y completamente erróneo de los que significa estar en el ejercito estadounidense. A ellos se les prometió capacitación laboral que no existe, falsas anécdotas de largas vacaciones para los miembros del ejército, e inclusive se les dijo que nunca tendrían que ir a Afganistán o ponerse en riesgo de morir o resultar heridos.

Si esos estudiantes lograran llegar al entrenamiento básico del ejército, se darán cuenta rápidamente que todo nuevo recluta canta la misma canción: “Mi reclutador me engañó”.

La otra cosa que los estudiantes no sabían es la razón por la cual todos fueron blanco de los reclutadores: Por que son pobres.

De hecho es una doctrina oficial que los reclutadores se enfoquen en las comunidades pobres—pero en particular en la juventud de las comunidades pobres. De tanto permanecer allí, los reclutadores se asemejan a los muebles fijos de los edificios escolares.

Los estudiantes son un blanco a temprana edad. Los reclutadores hacen que los estudiantes firmen contratos de “Ingreso Extendido” a los 17 años de edad, haciéndoles creer que han firmado un contrato legalmente obligatorio. Pero el reclutamiento comienza mucho más antes, ya que los reclutadores se enfocan extremadamente en los muchachos de 15 y 16 años de edad. Los programas que conducen al ejército como el JROTC, reclutan a los estudiantes en las escuelas primarias. Inclusive, los programas como los “Young Marines” comienzan a reclutar e indoctrinar a menores de hasta siete años de edad.

La razón por la que los jóvenes están en el primer lugar como blanco para ser reclutados al ejército no es ningún misterio. Las sorprendentes cifras oficiales de desempleo dentro de la juventud son de 22 por ciento. Esas cifras son más altas para los jóvenes de color. Para aquellos que están apunto de graduarse de la secundaria, cuando busquen empleo con salarios dignos, en una economía donde pocos encuentran trabajo, ¿qué opciones tendrán?

Las pruebas de que existe una “conscripción económica” se pusieron de manifiesto con la crisis económica en 2008. Antes del colapso, una historia importante que se repetía en las noticias era que el ejército estadounidense estaba experimentando la mayor falta de reclutas en toda su historia. Un par de meses más tarde, y una vez que se agudizó la crisis, había una nueva historia en las noticias: el nivel de reclutas en el ejército había alcanzado altos niveles no vistos antes.

Para la juventud que sueña con estudiar en la universidad, la opción se vuelve cada vez más imposible. La tarifa universitaria y las deudas continúan elevándose. Las escuelas están reduciendo las matriculas, y muchas de las becas y los subsidios que le darían a la juventud pobre la habilidad de pagar la tarifa escolar.

A medida que la juventud abandona las escuelas secundarias, las preguntas acerca de la vida y cómo sobrevivir se ponen de manifiesto. ¿Cómo voy a pagar el alquiler? ¿Cómo voy a comer? ¿Cómo puedo llevar a cabo mis sueños? ¿Cómo puedo ir al doctor? ¿Cómo puedo escapar la delincuencia o la violencia de las pandillas en mi vecindario?

Así es como llega el reclutador del ejército, con respuestas para todas estas preguntas. Capacitación laboral calificada y competente en la fuerza laboral; una beca universitaria completa de 4 años; cuidado médico y vivienda; una vida sirviendo a una gran causa.

Las estadísticas y las mentiras

Ninguna de estas cosas se convierte en realidad para estos jóvenes, si es que logran terminar sin perder la vida o alguna extremidad. La gran parte de la capacitación laboral dentro del ejército no sirve para nada y no puede ser utilizada en la sociedad civil. Aproximadamente 80 por ciento de los veteranos no encuentran empleo relacionado a su entrenamiento militar. De hecho, el servicio en el ejército hace que sea menos posible encontrar empleo en la fuerza laboral. El nivel de desempleo entre los veteranos de Irak y Afganistán es tres veces más que el nivel nacional promedio.

La nueva ley de beneficios para los veteranos “GI bill”, ya está siendo destripado, de manera que los veteranos están perdiendo las prestaciones para estudiar en la universidad como que se les había prometido. Además, la mayoría de veteranos abandonan la universidad debido al trauma psicológico adquirido durante el servicio militar.

En cuanto a las prestaciones de cuidado médico, dicho cuidado se pone de manifiesto por la epidemia de suicidios—hasta la fecha, en 2012, un miembro del ejército activo se suicida cada día. Los jóvenes reclutas se dan cuenta rápidamente que la denominada “gran causa” es solamente una guerra criminal de ocupación, y a la cual se oponen la vasta mayoría de personas en Afganistán y los Estados Unidos.

La verdadera lucha está en casa

Las guerras estadounidenses en el extranjero no benefician a nadie, salvo a una camarilla de inversionistas y ejecutivos, y a los funcionarios del gobierno a su servicio. A medida que se tragan a países enteros y sus recursos, a veces necesitan tropas en el terreno para asegurar sus nuevos territorios robados. Pero los ejecutivos de Exxon Mobil y Halliburton no van a enviar a sus propios hijos a combatir—a ellos los van a enviar a las universidades estadounidenses más prestigiosas.

Los ricos necesitan un ejército de soldados dispuestos a darlo todo a cambio de una promesa por una vida mejor. Por lo tanto envían a los reclutadores para que le mientan a los más vulnerables y propensos al riesgo. Ellos confirman el viejo dicho de “las guerras de los ricos son peleadas con la sangre de los pobres”.

El servicio militar únicamente sirve para enviar a los jóvenes a la tumba a temprana edad, o a crearles una vida más difícil de lo que era antes de ingresar en el ejército. Su lucha no es en contra de Afganistán, sino en contra de los bancos y las corporaciones que han destruido sus comunidades y la economía.

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