Las cárceles, el desempleo y la revolución de alta tecnología

Hoy en día, los Estados Unidos tiene el índice más grande en el mundo con relación al porcentaje de la población que está encarcelada. De acuerdo a cifras publicadas por la Oficina de Estadísticas de Justicia el 15 de diciembre del 2011, más de 2,3 millones de personas están tras las rejas, y existen más de 4,9 millones en libertad condicional.

El número de familias obreras que no tienen a alguien atrapado en “el sistema” sigue disminuyendo – especialmente en la comunidad afro americana y otras comunidades oprimidas.

El auge de la prisión comenzó a finales de 1970. Y tiene paralelos a la revolución de la alta tecnología y la reconstrucción masiva de la economía y las industrias de EEUU.

Los avances en computarización y ciencias prometían una nueva era de abundancia. Pero el resultado fue que la tecnología impulsó la producción hacia una nueva etapa donde millones de empleos de buen pago – muchos de ellos sindicalizados – fueron eliminados.

Un sinfín de plantas fueron cerradas, sobre todo en las principales áreas urbanas. Esto afectó desproporcionalmente a los trabajadores afro americanos, así como a otras comunidades oprimidas. Grandes sectores de ciudades, grandes y pequeñas, fueron destruidos.

El impacto de la tecnología, la internalización y la reestructuración es bien conocido y documentado. Lo que es menos conocido es la relación de este cambio económico con la expansión de las cárceles en los EEUU.   

¿Por qué ha estallado el sistema
penitenciario?

¿Por qué está creciendo tan rápidamente el sistema penitenciario? ¿Acaso hay más crímenes ahora? Al contrario – todos los informes muestran que los índices de delincuencia han disminuido.

Muchos estudios sugieren que las recientes leyes estrictas relacionadas con la sentencia, como la ley de “tres strikes” de california, han contribuido a esta tendencia. Sin embargo, esto no explica por completo el crecimiento constante antes y después que fueron aprobadas las leyes.

Otros apuntan al abuso de las drogas. De hecho, un gran número de personas pobres se encuentran encarceladas debido a crimines relacionados con las drogas. Entre 1988 y 1994 el número de encarcelamientos relacionados a las drogas aumentaron 155,5 por ciento. Los afro americanos, con una tasa de consumo de drogas similar a la de los blancos, representan el 75 por ciento de los condenados por delitos de drogas.

Pero enfocarse en el aumento del consumo de las drogas es confundir un síntoma por una causa. Existían muchas drogas en los años 1960 y 1970 y, sin embargo, las cifras en las cárceles no eran las mismas de hoy en día.

La crisis de las drogas y la “guerra contra las drogas” son en sí las creaciones de los bancos y gobiernos que se benefician de la encarcelación masiva de la gente pobre y obrera del país.

Convenientemente para los jefes capitalistas, la epidemia de las drogas les permitió encarcelar a un gran número de personas pobres. 

Algunos intentan explicar el estallido de las cárceles señalando que la encarcelación masiva proporciona un nuevo tipo de trabajadores: los que trabajan legalmente por mucho menos que el salario mínimo. Las prisiones privatizan cada vez más la mano de obra de sus reos, empleándolos como vendedores telefónicos, agentes de ventas, fabricantes de muebles y mucho más, y por lo general ganan centavos por hora.

Sin embargo, aunque sean ganancias rápidas, esto también es un producto, no la causa, del boom de las cárceles. El porcentaje de presos que trabajan para empresas privadas sigue siendo relativamente bajo. 

Los penales sirven para encerrar
a los pobres

El sistema penitenciario ha sido una herramienta esencial para la clase dominante para políticamente manejar la revolución de alta tecnología. Por un lado, ha organizado la fuerza de trabajo recientemente desempleada, al igual que las comunidades urbanas donde los trabajos son escasos. Por otro lado, proporciona una herramienta racista para aterrorizar al resto de los trabajadores contra cualquier resistencia. 

Las cárceles son la solución de la clase gobernante a la contradicción de obreros “sobrantes” en la era de la tecnología y la profundización de la crisis económica capitalista.

El núcleo fundamentalmente racista del capitalismo americano se enfoca en el encarcelamiento excesivo de los trabajadores afro americanos y otros oprimidos.

Esto se convierte en una herramienta para crear una división entre trabajadores blancos y los de las nacionalidades oprimidas, sobre todo ahora que trabajan más juntos.

El pretexto de “rehabilitación” ha sido mayormente eliminado del sistema penitenciario. En California, la palabra fue por un tiempo borrada de la declaración de fundamentos del Departamento de Correccionales.

No es coincidencia que muchas atrocidades cometidas en la cárcel Abu Ghraib de Irak fueron realizadas por soldados estadounidenses con experiencia como guardias de la cárceles.

Las cárceles también son campos de concentración para los pobres y desempleados. Los patrones esperan que al almacenar a los pobres, puedan prevenir rebeliones masivas si estos desempleados, en vez de estar en las calles exigiendo trabajo, se mantengan encarcelados.

En este sentido, la expansión enorme del sistema penitenciario se inspira en la memoria de las rebeliones urbanas de las décadas de los 60s, y es una anticipación de las rebeliones por venir.

La población carcelaria se ha multiplicado seis veces

Al mismo tiempo que la tecnología cambió el mundo de la manufactura, el sistema judicial y penal prosperó. Desde 1960 a mediados de los años 70, la población penal oscilaba entre 200.000 a 215.000. En la década de los 80, esa cifra se había duplicado. Y para los principios de la década de los 90, se había duplicado una vez más. Hoy en día las cifras son alarmantes.

Con más de 7,1 millones de adultos en libertad condicional o en la cárcel, esto equivale a 1 de cada 33 adultos. La población total “dentro del sistema” ha subido casi un 60 por ciento en los últimos 20 años, según un informe de la Oficina de Estadísticas de Justicia.

Compare esto con el resto del mundo. Según la Lista Mundial de la Población Penitenciaria, los EEUU tiene el indicie más alto de presos en el mundo: 754 presos por cada 100.000 habitantes. Le sigue relativamente lejos Rusia, Bielorrusia y las Islas Vírgenes de los EEUU. La tasa media mundial es de 80 presos por cada 100.000. Los Estados Unidos tiene menos de 5 por ciento de la población mundial, pero tiene el 23 por ciento de la población carcelaria. 

No es sorprendente que la cantidad de dinero que se gasta en las cárceles y prisiones ha aumentado de $9 mil millones de dólares en 1982 a $60 mil millones en el 2009. Los enormes incrementos en los gastos de la policía han reflejado esta tendencia.

Mientras más gente se va a la cárcel y no puede trabajar, mucho más dinero se gasta en el aparato estatal. Este aumento en los gastos se ha producido en expensas de los programas sociales como la vivienda y la educación.

El asalto contra la comunidad afroamericana

El impacto del mal llamado sistema de “correccionales” a la comunidad afro americana en particular es devastador. Los hombres negros constituyen 35,4 por ciento de la población de la cárcel, a pesar de que representan menos de 10 por ciento de la población total de los Estados Unidos.

El índice de encarcelamiento de los hombres de raza negra es seis veces mayor que el de los blancos. A las mujeres afro americanas no les va mucho mejor y tienen cuatro veces más probabilidades de entrar en el sistema penitenciario que las mujeres blancas. (Esa cifra ha disminuido en los últimos diez años debido al aumento del 50 por ciento en la tasa de encarcelamiento de las mujeres blancas).

Además, los afro americanos en la cárcel no se cuentan como parte de los desempleados, las cifras de desempleo reales podrían ser mucho más altas que la cifra oficial de 13,6 por ciento en la comunidad afro americana.

Millones de afro americanos han sido marginados al ser negados su derecho de votar como consecuencia de sus convicciones.

Para colmo de males, el gobierno estadounidense cínicamente pone prisiones lejos de las ciudades de las cuales la mayoría de los encarcelados provienen y las establecen en áreas rurales, conservadoras y mayormente blancas. Debido a que los prisioneros se cuentan como residentes del distrito donde están encarcelados pero no pueden votar, estas zonas aumentan en su representación legislativa y reciben más fondos del gobierno, mientras los distritos de los presos, que son mayormente urbanos, afro americanos y pobres, se perjudican.

Taren Stinebrickner-Kauffman, investigador de Duke University, señaló que esto es sólo una nueva versión del viejo “compromiso de las tres quintas partes”, en el cual los esclavos contaban como tres quintas partes de una persona. “La presencia de negros marginados en el sur aumentó la representación de blancos sureños en la cámara de representantes”.

Requisitos para la lucha

La reorganización económica que resultó de una revolución de tecnología, aunque produce ganancias fantásticas para la clase gobernante, también está generando un gran potencial para la lucha de clases. Millones de trabajadores encuentran sus medios de subsistencia diezmados. Nuevos sectores de trabajadores superexplotados – latinos, afro americanos y mujeres – se unen a la fuerza laboral con experiencia en la lucha por sus derechos. No es de extrañar que el sector de obreros sindicalizados de mayor crecimiento sea el sector de servicios.

Pero al final, al igual que la socialización de la producción en el desarrollo del capitalismo conduce a la unidad y organización de la clase obrera, la concentración y confinamiento en masa de los más oprimidos conducirá a la unidad y táctica detrás de las rejas. La rebelión en Attica demostró las posibilidades de lo que unidad y organización puede lograr. Malcolm X se convirtió en un revolucionario en la cárcel. Mumia Abu-Jamal trabaja diariamente para llevar conciencia revolucionaria a todos nuestros hermanos y hermanas detrás de las rejas.

Hay pocos crímenes más notorios que lo que se está cometiendo en contra de nuestra clase por los patrones y su sistema penal. Las demandas de la clase obrera de solidaridad e igualdad deben extenderse a toda la clase trabajadora, dentro y fuera del sistema.

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