El jueves, la administración de Biden inició su “Cumbre por la Democracia” virtual, un evento del que se burló todo el mundo como un ejercicio de hipocresía absoluta. 80 líderes mundiales asistieron a una videoconferencia para discutir el llamado retroceso democrático, una “recesión de la democracia”, y las amenazas a la democracia de los “poderes autoritarios”. Toda la conferencia no es más que una herramienta para atacar por motivos ideológicos a los gobiernos de los países que se niegan a seguir los dictados de Washington, y enmascarar la agresión estadounidense como preocupación por la democracia.
En realidad, Estados Unidos se alía con algunos de los países más represivos del mundo. Israel, uno de los asistentes a la Cumbre para la Democracia, está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino y aplica un sistema brutal de apartheid. Colombia, otro de los asistentes es tristemente célebre por el asesinato de líderes de movimientos sociales a manos paramilitares de derechas que actuan como escuadrones de la muerte vinculados a las fuerzas policiales y militares. La vara de medir de Estados Unidos para la democracia es hasta dónde llega cualquier país para aplacar a sus amos en Washington. El historial de Estados Unidos en cuanto a la propagación de la guerra, la destrucción, la erosión de las libertades básicas y el cambio de régimen lo señalan como la fuerza más antidemocrática del mundo actual.
Dentro de Estados Unidos, la democracia es una farsa. Los ultra ricos controlan a los políticos a través de las donaciones a las campañas, los grupos de interés, y los derechos fundamentales están en peligro por instituciones sumamente antidemocráticas como el Senado y la Corte Suprema. En los últimos años se han aprobado leyes de supresión de votantes en muchos estados, especialmente en las zonas del país con mayor historial de privación de derechos a los ciudadanos negros. La policía y el sistema penitenciario, notoriamente racistas, así como la Patrulla Fronteriza y ICE, llevan a cabo con regularidad grotescas violaciones de los derechos humanos.
La dicotomía entre países “democráticos” y “autoritarios” oculta las desmesuradas atrocidades contra los derechos humanos del gobierno de Estados Unidos y sus aliados. Recientemente se reveló que la Fuerza Aérea de Estados Unidos bombardeó a 64 mujeres y niños sirios y encubrió la masacre. Estados Unidos impone un bloqueo genocida al pueblo de Cuba en un vano intento de sofocar su revolución. Un ataque con drones en agosto mató a toda una familia de civiles en Afganistán. Estos no son los actos de un país que tiene derecho a pretender ser el árbitro de los derechos humanos.
Se celebraron actos en varios países en respuesta a la cumbre de Biden. En Venezuela se organizó el Congreso Mundial de los Pueblos por la Paz. En el evento, el Ministro de Relaciones Exteriores del país, Félix Plasencia, argumentó que el gobierno de Estados Unidos “muestra su arrogancia al decidir que en un mundo de realidades y pensamientos tan diversos, puede convertirse en el único Estado que puede determinar qué es y qué no es una democracia”. Asimismo, en Cuba las organizaciones sociales convocaron el jueves el Foro Antiimperialista en Defensa de los Pueblos, y el sábado pasado, China acogió su propio “Foro Internacional de la Democracia”.
Más fondos para programas de subversión de la democracia
Una de las propuestas concretas que salieron de la cumbre fue que Biden propuso la creación de varias iniciativas bajo el ámbito de la USAID. Bajo el ridículo título de “Iniciativa para la Renovación Democrática”, más de 424 millones de dólares se utilizarán nominalmente para reforzar los “medios de comunicación independientes”, luchar contra la corrupción, crear un “Internet abierto” y mucho más. Sin embargo, el objetivo final de todas estas iniciativas no es promover la democracia, sino estrangular a los países que Estados Unidos tiene como objetivo un cambio de régimen.
Los grupos de fachada de la “sociedad civil” imperialista que recibirán este dinero promueven los intereses de Estados Unidos utilizando medios deshonestos y antidemocráticos. Muchas de las iniciativas que suenan virtuosas y que se exponen en la propuesta de la administración de Biden pueden ser utilizadas como armas contra los gobiernos en el blanco. Por ejemplo, al político más popular de Brasil, el ex presidente de izquierda Luis Ignacio Lula Da Silva, se le impidió participar en las últimas elecciones del país basándose en falsas acusaciones de corrupción, lo que dio lugar al ascenso del fascista Jair Bolsonaro a la presidencia. Este infame episodio de manipulación electoral tuvo lugar con la bendición de Estados Unidos, que quería ver al Partido de los Trabajadores de Lula fuera del poder.
La USAID es un notorio recorte de la CIA y una herramienta de cambio de régimen, utilizada para propagar y desestabilizar a los países enemigos del gobierno de Estados Unidos. Esto incluye el reclutamiento y entrenamiento de agentes para ser utilizados como marionetas en futuras operaciones de cambio de régimen. Algunos ejemplos son el falso presidente de Venezuela Juan Guaidó y el heroico Raúl Capote, que se infiltró en estas redes y las desenmascaró.
El gobierno de Estados Unidos practica la más absurda hipocresía cuando convoca una “cumbre sobre la democracia” con el propósito de fortalecer su capacidad de dar golpes antidemocráticos.