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La inquisición estadounidense parte 2. Lo que realmente destruyó el macartismo

Foto. Paul Robeson en una protesta del Congreso de Derechos Civiles frente a la Casa Blanca en agosto de 1948. Crédito: Flickr/Washington Area Spark

Como discutimos en la Parte 11, la campaña para eliminar la “amenaza soviética” en Estados Unidos no fue una respuesta a una verdadera “amenaza de seguridad nacional”, sino una amenaza a las ganancias corporativas y a la dominación neocolonial de la clase dominante estadounidense. La “amenaza soviética” fue un escudo para ocultar su verdadera misión, la que era mucho menos popular: silenciar a quienes se atrevían a desafiar el racismo, y a abogar agresivamente por los trabajadores y la paz en lugar de la guerra fría, y por un mundo libre de colonialismo tras la Segunda Guerra Mundial. 

Esta campaña fue tan exitosa que la mayoría de aquellos que fueron extirpados de la vida pública permanecen olvidados aún décadas después. Sin duda, los golpes más fuertes cayeron sobre los movimientos obreros y de liberación negra, particularmente  aquellas que combinaban ambas luchas. A pesar de sus fallas, el Partido Comunista fue el nexo para agrupar los elementos progresistas de ambos ámbitos. Los sindicatos y las secciones sindicales con mayor influencia comunista fueron los opositores más vehementes al racismo, no como una cuestión de caridad, sino de estrategia. Este proceso hizo evidente que el resultado principal del supremacismo blanco había sido frenar la prosperidad de la clase trabajadora.

Al entender que la gran mayoría de la población negra era trabajadora, los comunistas negros vincularon la liberación negra con un cambio en las relaciones de poder, alejándose del capital y acercándose al trabajo. En ambos casos, estos militantes reconocieron que el pueblo trabajador y oprimido no podría derrotar a la clase dominante si se mantenían puramente dentro de las fronteras nacionales. En vez de ello, debían articular sus luchas con fuerzas similares en todo el mundo. 

Durante un breve período después de la Segunda Guerra Mundial, esta constelación de fuerzas, tanto comunistas como progresistas no comunistas, presentó una visión muy diferente del mundo. Ellos fueron el verdadero objetivo del macartismo. Comprender lo que estaban intentando lograr nos ofrece una lección importante sobre el papel de las crisis, las inquisiciones y las cacerías de brujas organizadas por la clase dominante de Estados Unidos en nombre de la ‘seguridad nacional’.

Un golpe aplastante

En Carolina del Norte, el Local 22 de la Federación de Trabajadores de Alimentos, Tabaco, Agricultura y Trabajos Aliados de América (FTA) se enfrentó a los mayores fabricantes de tabaco del país, logrando representación sindical. Las casi 10,000 miembros eran principalmente mujeres negras. Trabajando juntas no solo obtuvieron salarios más altos, sino también descansos más largos, horas extras y días de vacaciones por primera vez en la memoria reciente.2 

Ellas fueron responsables de elegir al primer miembro negro del consejo municipal en la historia de Winston-Salem y de ampliar el derecho al voto en Carolina del Norte de maneras que no habían sido posibles desde la década de 1890. Incluso obligaron a RJ Reynolds Tobacco a dar tiempo libre para votar a las trabajadoras sin con ello perder en salario, siendo la primera vez que un empleador lo hacía en la historia de Carolina del Norte. La NAACP en Winston-Salem pasó de tener 11 miembros en 1941 a casi 2,000, solo unos meses después de que los miembros del Local 22 intervinieran para revitalizar la organización por los derechos civiles.3 

El sindicato también intervino contra la mentalidad de linchamiento en el Sur, luchando por defender a William Wellman, un hombre negro, de una sentencia de muerte basada en una falsa acusación de violación.4 El Local 22, además, era un bastión de izquierda, con la mayoría de los 150 miembros del Partido Comunista de Winston-Salem en 1946 siendo trabajadores del tabaco, incluyendo un número significativo de delegados sindicales del Local 22. La actividad del partido se complementaba con la de los sindicatos, especialmente en la lucha contra el terror del Ku Klux Klan y la promoción de políticas más progresistas en el Estado, como el primer salario mínimo y salarios más altos para los maestros, así como la expansión de la educación pública.5

En el ambiente de la posguerra, esto puso al Local 22 y a la FTA en la mira de los cazadores de brujas. La FTA, junto con otros en el movimiento obrero, inicialmente se negó a firmar declaraciones juradas anticomunistas vinculadas a la Ley Taft-Hartley, lo que significó que perdieran la capacidad de representar a las trabajadoras en las elecciones sindicales. Los líderes laborales anticomunistas en el CIO y la AFL comenzaron a organizar campañas para socavar al Local 22, utilizando tácticas de difamación y racismo para intentar alejar a las trabajadoras del sindicato.

Muchos de sus seguidores de la clase media negra también se volvieron en su contra. Basándose en argumentos anticomunistas, políticos racistas y funcionarios corporativos fingieron creer en cierto progreso para la población negra con el objetivo de alejar a algunos de los líderes más prominentes del sindicato. El Local 22 también enfrentó fuertes ataques por su estrecha relación con Paul Robeson y por liderar la campaña presidencial en Carolina del Norte para el ex vicepresidente Henry Wallace en 1948, el único candidato que se postuló con una plataforma anti-segregación. Estos factores combinados aplastaron al sindicato a principios de la década de 1950, enviando a las trabajadoras del tabaco de regreso a un mundo desorganizado y segregado, aquel que con tanto trabajo buscaron desmantelar.

La primera ola de los Derechos Civiles

Por un lado, la guerra había aumentado las esperanzas de la comunidad afroamericana sobre lo que podría venir a continuación. También había avivado el espíritu combativo del pueblo negro, que no solo abogaba de manera agresiva, sino que buscaba aprovechar su condición de “votantes indecisos”, especialmente cuando se combinaba con las fuerzas políticas obreras en los estados del norte y del medio oeste para ejercer presión política sobre ambos partidos y promover políticas no discriminatorias. Sin embargo, las fuerzas del supremacismo blanco no se desalojaron fácilmente, y la amenaza de la ley de linchamiento de facto y de jure era igual de evidente luego de terminar la guerra.

Como ejemplo, el 6 de junio de 1945, solo tres días antes de la rendición nazi, Denice Harris, un veterano de guerra, fue asesinado a tiros sin motivo por una turba conjunta de policías y civiles en Atlanta, Georgia. El caso finalmente se consideró un “homicidio justificable”. El 23 de diciembre del mismo año, en Fontana, California, la familia Short, incluidos dos niños pequeños, fue quemada hasta la muerte en su hogar por atreverse a mudarse a un vecindario “blanco”. Nadie fue responsabilizado.6

En ese ambiente, no sorprende que hubiera un deseo de contraatacar. En 1946, se formó el Congreso de Derechos Civiles, un vehículo para la lucha militante. La organización estaba dirigida por William Patterson, un comunista y uno de los principales líderes en la lucha por liberar a los Scottsboro Boys y en otras campañas por los derechos civiles de las décadas de 1930 y 1940, incluida la integración de las Grandes Ligas de Béisbol. También incluía a destacados líderes del UAW y de los Trabajadores Eléctricos Unidos, la exgobernadora de Minnesota, la incansable periodista afroamericana Charlotta Bass —quien más tarde se convirtió en la primera mujer negra en postularse para la vicepresidencia— y otros con serias credenciales en la lucha contra la discriminación racial.7

El Congreso de Derechos Civiles (CRC) abordó la lucha contra el racismo con una mentalidad similar a la del caso Scottsboro. Se centraron en campañas masivas para poner de relieve la injusticia racial, aprovechando la retórica oficial de “democracia” de Estados Unidos para ejercer presión sobre las autoridades y desviar los casos de evidente montaje. Por lo tanto, se enfocaron en desarrollar un reclutamiento masivo de personas opuestas al supremacismo blanco. Su militancia estaba arraigada en la comunidad negra y en sectores de la clase trabajadora de izquierda. Por ejemplo, en Pensilvania, un líder de un capítulo informó que sus miembros eran “influyentes en la vida de la iglesia bautista negra”. En Spokane, Washington, los miembros eran principalmente “trabajadores ferroviarios y carpinteros”. En Wilkes-Barre, los miembros eran “en gran parte” mineros. Incluso en el apogeo del macartismo en 1952, Chicago tenía 4,000 miembros.8

El CRC fue muy activo en todos los frentes principales. A nivel nacional, llevaron a cabo una intensa campaña para presionar al gobierno a procesar al Ku Klux Klan (lo cual nunca ocurrió) y recopilaron más de 500.000 firmas en una campaña para destituir al archi racista Theodore Bilbo del Congreso. Registraron votantes en el bastión del terror de la segregación racial de Jim Crow en St. Bernard Parish, Louisiana, y lucharon contra la segregación en las escuelas de Carolina del Sur.9 En Filadelfia, el CRC local realizó piquetes frente a Woolworths hasta que contrataron a sus primeros empleados negros, y en California forzaron a la agencia estatal de empleo a dejar de evaluar a los solicitantes de empleo por su raza.0

El Congreso de Derechos Civiles era quizás más conocido por su disposición a asumir casos similares al de Scottsboro, donde personas negras eran acusadas falsamente, como los Siete de Martinsville, Willie McGee y Rosa Lee Ingram. El caso de Ingram fue especialmente indicativo porque desafió directamente el status quo centenario en el sur de que las mujeres negras podían ser violadas impunemente. Ingram y sus hijos fueron arrestados y condenados a muerte después de que los tres actuaron en defensa propia y mataron a un hombre blanco que había cometido repetidamente violencia sexual contra Rosa Lee. El CRC la representó en el tribunal y, junto con la organización de izquierda Sojourners for Truth and Justice, llevaron a cabo una campaña masiva de protestas y peticiones que logró conmutar la sentencia a cadena perpetua. Finalmente, los tres fueron liberados en 1959.

En 1951, el Congreso de Derechos Civiles presentó ante las Naciones Unidas una publicación histórica llamada “We Charge Genocide!” (¡Acusamos de genocidio!). Este extenso documento detallaba la violencia extrema y la discriminación que enfrentaban los afroamericanos en Estados Unidos, lo que tuvo un impacto significativo a nivel internacional y dañó seriamente la imagen del país en Europa y en el Sur Global.

Como respuesta, el CRC fue fuertemente atacado por el gobierno. Ya en 1948, fue catalogado como “subversivo” por el Fiscal General Tom Clark. Soportaron acoso policial constante, escuchas telefónicas y la interrupción física de sus reuniones por parte de matones enviados por la policía y grupos de extrema derecha. La afiliación al CRC era uno de los principales indicadores de ser un agente comunista subversivo, y docenas de personas fueron citadas ante el Congreso por esta razón. El gobierno llevó a cabo una campaña multifacética para afectar las finanzas del *CRC, esencialmente llevándolo a la bancarrota al forzarlo a enfrentar numerosos casos legales y exigir que entregara sus listas de donantes, lo que, por supuesto, afectó la continuidad de la recaudación de fondos. Las investigaciones del IRS cumplieron el mismo cometido. En última instancia, la organización se vio obligada a disolverse en 1956.11

El significado de McCarthy

Estos son solo dos ejemplos de docenas. La Orden Internacional de Trabajadores, por ejemplo, fue una sociedad de ayuda mutua con cientos de miles de miembros que proporcionaba seguros de salud y de vida a bajo costo, así como clínicas médicas y dentales para las y los trabajadores. Fue la única organización de seguros que no discriminaba a afroamericanos. También respaldó numerosas actividades culturales en beneficio de las familias de clase trabajadora. Sin embargo, a pesar de ser completamente solvente, se vio obligada a disolverse a mediados de la década de 1950 por funcionarios del estado de Nueva York.

La caza de brujas macartista encaja perfectamente en la frecuente ocurrencia de pánicos de tipo “seguridad nacional” lanzados por las élites a lo largo de la historia. En 1741, por ejemplo, las autoridades coloniales de Nueva York torturaron a varias mujeres irlandesas acusadas de complicidad en un levantamiento de esclavos. A partir de sus “confesiones”, la mitad de la población masculina de esclavos fue encarcelada en una histeria colectiva. Las autoridades coloniales británicas presentaron todo esto como un complot católico llevado a cabo por España y el Papa.

No mucho después, en 1798, los nuevos Estados Unidos aprobaron la Ley de Extranjería y Sedición, la que contradecía abiertamente la Constitución, esencialmente convirtiendo en delito criticar al gobierno, con el temor al espíritu revolucionario francés en segundo plano. Después de la rebelión de Nat Turner, siguió una ola de represión en el sur, ya que los esclavistas temían los levantamientos de esclavos. Esta represión incluyó decapitar a personas no involucradas y colocar sus cabezas en picas. La legislatura de Virginia siguió con restricciones más estrictas para afroamericanos libres y esclavos.

En cada caso, estas crisis son creadas por las élites para cortar las alas de aquellos que podrían desafiar su poder, utilizando a menudo la “interferencia extranjera” como pretexto. Claramente, hoy enfrentamos este tipo de situación. La oposición a cualquier cosa del status quo se presenta como “desinformación” o “información errónea”, o como “manipulación” de Rusia, China, Irán, Hamás, Cuba, o todos los anteriores.

La pregunta es: ¿aprenderemos de la historia? ¿Permitiremos que los genocidas silencien la voz de aquellos que se oponen al genocidio? ¿Dejaremos que aquellos que estrangulan países con bloqueos y sanciones también estrangulen a quienes luchan por un orden mundial más justo? ¿Permitiremos que las élites que esperan mantener a las y los trabajadores pobres y empobrecidos aplasten las voces que abogan por poner fin al hambre y proporcionar a las masas un nivel de vida digno? El verdadero significado del macartismo es que, junto con sus crisis e inquisiciones, corresponde simplemente a las armas de los ricos contra las y los explotados y oprimidos. Si queremos un mundo nuevo, no podemos esta realidad.

  1. https://www.liberationnews.org/american-inquisition-origins-of-cold-war-and-mccarthyism/ ↩︎
  2. https://www.ueunion.org/ue-news-feature/2021/75-years-ago-nc-tobacco-workers-challenged-jim-crow-with-civil-rights-unionism ↩︎
  3. https://jacobin.com/2018/05/civil-rights-unionism-local-22-korstad ↩︎
  4. Ibid. ↩︎
  5. Ibid. ↩︎
  6. We Charge Genocide, 1951, pp.60-61 https://www.crmvet.org/info/genocide5_evidence-a.pdf ↩︎
  7. Gerald Horne, Communist Front? Civil Rights Congress, pp. 32-33. ↩︎
  8.  Ibid. pp. 40-41 ↩︎
  9. Ibid. p. 58 ↩︎
  10.  Ibid. pp.58-62 ↩︎
  11.  Ibid. ch. 11 ↩︎
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