Foto: Incendio forestal “Complejo Agosto”, 2020. Crédito: Flickr / Servicio Forestal del Suroeste del Pacífico, Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA)
Tina Landis es la autora del libro Soluciones climáticas más allá del capitalismo (Climate Solutions Beyond Capitalism).
Durante milenios, los incendios forestales han sido un componente crucial para la salud de los ecosistemas de América del Norte. Los pueblos indígenas del continente usaban quemas prescritas para promover el crecimiento de las plantas, regresar nutrientes al suelo, mejorar el hábitat de la vida silvestre y reducir la acumulación de hojarasca que luego podría convertirse en combustible para incendios devastadores. Estas prácticas, y los incendios causados por eventos naturales como rayos, mantenían el ecosistema saludable. Cuando llegaron los colonizadores europeos desplazaron a los pueblos originarios y los separaron de sus prácticas tradicionales y, al no tener conocimiento de la ecología local, prohibieron las quemas prescritas porque querían “proteger” los bosques para la lucrativa industria maderera.
Un siglo más tarde, la prohibición de las quemas, combinada con el calentamiento del clima, ha resultado en incendios forestales cada vez más destructivos. Dieciocho de los 20 incendios forestales más grandes en la historia de California han ocurrido desde 2007. En 2020, el incendio conocido como “Complejo Agosto” fue el más extenso y devastador en la historia del estado, arrasando con más de un millón de acres.
Los incendios forestales representan un riesgo creciente para las poblaciones de todo el oeste de EE. UU. y muchas otras regiones del mundo. Es casi imposible comprar un seguro contra incendios para una casa en California ya que en los últimos años las principales aseguradoras han dejado de ofrecer cobertura en el estado. Como pasa con todos los desastres bajo el capitalismo, solo los residentes más ricos pueden recuperarse si pierden sus hogares por un incendio. A menudo, los residentes más ricos en California no pueden reconstruir después de los incendios y se ven obligados a abandonar el área, impulsando oleadas de gentrificación en otras áreas.
El humo de los incendios forestales, que ahora es una ocurrencia común en los meses secos, se está convirtiendo en un problema de salud significativo —otro ejemplo de cómo el cambio climático es una guerra de clases—. Con viviendas más nuevas y herméticas, y sistemas de ventilación que mantienen el humo fuera de sus hogares, los ricos pueden evitar exponerse al humo, mientras el resto de la población queda expuesta a humo tóxico que puede tener graves impactos en la salud y la expectativa de vida. Las comunidades de clase trabajadora están más expuestas al humo porque viven en casas más antiguas y sin filtración de aire, así como los muchos y muchas que tienen que ir a trabajar incluso cuando el aire es tóxico, como los trabajadores y trabajadoras de la industria agrícola, los y las que trabajan haciendo trabajo de jardinería o construcción y aquellos y aquellas que dependen del transporte público.
El aumento de las temperaturas y las sequías prolongadas también contribuyen a la intensidad y frecuencia de los incendios. La cantidad anual de nieve acumulada en las Sierras y la velocidad a la que se derrite también influyen en el riesgo de incendio. Históricamente, la capa de nieve se derretía lentamente durante muchos meses desde la primavera hasta finales del verano, lo que mantenía la vegetación verde y el suelo hidratado durante gran parte del año. En los últimos años, esa capa de nieve tiende a derretirse mucho más rápido, y en algunos años, para finales de abril ya no queda nada, así que la vegetación se seca y se convierte en combustible para incendios forestales mucho más temprano en el año.
Además de los factores causados por el cambio climático, la negligencia corporativa del mayor proveedor de energía del estado, PG&E (Pacific Gas & Electric Company), juega un papel importante en el incremento del riesgo de incendios forestales. Al igual que miles de otros incendios en los últimos años, el incendio Dixie en 2021, que arrasó con más de 900,000 acres, fue provocado por la infraestructura eléctrica anticuada de PG&E. El incendio Camp, el incendio más mortal en la historia del estado, que mató a 85 personas y destruyó las ciudades de Paradise y Concow, fue provocado por líneas eléctricas que se construyeron en 1921. Las propias estimaciones de PG&E en 2017 determinaron que su infraestructura de transmisión de energía tenía entre 68 o más de 100 años. De 2014 a 2020, las líneas eléctricas defectuosas de la compañía causaron un promedio de un incendio por día, mientras que al mismo tiempo la compañía desvió $100 millones que habían sido asignados para atender gastos de seguridad y mantenimiento a bonos para los ejecutivos.
A pesar de numerosas demandas y protestas públicas, PG&E se niega a realizar las actualizaciones de seguridad necesarias. En cambio, han estado utilizando los llamados “apagones por razones de seguridad pública” (Public Safety Power Shutoff, PSPS) para eludir la responsabilidad por provocar incendios durante eventos de fuertes vientos y altas temperaturas, dejando casi un millón de residentes sin electricidad durante días.
Desde 2017, PG&E ha sido responsable de incendios que han quemado más de 1.5 millones de acres, destruido más de 23,000 estructuras y matado a 100 personas. Han provocado innumerables incendios en los últimos años, incluidos muchos incendios importantes, como los incendios Kincade, Camp, Zogg, Tubbs, Nuns, Atlas y Dixie. Se han presentado muchas demandas en su contra debido a su negligencia continua. En respuesta a los cargos penales presentados en su contra por el Fiscal de Distrito de California, la compañía culpó al cambio climático en lugar de asumir la responsabilidad de su papel en los incendios.
Si bien el riesgo de incendios forestales aumenta con el cambio climático, muchos de estos grandes incendios podrían haberse evitado si se le diera mantenimiento regular a la infraestructura eléctrica, pero PG&E se ha negado a soterrar sus líneas o actualizar su infraestructura. La compañía también es responsable limpiar la vegetación alrededor de sus líneas eléctricas, sin embargo, subcontratan este trabajo a contratistas que no limpian adecuadamente la vegetación que luego entra en contacto con sus líneas eléctricas viejas, sin aislamiento y sin conexión a tierra.
¿Por qué se le permite a esta compañía que continúe operando?
PG&E es uno de los mayores contribuyentes a incendios forestales en el estado, pero puede continuar operando y obtener ganancias récord para sus accionistas. PG&E no es una mera excepción, sino un ejemplo de cómo el capitalismo protege el derecho de las corporaciones a maximizar sus ganancias por encima de todo. Bajo el capitalismo, las empresas privadas que ofrecen servicios públicos como PG&E deben priorizar las ganancias para complacer a los inversionistas, y soterrar las líneas y actualizar el equipo no es rentable. El costo de cualquier actualización que se vean obligados a realizar o las multas que reciban por negligencia simplemente se transfiere a los clientes a través de aumentos de tarifas, que se han disparado durante el último año.
En lugar de implementar medidas de seguridad, es más beneficioso para ellos pagar a los cabilderos para tener en el bolsillo a los políticos y las juntas reguladoras, como la Comisión de Servicios Públicos de California, para seguir operando como si nada y con poca o ninguna repercusión por su negligencia. Este es el objetivo de todo capitalista: Reducir sus gastos para maximizar las ganancias y mantener el control monopólico sobre un servicio básico del que toda persona depende. Mientras los servicios públicos se ofrezcan con fines de lucro en lugar del bien público, continuaremos sufriendo su negligencia criminal.
No podemos depender de corporaciones privadas y de nuestros supuestos líderes en el gobierno para abordar los riesgos que enfrenta la humanidad por el cambio climático. Necesitamos organizarnos para exigir el cambio que se necesita. PG&E debería ser absorbida de inmediato por el estado y establecer Golden State Energy como nuestro proveedor de energía, lo que garantizaría que las medidas de seguridad se implementen de inmediato. Sin el requisito de asegurar el retorno de las inversiones de los accionistas, la empresa de servicios públicos sin fines de lucro podría ofrecer tarifas más bajas a los clientes al tiempo que reduce el riesgo de incendios forestales y expande las fuentes de energía renovable.