Foto: Marcha del 2008 para detener las bombas de racimo. Foto de pxkls, commons.wikimedia.org.
Estados Unidos ha escalado el conflicto de Ucrania una vez más. El 7 de julio anunció que enviaría a las fuerzas ucranianas bombas de racimo. Profundamente controversiales por su uso en el asesinato de civiles, las bombas de racimo son ilegales de acuerdo con la Convención sobre Municiones de Racimo. Este tratado internacional prohíbe todo uso, transferencia o acumulación de armas de racimo. Más de 120 países, incluyendo varios miembros de la OTAN, han firmado la convención. Estados Unidos no.
Desde febrero del 2022, Estados Unidos ha enviado más de 76 billones de dólares en ayuda a Ucrania, con 46,6 billones correspondiente a lo militar. Se estima que el envío de bombas de racimo tiene un costo estimado de 800 millones de dólares. A pesar del tamaño de la ayuda proveída, los gobiernos occidentales no han sido capaces de reemplazar con rapidez las municiones que las fuerzas ucranianas utilizan. Frente a ello, la administración de Biden está enviando bombas de racimo para mantener la guerra.
El que algunos miembros de la OTAN prohíban el uso de bombas de racimo significa que Estados Unidos está enviando armas al margen de la OTAN, en vez de a través de ella. Al final del día, la realidad de la guerra de Ucrania es que es un conflicto proxy de Estados Unidos, quien busca debilitar a Rusia.
Grupos internacionales de derechos humanos han luchado por largo tiempo para prohibir el uso de bombas de racimo, una cuestión que amenaza directamente a la población civil. Estas bombas se volvieron conocidas mundialmente luego de la guerra de Estados Unidos contra Vietnam en el Sudeste Asiático, cuando el Pentágono lanzó 270 millones de bombas de racimo solo en Laos, de las cuales 80 millones no explotaron. Aquellas bombas que no explotaron en los ataques del Pentágono de los 1960s a Laos, Camboya y Vietnam siguen hiriendo y matando civiles hasta el día de hoy.
Una bomba de racimo es, en realidad, una concha que contiene dos mil bombas de menor tamaño. Estas bombas se expanden una vez han sido lanzadas, resultando en el aumento explosivo de las muertes civiles en el tiempo, matando indiscriminadamente. En general, las bombas de racimo tienen una tasa de fallas que va del 2% al 40% dependiendo de su variedad. Las bombas que no detonan pueden mantenerse activas por años o décadas, aumentando las muertes por una guerra que terminó oficialmente décadas atrás.
Niñas y niños constituyen una parte importante de las víctimas fatales y de profundas heridas. En sus juegos, confunden bombas brillantes y de colores con juguetes.
La guerra de Israel contra el Líbano en 2006 desencadenó un ascenso de las campañas para prohibir las bombas de racimo. En los últimos días de la guerra, cuatro millones de municiones de racimo proveídas por Estados Unidos fueron lanzadas en un país del tamaño de Rhode Island. Aproximadamente un millón no explotan. Hasta el día de hoy estas bombas matan y hieren a campesinas y campesinos, sus familias y caminantes, entre otros. Llega a ser difícil saber dónde están las bombas que no explotaron pues, a lo largo de los años, las bombas cambian de posición.
La provisión de armas ampliamente condenadas como las bombas de racimo que entrega Estados Unidos a Ucrania es un ejemplo más de la intensificación de la brutalidad y destrucción con la que el imperialismo norteamericano responde a su pérdida de la posición monopólica en la economía global.
El intento de la clase capitalista de Estados Unidos por debilitar a Rusia es también un ataque al acenso de los países de los BRICS, cuyo producto interno bruto (PIB) combinado recientemente superó el de países capitalistas desarrollados como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá, Alemania y Japón, quienes conforman el G7. Adicionalmente, el bloque de los BRICS que comprende a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica se ha desplazado hacia la desdolarización, es decir, busca desarrollar su propia moneda para reemplazar al dólar en sus intercambios comerciales. Estados Unidos ve en este bloque una seria amenaza a la hegemonía económica.
El envío de bombas de racimo es solo la última de una larga serie de provocaciones realizadas por Estados Unidos, las que han resultado en el aumento explosivo de muertes para las fuerzas militares ucranianas y rusas, y sus poblaciones civiles. Mientras la guerra avanza, Estados Unidos no para de escalar y se involucra más y más. Mientras tanto, es la clase trabajadora aquí en Estados Unidos quien debe pagar el extremadamente alto precio de la ayuda militar estadounidense en la forma de cortes de servicios públicos y aumentos de impuestos.