Foto: Una mujer en Zimbabwe recibe una prueba rápida de VIH. Crédito: Flickr / DFID (CC BY-NC-ND 2.0)
Activistas y defensores exigen acceso universal a un nuevo medicamento contra el VIH que tiene el potencial de cambiar detener la epidemia en el Sur Global. Se ha descubierto que el nuevo medicamento tiene una tasa de efectividad del 100% para suprimir el VIH, pero el desarrollador, la compañía biofarmacéutica estadounidense Gilead Sciences, cobra más de $42,000 al año para obtenerlo.
El lenacapavir, vendido bajo la marca Sunlenca, fue aprobado por primera vez para uso médico en los EE. UU. a fines de 2022 para tratar las infecciones por VIH. El lenacapavir es un medicamento antirretroviral administrado por inyección cada seis meses. Un estudio publicado el mes pasado en el New England Journal of Medicine encontró una tasa de efectividad del 100% para el medicamento en un estudio de 2,134 mujeres en Sudáfrica y Uganda.
El Dr. Andrew Hill, de la Universidad de Liverpool, quien dirigió la investigación, le dijo al periódico Guardián del Reino Unido: “Tienes una inyección que alguien podría recibir cada seis meses y no contraer el VIH. Eso es lo más cerca que hemos estado de una vacuna contra el VIH. [énfasis añadido]”
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un virus que mata a sus víctimas al destruir su sistema inmune, convirtiendo incluso una infección menor en una potencialmente mortal. En este estado de vulnerabilidad inmunitaria, la enfermedad se denomina síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Existen múltiples medicamentos que pueden prevenir que el VIH se convierta en SIDA e incluso revertir el proceso, pero no se ha encontrado una vacuna o cura.
Desde que se observó clínicamente por primera vez en 1981, el VIH ha matado entre 35.7 millones y 51.1 millones de personas en todo el mundo. El desarrollo de tratamientos tomó más de una década debido a la homofobia y el racismo desenfrenados, ya que se estereotipaba como una enfermedad que afectaba principalmente a hombres homosexuales, mujeres transgénero y grupos minoritarios oprimidos como los haitianoestadounidenses. Sin embargo, a medida que el virus se extendió por el Sur Global, perdió rápidamente su asociación con la comunidad LGBTQ y se convirtió en un problema que enfrentan todas las poblaciones.
VIH y SIDA en África
Según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para el SIDA (ONUSIDA), entre 36.1 millones y 44.6 millones de personas tienen VIH actualmente, con entre 1 millón y 1.7 millones de casos nuevos en 2023, y entre 500,000 y 820,000 personas murieron por la enfermedad ese año. Dos tercios de los casos mundiales de VIH se encuentran en África, y aunque tiene una tasa de incidencia de entre el 0.6% y el 1.2% en el resto del mundo, en Sudáfrica ha alcanzado una tasa de incidencia del 10%.
De los 25.6 millones de africanos con VIH, más de 20 millones técnicamente tienen acceso a algún tipo de medicamento antirretroviral, pero la rutina de tomar una píldora diaria puede ser difícil de mantener y los medicamentos no son perfectos. Sin embargo, el lenacapavir se administra como una inyección una vez cada seis meses, lo que significa que mantener un programa de tratamiento sería mucho más fácil. Con una tasa de efectividad del 100%, podría ser posible en solo unos pocos años reducir drásticamente tanto la transmisión del VIH como las muertes por la enfermedad a casi cero, al tiempo que le permitiría a quienes aún viven con la enfermedad llevar una vida plena y saludable.
Sin embargo, Gilead actualmente cobra $42,250 por un régimen anual de dos inyecciones —un precio obviamente fuera del alcance de la clase trabajadora y pueblos oprimidos—. Producir el medicamento le cuesta a Gilead solo $28, ¡o sea que la compañía está obteniendo una ganancia del 1,500% por cada tratamiento!
Como fuera de esperarse, la compañía ha enfrentado duras críticas por esto. En la Conferencia Internacional sobre el SIDA en Munich, Alemania, el mes pasado, ONUSIDA y Médicos Sin Fronteras exigieron a Gilead que bajara el precio a solo $40, señalando que este precio aún les daría una ganancia respetable del 30%, y y que permitieran la producción genérica de lenacapavir por otros fabricantes de medicamentos, que también podrían venderlos a un precio bajo.
Esta no es la primera vez que Gilead usa los derechos de propiedad intelectual para lucrarse de la epidemia del VIH / SIDA; la compañía también posee las patentes de dos medicamentos de profilaxis preexposición (PrEP), Truvada y Descovy, que pueden prevenir la infección por VIH por completo. La empresa ha sido acusada de manipular la patente para mantener su monopolio sobre los medicamentos PrEP, que pueden costar al año $24,000.
Vínculos con el imperialismo
Las corporaciones occidentales que ganan grandes cantidades de dinero a la vez que privan al Sur Global del acceso equitativo a necesidades básicas es una dinámica que debería ser familiar para muchos: es imperialismo, la fase superior del sistema capitalista. El estado capitalista estadounidense ha desempeñado un papel clave en la creación de este apartheid médico global que ha matado a incontables millones en todo el Sur Global y entre las poblaciones más oprimidas dentro del núcleo imperial.
Casi desde el principio, Gilead ha operado seguiendo los pilares del imperialismo estadounidense: formado en 1987, su primer presidente de la junta directiva fue Donald Rumsfeld, quien para entonces ya había sido secretario de Defensa de EE. UU., representante de EE. UU. ante la OTAN y jefe de gabinete de la Casa Blanca. George Shultz, uno de los principales arquitectos de la “guerra preventiva” de la Doctrina Bush que impulsó las acciones imperialistas estadounidenses en la década de 2000, se unió a la Junta Directiva de Gilead en 1996, siete años después de retirarse de ser el secretario de Estado del presidente Ronald Reagan. En ese puesto en la década de 1980, Shultz había ayudado a Reagan a sentar las bases de lo que se convertiría en la Organización Mundial del Comercio (OMC) al impulsar acuerdos de libre comercio en otros países.
Las patentes occidentales bloquean el acceso a los medicamentos
La OMC se formó en 1995 y con ella llegó el Acuerdo sobre los Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (Acuerdo sobre los ADPIC). El Acuerdo sobre los ADPIC codificó derechos de propiedad intelectual extremadamente estrictos en el comercio internacional, lo que en la esfera médica impidió que los posibles fabricantes produjeran versiones genéricas más baratas de medicamentos. Para los fabricantes de medicamentos como Gilead, eso significaba que podían mantener el control exclusivo sobre el acceso a los medicamentos y vacunas que habían patentado y podían establecer el precio que quisieran por ellos.
Si bien las complejidades del VIH habían confundido durante mucho tiempo a los científicos que intentaban encontrar tratamientos, la homofobia desenfrenada tanto en las corporaciones biomédicas como en el gobierno de EE. UU. también tuvo un efecto sofocante en los esfuerzos por desarrollar un medicamento eficaz. Para cuando se anunciaron los primeros tratamientos farmacológicos eficaces contra el VIH en 1995, estadísticas de la ONU, más de 9.4 millones de personas habían muerto de SIDA en todo el mundo. En EE. UU., el total fue de aproximadamente 300,000 personas.
Para el año 2000, las muertes relacionadas con el SIDA en el núcleo imperial habían disminuido drásticamente, pero en el Sur Global se disparó el número de casos nuevos. Dos tercios de todos los casos de VIH se produjeron en África, donde el acceso a esos medicamentos vitales era básicamente imposible por los precios altísimos. Si bien la empresa india Cipla logró desarrollar varios de los medicamentos clave mediante ingeniería inversa, la OMC obligó a India a enmendar su ley de patentes en 2005, lo que obstaculizó gravemente la operación. Sin embargo, durante varios años, activistas en los países africanos contrabandearon con éxito los medicamentos genéricos indios y los distribuyeron, desafiando el Acuerdo sobre los ADPIC y el imperialismo occidental.
En 2006, a medida que aumentaban los temores de que la propagación mundial de la influenza aviar pudiera convertirse en una pandemia humana, el costo de los tratamientos antivirales contra la influenza se disparó, dejando sin acceso a los tratamientos a más de tres cuartas partes de las naciones del mundo. Cipla, de nuevo usando ingeniería inversa, desarrolló un medicamento occidental, Tamiflu, que había sido desarrollado por Gilead y fabricado por Roche, otra firma biomédica estadounidense, y ofreció la versión genérica por una fracción del precio de Tamiflu. Roche también es propietaria de la patente de saquinavir, el primer medicamento contra el VIH verdaderamente efectivo, que fue lanzado en 1995 y fue uno de los pocos tratamientos asequibles gracias a la ingeniería inversa de Cipla.
Apartheid médico y COVID-19
Cuando las vacunas contra el SARS-COV-2, el virus que causa el COVID-19, comenzaron a distribuirse a fines de 2020 y 2021, el mismo apartheid médico se asomó una vez más. La mayoría de las vacunas del mundo fueron desarrolladas por compañías con sede en EE. UU. y el Reino Unido, que cobraron precios exorbitantes por ellas incluso cuando las compañías ofrecían precios reducidos. Compañías como Pfizer, que habían recaudado miles de millones de dólares en medicamentos relacionados al tratamiento del VIH, una vez más obtuvieron ganancias récord con las vacunas contra el SARS-CoV-2.
Un informe de 2021 de la Oficina de Periodismo de Investigación (Bureau of Investigative Journalism, TBIJ) descubrió que Pfizer había efectivamente extorsionado a las poblaciones latinoamericanas, lo que obligó a los gobiernos de Argentina y Brasil a ofrecer activos soberanos —que pueden incluir reservas bancarias federales, embajadas e incluso bases militares— como garantía contra cualquier costo legal futuro relacionado con posibles demandas por los efectos secundarios de las vacunas.
Si bien la mayoría de las vacunas contra el SARS-CoV-2 administradas en África provienen de fuentes occidentales, la mayoría de las cuales fueron donadas a través del programa COVAX de la ONU, en el primer año de vacunaciones, la gran mayoría de las distribuidas en África provinieron de la República Popular China, que abasteció el continente con unos 1.200 millones de vacunas.
Solo el socialismo puede acabar con el apartheid médico global
Este tipo de desigualdad global es parte del tejido mismo del sistema capitalista que crea, perpetúa y se lucra de negarle las necesidades básicas a la mayoría de la población mundial. Los gobiernos de las naciones imperialistas centrales, el llamado Grupo de los Siete (G7), le han impuesto este sistema al resto del planeta a la fuerza, todo para servir a los intereses de estas corporaciones ultrapoderosas y su hambre insaciable de ganancias.
Esas ganancias provienen de la institución de la propiedad privada y del derecho a negar el acceso a cualquiera que no pueda pagarlo. Cuando el acceso es una cuestión de necesidad médica para preservar la vida de alguien o su calidad de vida, la inmoralidad de esta institución se hace evidente. Para garantizar que toda la humanidad pueda obtener los medicamentos que necesita, para vencer verdaderamente epidemias como el VIH, pandemias como COVID-19 y la miríada de dolencias que asolan a la humanidad año tras año, debemos acabar con el sistema capitalista.
Lo que necesitamos es un sistema socialista que ponga al pueblo por encima de las corporaciones. Las principales corporaciones médicas deberían ser nacionalizadas, controladas por el pueblo y administradas como servicios públicos, y sus investigaciones e invenciones deberían estar disponibles y accesibles para todo el mundo. Hasta que esto no pase, este apartheid médico continuará, y los más pobres y oprimidos continuarán sufriendo indebidamente.