Foto: Tropas estadounidenses en el aeropuerto internacional de Kabul
El jueves, un devastador atentado terrorista golpeó la zona exterior del aeropuerto internacional Hamid Karzai en Kabul, Afganistán. La rama de ISIS en Afganistán, ISIS-K, ha asumido oficialmente la responsabilidad del atentado. Las explosiones mataron al menos a 169 civiles afganos y a 13 soldados estadounidenses. Personas de todo el mundo están extendiendo sus profundas condolencias a las víctimas y a las familias afectadas por este trágico ataque.
Este mortífero atentado en la capital del país se produjo en medio de una evacuación masiva de las fuerzas estadounidenses y sus aliados tras el colapso del gobierno afgano respaldado por Estados Unidos a manos de los talibanes. Los talibanes volvieron al poder el 15 de agosto y anunciaron que concederían a Estados Unidos hasta el 31 de agosto para evacuar completamente a sus tropas y ciudadanos de Afganistán. Esta evacuación está concluyendo ahora, después de que más de 100.000 personas hayan abandonado el país en los días transcurridos desde la llegada de los talibanes al poder. Esta retirada representa la salida definitiva de las fuerzas de ocupación estadounidenses tras casi dos décadas enteras de guerra.
La ocupación estadounidense de Afganistán comenzó oficialmente tras una campaña aérea el 7 de octubre de 2001. En el transcurso de la guerra, al menos 71.000 civiles afganos fueron asesinados y 5 millones de afganos se convirtieron en refugiados. Tanto demócratas como republicanos instaron al uso de la fuerza militar en supuesta represalia por los atentados del 11 de septiembre. No había afganos a bordo de los aviones que impactaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono, los talibanes se opusieron a los atentados del 11 de septiembre y estaban dispuestos a negociar la detención y el juicio de Osama bin Laden. Sin embargo, la administración Bush vio la invasión de Afganistán como un peldaño necesario para las guerras que pretendía emprender contra Irak, Irán, Libia, Siria, Sudán y otros.
Como era de esperar, la dominación estadounidense en Afganistán no fue aceptada por el pueblo afgano. Incluso los brutales y profundamente reaccionarios talibanes tenían más legitimidad que el gobierno títere establecido por la ocupación estadounidense.
Los 20 años en que el imperio estadounidense gobernó Afganistán provocaron el caos y la fragmentación del país, creando un vacío del que pudieron surgir grupos terroristas como el ISIS-K. La violencia que ha sufrido Afganistán en las últimas décadas es consecuencia directa o indirecta de la intervención estadounidense. Los atentados del jueves fueron una manifestación más de las trágicas consecuencias del ciclo de violencia sin sentido que inició la invasión estadounidense.
Tanto las figuras conservadoras como las liberales de la clase política y militar estadounidense han presentado el bombardeo del aeropuerto como una justificación para reanudar efectivamente la guerra. El gobierno de Biden llevó a cabo un ataque con aviones no tripulados el viernes en la provincia afgana de Nangarhar, afirmando haber matado a dos altos miembros del ISIS-K. Pero la administración Biden parece haber decidido hasta ahora continuar con su política de llevar a cabo una retirada que termina el 31 de agosto.
Los medios de comunicación corporativos se hacen eco de estos gritos a favor de la guerra, esforzándose por pintar la maquinaria bélica de Estados Unidos como un faro mundial de la lucha contra el terrorismo. Pero estos llamamientos a la guerra en nombre de los “derechos humanos” son huecos. Los últimos veinte años han demostrado que la intervención de Estados Unidos nunca puede traer la paz al país; de hecho, el resultado ha sido lo contrario.