Se espera que continúen las temperaturas récord registradas en California en los últimos días, ya que el estado se ve afectado por una peligrosa ola de calor en un mes en el que el las temperaturas se supone que empiecen a bajar. A su vez, las y los meteorólogos esperan que los vientos de un poderoso huracán prolonguen la situación hasta el final de semana. Los eventos climáticos extremos como esta ola de calor son un amargo recordatorio del fracaso de los políticos capitalistas al abordar la crisis climática y de la necesidad urgente de un sistema socialista para manejar las consecuencias de su fracaso.
La capital del estado, Sacramento, registró el día más caluroso jamás registrado con 46 °C. Muchas otras ciudades y pueblos también enfrentaron las temperaturas más altas jamás registradas. El calor provocó incendios forestales en todo el estado: 14 grandes incendios en total, los cuales cobraron cuatro vidas durante el fin de semana.
Por su parte, el aumento en el consumo de energía durante la ola de calor ha puesto una enorme presión sobre el sistema eléctrico de California. Ya se han producido apagones en todo el estado, y es probable que la situación empeore. Pacific Gas & Electric, la empresa que proporciona energía a la mayor parte del estado, advirtió que cientos de miles de personas pueden verse afectadas por apagones programados para conservar la electricidad.
El calor extremo en el oeste está contribuyendo a otro gran desastre ambiental: el secado del río Colorado. Un estudio científico encontró que gran parte de la disminución en los flujos de agua del río es por causa de temperaturas cada vez más altas como las que se experimentaron esta semana. La escasez de agua ha provocado conflictos entre las autoridades de los estados que dependen del río, incluido California.
Este es un gran problema para el inmenso y económicamente importante sector agrícola del estado. Las grandes empresas de agronegocios que dominan la industria operan con prácticas de cultivo derrochadoras pero altamente rentables que continúan consumiendo una enorme cantidad de agua cuyas fuentes se están agotando.
La agroindustria también depende de la explotación extrema de las y los trabajadores agrícolas, en su mayoría inmigrantes, quienes trabajan en bajo el por largas horas. Este trabajo ya es físicamente exigente y muy difícil bajo cualquier circunstancia, pero las altas temperaturas lo han hecho hasta más peligroso.
Simplemente, no hay forma de abordar las enormes disrupciones causadas por el cambio climático sin una planificación económica a gran escala. Las y los socialistas favorecen una economía planificada porque permite que la sociedad en conjunto se una y tome decisiones racionales y democráticas basadas en una evaluación de las necesidades de todas y todos. Esto contrasta marcadamente con el sistema actual en el que los capitalistas individuales toman decisiones basadas en el deseo de aumentar las ganancias de su propia empresa sin coordinación o participación democrática de aquellas y aquellos que se ven afectados por las decisiones de los capitalistas. Este modelo no planificado y motivado por las ganancias es precisamente lo que nos ha llevado a esta crisis climática.
En una economía planificada, el sistema eléctrico sería transformado a uno que dependa 100% de la energía renovable, con una inversión pública masiva para asegurar que esta infraestructura crítica sea resistente a las olas de calor extremo. Se abrirían instalaciones públicas para albergar a las y los miembros más vulnerables de la sociedad durante periodos de temperaturas potencialmente mortales. Se le garantizaría una vivienda digna a cualquier persona desplazada por los incendios forestales. La agricultura sería completamente reorganizada para que sea ambientalmente sostenible y priorice ante todo el bienestar de las y los trabajadores agrícolas.
Esto no está ocurriendo bajo el sistema actual porque sería devastador para la rentabilidad de las empresas capitalistas. De hecho, algunos sectores de las grandes empresas, como la industria petrolera, serían eliminados por completo. Pero como deja en claro la avalancha de fenómenos meteorológicos extremos, somos nosotras y nosotros o ellas y ellos: o le arrebatamos la riqueza y el poder a la clase dominante, o el capitalismo condenará al planeta a una muerte lenta por el cambio climático.