Foto: Joe Biden con el primer ministro israelí Yair Lapid y otros altos cargos junto a un sistema de misiles suministrado por Estados Unidos. Crédito – @POTUS
Mientras que en Estados Unidos la crisis inflacionaria y los ataques a los derechos básicos persisten, Joe Biden viaja al extranjero para enfocarse en reforzar el dominio del país sobre Medio Oriente.
Biden comenzó su gira el miércoles con una visita a Israel. En un discurso que dió a su llegada, Biden hizo hincapié en su apoyo ideológico al sionismo, el movimiento político racista que estableció el Estado de Israel en la tierra del pueblo palestino. Usando la justificación religiosa fundamentalista de la expulsión de los palestinos de sus hogares, Biden declaró: “No hace falta ser judío para ser sionista… Es una bendición cada oportunidad de volver a este gran país donde las antiguas raíces del pueblo judío se remontan a los tiempos bíblicos.”
En el mismo discurso, Biden explicó que “desde aquí, iré directamente a una sesión informativa sobre los misiles israelíes y las capacidades de defensa contra cohetes, incluyendo el apoyo de EE.UU. a la Cúpula de Hierro y el nuevo sistema israelí con láser llamado Rayo de Hierro.” El gobierno de EE.UU. da a Israel casi 4.000 millones de dólares cada año para equipamiento militar para reprimir a los palestinos y amenazar a los países vecinos. Esto es en esencia, una subvención para las corporaciones estadounidenses que fabrican armas, y que reciben los contratos para proporcionar este armamento.
Biden ha ignorado las peticiones de reunión de la familia de Shireen Abu Akleh, la periodista palestina-estadounidense que fue asesinada por soldados israelíes en mayo, mientras informaba sobre una redada israelí en la Cisjordania ocupada. A pesar de ser ciudadana estadounidense, las autoridades norteamericanas llevaron a cabo una investigación falsa sobre su asesinato, la que tenía como claro objetivo encubrir el papel criminal de Israel.
Amenazas de guerra contra Irán
Yair Lapid, el primer ministro israelí, y el presidente Biden hoy emitieron una declaración conjunta en la que afirman su compromiso mutuo contra la agresión a Irán. Al hablar de la naturaleza “bipartidista y sacrosanta” del apoyo de Estados Unidos a Israel, la declaración decía: “Estados Unidos subraya que parte integral de este compromiso es el compromiso de no permitir nunca que Irán adquiera un arma nuclear, y que está preparado para utilizar todos los elementos de su poder nacional para asegurar ese resultado.”
Al amenazar con “utilizar todos los elementos de su poder nacional,” Estados Unidos se refiere claramente a la posibilidad de librar una guerra contra Irán. Ese conflicto, el que sería absolutamente devastador para el pueblo de Irán y toda la región, estuvo a punto de producirse en 2020, cuando la administración Trump llevó a cabo un claro acto de guerra con el asesinato del alto general iraní Qasem Soleimani.
Esta amenaza de guerra llega cuando las negociaciones para revivir el Plan de Acción Integral Conjunto de la era Obama (el “acuerdo nuclear con Irán”) están en un punto crítico. El acuerdo fue destrozado bajo el mandato de Trump, y la administración de Biden ha adoptado un enfoque de línea dura en su renegociación. El propio Biden aprovechó su viaje para reiterar esas posturas, declarando a los medios de comunicación israelíes que estaría dispuesto a abandonar el acuerdo para mantener la designación del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní como ”organización terrorista.”
Israel (junto a Estados Unidos) es una potencia armada nuclear que amenaza constantemente a sus vecinos. Israel se niega a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear, mientras que Irán es signatario y ha declarado repetidamente que no está desarrollando armas nucleares.
Arabia Saudita, petróleo e inflación
Biden volará directamente de Israel a Arabia Saudita, a pesar de que este país no reconoce formalmente a Israel. Un paso simbólico que pretende subrayar el apoyo de Estados Unidos a la normalización de las relaciones entre ambos países. La base de esta normalización es la hostilidad compartida hacia Irán. Sin embargo, hay otro tema que encabeza la agenda de Biden en esta última etapa de su gira: el petróleo.
En la ciudad saudí de Jeddah, Biden participará en una reunión de líderes regionales, incluidos los principales estados productores de petróleo. El gobierno de Estados Unidos quiere que estos países aumenten su producción con la esperanza de que esto ayude a controlar los crecientes precios del combustible y, por extensión, a aliviar la inflación en general.
El más importante de estos productores de petróleo es el régimen saudí, uno de los estados más represivos del mundo. Una monarquía absoluta preside una forma de gobierno ultrarreaccionaria y teocrática, responsable de conocidos crímenes como la guerra genocida en Yemen y el espeluznante asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Toda la palabrería de Biden sobre los derechos humanos se va por la ventana cuando se trata de la salud del capitalismo global.
Es una opción falsa decir que los trabajadores de Estados Unidos deben tolerar las relaciones amistosas con un régimen como el de Arabia Saudita para obtener un alivio de la espiral de la crisis inflacionaria. En cambio, el gobierno podría tomar medidas contra las corporaciones petroleras que han elevado los precios a niveles obscenos mientras han reportado ganancias récord. Exxon Mobil, por ejemplo, anunció recientemente que espera reportar 18.000 millones de dólares en ganancias sólo durante el segundo trimestre de este año. La guerra en Ucrania también ha contribuido significativamente al aumento de los precios de los combustibles y del coste de otros bienes esenciales. Este conflicto podría llegar rápidamente a su fin si el gobierno de Estados Unidos cesara su política de prolongar la guerra inundando el país con armas por un valor de decenas de miles de millones de dólares. Sin embargo, es evidente que Biden está más preocupado por la suerte del imperio estadounidense que de los graves problemas que el pueblo trabajador enfrenta día a día.