El pasado 22 de abril fue el Día de la Tierra, en el que la administración de Biden declaró que “por nuestros hijos y nietos, debemos permanecer unidos en nuestro esfuerzo por salvar nuestro único hogar”. Sin embargo, solo en el último año, la administración ha tomado varios pasos importantes que nos hunden aún más en la crisis climática.
Una de las principales herramientas que tiene el gobierno federal para implementar la política climática es la administración de permisos para nuevas empresas de combustibles fósiles. Varias agencias del poder ejecutivo desempeñan un papel importante en este proceso y tienen el poder de detener la aprobación de nuevas perforaciones, oleoductos, etc.
Una de esas agencias es el Buró de Administración de Tierras (Bureau of Land Management o BLM), el que es responsable de las vastas extensiones de tierra que son propiedad del gobierno federal. Cuando una empresa de combustibles fósiles quiere realizar actividades en terrenos federales, necesita obtener un permiso del BLM. Desde el inicio de la presidencia de Biden hasta principios de este año, el BLM aprobó 6.430 permisos para la perforación de gas o petróleo. Esto supera incluse los 6.172 permisos emitidos en el mismo período de tiempo por la administración Trump.
La tasa a la que se aprueban estas solicitudes es asombrosa. Por ejemplo, entre octubre de 2021 y octubre de 2022, las solicitudes de permiso para perforar de las corporaciones de combustibles fósiles fueron aprobadas en casi el 90% de los casos. Es absurdo hablar de una transición a la energía limpia mientras que a los ejecutivos del petróleo y el gas que están matando el planeta se les da rienda suelta para expandir la producción.
Cuando se trata de perforaciones en alta mar, la administración Biden hace lo mismo. Aun cuando ésta aseguró la aprobación de las medidas ambientales incluidas en la Ley de Reducción de la Inflación en agosto pasado, Biden hizo concesiones importantes que nos llevan en el rumbo equivocado. Una de las más notorias es “Lease Sale” 257 (venta de arrendamiento), la que abre 80,8 millones de acres del Golfo de México a la perforación. Esta venta, la más grande jamás realizada en los Estados Unidos, había sido detenida por un juez federal sobre la base de que no se ajustaba a la Ley de Política Ambiental Nacional. Frente a ello, esta administración aceptó la incorporación de una disposición que obligaría al Departamento del Interior a seguir adelante con la venta a pesar de la oposición judicial.
Otro enorme obsequio a las grandes petroleras por cortesía de la administración Biden es el Proyecto Willow de Conoco Phillips en Alaska. Este enorme proyecto de perforación fue aprobado por la administración de Biden en marzo y se espera que produzca alrededor de 600 millones de barriles de petróleo en el transcurso de sus operaciones.
La construcción de oleoductos ha sido un punto clave en la lucha para detener el cambio climático. Las y los residentes de las áreas por las que pasan los oleoductos se han unido a activistas ambientales de todo el país para librar luchas feroces contra esta forma de infraestructura de combustibles fósiles. A pesar de esta oposición, la administración Biden se ha movido para aprobar el oleoducto Mountain Valley. La semana pasada, el Servicio Forestal de EEUU dio luz verde para que la construcción avance en el Bosque Nacional Jefferson. Y el mes pasado, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EEUU aprobó el oleoducto. Ambas agencias están bajo la autoridad del presidente como jefe de la rama ejecutiva. Las y los defensores de la administración de Biden excusan estas acciones destructivas sobre la base de que son parte de una estrategia política inteligente: Biden tiene que dar estas concesiones, argumentan, para poder implementar políticas respetuosas con el medio ambiente en otras áreas. Pero este enfoque no tiene ninguna esperanza de éxito en el tiempo necesario para evitar que el cambio climático devaste el mundo. No hay otra alternativa más que quebrar las fuentes de poder de los capitalistas de los combustibles fósiles y reorganizar sustantivamente la forma en que la sociedad produce y usa la energía.