La entrada sin oposición de las fuerzas talibanes en Kabul marca la amarga conclusión de una aventura militar de 20 años del imperialismo estadounidense que infligió sin sentido la muerte y el sufrimiento a una escala enorme. El hecho de que el gobierno afgano respaldado por Estados Unidos se rindiera sin luchar es la indicación más clara de que no era más que una extensión del poder imperialista estadounidense. La cruda realidad se mostró: O la ocupación imperialista estadounidense que comenzó hace 20 años se mantendría literalmente para siempre, o este gobierno colapsaría con la salida de las fuerzas militares estadounidenses. La llegada al poder de los talibanes a mediados de la década de 1990 fue consecuencia de la guerra de la CIA contra el gobierno socialista de Afganistán que había llegado al poder en 1978 durante la Revolución Saur. Estados Unidos estaba perfectamente dispuesto a hacer negocios con los talibanes antes del 11 de septiembre a pesar de sus odiosas políticas, incluida la prohibición de la educación de las niñas. La esperanza y la promesa del período socialista anterior fueron aplastadas por la intervención de Estados Unidos y el posterior colapso de la Unión Soviética. Desde entonces, el pueblo de Afganistán ha vivido bajo un gobierno reaccionario tras otro.
El colapso militar y político completo y casi instantáneo del gobierno afgano ha llevado a una situación en la que los talibanes presiden la evacuación en pánico de sus oponentes desde el interior de la ciudad capital. Desde la invasión estadounidense de Afganistán en octubre de 2001, cientos de miles de afganos han muerto, millones se vieron obligados a huir de sus hogares, decenas de miles de soldados estadounidenses alistados de la clase trabajadora murieron o resultaron heridos y, al final, la situación política en el país está volviendo a una situación en la que los talibanes dominan el país.
La invasión estadounidense / OTAN de Afganistán comenzó el 7 de octubre de 2001 en represalia por los ataques terroristas del 11 de septiembre contra el World Trade Center y el Pentágono. La administración Bush rechazó la oferta del gobierno talibán de entregar a Osama bin Laden para que sea juzgado en un país musulmán si Estados Unidos presentara pruebas de que al-Qaeda fue responsable del ataque. En cambio, Bush declaró “no negociar con terroristas” y lanzó la invasión. La administración Bush utilizó el ataque del 11 de septiembre como pretexto para lanzar un asalto radical contra Irak y otros gobiernos de Oriente Medio. La invasión de Afganistán fue concebida como un esfuerzo de justificación por parte del gobierno neoconservador para emprender una nueva ronda de agresión bajo la bandera de la “guerra contra el terror”. Esta ola imperialista de agresión derrocó al gobierno de Irak y Libia y esperaba derrocar a los gobiernos de Siria e Irán también. Ha sido un desastre para la gente de Oriente Medio y el sur de Asia.
El ritmo del avance de los talibanes fue asombroso. En solo nueve días, el grupo se apoderó de todas las ciudades importantes del país y luego marchó hacia Kabul sin disparar un solo tiro. Esto fue posible porque las fuerzas del gobierno afgano en la mayoría de los casos prácticamente no ejercieron ninguna resistencia. Cuando se producían combates, con frecuencia se llevaban a cabo por fuerzas especiales de élite o milicias locales. Cuando llegó el momento de la verdad y quedó claro que el ejército de Estados Unidos realmente se estaba yendo del país, el Ejército Nacional Afgano no luchó.
Después de la invasión de 2001, Estados Unidos gastó cientos de miles de millones de dólares en la creación y el apoyo de las fuerzas armadas del gobierno afgano. Pero este ejército sirvió a un gobierno que no tenía legitimidad política. Su fuente de autoridad fue la ocupación extranjera del país liderada por Estados Unidos, la corrupción fue desenfrenada y no logró desarrollar una base apreciable de apoyo entre la gente del país. Estaba claro que el gobierno no podría resistir durante mucho tiempo a los talibanes, por lo que en lugar de luchar y morir para prolongar lo inevitable, las fuerzas de seguridad optaron principalmente por hacerse a un lado.
La administración Biden optó por no llevar a cabo una escalada militar, como una escalada dramática de la guerra aérea, que podría haber detenido el avance de los talibanes. La opinión predominante parece haber sido que la guerra era imposible de ganar y que sería mejor abandonar el gobierno que instalaron, terminar la retirada ahora y concentrarse en problemas más importantes para el imperio estadounidense. Pero ciertamente la administración Biden esperaba llevar a cabo una retirada ordenada en sus propios términos. Ahora está sufriendo la humillación de tener que entregar directamente el control del país a los talibanes, un gran golpe a la imagen del poderío militar estadounidense en todo el mundo. Esto podría tener implicaciones duraderas para la política exterior y militar de Biden en el futuro.
Antecedentes de la invasión de 2001
El papel de Estados Unidos en Afganistán siempre ha sido insidioso. Los propios talibanes surgieron de la insurgencia contrarrevolucionaria organizada y financiada por la CIA en las décadas de 1970 y 1980 que buscaba derrocar al gobierno socialista del país. Este gobierno socialista, la República Democrática de Afganistán, estaba comprometido con el empoderamiento de los trabajadores y agricultores, la plena igualdad de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, la provisión de servicios sociales gratuitos como educación y atención médica, y otros objetivos progresistas. El gobierno de Estados Unidos respaldó a los grupos armados religiosos de extrema derecha para librar una insurgencia mortal contra el gobierno y sus aliados soviéticos.
Una facción de esos combatientes, los talibanes, vencieron tras la caída del gobierno socialista afgano y se establecieron como gobernantes del país e impusieron un sistema político opresivo basado en principios teocráticos reaccionarios. Cualquier afirmación de los funcionarios estadounidenses de estar preocupados por el destino de los derechos de las mujeres o la democracia o la libertad religiosa en Afganistán es el peor tipo de hipocresía.
Los políticos y generales estadounidenses responsables de organizar esta guerra sin sentido de dos décadas deben ser llevados ante la justicia. Son, en última instancia, responsables de la enorme pérdida de vidas que destrozó a la sociedad afgana. La justificación de la guerra era una gran mentira: No habían afganos a bordo de los aviones que chocaron contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre y los talibanes estaban dispuestos a negociar la entrega de Osama bin Laden. El establecimiento militar y político de los Estados Unidos podría haber terminado con el derramamiento de sangre en cualquier momento y el resultado habría sido el mismo. En cambio, afirmaron que año tras año era esencial que la ocupación se prolongara. Deberían rendir cuentas por el crimen de iniciar una guerra de agresión.
Foto: helicóptero estadounidense evacuando Kabul