Foto: Prados de Hermit’s Peak, febrero del 2022. Foto de Liberation News.
“Es tan… triste”, dice Tony Benavidez con lágrimas en los ojos, mientras conduce por las montañas del condado de San Miguel en el noreste de Nuevo México. Hace poco más de un año, el incendio más devastador en la historia de ese estado arrasó más de 340,000 acres de tierra, destruyó 900 edificios y forzó a 15,000 personas a abandonar sus casas.
El 6 de abril del 2022, el Servicio Forestal de los Estados Unidos decidió comenzar una quema prescrita que tomó lugar durante una sequía extrema y rápidamente se salió de control. El incendio de Hermit’s Peak creció, alimentado por el viento y las condiciones de sequía que han sido la norma en la región por un tiempo. La evidencia disponible apuntaba a que una quema no era recomendable bajo esas condiciones. Bomberos de todo el estado habían combatido ya tres incendios que habían comenzado como quemas prescritas. Tres días después, el viento reavivó el fuego en un promontorio de quema mal apagado a un par de millas al oeste del incendio de Hermit’s Peak. El promontorio de quema había sido encendido por el Servicio Forestal en enero para desbrozar la maleza acumulada del año anterior. La quema pronto se convirtió en el incendio de Calf Canyon.
Para el 22 de abril, estos dos incendios separados habían consumido alrededor del 10,000 acres de tierra. Los fuertes vientos reportados ese día unieron los dos incendios, arruinando los esfuerzos de los bomberos para contenerlos. Los tres meses siguientes representaron una batalla constante para los residentes del área mientras trataban de proteger sus viviendas, su ganado y sus familias. No fue sino hasta el 21 de agosto que el incendio estuvo oficialmente contenido. El incendio destruyó alrededor de 341,471 acres.
Después, lluvias torrenciales
El fuego fue contenido a finales de agosto en gran parte gracias al inicio de la estación anual de los monzones (lluvias torrenciales). La época de lluvias va desde mediados de junio hasta septiembre. Al principio, la lluvia sirvió para contener la quema y para prevenir nuevos inicios, pero pronto se convirtió en un nuevo reto —las inundaciones. Desde los terrenos arrasados por el fuego que cubrían las montañas, se deslizaron cantidades de escombros, dañando casas y terrenos a su paso, y dificultando el acceso a las viviendas por parte de sus residentes. Los puentes y caminos que llevaban a sus hogares desaparecieron.
“El agua llegó hasta mi cochera. Se llevó todo el drenaje del frente de mi casa”, dijo Carlos Ortiz, un residente de la ruta estatal 105.
Para hacerle frente a las inundaciones, oficiales estatales y federales instalaron “canastas”, o redes de metal para capturar escombros y basura de ríos y corrientes situados en el fondo de algunos valles. Sin embargo, a los residentes de áreas sin “canastas” se les pidió esperar hasta después de que las inundaciones hubieran ocurrido. “FEMA, tienen a gente poniendo esas canastas para evitar que se inunden las casas de la gente. Ya lo tienen todo asignado y listo, pero ¿dónde están?” pregunta Ortiz, refiriéndose al hecho de que no se ha realizado ningún trabajo en su valle.
Esta falla dejó a muchos residentes a su suerte tratando de desviar la corriente del agua para que no tocara sus casas. Ortiz señala el trabajo que él mismo realizó para mantener su granero a salvo. Solo con una pala y con gran esfuerzo, en ausencia del gobierno federal, Ortiz excavó más de 100 pies de canales.
“¿Será que somos hispanos?”
Las 341,471 acres quemadas por el incendio de Calf Canyon/Hermit’s Peak representan el área más grande jamás devastada por un incendio forestal en la historia de Nuevo México. Sin embargo, el gobierno federal y el estado están acostumbrados a los incendios forestales y a responder a las necesidades de los residentes después de la destrucción que producen.
Después de asumir la responsabilidad de haber comenzado este incendio masivo, el gobierno estadounidense ha destinado cerca de 4 mil millones de dólares como restitución a los residentes por los daños materiales. Hasta ahora, sin embargo, casi nada de ese dinero ha llegado a manos de la gente más afectada, lo cual representa un gran contraste con la respuesta ante un incendio ocurrido hace dos décadas.
En mayo del 2000, el incendio de Cerro Grande cerca de los Alamos desplazó a alrededor de 15,000 personas. Para agosto del 2001, más de 230 millones de dólares ya habían sido distribuidos entre los dueños de casas y negocios afectados. Los Alamos es conocido nacionalmente como la sede de los laboratorios del mismo nombre, cuyas áreas colindantes son marcadamente más adineradas que el resto del condado de San Miguel.
“Hablé con alguien que estuvo en el incendio de los Alamos y me dijo que vinieron y repartieron cheques a todos los dueños de casas… ¿Y ahora dónde están?” dijo Ortiz, con una risa desganada. “¿Cuál es el problema? ¿Será que somos hispanos y vivimos en un área rural? Esto lo hace a uno cuestionarse”. Ortiz dijo que él hizo el trámite con varias agencias, incluidas FEMA y USDA, pero que aún no le han informado sobre la fecha en la recibirá su reembolso. Ahora ni siquiera está seguro de que valga la pena tratar de conseguir el dinero. Mucha gente opina igual en estas montañas aisladas.
En mayo, los senadores demócratas Ben Ray Luján y Martin Heinrich, y la congresista demócrata Teresa Leger Fernández, representantes del área, finalmente presionaron a FEMA para que cumpliera con sus responsabilidades. Estos representantes, residentes de Nuevo México, tardaron más de un año en manifestar su apoyo para quienes fueron afectados por el fuego. Mientras sus electores temblaban de frío en sus casas móviles y pasaban penurias en el peor año de sus vidas, sus representantes electos no pudieron tomarse la molestia de defender sus intereses.
Inicialmente, FEMA le asignó a 140 familias viviendas temporales debido al incendio. Solo 17 personas recibieron las casas móviles asignadas. Residentes como David Martínez contó en ProPublica cómo el haber comprado una casa móvil vieja mientras esperaba la ayuda de FEMA lo descalificó para recibir apoyo residencial.
Para muchos residentes del noreste de Nuevo México, sus hogares, sus vidas y comunidades fueron destruidas por los malos manejos del Servicio Forestal de los EE. UU. Ahora, después de más de un año, los residentes de estos pequeños pueblos rurales todavía se encuentran luchando por defender su dignidad.