Aquellos que esperan que la reelección de Obama haga un giro progresista deberían mejor preparase para una importante batalla en contra de ambos partidos. Esta será una batalla para salvar los denominados “derechos” como el Seguro Social, Medicare y otros. Decenas de millones de trabajadores y gente pobre dependen de estos programas, pero en el nombre de la austeridad y para que el país retroceda del “abismo fiscal”, se obligara a los sectores más vulnerables que paguen por la crisis que los bancos han creado.
Los medios empresariales enfatizaron un mensaje durante la noche de las elecciones: Ya que el margen del voto popular fue muy estrecho y ambos partidos controlarán una rama del gobierno, ahora una nueva era de “bipartidismo” deberá surgir. Los comentaristas preguntaron, con una fingida frustración, si Washington podría sobrepasar el “estancamiento político”, “escuchar al pueblo”, y finalmente “llevar a cabo los difíciles acuerdos mutuos necesarios para que el país avance”.
Sin haber pasado mucho tiempo en que los medios le presentaron este “desafío” a ambos partidos, los líderes Demócratas y Republicanos—que gran sorpresa—declararon su deseo mutuo de negociar.
Aunque no sabemos los detalles de la “Gran Oferta” que está siendo orquestada entre el Presidente Obama y la Cámara de Representantes controlada por los Republicanos, a grandes rasgos se puede determinar qué: habrá un leve aumento de impuestos para aquellos que reciben altos ingresos a cambio de reducciones dramáticas a largo plazo en las prestaciones sociales. Es probable que el acuerdo reduzca los pagos mensuales de Seguro Social, eleve la edad de jubilación, haga recortes a Medicare y reduzca los impuestos a las empresas.
El acuerdo también podría incluir la eliminación de algunos resquicios legales fiscales y subsidios—los recursos jurídicos descarados y corruptos con los cuales se benefician económicamente las corporaciones. Los diseñadores de las opiniones liberales se enfocarán en celebrar estas reformas, pero en realidad son concesiones muy pequeñas que la clase dominante está haciendo a cambio de una de reducción a largo plazo del papel del estado en el bienestar social público.
Para estar claros: No existe ningún “mandato” del pueblo que autorice a la “Gran Oferta” anti-obrera. De hecho, no obstante ante el justificable descontento con Washington, ¡los pobres y la clase trabajadora terminaran por preferir a un gobierno que no hace nada, deficiente y estancado, que a uno que esté unificado!
El ridículo “abismo fiscal”
El “abismo fiscal” es en si algo completamente fabricado. Fue creado el año pasa-do con el acuerdo de la deuda, en el cual se producirían automáticamente $1 billón en recortes a las prestaciones sociales y a futuros gastos militares, a menos de que el gobierno aprobara un plan para “reducir el déficit”. En otras palabras: Demócratas y Republicanos automáticamente acordaron recortes a los programas gubernamentales si no lograban ponerse de acuerdo en cómo recortar los programas gubernamentales. Esto es el más reciente ejemplo de lo que en realidad significa “bipartidismo”.
El alarmante lenguaje del “abismo fiscal” tiene la finalidad de brindarle a los futuros recortes una sensación de urgencia inevitable. Las crisis económicas en los primeros periodos de la civilización humana eran causadas por desastres naturales y cambios geológicos. Estas disminuyeron rápidamente la calidad y el promedio de vida en la población. Pero nada como lo que vivimos hoy. Nada en la naturaleza esta forzando a la sociedad a que obligue a los trabajadores a esperar más tiempo para poder jubilarse, o a recibir cuidado médico inadecuado.
El 1ero de enero—el día del denominado “abismo fiscal”—no tendrá nada de diferente al día anterior. Todos los fundamentos de la economía—los recursos naturales, la fuerza laboral humana, la tecnología y la maquinaria—todavía permanecerán intactos. Esta crisis es completamente un producto de la manera en que está organizada la sociedad, el capitalismo, y de las decisiones intencionales de los politiqueros capitalistas. Por lo tanto tiene sentido que la crisis puede ser evitada con otras decisiones y otro modelos de organización social.
¿Quién está presionado con estas propuestas? No es primordialmente el Tea Party. Tampoco es Paul Ryan, quien al perder su camino hacia la Casa Blanca llevo a cabo un golpe inesperado contra el proceso del presupuesto. En lugar de ellos, la mayoría de la estrategia proviene de la Comisión Simpson-Bowles que fue nombrada por Obama en 2010. En ese entonces, las propuestas de la Comisión carecían de una fuerte mayoría para ser tratadas directamente por el Congreso, pero ha surgido repetidamente en ambos círculos de diseñadores de la política, Demócratas y Republicanos.
Alan Simpson es un denominado Republicano “moderado” (alguien que ha utilizado la mayoría de su carrera como Senador para tratar de restringir la inmigración, con documentos o sin ellos.) Erskine Bowles es un politiquero Demócrata que anteriormente trabajaba para JP Morgan Chase.
Una vez que caducó la Comisión, Simpson y Bowles continuaron su trabajo en el Comité por un Presupuesto Federal Responsable, una entidad “bipartidista”. Esta organización es respaldada por el multimillonario Pete Peterson, un ferviente opositor del Seguro Social y quien ha estado trabajando arduamente para popularizar la visión de Wall Street en lo que respecta a la reforma de las prestaciones sociales.
La mayoría de los denominados expertos políticos alabarán este esfuerzo bipartidista como “ejemplar”—inclusive audaz—porque aborda esos impopulares y difíciles asuntos. En realidad, cualquier rechazo popular que estos politiqueros enfrenten a corto plazo dentro de sus distritos electorales será reemplazado con toda una vida de amigos, apoyo y ofertas de empleos en Wall Street. Además, los medios de comunicación empresariales estarán trabajando arduamente para convencernos que estos politiqueros simplemente son las azafatas de un futuro inevitable.
Organizando la lucha
Todo esto apunta hacia el falso liderato por parte de las organizaciones progresistas y los sindicatos que gastaron recursos vitales en la campaña de Obama y promo-vieron confianza en el Partido Demócrata. Se la pasaron el ultimo año describiendo al Presidente Obama como un aliado del pueblo trabajador en millones de hojas volantes, visitas a domicilio y llamadas por teléfono. Como resultado, dichas fuerzas se encuentran en una situación muy precaria para oponerse y desenmascarar a la “Gran Oferta” por lo que en realidad es, o para llevar a cabo cualquier tipo de movilización que pueda detenerla.
Un comunicado reciente de la AFL-CIO sobre la posibilidad de una “Gran Oferta” anti-obrera sugiere que es completamente la creación de los Republicanos que saldrán del Congreso. La organización laboral rehúsa señalar el punto obvio de que esa “oferta” tiene dos caras, y de que los Demócratas son igualmente responsables.
Como el PSL escribió antes de las elecciones, la política practica de votar por el “menor de los males” no es solamente un principio erróneo. Es una estrategia que inmoviliza y desmoraliza a las fuerzas progresistas, las vuelve organizativamente inútiles y políticamente sin preparación para poder luchar.
Al igual que el principal legado del gobierno de Clinton fue el desmantelamiento bipartidista del bienestar social público—una maniobra que sus precederos Republicanos sólo soñaban con hacer—el gobierno de Obama se ha posicionado para destruir los programas de prestaciones sociales en una forma en la cual Bush nunca hubiera podido hacerlo. El Partido Demócrata, el cual utilizó retorica del New Deal para galvanizar a su base, nuevamente se tornará en el sepulturero más efectivo de las prestaciones sociales.
Cuando Clinton desbarató los programas de bienestar social en 1996, lo pudo hacer exitosamente porque ningún movi-miento de masas se alzó. Debido a que los sindicatos, las organizaciones liberales y de los derechos civiles rehusaron confrontar un gobierno dirigido por los Demócratas, 7 millones de niños se quedaron sin prestaciones esenciales. Esta vez el ataque en contra de la población es en una escala mucho mayor. Existen dos opciones, permanecer pasivos, de manera de no avergonzar al gobierno Demócrata, y en cuyo caso Wall Street es el ganador. La otra opción es que forjemos un movimiento de masivo de lucha, con claridad política de lo que significa el enemigo bipartidista, para detener la “Gran Oferta” antes que de inicio. Todas estas prestaciones y derechos fueron ganadas en las calles, por medio de acciones militantes y huelgas, y solamente se pueden defender de la misma manera.