Breonna Taylor fue asesinada por la policía de Louisville, KY, mientras dormía en su casa en marzo de este año. Los tres policías rompieron la puerta de la casa sin anuncio e invadieron. Hoy, los tres oficiales responsables de su muerte, Jonathan Mattingly, Brett Hankison y Myles Cosgrove, salieron sin cargos por el asesinato. Un gran jurado acusó a un solo exoficial, Brett Hankison, con tres cargos de poner en peligro sin sentido. Los otros dos exoficiales no fueron procesados en absoluto. Nadie fue acusado directamente por la muerte de Taylor.
Por disparar a ciegas, sin pruebas sustanciales de haber “allanado” en primer lugar, los agentes Mattingly y Cosgrove disfrutaron de los beneficios de la licencia administrativa pagada, Hankinson fue despedido. La familia de Taylor recibió recientemente un acuerdo de $12 millones, tal concesión no desafía la estructura de poder que permite a los oficiales de policía por todo el país continuar infligiendo violencia fatal a los trabajadores y la gente pobre.
El Fiscal General de Kentucky insiste en que localizaron a un testigo que afirma que los policías tocaron la puerta y se anunciaron. Esto se asienta mal en el contexto de otras pruebas públicas. El informe escrito de la policía del incidente fue una farsa. Parte de la información en el informe es incorrecta, como que las lesiones de la víctima se indican como “ninguna”. Su novio Keith Walker no se menciona en el informe a pesar de que se defendió y luego fue detenido mientras estaba en el hospital por hacerlo.
De hecho, tres agentes de Louisville irrumpieron en el apartamento de Taylor mientras ella dormía. Los oficiales asesinaron a Taylor, una mujer afroamericana y trabajadora esencial. Ahora están tratando de justificar la fuerza extrema y evitar ser responsabilizados. Sargento Jonathan Mattingly, uno de los oficiales involucrados en el asesinato policial de Breonna Taylor, dijo: “Sé que hicimos lo legal, moral y ético esa noche”.
Las protestas en todo el país han exigido justicia para Breonna Taylor y otras víctimas de la brutalidad policial racista. En un correo electrónico enviado a unos 1.000 agentes, Mattingly llamó a los manifestantes “matones” y dijo “es el bien contra el mal”.
La única razón por la que el gran jurado ha presentado esta dócil acusación es la fuerza del movimiento que estalló después del asesinato de George Floyd y el trabajo sobre el terreno en Louisville del movimiento contra la brutalidad policial racista.
Anticipándo las continuas protestas después de lo que sabían iba a ser una conclusión insuficiente, el estado declaró un estado de emergencia e impuso un toque de queda a partir del miércoles. En esta sociedad, el asesinato policial de una mujer afroamericana no requiere una respuesta real, pero la justa ira de miles de personas que resisten la brutalidad policial racista es motivo de un estado de emergencia.
Breonna Taylor todavía debería estar aquí hoy, y lo estaría si el sistema no le asegurara a la policía de mil maneras diferentes que se saldrán impune de asesinatos sin sentido y violencia racista y sexista.
Como sabemos, Taylor no es la única mujer asesinada por la policía. Geraldine Townsend. Hannah Williams. DeCynthia Clements. India Kager. Estos son solo algunos de los nombres de las cerca de 250 mujeres que han sido asesinadas por la policía desde 2015. Muchos de estos nombres aún no han salido a la cobertura de las noticias principales, a pesar de haber sido asesinadas de la misma manera brutal e injustamente por parte del estado.
De las 1.000 personas, de promedio, asesinadas por la policía anualmente desde 2015, aproximadamente 44, o el 4.4 por ciento, han sido mujeres. La brecha de género puede explicarse, en parte, por los patrones más amplios que existen dentro del sistema de justicia penal con respecto a los estereotipos de género; las mujeres tienden a ser vistas como una “amenaza” menor que los hombres para la policía. Debido a que las mujeres representan un subconjunto mucho más pequeño de la población, estos asesinatos a menudo se dejan fuera de la conversación de la policía o se descartan como “daños colaterales” en casos que incluyen otras actividades policiales. Sin embargo, las condiciones sociales y económicas que resultan en los encuentros fatales de las mujeres con la policía apuntan a algunas de las mismas tendencias generales entre la policía en general, particularmente en lo que respecta a la raza, la clase y la discapacidad.
La posibilidad de que la policía use la fuerza contra las mujeres aumenta rápidamente si se percibe que no se ajustan al estereotipo de sumisión, especialmente si la mujer es afroamericana (y, por lo tanto, inherentemente que “no coopera”), LGBTQ o enferma mental. De las 247 mujeres asesinadas por la policía desde 2015, las mujeres afroamericanas tienen la tasa más alta en comparación con las mujeres de otras razas, lo que representa el 20 por ciento de todas las muertes de mujeres. Un patrón idéntico de disparidades raciales está presente en las paradas policiales, tanto para hombres como para mujeres. El año anterior al asesinato de Michael Brown, las mujeres afroamericanas en Ferguson estaban sujetas a paradas de tráfico más que cualquier otro grupo de automovilistas. Las crisis mentales también terminan a menudo en asesinatos policiales, especialmente para las mujeres, que tienen tasas más altas de enfermedad mental; casi un tercio de las 247 mujeres asesinadas experimentaron problemas de salud mental, en comparación con el 22 por ciento de los hombres.
Tal fue el caso de DeCynthia Clements, una mujer afroamericana de 34 años que vivía con esquizofrenia y trastorno bipolar, quien fue asesinada a tiros por la policía de Chicago. Hannah Williams, una afrolatina de 17 años con un historial establecido de enfermedad mental, también sufrió la misma suerte a manos de la policía de Fullerton, California, mientras experimentaba un episodio. En ambos casos, la policía actuó habitualmente con balas mortales en lugar de las tácticas de des escalonamiento necesarias. La movilización de todo el país para que se eliminen los fondos de los departamentos de policía y que los transfieran a los servicios sociales y los programas de salud mental, es más necesario que nunca, por casos tan trágicos. A pesar del manejo excesivamente violento y a menudo fatal por parte de la policía de un caso tras otro de interacciones con civiles, rara vez las víctimas o sus familias reciben justicia.
La revuelta nacional contra el racismo ha obligado al sistema a cambiar y ha cambiado sustancialmente la conciencia de la gente en todo este país. Esta es la única fuerza capaz de mantener la presión y exigir una verdadera rendición de cuentas por el trágico asesinato de Breonna Taylor: el pueblo mismo.
Imagen: Monumento a Breonna Taylor en Jefferson Square en Louisville, Kentucky | Por FloNight, Wikimedia Commons