No apoyo a la campaña de Clinton: la candidata de Wall St. y el complejo militar industrial
Desde las primarias del 26 de abril Clinton ha avanzado su posición con relación al número de delegados.
La excepcional campaña que ha impulsado Bernie Sanders ha entrado en una nueva etapa. Esta representa un profundo giro, aunque fue él mismo Sanders que de alguna manera cautelosa y sutil ha introducido este vuelco realizando una variación en una parte de su mensaje político.
En la noche del martes, 26 de abril, después que los resultados estaban listos, él mismo explicó “Nosotros estaremos en esta carrera hasta que el último voto sea registrado. Por esa razón es que esta campaña va a ir a la Convención Demócrata Nacional en Filadelfia con la mayor cantidad de delegados posibles, para luchar por un partido que se posicione con un programa progresiva capaz de apelar por un salario mínimo de 15 dólares la hora, poner fin a nuestras nefastas políticas de comercio, plantear un sistema de salud médico para todos, derrumbar las instituciones financieras de Wall Street, poner fin a la fractura hidráulica (fracking) en nuestro país, hacer que las universidades públicas sean gratuitas, y pasar una ley del carbón para abordar la crisis planetaria del cambio climático de manera efectiva”.
La campaña de Sanders, sin haber renunciado oficialmente, está cambiando su foco hacia una reforma del programa del Partido Demócrata en la Convención de Filadelfia. Unos pocos días antes, la campaña también recomendó a Clinton impulsar “la agenda progresiva más sólida que exista”, y que en caso que fuese ganadora, debiese elegir “un vicepresidente que esté preparado para llevar a cabo dicho programa, que esté preparado para comprometerse y encauzar esa lucha” (Washington Post, abril 24, 2016).
El Partido Demócrata es capaz de adoptar todo tipo de jergas izquierdistas en su programa en la Convención, es decir, puede adoptar formalmente algún tipo de “programa progresista”. Sin embargo, en los partidos políticos burgueses, el individuo con el cargo más alto dentro del gobierno es quién establece el verdadero programa del partido en cuanto entre en su cargo. Esto se contradice fuertemente con los partidos socialistas revolucionarios—en los cuales si bien los lideres electos tienen la autoridad para actuar y tomar decisiones, de todas maneras, están sujetos a sostener y defender el programa del partido. En la Casa Blanca, Hillary Clinton, como todos los presidentes demócratas anteriores, haría lo que ella quisiera en función de sus propios caprichos y los intereses de la clase capitalista y el Imperio de Estados Unidos, sin tomar en consideración el programa del Partido.
A pesar del nuevo énfasis del programa demócrata, Sanders se está preparando para apoyar y alentar a sus seguidores a que voten por Hillary Clinton. A pesar de haber ganado millones de seguidores en sus fuertes denunciaciones de Wall Street, insiste en apoyar al mismísimo símbolo del capitalismo de Wall Street. Sus seguidores por supuesto prefiriesen que éste lanzara una campaña como candidato independiente—algo que todavía puede hacer—pero está sosteniendo su promesa de apoyar al candidato demócrata nominado, pese a que éste sea parte del mismo modelo que toda su campaña ha denunciado.
Los campeones del rescate financiero, a saber; Hillary Clinton y Bill Clinton, recibieron $153 millones en honorarios por discursos desde el año 2000—incluyendo $11 millones en el 2014 y el primer semestre del 2015 por 51 discursos a bancos y otros grupos, e industrias (New York Times, 25 de febrero, 2016)
No obstante, Hillary se niega a liberar las transcripciones de sus discursos hacia Goldman Sachs, por la que recibió $675,000 dólares por un par de horas. Uno de los asistentes de Goldman Sachs señaló al diario Politico, “Fue muy buena crítica sobre nosotros … Es lo que hasta el momento como candidata ha mostrado. Fue un discurso sobreactuado. De hecho, ella sonó más bien como la gerente directora de Goldman Sachs” (Politico, 9 de febrero, 2016).
Por otra parte, como senadora de los Estados Unidos del estado de Nueva York, fue una ávida partidaria de la guerra de agresión en contra de Irak impulsada por el presidente George W. Bush. A su vez, como secretaria del Estado, Clinton constituyó parte del sector más militarizado de la administración de Obama. En efecto, fue ella quien mandó a la OTAN a que bombardeara a Libia, así como también fue ella quien apenas escuchó sobre el linchamiento en la calle del Jefe de Estado de Libia de 70 años de edad; Muammar Gaddafi, irrisoriamente habló enfrente de las cámaras para decir “Nosotros vinimos, Nosotros vimos. El murió”.
En definitiva, Hillary Clinton no sólo es la preferencia de Wall Street y el Complejo Militar-Industrial; como era previsible, ella es sin duda la candidata favorita del sector de derecha, es decir, los hermanos Republicanos Koch.
Los hermanos Koch son habitualmente demonizados en círculos de liberales y del Partido Demócrata como lo más bajo dentro de los proveedores de fondos de la extrema derecha, “Tea Party” y los candidatos republicanos. Sin embargo, los hermanos Koch y las Industrias Koch no son meramente ideólogos de la extrema derecha, sino que siendo capitalistas, constituyen uno de los sectores de la clase dominante de Estados Unidos, altamente consciente como clase, tanto económica como política.
En suma, Sanders está preparando a sus seguidores para que objetivamente se tomen de la mano con esas personas, con las máximas fuerzas que están en la cúspide, el .01 por ciento — las mismas que él ha estado construyendo un movimiento en contra durante el último año. Él está introduciendo el concepto de manera sutil con el fin de no crear un revuelco a gran escala entre sus seguidores: millones de jóvenes que entusiastamente se han movilizado por sus demandas en contra de Wall Street y en apoyo a la educación y salud gratuita.
Las bases de Sanders ya se encuentran indignadas por la flagrante supresión del voto en Arizona y Nueva York, el constante sesgo de los medios en apoyo a Hillary Clinton, y las personas que ejercen como provocadores por internet, que vale la pena mencionar, son contratados por el Super PAC de Clinton, con el fin de difamar a los seguidores de Sanders. En efecto, ellos legítimamente sienten que el sistema los ha privado de su voz, por ende, muchos tienden a visualizar a Clinton y Trump como dos caras de la misma moneda, y han proclamado que ellos van por “o Bernie o nada”. La reciente noticia que sacó a la luz el hecho de que Clinton y las empresas de Trump comparten una misma dirección en Delaware con un grupo de empresas a la escala de Fortune 500 para evadir impuestos, ha contribuido a reforzar esa opinión.
No se puede reformar el Partido Demócrata
Al impulsar una campaña como socialista democrático logrando el apoyo de millones de personas, muchas de las cuales hoy en día se sienten cómodas al identificarse abiertamente como socialistas, la campaña de Sanders ha creado un nuevo espacio político para la izquierda dentro de los Estados Unidos. Éste es el aspecto progresista de la campaña de Sanders. Cabe destacar, que su identificación como social demócrata lo ha convertido aún más popular, ya que decenas de millones de personas en los Estados Unidos están hastiados con el capitalismo, pues ha desplazado un amplio sector de la clase trabajadora, desde los más pobres hasta las personas que se consideraban como parte de la clase media.
La sorpresiva fuerza que adquirió la campaña política de Sanders constituyó en la arena electoral algo similar, y concomitante, con el espontáneo movimiento de Occupy que comenzó el año 2011 en Nueva York; y que se extendió como fuego incontrolado a lo largo del país, antes de que fuera derrumbado por un coordinado esfuerzo de las agencias policiales.
El partido Demócrata como institución no es alterable, ya que constituye un partido de la clase dominante. La base de seguidores de Sanders, no estaban fundamentalmente motivados por la idea de que el Partido Demócrata podría ser una agencia de cambio, y ciertamente tampoco una agencia para una revolución política. Por el contrario, millones de personas se unieron a la campaña de Sanders como una forma de resistencia a la hegemonía Demócrata, que usó todo su poder para intentar desplazar la apuesta de Sanders.
En países europeos o bien otros países capitalistas que tienen un sistema parlamentario, Sanders podría postularse a la presidencia como candidato de un partido político independiente y ganar entre el 20 y 40 por ciento del voto popular. Por tanto, el partido estaría sustancialmente representado en el parlamento, y en conjunto con otros partidos políticos, podría gestar un gobierno dominante.
Sin embargo, esta opción no existe en los Estados Unidos. El duopolio del control político es absoluto. Los políticos de los partidos Republicano y Demócrata se van turnando el poder para administrar los asuntos del gobierno capitalista. Este constituye un sistema en el que el ganador se lleva todo; al contrario de un sistema parlamentario, y está diseñado para que solamente los ganadores puedan ser candidatos de los partidos Republicano o Demócrata.
No obstante, el verdadero gobierno está organizado y sostenido por un aparato de estado. Las fuerzas armadas, las agencias de inteligencia, fuerzas policiales, y otras instituciones de represión y violencia organizada, son las dominantes características del aparato de estado del capitalismo moderno.
A partir de lo anterior, se puede señalar que por esta razón incluso en un sistema parlamentario, que es evidentemente más democrático que el sistema en los Estados Unidos, la democracia burguesa citando a Lenin “siempre permanece, y bajo el capitalismo está obligada a permanecer restringida, truncada, falsa, hipócrita, un paraíso para los ricos y una trampa y decepción para los explotados y los pobres”.
La clase capitalista dominante prefiere a Clinton sobre Trump y Cruz
Hillary Clinton está avergonzada por el casi respaldo de los hermanos Koch a su campaña. Ella no está avergonzada personalmente—ya que con mucho gusto aceptó dinero del mismo Donald Trump—pero sí está preocupada que el respaldo de los Republicanos de derecha pueda afectar su intento por atraer al sector liberal de su partido, después de su significante ofensiva que realizó a destruir la campaña de Sanders.
No obstante, los comentarios de Charles Koch son significativamente reveladores. Koch señaló como un verdadero republicano de extrema derecha, que las políticas de la Casa Blanca de Bill Clinton fueron “mejores” que aquellas impulsadas por George W. Bush. Koch y casi el conjunto del orden de la clase dominante se están uniendo en contra de Donald Trump porque ellos identifican que la presidencia de Trump implicaría ridiculizar el imperio de EE.UU. a nivel mundial, y, además, incitaría a la lucha social, las masas saldrían a las calles y se desplegarían protestas a lo largo de todo el país.
La función de las elecciones capitalistas recae en que las clases oprimidas acepten su propia opresión por medio de la elección de quién será el opresor de sus vidas cada dos o cuatro años.
En contraposición, la presidencia de Trump sería un catalizador para la lucha política y lucha de clases del tipo militante. Esta es la verdadera razón por la que la clase dominante de EE.UU. rechaza a Donald Trump, no es porque sea racista, sexista, y un xenofóbico reaccionario. Ellos saben que en esencia Trump es un empresario, pero que su mensaje puede sin duda encender la lucha de masas y el odio en contra del poder ejecutivo del estado capitalista.
En efecto, ahora comenzará una fuerte presión hacia los seguidores de Sanders, para que entreguen su voto a Hillary Clinton, con el fin de evitar que Donald Trump y los republicanos ganen un puesto en la Casa Blanca.
Esto es recurrente y ha conllevado a que sectores de la población de corte progresista, liberal, e izquierdista, consistentemente ofrezcan su apoyo a sus propios enemigos—capitalistas neoliberales e imperialistas del Partido Demócrata, que han impulsado guerras en el extranjero y atacado salvajemente las condiciones de vida de la clase trabajadora en su propio país. Esta presión debe ser rechazada.
Aunque Trump ha promovido un programa de extrema derecha y fascista que ha movilizado principalmente a sectores descontentos y racistas de la población blanca, la victoria de Trump no sería equivalente al triunfo de Adolfo Hitler, quién llegó al poder en 1933, o al fascismo en Italia. En estos casos, el ascenso de Hitler y Mussolini al poder ejecutivo del estado capitalista conllevó a la rápida destrucción de todos los derechos democráticos y las organizaciones de la clase trabajadora, incluyendo el uso de tácticas genocidas en contra del pueblo judío, minorías étnicas, minorías sexuales y de izquierda. Por el contrario, la victoria de Trump no destruiría el movimiento de masas, sino que más bien incendiaría la lucha de clases del pueblo a lo largo del país, y, por tanto, en el mundo entero. Por consiguiente, esta es la verdadera razón detrás del rechazo de la clase dominante a la candidatura de Trump.
Tácticas socialistas frente a expertos radicales
La campaña de Bernie Sanders ha creado una amplia confusión entre las fuerzas comunistas y socialistas. Nunca debería haber sido difícil comprender a Bernie Sanders como político. De hecho, es un reconocido político dentro del país, y no ha actuado como un rebelde o radical dentro del senado de los Estados Unidos. Su posición política es semejante a la que ofreció el Nuevo Trato (New Deal) Demócrata de Franklin D. Roosevelt, y a su vez, ligeramente similar a las políticas de Lyndon B. Johnson de los años sesenta.
Además, desde el principio de su campaña, Sanders ha señalado que, en última instancia, entregaría su apoyo a quién fuera el candidato/a electo/a del partido Democrático.
La confusión dentro de la izquierda por la campaña de Sanders dice relación con dos tácticas. Repentinamente, millones de personas fueron involucradas en una campaña política electoral dando apoyo a alguien que dice llamarse socialista, y su popularidad se basó en casi exclusivamente una fuerte agitación en contra de los banqueros de Wall Street, la vasta desigualdad de la sociedad y la absoluta dominación de las políticas hechas por los plutócratas estadounidenses. Parte de la izquierda de Estados Unidos decidió que era mejor enfatizar que Sanders no era más que un político liberal en el país, y aquellos que se unían a su campaña eran meramente unos imbéciles.
No obstante, El Partido por el Socialismo y la Liberación (PSL), que está impulsando su propia campaña presidencial revolucionaria socialista, plantea la importancia de hacer hincapié en las nuevas posibilidades y el nuevo espacio que se está construyendo para el movimiento socialista a partir de la repentina y emergente campaña de Sanders.
El PSL nunca ocultó las profundas diferencias con Sanders, sino más bien intentó generar un alcance a los seguidores de Sanders, destacando que nosotros también estamos luchando por una educación y salud gratuitas para todos, y además de otras demandas centrales que garantizan un salario y la incautación de los bancos de Wall Street como empresas criminales. En vez de condenar a Sanders y a su campaña, nosotros rescatamos los aspectos positivos de esta experiencia y lo que implica este proceso para el movimiento socialista, sin ánimos de fomentar a las personas a unirse al Partido Demócrata o sugiriendo que dicho partido podría perfilarse como un vehículo para un cambio.
En los Estados Unidos, el anti-comunismo se ha constituido como la religión inoficial del país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esto, implicó el desplazamiento de las ideas socialistas, erradicándolas del discurso público. Anti-comunismo y anti-socialismo ha funcionado como pretexto para la consolidación del modelo capitalista todas las veces que ha experimentado una crisis fuerte. Con la ausencia de una alternativa socialista, el capitalismo puede encontrar nuevas formas de palear cada crisis que enfrenta.
Lo que ha emergido como nuevo elemento y se ha reflejado en la campaña de Sanders dice relación con la apertura ofrecida para toda la izquierda para comenzar a impulsar una discusión respecto a la viabilidad, credibilidad, y necesidad del socialismo como la única alternativa al capitalismo. La definición de socialismo de Sanders es incompleta y errónea, pero esto no es lo más relevante, sino que, por el contrario, lo que entrega a esta campaña electoral una significancia de carácter histórico es que el socialismo como filosofía y programa político ha sido puesto en el tapete y el debate público.
Finalmente, mientras entramos en un nuevo escenario de la campaña electoral, debemos concentrarnos pacientemente y persistentemente dar cuenta que el apoyar a Hillary Clinton y la máquina política del Partido Demócrata es un punto muerto para el resurgimiento de la política progresista de masas. Nosotros incitamos a los seguidores de Sanders que se unan a construir nuestra campaña socialista del PSL de La Riva/Puryear, para luchar junto a nosotros por la justicia, la igualdad, la salud, educación y a marchar en contra de la farsa en la convención del Partido Demócrata en Filadelfia este verano.
Traducción por Karla Martin