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El 24 de septiembre, cientos de miles participarán en marchas contra la guerra en Washington, D.C., San Francisco, Los Ángeles y Seattle. La protesta llega en momentos de gran oportunidad para el movimiento contra la guerra. La fuerza y la expansión de la resistencia en Irak contra la ocupación de EEUU, el incremento de las bajas estadounidenses e iraquíes, y la revelación amplia de las mentiras usadas para ir a la guerra han causado una crisis en la administración Bush y una gran escalada de la oposición popular a la guerra.
Sin embargo, al comienzo de esas manifestaciones, surgieron fuertes divisiones dentro del movimiento contra la guerra en Estados Unidos.
El liderazgo de algunas organizaciones contra la guerra, incluyendo Unidos por la Paz y la Justicia, se niega a abrazar las demandas de los palestinos, los árabes y los musulmanes por el fin a la ocupación israelí apoyada por Estados Unidos en Palestina y por el derecho del retorno del pueblo palestino a sus tierras de las cuales han sido desplazados.
La Coalición ANSWER, (Actuar Ahora para Parar la Guerra y Detener el Racismo) por otro lado, abraza las consignas de la comunidad árabe y musulmana como un componente esencial para oponerse a la guerra en Irak y a todo el Medio Oriente. El Partido Socialismo y Liberación es miembro de la coalición ANSWER.
¿Cuales son las razones de esta división en el movimiento contra la guerra?
Las diferencias no son causadas por una competencia simple entre coaliciones y grupos, sino que se basa fundamentalmente en diferentes orientaciones hacia el Partido Demócrata. La lucha sobre el liderato en el movimiento contra la guerra tiene un impacto profundo en la dirección y el éxito del movimiento.
En contraste con la Coalición ANSWER, otros representan el ala del movimiento contra la guerra que pone sus esperanzas en el Partido Demócrata para revertir el curso de la guerra, de la que ellos culpan exclusivamente a la administración Bush. En el otoño del 2002, esas fuerzas se negaron a apoyar que el creciente movimiento de masa se volcara a las calles. En su lugar, ejercieron presiones para que el Congreso se opusiera a la autorización para ir a la guerra. En el otoño del 2004, ellos abandonaron virtualmente al movimiento anti-guerra para apoyar la campaña presidencial del candidato pro-guerra Kerry.
Inclusive ahora, esa parte del movimiento tiene sus ojos en las elecciones del 2006, con la esperanza de “recuperar” el Congreso y el Senado. Con esta meta en mente, cualquier demanda contra la guerra vista como radical podría comprometer sus relaciones con el establecimiento demócrata.
La Coalición ANSWER y sus aliados representan a aquellos que ponen sus esperanzas en la construcción de un movimiento independiente que pueda parar efectivamente la maquinaria de guerra estadounidense. Eso quiere decir ponerse del lado de todos los que están luchando contra el imperialismo de Estados Unidos, ambos en Estados Unidos y alrededor del mundo.
No hay esperanza para los demócratas
¿Ofrece el liderazgo del Partido Demócrata, ligado firmemente a la clase dominante capitalista millonaria, alguna esperanza a los millones de personas que quieren ver el fin de la maquinaria de guerra asesina de Estados Unidos? Una revisión breve de la historia es suficiente para responder a esa pregunta.
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Los políticos demócratas y republicanos se han unido para apoyar el régimen imperialista aventurero de Bush. A comienzos de la guerra en Afganistán, con excepción de un miembro del Congreso, todos votaron para autorizar poderes militares sin fin.
Recientemente, a pesar del creciente sentimiento de masa contra la guerra, el Senado votó 99 a 0 para apoyar la última ley de apropiación “suplementaria” para ambas guerras. Esto añadió $82 mil millones más a los $180 mil millones del costo de la guerra.
Dos propuestas débiles del congreso pidiéndole a Bush que comience a planear el regreso de las tropas fueron derrotadas en el Congreso. Mientras tanto, el Concilio de Liderazgo Demócrata, dirigido por Hillary Clinton, está pidiendo 100.000 tropas más y el fortalecimiento de la seguridad nacional.
Mientras que los demócratas pueden levantar políticas y lemas poco diferentes que los republicanos, sus metas a largo plazo son las mismas. La retención de la dominación de Estados Unidos en el Medio Oriente es esencial para el liderazgo de ambos partidos.
Miremos la historia de la política de Estados Unidos hacia Irak. Desde el primer día de la victoriosa revolución de Irak de 1958 que derrotó la monarquía apoyada por Gran Bretaña, la política de Estados Unidos nunca se desvió de su objetivo de obtener control de ese país rico en petróleo.
Irak trazó un curso independiente, usando vastos recursos de petróleo para desarrollar al país. Cuando Irak finalmente nacionalizó las compañías de petróleo pertenecientes al Occidente en 1972, Washington puso a Irak en la lista de naciones “terroristas”. En 1979 Estados Unidos perdió su aliado más vital o gobierno títere en el Medio Oriente (fuera de Israel) cuando el pueblo de Irán se levantó y derrocó al Sha de Irán.
Temiendo que la revolución de Irán se expandiera a Arabia Saudita, y otros regimenes títeres de Estados Unidos, la administración Carter comenzó a apoyar silenciosamente al gobierno de Irak en una guerra entre Irak e Irán que comenzó en 1989. Bajo la administración de Reagan, Estados Unidos le brindó apoyo al gobierno de Irak en su lucha con Irán. Después en 1986, se reveló en el escándalo Irán-Contra que la administración Reagan también estaba enviando armas a Irán y Henry Kissinger sucintamente dijo, “Queremos que ellos (ambos Irak e Irán) se maten entre ellos.” Al final de la guerra entre Irak e Irán en 1988, Estados Unidos cambió drásticamente su doctrina militar en el Golfo, señalando a Irak como su próximo adversario principal. En dos años, comenzando en agosto de 1990, Estados Unidos comenzó a despachar 500.000 tropas en preparación para la guerra en enero de 1991 en Irak. Entre enero 16 y febrero 28, de 1991 la Fuerza Aérea de Estados Unidos dejó caer 88.500 toneladas de explosivos en Irak—un país de 27 millones de personas. Aunque Irak fue derrotado completamente en la guerra de 1991, la administración Bush, y después la Administración Clinton, continuó insistiendo que las Naciones Unidas mantuviera sanciones económicas en Irak, con el pretexto de inhibir a Irak para la obtención de armas de destrucción masiva. Más de 1.5 millones de iraquíes, alrededor de 8.000 personas promedio cada mes, murieron durante los próximos 13 años mientras que el país era privado de comida, medicina, agua limpia y otras cosas esenciales para sostener la vida civil en la era moderna.
Mientras que la segunda administración Bush adoptó la política de cambio de régimen con su invasión sangrienta conocida como “Shock and Awe” el 20 de marzo de 2003, esa política se había convertido en la doctrina oficial de Estados Unidos en octubre de 1998 formalizada bajo una ley del Congreso firmada por el Presidente Clinton.
Los dos partidos de las grandes corporaciones están aun más unificados en su apoyo al estado del apartheid de Israel. Este apoyo no viene de la solidaridad con el pueblo judío. Políticos antisemitas de Estados Unidos apoyan a Israel virulentamente por el papel estratégico que Israel juega como un estado de guarnición de EEUU para el mantenimiento del control en el Medio Oriente. El apoyo demócrata o republicano, es incondicional. Por años, algunos en el movimiento anti-guerra y el movimiento por la justicia social han insistido en excluir cualquier demanda por la liberación palestina, argumentando que esta cuestión “caliente” limitaría las posibilidades de llegar a un grupo más amplio de personas. Pero las experiencias de los últimos años mostraron que eso es una mentira: cientos de miles han venido a las manifestaciones de ANSWER donde Palestina ha sido uno de los focos centrales.
Los políticos anti-Bush pero de oposición pro-imperialista del Partido Demócrata, son los que no quieren abrazar las demandas para Palestina. Posar cerca de las banderas palestinas es una amenaza para su posición de “oposición leal”.
Ese es el lema esencial del debate dentro del movimiento anti-guerra: estar del lado de los oprimidos—o del lado del liderazgo del Partido Demócrata.
Imperialismo no es una política
En la era moderna, la guerra imperialista no es una política elegida por un grupo particular de políticos “malos” de la clase dominante. Es el resultado del carácter capitalista inherente de dominación del mercado, una parte intrincable del sistema capitalista de expansión o muerte. Los grandes negocios mediáticos venden la historia de cada guerra nueva presentando la lucha como “extremismo islámico,” “dictadores atrozes” o “terroristas”. La realidad es que el impulso a la guerra de Estados Unidos no va a terminar mientras que la clase capitalista permanezca en el poder.
El papel histórico del Partido Demócrata como el segundo partido de los grandes negocios es mostrar una imagen de partido de la gente trabajadora y oprimida, defendiendo ciertos logros sociales, y generalmente tomando un ritmo más lento en la creciente explotación de los trabajadores. Es una válvula de seguridad en períodos de desilusión de las masas con el sistema capitalista, cuyo objetivo es canalizar la rabia y la militancia de la clase trabajadora fuera de la calle y los lugares de trabajo para llevarlas hacia las urnas.
La pregunta para el movimiento contra la guerra es: ¿Como suceden los cambios? ¿Que tipo de movimiento necesitamos?
A través de la historia, los profundos cambios sociales han llegado no por persuadir políticos para que hagan lo que corresponde, pero por la lucha de la clase obrera. Las protestas de masa de hoy pueden inspirar las huelgas de mañana. Los cientos de miles que protestan hoy pueden dar aliento a los soldados en el ejército de EEUU que se oponen a la guerra y quieren organizar dentro del ejército. Pero para inspirar las grandes luchas venideras, el movimiento anti-guerra necesita una perspectiva orientada en la lucha que pueda en cada paso contestar la pregunta planteada en cada piquete de huelga y en cada lucha: ¿de que lado está usted?
Como antiimperialistas y revolucionarios en el Partido Socialismo y Liberación, tratamos de facilitar a la clase trabajadora a que utilice su poder y su potencial para cambiar la sociedad. Primero y principal, debemos levantarnos en solidaridad con aquellos que son el blanco del y que lucha contra el imperialismo. Debemos organizarnos para construir un movimiento independiente y conciente de su clase, uno que pueda romper su apoyo a un sector de la clase dominante. Finalmente, debemos continuar la lucha—no importan cuales sean los obstáculos—porque es a través de la lucha es que se forja la solidaridad, se levanta la conciencia, y la lucha contra la guerra se transforma en una lucha revolucionaria contra el propio capitalismo.