Millones de trabajadores inmigrantes y sus aliados marcaron el Primero de Mayo del 2006—el Día Internacional de los Trabajadores—con huelgas, paros, boicot a los productos hechos en Estados Unidos, demostraciones y vigilias a través de los Estados Unidos. Fue un día histórico para la clase trabajadora de Estados Unidos.
Los Angeles, 1 de Mayo, 2006.
Photo: Raymond White
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El día de acciones masivas, conocido como “Un Día sin Inmigrantes” o “El Gran Boicot Americano”—resultó del llamado por los grupos pro-inmigrantes progresistas en Los Angeles, después de la fuerte protesta de un millón de personas en Los Angeles, Calif., el 25 de marzo. Esta fue la última en la ola de protestas contra el racista proyecto de ley de Sensenbrenner, el cual haría criminal a los inmigrantes indocumentados, sus familias y quienes les apoye.
La clase gobernante estadounidense y sus grandes medios de comunicación, inmediatamente se dieron a la tarea de minimizar el alcance que tenían las acciones del primero de mayo. La prensa severamente desestimó la asistencia de demostraciones que se realizaron. Lanzaron una campaña de propaganda diciendo que el boicot había causado daño a la causa de los inmigrantes por existir la probabilidad de despertar antagonismo, pero esa propaganda no detuvo la enorme fuerza desplegada el primero de mayo.
Demostraciones tuvieron lugar en grandes y pequeñas ciudades—muchas de las cuales no han visto protestas semejantes por decadas. Comunidades rurales como San Jacinto, Calif., atestiguaron el cierre del sector agrícola porque cientos de trabajadores no se presentaron a trabajar. Otras protestas se dieron en Nebraska, Alabama, Alaska, Rhode Island, New Jersey, Arkansas, y Utah—prácticamente cada estado fue escena de protestas. Verdaderamente fue una movilización a nivel nacional, llegando profundamente dentro de las comunidades de todos los Estados Unidos.
Las grandes ciudades fueron focos de las demostraciones. Más de 750.000 marcharon en Chicago. Otros 150.000 se tomaron las calles de San Francisco, California. Cientos de miles marcharon en Nueva York, y varios miles demostraron en Las Vegas, Miami, Phoenix, Houston, Portland, y otras ciudades.
Una vez más el epicentro de la lucha fue en Los Angeles. Dos grandes marchas y otras áreas de protestas, reunieron facilmente a más de un millon de gente, estiman los organizadores.
Los puertos de Los Angeles y Long Beach—entre los puertos más concurridos del país, estaban paralizados, con más del 90 por ciento de los embarques parados. Grandes áreas comerciales, como el mercado de frutas y verduras y el distrito de modas, estaban desolados. Cerca de 72,000 estudiantes boicotearon las escuelas ese día, muchos de ellos se unieron a las protestas.
Una de las metas del “Día sin Inmigrantes” era el de demostrar la fuerza económica que los inmigrantes ejercen en los Estados Unidos. Se reporta que hay más de 12 millones de inmigrantes indocumentados trabajando en Estados Unidos, y millones de nuevas y primera generación de inmigrantes.
Aunque el boicot afectó todas las áreas de la economía nacional, algunas áreas fueron afectadas más severamente que otras. El sector de servicios igual que construcción y restaurantes fueron golpeados duramente ya que millones de personas optaron por no contribuir a la economía ese día.
La cantidad reportada en las noticias de ABC el 2 de mayo, después de la marcha, estima que el costo del boicot, sólo en Los Angeles totalizó $300 millones de dólares—un quinto de las entradas económicas diarias. El Distrito Escolar de Los Angeles reportó haber perdido $2 millones de dólares.
El boicot ha tenido impacto internacional. Trabajadores en México, Centro América y Sur América, no compraron productos de corporaciones con base en Estados Unidos.
Un Movimiento Amplio
El alcance del boicot y las demostraciones tiene la marca de un ámplio movimiento de un pueblo oprimido por nacionalidad, dentro de los Estados Unidos, país multinacional. En cierto modo es similar a la lucha de los afro-americanos, por sus derechos democráticos y como lucha de una nacionalidad oprimida. El movimiento inmigrante ganó mucho apoyo entre las clases sociales, principalmente con comunidades de inmigrantes latinos.
La mayor parte de participantes en las acciones del Primero de Mayo eran trabajadores—de hecho entre los más oprimidos y explotados en los Estados Unidos. Cientos de miles arriesgaron perder sus trabajos y medios de vida para participar en el boicot y las manifestaciones.
San Francisco, 1 de Mayo, 2006
Photo: Bernie Fox
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”Estamos hartos de la migajas que por años nos han tirado”, dijo Vilma Vásquez, una trabajadora salvadoreña en Los Angeles. “Nosostros somos trabajadores, no criminales. Queremos igualdad y continuarémos luchando hasta que tengamos los derechos que todos los trabajadores merecemos”.
Al mismo tiempo, el boicot ganó el apoyo de dueños de pequeños negocios y aun algunas corporaciones grandes. El comentarista, Juan González escribió en el Daily News de Nueva York el 2 de mayo, describiendo una escena que se repitió en ciudades a través del país. “Todo lo que usted tenía que hacer ayer era mirar a lo largo de la normalmente bulliciosa avenida San Nicolás, en Washington Heights, para saber que un asombroso evento estaba en camino”. Washington Heights es una comunidad predominantemente dominicana, en el norte de Manhattan.
González cita el dueño de una ferretería en el vecindario, quien cerró su tienda en apoyo a la protesta. “Virtualmente cada dueño de tienda a lo largo de la avenida San Nicolás, hizo la misma decisión, aunque eso significara perder los muy necesitados dólares por un día… En Broadway fué la misma historia.”
Aun grandes corporaciones se vieron obligadas a apoyar el boicot. Tyson Foods, el más grande productor de carnes, cerró nueve de sus 15 plantas procesadoras de carne de res y puerco, a lo largo de Estados Unidos. Perdue Farms cerró seis de 14 plantas.
Goya Foods suspendió las entregas de sus productos en cada estado a excepcón de Florida, con 300 camiones que no salieron. La representante de Goya, Olga Luz, le dijo a la Prensa Asociada el primero de mayo, que la compañía quería “expresar solidaridad con los inmigrantes. Va a tener un significante impacto económico”, dijo Luz, refiriéndose a la suspension de entregas de la compañía.
Por supuesto los dueños de negocios apoyaron el boicot por diferentes motivos. Algunos apoyan alguna versión de la reforma migratoria, o sea la que Bush propone de “trabajadores huéspedes” o alguna versión que otorgaría ciudadanía como una forma que regularice la explotación de esta fuerza laboral. Otros fueron obligados a apoyar el boicot debido a la determinación de sus trabajadores o de sus clientes.
Otros, especialmente latinos u otros inmigrantes dueños de pequeños negocios apoyan el movimiento como una lucha democrática contra el racismo anti inmigrante y por los derechos de “su comunidad”.
Diferentes Consignas e Intereses de Clases
Las diferentes fuerzas de clases, que forman el movimiento pro-inmigrante, encontraron expresión en las diferentes consignas y tácticas desde las primeras manifestaciones en marzo que condujeron a las acciones del Primero de Mayo.
Para la vasta mayoría de trabajadores inmigrantes, la demanda principal es la amnistía—derechos plenos para los trabajadores inmigrantes. Desean trabajar sin ser acosados, ni vilentados, vivir con sus familias sin temor a ser deportados, y ser permitidos a organizarse abiertamente.
Otras fuerzas incluyendo muchos dueños de negocios y fuerzas social demócratas en el movimiento laboral con ataduras al Partido Demócrata tratan de encaminar el movimiento en apoyo a la versión de “reforma” legislativa que daría al empleador el poder sobre el estado legal de los inmigrantes. Algunos apoyan el plan de “trabajadores huéspedes” como lo propone Bush, mientras otros favorecen el “camino hacia la ciudadanía” lo que hace legal el estado de los inmigrantes dependiendo de su trabajo.
Esto también ha dado lugar a actitudes respecto al boicot del Primero de Mayo. Muchos reformistas estuvieron rudamente oponiéndose al boicot.
Por ejemplo, en Los Angeles, Roger Mahony, cardenal de la Iglesia Católica, denunció el boicot. Y rogó diciendo “Vayan al trabajo, vayan a la escuela, y después únanse con nosotros a las miles de personas en la gran concentración.” Mahony y otras personalidades de la Iglesia Católica, por una parte, tratan de explotar el tema de los inmigrantes como una forma de no desconectarse con un gran sector de creyentes y por otra parte tratan de apaciguar capas de gobierno.
Mahony, igual que otros líderes reformistas, ve a los inmigrantes como víctimas—no como un sector de la clase trabajadora con una gran potencia de traer cambios revolucionarios.
El alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, también habló en contra del boicot e hizo un llamado a los estudiantes a que fueran a la escuela.
Este juego de tratar de apaciguar la gente en las calles y calmar a la clase gobernante capitalista que los explota, no es única a Los Angeles. En Las Vegas, Pilar Weiss, directora política del Sindicato Culinario, Local 226 de los Trabajadores de Hoteles y Restaurantes, dijo: “Nuestra posición ha sido la de no apoyar boicot en el trabajo. Todos nosotros estamos luchando por una reforma migratoria comprensiva. Nosotros no estamos tratando de causar ningún daño a la industria de casinos, que ha dado gran apoyo a la reforma migratoria comprensiva”.
De hecho, por todo el país, pocos sindicatos llamaron a sus miembros para que de alguna manera, apoyaran el boicot del Primero de Mayo. Aunque otros sindicatos proveyeron ayuda logística, el movimiento laboral, en su mayoría, no se movió, mientras millones de trabajadores heroicamente tomaron las calles, arriesgando sus trabajos, sus formas de vida, por básicos derechos democráticos.
Redadas y Amenazas Antagonistas
La clase gobernante no se quedó sentada mientras las acciones del primero de mayo ganaban momento. Una semana antes del boicot, casi 2,000 inmigrantes—primeramente latinos—fueron arrestados en redadas y luego deportados. Claramente, las redadas fueron encaminadas a hacer que la clase trabajadora se distanciara de la unidad y de la acción militante.
Pero después que millones desafiaron las intimidaciones del gobierno y de los patrones, las tácticas de estos cambiaron. Casi desde el momento cuando el éxito del boicot se hizo aparente, los mayores medios informativos abrieron una amplia campaña propagandista diciendo: El boicot ha perjudicado la causa de los inmigrantes.
Muchos negocios en Washington, D.C. cerraron en apoyo al boicot.
Photo: Craig Smith
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Considerese el artículo publicado por El Sacramento Bee, el 3 de mayo, titulado “¿Ayudará o Hará Daño a los Inmigrantes el Boicot?” “Muchos americanos, aun muchos que apoyan el deseo de los inmigrantes indocumentados, advirtieron de que no ir a trabajar o las escuelas podría causar antipatía”, opinaba el artículo.
El Washington Post del 3 de mayo fue más directo, el titular diciendo: “Después de las protestas, la antipatía creció”. El artículo citaba a varios racistas anti inmigrantes, y publicó varias direcciones de páginas web de caracter derechista, cuya meta es construir una pared en la frontera mexicana, amenazando la vida de aquellos que tratan de pasar la frontera en busca de trabajo.
Otros artículos aseguraron de que el boicot aumentaría las actividades de los grupos racistas vigilantes como el de los Minutemen, que portan armas y atacan a los inmigrantes en las fronteras.
Este es el mismo argumento que fue usado en 1955-56 en Montgomery, Alabama, durante el boicot contra los buses, cuando el pueblo afro-americano audazmente se opuso a la segregación racial en el sistema de transportación pública. En Alabama y en toda la nación a finales de 1950s y principios de 1960s, al movimiento de los derechos civiles les fue dicho de que tácticas como boicoteos y protestas de sentados eran muy agresivas y crearían antipatía de parte de los trabajadores blancos.
En realidad las tácticas sí generaron reacción de los blancos racistas. La organización y violencia del Ku Klux Klan aumentó. Estudiantes afro-americanos que tomaban buses que conducían a escuelas desegregadas eran apedreados. En 1957 el Gobernador Orval Faubus de Arkansas, y el racista Concilio de Ciudadanos Blancos (White Citizens Council), bloquearon estudiantes negros, para que no asistieran a la Escuela de Secundaria Central de Little Rock (Little Rock Central High School).
Pero el movimiento de los derechos civiles no se bajó para acomodarse a los racistas.
Al contrario creció su amplitud y militancia. La continua lucha del Comité Coordinador Estudiantil No-violento, (Student Nonviolence Coordinating Committee), de los Diáconos por la Defensa, (Deacons for Defense) y después, el surgimiento del movimiento de liberación de negros, prepararon el camino para el Acta de los Derechos Civiles de 1964 y para el Acta del Derecho de Votar, en 1965, los cuales terminaron con el apartheid legal en el sur de Estados Unidos y abrieron las puertas para el programa de Acción Afirmativa y otros logros sociales.
Ahora esta es una lección para el movimiento de los derechos de los inmigrantes.
En efecto estos ataques y campañas propagandistas contra el movimiento enseñan la seriedad con que la clase gobernante estadounidense ve el movimiento.
A lo que le temen es de que los trabajadores inmigrantes—y de hecho todos los trabajadores—se den cuenta de la potencia política que tienen en su fuerza laboral. La clase gobernante teme que la fuerza política de los inmigrantes sea medida no en la boleta de votar por uno u otro político de la clase gobernante, sino en su habilidad de hacer cambios políticos a través de su organización y posición como los productores de la riqueza de la sociedad.
Temen que ellos desarrollen sentido de su potencial revolucionario.
También enseña la gran expectativa para todos los trabajadores a que aprendan de sus hermanos y hermanas inmigrantes. Solidaridad con la lucha de los inmigrantes por derechos básicos democráticos puede abrir la puerta para un nuevo y unido movimiento de la clase trabajadora en contra de la explotación, y de la ofensiva anti-trabajador en los Estados Unidos.