“Martillo y Azada”, un libro escrito en 1990 por el historiador Robin D.G. Kelley, es una crónica del desarrollo del movimiento comunista en Alabama durante la Gran Depresión. El libro subraya las luchas que los comunistas enfrentaron al organizar el sindicato de aparceros y crearon campañas masivas para liberar a las personas acusadas de crimines en trampas políticas como el caso de los Niños Scottsboro.
Kelly enfatiza como el comunismo pudo sintetizarse con la cultura afroamericana del Sur. Él ilustra la resistencia única y originaria que permitió a los afroamericanos sureños la habilidad de colocar su lucha en el contexto de la lucha anti-imperialista por primera vez. Kelly recuenta el crecimiento de los movimientos juveniles sureños que al fin de cuenta dio nacimiento a los sentones estudiantiles y al Comité Coordinador Estudiantil No-Violento.
Alabama durante los años 30 fue uno de muchos los lugares solitarios del país. Su población, por su mayoría afroamericana, trabajaba en una forma de peonaje agrícola conocido como la aparcería.
La aparcería no era mucho mejor que la esclavitud. Los grandes terratenientes rentaban pequeñas manzanas de tierra incluyendo las herramientas como azadas a miles de campesinos afroamericanos. Todo esto solo para recibir chabolas de dos recamaras con poca o nada de paga.
Los terratenientes cobraban por el uso de todo equipo que mantenía a los pequeños agricultores en deuda. El hambre plagaba a los campesinos y a sus familias porque solo podían tener una pequeña porción de todo lo que cultivaron para sobrevivir. El resto se vendía para poder mantener una mínima subsistencia.
Las posibilidades de organizar se hicieron peor gracias a las relaciones desiguales entre los campesinos afroamericanos y blancos, que se unían a los conflictos entre los terratenientes y los inquilinos. Muchos blancos pobres fueron convencidos que era en su enteres mantener el orden racial y social que existía, así dejando a los pobres de ambas razas en un estado de destitución completa.
El Ku Klux Klan y otros supremacistas blancos, actuaban como una semi-legal extención de la ley y el orden, constantemente usaban métodos violentos como linchamientos y bombardeos de casas para prevenir a los nativos afroamericanos en organizarse para mejorar sus condiciones.
Organizando a los obreros afroamericanos
En 1931, el Sindicato de Aparceros nació de la cenizas del Sindicato de Trabajadores Cultivadores y Campesinos, que fue brutalmente aplastado al inicio de ese año en Camp Hill, Alabama. Bajo el liderazgo del organizador comunista de 25 años, Al Murphy, el SA desarrollo una infraestructura basada primeramente en sigilo y astucia, permitiendo al sindicato crear su fuerza.
Murphy subrayó una estructura donde los capitanes de los locales coordinarían apoyo entre el sindicato y las auxiliarles de mujeres y organizaciones juveniles. El papel de la mujer se enfatizo en todo el libro y ellas fueron vitales en el proceso de aparcería. Como anota el autor, “No era fuera de lo común que la mujer negociara los acuerdos de fin de año con los sembradores”.
Para 1932, el sindicato emergió mas fuerte que nunca. Ganó el derecho de los inquilinos a vender sus cosechas directamente al mercado en el Condado de Tallapoosa, Alabama. Para 1933, el sindicato tenia 2.000 miembros, afroamericanos y blancos, en 73 locales. El siguiente año, el sindicato llevo acabo huelgas en las plantaciones en los condados Lee y Tallapoosa. Los saldos de los aparceros subió de 35 centavos a un dólar por cada 100 libras de cosechas.
Estas victorias son hasta mas asombrosas considerando la violencia llevada acabo contra aquellos que intentaban organizar, incluyendo las palizas, apuñaladas, disparos y bombardeos. Notas se ponían en sus puertas: “Alerta, anote que si quiere hacer bien y vivir una vida sana mas vale que deje el Sindicato de Aparceros”.
En el libro, el autor anota que la existencia de auto-defensa militante y armada era una parte integral de la estrategia comunista en Alabama. En una junta del SA en Dadeville, el líder del Partido Comunista Norteño, Harry Haywood comentó, “hay armas de todo tipo, escopetas, rifles y pistolas. Los aparceros venían a la junta armados y dejaban sus pistolas con sus sacos en un cuarta por detrás”.
El autor enfatiza que la resistencia fue completamente localizada, creada del rechazo por parte de los hombres de dejar su familias y ellos mismos ser victimas de violencia peligrosa. Kelley cita a Lemon Johnson, resumiendo su orgullo hacia el auto-defensa: “Lo único que los detendrá para matarte, es que tu tendrás que disparar”.
Una cultura de resistencia
“Martillo y Azada” muestra la importancia de la ideología comunista mezclándose con la cultura afroamericana sureña, creando una cultura única de resistencia. Desde la era de Reconstrucción, la cultura afroamericana del Sur siempre tenia un tono de resistencia. Esto solo creció mas con la introducción de la teoría marxista. Kelley cree que “enseñó a los afroamericanos como conectar su lucha al movimiento mundial”.
La propaganda feroz anti-comunista proclamando que “agentes soviéticos” controlaban el Partido Comunista, aunque asustaba a los liberales, solo incremento el apoyo que comunistas recibieron de los afroamericanos sureños. Según Kelley, los afroamericanos de Alabama simpatizaron con la idea de que personas que están tan lejos como Moscú estaban interesados y invertidos en la lucha por la libertad y igualdad para afroamericanos.
Ayuda desde afuera tenia una conexión a la cultura que rodeaba la Reconstrucción. Joseph Stalin, el premier de la Unión Soviética, fue visto como el “nuevo Lincon”, y el Partido Comunista como los “nuevos Yankees”. Al Murphy sintió que cada miembro del partido era portador ejemplar para “Nat Turner, Denmark Vessy, Gabriel Prosser y Frederick Douglass”.
Lo critico para esta fusión cultural del socialismo con la cultura afroamericana del Sur fue su base de la clase obrera. Afroamericanos mas privilegiados temían que los comunistas amenazaban su escasa posición en la vida. Ellos se acercaban a las organizaciones mas moderadas como el NAACP que puso una “cara amistosa” al progreso racial. Sin embargo, ellos frecuentemente excluían a la clase obrera afroamericana quienes era mucho mas militantes y dispuestos a luchar por sus derechos. Los afroamericanos de la clase obrera nunca eran elegidos para las posiciones de liderazgo en estas organizaciones.
Las organizaciones comunistas fuero principalmente dirigidas por los trabajadores. Ellas dieron a los afroamericanos la oportunidad de defender sus derechos y avanzar su educación por medio de escuelas del partido. Ellas otorgaron un nuevo valor propio y dignidad, que los blancos y afroamericanos establecidos les había negado.
Los comunistas de Alabama en la era de la Depresión crearon nuevas áreas para organizar en la parte de los Estados Unidos donde la reacción racista era mas feroz. El movimiento de los derechos de los aparceros y la campaña para liberar a los Niños Scottsboro, que fue dirigida por los comunistas, mostró los temas del Sur rural a millones por todo el país. Este periodo, casi completamente ignorado por historiados contemporáneos, vio al Partido Comunista emerger como uno de las organizaciones mas influénciales de derechos civiles del Sur.
El autor documenta el alcance de los comunistas, resumido claramente por Hosea Hudson: “Yo estaba discutiendo socialismo en la peluqueara…todos estaban sentados allí y nadie decía nada, no interrumpían lo que estaba diciendo. Querían ver lo que tenia que decir”.
“Martillo y Azada” es un recordatorio valioso del poder del marxismo cuando tiene raíces en las luchas de los trabajadores mas oprimidos. Aunque el Partido Comunista ya hace mucho tiempo abandono el organizar militante masivo a favor de seguir el Partido Demócrata, su trabajo en el Sur durante el inicio de los años 30 otorga una lección valiosa para los socialistas hoy en día.
“Martillo y Azada”, por Robin D.G. Kelley. Prensa de la Universidad de Carolina del Norte, 1990