Adisbel Rodríguez, Yoan Báez y sus tres hijos viven en la provincia oriental cubana de Holguín. Ellos se encuentran dentro de los miles que vienen del Caribe a Nueva York y quienes perdieron sus hogares a casusa del huracán Sandy. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de rescate del gobierno cubano, ellos junto a otras 150 personas son ahora dueños de casas nuevas a prueba de huracanes en una comunidad construida en edificios e instalaciones que anteriormente estaban sin ser utilizados.
En Santiago de Cuba, la segunda ciudad más grande de la isla y en las zonas aledañas, la devastación causada por Sandy ha sido masiva. Cada cuadra de la ciudad resulto dañada considerablemente. Cuba necesita inmensas cantidades de materiales de construcción y materia prima, el tipo de material que fácilmente podría ser obtenido en los Estados Unidos. Pero el bloqueo económico del gobierno estadounidense prohíbe la compra o el intercambio de dichos productos. Aun así, la manera altamente organizada en que Cuba ha respondido a esta devastadora tormenta comenzó sin ningún retraso, el estado y la población trabajaron en conjunto para reparar las viviendas, garantizándole así la dignidad a sus residentes.
En una marcada distinción, las condiciones de las víctimas del huracán en los Estados Unidos se destacan por la incertidumbre y la negligencia. A más de dos meses después de la tormenta, el Congreso—enfrascado en un debate para ver si aprueba o no $20,000 millones o $40,000 millones menos de los que los estados más afectados han solicitado—aun debe de aprobar un paquete de rescate que podría ayudar a reparar las viviendas dañadas y la infraestructura.
La gran diferencia entre la manera como se responde a los desastres naturales y de vivienda en estos dos países puede comprenderse mejor al explicarse una diferencia fundamental: Cuba es un estado socialista que está al servicio de los trabajadores, mientras que Estados Unidos, es un país capitalista donde las ganancias tienen más prioridad que los intereses del pueblo. La indiferencia atroz por el bienestar de los pobres y del pueblo trabajador por parte de los politiqueros estadounidenses es muy clara, esta actitud esta arraigada en la estructura del mismo sistema capitalista.
Si Adisbel, Yoan y sus tres hijos vivieran en Estados Unidos, los edificios desocupados que transformaron en viviendas hubieran sido propiedad de un dueño, quien cuyo único interés hubiera sido explotar a sus inquilinos por el máximo posible de alquiler. Pero debido a que hubo una revolución en Cuba, estas instalaciones y toda la infraestructura puede ser utilizada para satisfacer las necesidades del pueblo.
Esta contradicción fundamental entre las necesidades de la humanidad y la búsqueda de ganancias no solamente resurgen durante desastres naturales. Más de 3 millones de personas en Estados Unidos sufren desamparo al mismo tiempo cada año, la mayoría de ellos son niños. Históricamente la vivienda ha sido uno de los principales enfoques de los movimientos revolucionarios a través de la historia estadounidense. Por ejemplo, el punto número cuatro del famoso programa de 10 puntos de los Panteras Negras dice “queremos vivienda digna, en la que se puedan albergar seres humanos”.
Existen más de 18 millones a viviendas vacías en Estados Unidos, pero a causa de los delictivos y absurdos mecanismos del capitalismo, en cualquier semana pueden existir 842,000 personas desamparadas—esto significa que son 22 casas deshabitadas por persona desamparada. En una sociedad como la cubana, esas casas se distribuirían a todos los que las necesitasen, pero debido a que bajo el sistema capitalista la vivienda es tratada como una mercancía, por lo general cientos de miles de personas están condenadas a la incertidumbre, el sufrimiento y una vida indigna.
La vivienda en las sociedades socialistas
Los estados socialistas son capaces de evitar esta ineficiente irracionalidad a través de la economía planificada. Bajo el capitalismo, cada individuo capitalista actúa independientemente del otro con la finalidad de obtener el máximo de ganancias y de acabar con la competencia. El socialismo elimina esta anarquía por medio del desarrollo de un plan económico centralizado que dirige la producción, la distribución, la inversión y así por el estilo. Consultando con las masas del pueblo a través de las asambleas y organizaciones populares, como los sindicatos y las federaciones de mujeres y estudiantes.
Eliminando las extremas redundancias del sistema capitalista, y sin el obstáculo de mantener los lujosos estilos de vida de la parasítica clase dominante, las economías planificadas y socialistas son capaces de garantizar las necesidades básicas de la vida como un derecho fundamental. El Articulo 9 de la constitución cubana dice que “El estado…. trabaja por lograr que no haya familia que no tenga una vivienda cómoda”.
En Cuba no existe nada que se pueda comparar a los desalojos. En 1960—un año después de la Revolución—el gobierno promulgo la Ley de Reforma Urbana con el objetivo de transformar a los inquilinos en propietarios y para acabar con el monopolio de la propiedad. Los impuestos de la propiedad también fueron abolidos.
Dentro de unas pocas décadas, 85 por ciento de los cubanos eran dueños de sus viviendas. Para la pequeña parte de cubanos que no son dueños de casa, la Ley de Reforma Urbana indica que no se pagará como alquiler al estado más de un 10% del salario de una familia, mientras que en Estados Unidos, casi una en cuatro familias utilizan la mayoría de sus salarios en vivienda, el consumidor promedio utiliza el 26% de su salario.
De la misma manera en la Unión Soviética, la vivienda era un derecho constitucional—el primer país en la historia en tener una economía planificada en servicio de los intereses de la clase trabajadora. Antes de que la contrarrevolución restaurara el capitalismo, una vivienda era un derecho y el alquiler fue limitado a 5% del salario de una persona. En contraste, casi la mitad de todos los inquilinos en Estados Unidos gastan 30% de su salario en vivienda.
Asediado en todas las direcciones por los países imperialistas del mundo, y después de sufrir lo peor del embate de la invasión Nazi durante la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética tenia la tarea monumental de reconstruir, no solamente la infraestructura civil, sino también la de desarrollar la industria pesada y su defensa militar. Durante la guerra, sufrió catastróficas bajas: más de 20 millones de personas perdieron la vida, la mayoría de su capacidad industrial y miles de aldeas, poblados y ciudades fueron completamente destruidas por los Nazis. A pesar de todo esto, pudo recuperarse y convertirse en la segunda economía importante del planeta.
Por consiguiente, existían problemas de insuficiencia en el sector de la vivienda en la Unión Soviética, pero estos eran completamente distintos al fenómeno de sobreproducción que existe en las economías capitalistas. En la Unión Soviética, los problemas de vivienda surgían a causa de falta de casas, mientras que en Estados Unidos el desamparo existe por el absurdo problema de tener demasiadas casas.
Poco tiempo después del derrocamiento del socialismo en la Unión Soviética, el desamparo comenzó a existir. Para 2002 en Moscú, ya existían aproximadamente 100,000 personas desamparadas y 4 millones a través de Rusia.
El socialismo todavía muestra el camino
Los países que buscan salir del subdesarrollo y ratificar su soberanía nacional también han estudiado los métodos socialistas para solucionar el problema de la vivienda. El gobierno venezolano, el cual se inclina hacia el socialismo, pero que aun no ha roto completamente con las relaciones capitalistas, lanzó en abril de 2011 un programa denominado Gran Misión Vivienda Venezuela.
La meta es producir 2 millones de casas en siete años y distribuirlas por precios mínimos a los venezolanos que tengan necesidad de una vivienda digna. El programa ha generado más de un quinto del crecimiento total de la economía venezolana. El programa ha comenzado satisfactoriamente, sobrepasando modestamente las expectativas de construir 200,000 hogares en 2012. Hasta el momento 36% de las casas fueron construidas bajo el liderato de instituciones que ejercen un poder dual, como las comunas socialistas y los consejos comunales.
En el discurso de inicio de la Gran Misión Venezuela, Hugo Chávez dijo, “el problema de la vivienda—no puede resolverse dentro del sistema capitalista…lo vamos a resolver con socialismo y más socialismo”.