Lo que desea Washington en Siria

El 10 de abril de 2003, un día después de la caída de Bagdad ante tropas estadounidenses, el funcionario del gobierno de Bush, John Bolton, declaró ante la prensa: “Irán, Siria y Corea del Norte deberían de aprender la lección en Irak”.

No existía ningún misterio de lo que significaban las palabras de Bolton: Si no se te arrodillas ante el imperio, te impondremos sanciones económicas e intentaremos matar de hambre a tu pueblo. Y si eso no funciona, utilizaremos nuestras vasto poder militar para “cambiar de gobierno” en tus países. Hablando objetivamente, estas palabras equivalen a una amenaza terrorista de gigantesca magnitud.

Lo que evito que la maquinaria de guerra estadounidense se desplazara rápidamente hacia otros países fue la potente resistencia iraquí en contra de la ocupación.

En estos momentos en el conflicto de Siria, el cual comenzó en marzo de 2011, se está llegando a una etapa crucial. El gobierno de Obama y sus aliados están agudizando gravemente su intervención. Durante la campaña presidencial casi ni se mencionó a Siria, por que los candidatos sabían que los votantes no querían saber nada acerca de una nueva guerra.

Sin embargo, Inmediatamente después de la elección, los socios de Estados Unidos aceleraron el envió de armas a los rebeldes, barcos de guerra—incluyendo el portaaviones atómico USS Eisenhower – se desplazaron hacia las costas de Siria. Hillary Clinton anunció planes para reorganizar a los diversos grupos opositores sirios, y el Pentágono envió nuevas unidades de misiles Patriotas a la frontera de Siria y Turquía, los cuales son operados por 400 soldados estadounidenses.

Veamos a los que hablan de derechos humanos

El gobierno estadounidense y sus aliados fingen estar preocupados por los derechos humanos y la democracia, y de que esto los motiva a escalar la intervención. Esto sería chistoso si no fuera por el peligro que representa, la prensa capitalista hace eco de esta propaganda 24 horas diarias, siete días a la semana, como una manera de ocultar los verdaderos propósitos del gobierno, y de esta manera neutralizar el sentimiento anti-guerra.

La cobertura sumisa por parte de la prensa en lo que respecta a los legisladores estadounidenses, un fenómeno que precede a todas las intervenciones militares, ocurre como si las guerras de Afganistán e Irak nunca sucedieron, como si no hubieran cobrado la vida de más de un millón de personas, a la misma vez que lesionaron y desplazaron a millones más. Los “antecedentes en materia de derechos humanos” estadounidenses incluyen cientos de miles de millones en asistencia al estado apartheid y colonialista de Israel. En el pasado, las guerras estadounidenses contra Vietnam y Corea produjeron más de 7 millones de muertes. La lista es larga, en África, Asia, Latinoamérica y los Balcanes.

Inglaterra y Francia son los principales aliados del gobierno estadounidense, los antiguos colonizadores del Medio Oriente y gran parte del mundo. Sus principales aliados árabes son Arabia Saudita y Qatar, donde Clinton encabezó la reorganización de la oposición Siria.

Qatar, quien también ha estado suministrando armamento a la oposición siria, es una monarquía absoluta gobernada por la súper millonaria familia Thani. El noventa y cuatro por ciento de los trabajadores y el 80 por ciento del total de la población en Qatar son inmigrantes, la mayoría provienen de Asia del Sur y las Filipinas. Estos trabajadores inmigrantes básicamente no tienen ningún derecho, a menudo son víctimas de abuso, y en gran parte tienen prohibido organizar sindicatos o convocar a huelgas.

Arabia Saudita es otro estado policíaco gobernado por una monarquía heredera, nunca ha habido elecciones y el estado prohíbe a la mujeres que conduzcan automóviles.

Turquía, que juega un papel clave en la alianza en contra de Siria, reprime a la mayor población kurda en el mundo, más de 18 millones de personas.

Debido al prontuario de sus propios delitos en cada uno de estos países, es prácticamente imposible que los deseos de defender a la “democracia” sea lo que está alentando su intervención en la guerra civil de Siria.

Siria y la estrategia global estadounidense

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial en 1945, la clase dominante estadounidense ha buscado asegurar la posición dominante mundial de Estados Unidos, por encima de las otras naciones. En este momento el imperio estadounidense el más grande de la historia, como se demuestra con las más de 900 bases militares en cada uno de los continentes.

Los elementos claves en la estrategia de dominación estadounidense incluyen: 1) superioridad estadounidense en armas atómicas y convencionales; 2) control de todas las nuevas instituciones internacionales, como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; 3) la imposición del dólar como moneda mundial y la supremacía económica estadounidense; y 4) el control mundial de los recurso, especialmente el petróleo.

Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial se descubrió que la región del Medio Oriente poesía dos tercios de las reservas mundiales de petróleo. Este hecho y la ubicación estratégica de la región como puente entre Asia, África y Europa, convirtieron al Medio Oriente en el blanco principal.

Desde la Segunda Guerra Mundial han pasado 12 presidentes, una mitad Demócratas y la otra Republicanos. Algunos han implementados “doctrinas” específicas en el Medio Oriente: la Doctrina de Truman, la Doctrina de Eisenhower, la Doctrina de Nixon, la de Carter, etc. Pero sin importar el nombre de la doctrina, o si era o no un Republicano o Demócrata en la Casa Blanca, el objetivo estratégico no ha cambiado mucho: continúa siendo la supremacía de Estados Unidos en la región.

Durante este lapso, los gigantescos bancos, las compañías de petróleo y empresas militares e industriales—las cuales constituyen el núcleo del poder de la clase dominante—han obtenido enormes recompensas económicas al explotar al Medio Oriente.

Para asegurar su dominio, un componente esencial de la política estadounidense ha sido debilitar, y básicamente destruir a todos los estados independientes y movimientos populares en la región. En el período de lucha anticolonial que continuó después del al Segunda Guerra Mundial, la CIA buscó sin descanso—y a menudo con éxito—socavar y derrocar a los gobiernos nacionalistas que intentaban utilizar los recursos naturales de sus países para desarrollarse independientemente.

Este es el verdadero contexto histórico del actual esfuerzo estadounidense para derrocar al gobierno de Siria. Los imperialistas han organizado un “cambio de gobierno” que expondría al país a la dominación extranjera, y al pueblo sirio al sufrimiento. Esto debilitaría a Irán—también en la mira de los imperialistas—y los movimientos populares en Líbano y Palestina.

Washington ha colaborado y utilizado al gobierno de Siria de vez en cuanto en años anteriores, siempre reconociendo que es parte del eje anticolonial en la región. Si no hubiera sido por la Primavera Árabe, el gobierno estadounidense no se hubiera entusiasmado tanto en acelerar el cambio de gobierno. Pero una vez que los rebeldes comenzaron a alzarse en contra del estado sirio, el vínculo natural entre el imperialismo y los movimientos contrarrevolucionarios del mundo se transformaron en una brújula para la política exterior estadounidense.

Aquí, toda persona progresista debe exigir que cese la intervención estadounidense en Siria y en todo el Medio Oriente. ¡Fuera manos de E.E.U.U en Siria!

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