Los ricos se hacen más ricos mientras que los pobres se hacen más pobres. La revista Forbes acaba de anunciar, cómo lo hace cada año, a los estadounidenses más ricos. Las 400 personas más ricas de este año poseen el 13 por ciento de toda la riqueza de una sociedad que tiene 300 millones de habitantes. Su riqueza se incrementó en un 7 por ciento desde el año pasado. Su riqueza personal promedio es de $4,2 mil millones. Mitt Romney es demasiado pobre para ser parte de ese club ya que su riqueza solamente llega a los $250 millones.
Mientras tanto, millones de trabajadores han sido condenados a la pobreza, han perdido sus cheques de jubilación y su seguro médico. Los salarios de los trabajadores son más bajos de lo que eran hace 40 años si se hace el ajuste de la inflación. El salario mínimo en 2012 es 22 por ciento más bajo—en efectivo real—de lo que era en 1972. Millones de trabajadores jóvenes no pueden encontrar trabajo o pagar sus desmesuradas deudas a los bancos.
¿El retorno a una época dorada?
Ante un presente desalentador, muchos progresistas y liberales a menudo ven hacia atrás, al período de relativa prosperidad en Estados Unidos de 1950 hasta a mediados de los años 70s. Después de la Segunda Guerra Mundial, la clase trabajadora en Europa y los Estados Unidos experimentó un incremento en los salarios y en la calidad de vida. La red de prestaciones sociales fue expandida, los sindicatos crecieron en tamaño e influencia, la industria se incrementó y los pagos tributarios elevados que hacían los ricos mitigaron la desigualdad.
Esta fue la era de las estereotípicas cercas de color blanco, cuando los trabajadores se convertían en dueños de casas en grandes cantidades, mudándose a los suburbios, disfrutando del dinero que les sobraba. Lo que comúnmente no aparece en esta idílica imagen es el hecho de que la mayoría de la población negra se encontraba oficial o extraoficialmente marginada por la segre-gación y excluida de estas ventajas.
Además, la mayor parte del “cómodo” estilo de vida americano estaba basado en la completa dominación por parte de Estados Unidos de la economía capitalista mundial. El dólar estadounidense se convirtió en el medio de intercambio universal. Su ejército lanzó intervenciones, guerras y golpes de estado para consolidar su posición y las ganancias de las corporaciones estadounidenses. La clase dominante estadounidense fomentó una ideología de superioridad americana y les lanzó algunas migajas a los trabajadores para comprar su lealtad.
Esta no es la época dorada a la cual los progresistas deberían aspirar.
Las prestaciones sociales y la lucha de clases
El programa de prestaciones sociales que existe en Europa Occidental y en los Estados Unidos no sucedió solamente porque la sociedad disfrutaba una relativa prosperidad en los años de recuperación que continuó después de la Segunda Guerra Mundial. El seguro social, el seguro de desempleo y otras prestaciones que no existían anteriormente en Estados Unidos, fueron logrados por medio de luchas obreras masivas en los años 30 del siglo 20. Hubo también grandes movimientos laborales en América Latina en los años 30, que lograron establecer prestaciones sociales en México y Cuba, por ejemplo.
Las clases capitalistas dominantes de Occidente y Japón incrementaron las prestaciones sociales a causa de la competencia mundial con la Unión Soviética y otros países socialistas. La Unión Soviética y los gobiernos de Europa oriental le otorgaron a las masas populares derechos sociales nunca antes vistos, incluyendo el derecho a un empleo, cuidado médico y vivienda accesible, vacaciones prolongadas y la habilidad de jubilarse a temprana edad sin temor a la pobreza.
En ese sentido, el incremento de las prestaciones sociales en los países capitalistas fue un beneficio directo logrado por las clases trabajadoras a causa de la lucha de clase mundial entre el capitalismo y el socialismo.
La destrucción de la Unión Soviética y de los gobiernos socialistas en Europa central y occidental durante los años 80 y 90 le brindó al capitalismo occidental la oportunidad de revertir el curso. La desapari-ción de ésta eliminó la necesidad política de suministrar prestaciones sociales y programas extensivos para los desempleados, personas de bajo ingreso y la clase trabajadora en general.
El ‘normal nuevo’ no es tan nuevo
La prensa dice que la actual economía—la de los salarios bajos, el desempleo masivo, y de las pérdidas de prestaciones y pensiones—significa un “normal nuevo”, a la misma vez que los trabajadores en Estados Unidos son obligados a competir por empleos internacionalmente con trabajadores de otros países.
Pero en realidad, el normal nuevo no tiene nada de nuevo. En las últimas décadas, las economías capitalistas avanzadas han retornado a las normas del capitalismo que existían antes de la Segunda Guerra Mundial.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, la clase trabajadora en Europa y Estados Unidos experimentaba recurrentes ciclos de desempleo masivo y pobreza en grandes sectores de la población. En general, la clase trabajadora atravesó una precaria existencia y generalmente los salarios sólo servían para subsistir—lo suficiente para sobrevivir. Existían muy pocas protecciones laborales y cualquier trabajador que resultara enfermo o de avanzada edad y que no podía generar un salario, quedaba a la merced de la caridad o se moría de hambre.
El gobierno descaradamente atendía a los grandes negocios. Los sindicatos eran vilificados y los trabajadores se mantenían atemorizados, de que si se involucraban en cualquier forma de lucha de clases, acabaría en su despido o su reemplazo en el empleo.
¿Suena familiar? El actual período no es una copia exacta de esa época, algunos elementos de las prestaciones sociales aun se mantienen y los trabajadores pueden vivir un poco más allá de sus salarios porque existe el crédito. Pero el curso de la época actual está claro. Lo “normal nuevo” es un retroceso hacia la parte histórica normal del modo de producción capitalista.
Carlos Marx escribió extensamente al respecto de estas características básicas del capitalismo. En su épica obra, El Capital Volumen 1, Capítulo 25: La Ley General de la Acumulación Capitalista, Marx escribió sobre la misma ley o los fundamentos de las tendencias del capitalismo:
“Establece una acumulación de miseria, correspondiente a la acumulación de capital. Por lo tanto la acumulación de riqueza en un polo, es a la misma vez, la acumulación de la miseria, la agonía de trabajo esclavizante, ignorancia, embrutecimiento, enajenación mental en el polo opuesto; es decir, el lado de la clase que produce su propio producto en forma de Capital”.
Marx no argumentaba que los salarios y las condiciones de los trabajadores jamás se podrían mejorar. Él luchó arduamente por reformas económicas y sociales. Él abogaba por la formación de sindicatos, los cuales al luchar podrían mejorar los salarios y las prestaciones y reducir la jornada laboral, a la misma vez que funcionarían como escuela de lucha de clases.
Pero Marx enfatizó que las victorias obtenidas por la clase trabajadora en un momento, en una época, podrían ser arrebatadas ya sea por la crisis económica, la inflación o una agresión patronal durante periodos de alto desempleo, lo cual incrementaría la competencia entre los trabajadores por escasos empleos.
Contrariamente a las afirmaciones de aquellos que fomentan la colaboración de clases, Marx expuso que las victorias logradas por la clase trabajadora estaban basadas en su lucha, y no en “compartir” mutuamente con la clase dominante los beneficios de la acumulación capitalista.
Aparte de circunstancias especiales, como la abundancia temporal que existió inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial en los países imperialistas, la norma del capitalismo es empujar a la clase trabajadora hacia la miseria completa.
Siempre que los capitalistas obtienen altas ganancias, ellos las utilizan para invertir en maquinaria nueva para reemplazar a los trabajadores que les generaron las altas ganancias. Utilizan estas ganancias para instalar fábricas en donde las ganancias sean ampliadas, los salarios sean bajos—fuera de Estados Unidos o en aéreas de salarios bajos dentro de los Estados Unidos.
Esta tendencia de reducir los salarios, las prestaciones sociales y las pensiones no es obra de un diabólico capitalista en particular o de algún grupo de capitalistas. Es la tendencia dominante del capitalismo como un sistema.
¿Lucha de clases o colaboración de clases?
Las diferencias entre el movimiento laboral europeo y estadounidense no podrían ser más claras. Mientras los sindicatos europeos se encontraban en las calles o preparándose para una gigantesca jornada de movilizaciones masivas, los líderes sindicales estadounidense se reunían en la Casa Blanca con el Presidente Obama para escuchar y opinar acerca de los planes del gobierno para imponer una versión de austeridad sobre la clase trabajadora, los pobres y los ancianos.
Por supuesto, la dirigencia de la AFL-CIO, SEIU y otros sindicatos se encuentran encantados que se les concedió acceso a la Casa Blanca y al Presidente. Ellos se enorgullecen del hecho que el Presidente Obama se reunió con el movimiento sindical, como también con representantes de las grandes empresas. Se consolarán diciéndose a sí mismos que los sindicatos jugaron un papel crucial durante la reelección del Presidente Obama, y de que esto les ha dado más acceso al gobierno.
Esta estrategia está basada exclusivamente en la colaboración de clase en lugar de la lucha en contra del gobierno federal y el Partido Demócrata. Lo que le dirán a los miembros es que el gobierno es pro-labor, y es por eso que los ricos tendrán que pagar un poquito más de impuestos en vez de que sea solamente la “clase media” la que pague.
Esto es perfectamente aceptable para el gobierno de Obama, e incluso para los capitalistas que rompen los sindicatos, recortan los salarios y eliminan las prestaciones. Prefieren que el potencialmente poderoso movimiento sindical se siente a negociar, en lugar de movilizar a millones de trabajadores para luchar en contra de los venideros asaltos a las prestaciones sociales que benefician a la clase trabajadora, a la gente y a las personas mayores.
Si el movimiento sindical fuese orientado hacia la lucha en lugar de colaborar con la clase dominante, se encontraría en una posición muy fuerte para iniciar una lucha amplia dirigida por los sindicatos en contra de las medidas de austeridad. La credibilidad de los sindicatos se elevaría entre los trabajadores que no están sindicalizados y con la gente pobre y las comunidades de la clase trabajadora en general.
Ya sea que los sindicatos se ponen a la altura del momento histórico o no, lo que si podemos anticipar es una intensa época de lucha de clases. En este momento esa lucha solamente la está librando un lado, los capitalistas en contra de los trabajadores, pero los últimos años han generado nuevas formas de resistencia y organización.
Mientras se reanuda la lucha de clases en los países capitalistas avanzados, es inevitable de que el socialismo retornará como una fuerza importante. Es la única alternativa al capitalismo—un sistema basado en la acumulación de riquezas en un lado y miseria en el otro.