Tomando una por una, cada una de estas estadísticas siguientes podría ser una horrorosa foto de nuestra sociedad; cada una de ellas podría ser considerada injusta. Pero si se ponen todas las fotos juntas, se vería una fotografía donde se ve una historia desenvolviendo, un proceso del descenso de los trabajadores en EE.UU. Esto incluye:
- El 61 por ciento de estadounidenses vive “siempre o usualmente” de cheque a cheque, cifra que fue el 49 por ciento en el año 2008 y 43 por ciento en el año 2007;
- El 50 por ciento de los trabajadores en Estados Unidos que ganan los sueldos más bajos colectivamente poseen menos del 1 por ciento de la riqueza nacional;
- 24 por ciento de trabajadores estadounidenses, el año pasado, dicen haber pospuesto su planeada edad de jubilarse;
- Solamente el 5 por ciento de familias ganaron suficiente salario equivalente al aumento en el costo de vivienda desde 1975;
- Más del 40 por ciento de estadounidenses que actualmente están empleados, hoy trabajan en empleos de servicio, que usualmente pagan bajos salarios;
- Por primera vez en la historia de EE.UU. más de 40 millones viven con estampaillas de alimentos.
- Aproximadamente el 21 por ciento de los niños en EE.UU., vivía bajo el nivel de la pobreza — el más alto nivel en 20 años.
Todos sabemos más o menos cómo los Estados Unidos fue fundado; como un asentamiento colonial que se expandió y declaró guerra contra la gente indígena para quitarles sus tierras y luego trajeron millones de africanos encadenados a trabajar las tierras. Fue fundado, primeramente por fuerza. Pero más allá de la fuerza, el país tenía la idea fundamental — o mejor llamado un mito de fundación. Y ese mito es de que somos un país donde cualquiera puede progresar.
El mito de la fundación del país
La Declaración de Independencia dijo que “todos los hombres han sido creados iguales y dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre ellos están la Vida, la Libertad, y la Búsqueda de la Felicidad”. Fue una segunda revisión que hizo que la frase resultara de ese modo; inicialmente decía “la vida, la libertad y la propiedad”. La idea era de que todos tenían el derecho natural de trabajar duro y adquirir propiedad; que sin propiedad nunca se pudo ser verdaderamente libre, independiente o feliz.
El mito servía para los hombres blancos. En casi todo Europa, después de siglos del feudalismo, con el comienzo de la agricultura capitalista, había muy poca tierra disponible. Pequeños campesinos fueron sacados de sus tierras por los grandes terratenientes. Aunque hubo grandes confrontaciones de clase por la tierra también en América, en comparación, fue la tierra de oportunidades donde la mayor proporción de hombres blancos — los únicos calificados para ser ciudadanos — podían ser dueños de una pequeña granja y poseer propiedad.
El mito de Estados Unidos era de que las oportunidades y disponibilidad de propiedades significaba, de que este país no tenía clases sociales permanentes, como en Europa. Si se desarrollaba aguda distinción entre rico y pobre, eso reflejaba la habilidad natural individual.
Por supuesto, estos mitos convenientemente ignoraban que en la mayor parte del país era el duro trabajo robado de los esclavos que hizo posible la propiedad y la prosperidad para el hombre blanco quien previamente tenía poquito. De igual manera, las oportunidades de imigrar hacia el oeste — que fue posible hasta la conquista de la frontera a finales del siglo 19 — fueron creadas a expensa de la gente nativa del continente.
Esos tiempos ya pasaron, pero estos mitos se han mantenido década tras década. Nos han enseñado a través de los medios, la cultura pop y el sistema escolar, de que éste aún es el país donde “cualquiera puede ser exitoso”. Todavía nos dicen que deberíamos celebrar y venerar a los ricos por su enriquecimiento, nos han dicho que ellos merecen cada centavo, mientras dicen que la gente pobre no tiene empuje, ni ambición ni “responsabilidad personal”.
Ha habido una base material para gran parte de la población creer en ese mito. La sobreexplotación y extremo empobrecimiento de los trabajadores y campesinos de Ásia, África, América Latina, Europa Oriental y el Medio Oriente, junto con el monopolio industrial de este país y la dominación tecnológica, hizo posible un incremento en el nivel de vida dentro de los estados colonizadores.
Después de La Segunda Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos enfrentaba la competencia de la Unión Soviética y su expansiva red de seguridad social, el movimiento laboral era fuerte y la producción industrial del país no tenía rival. El gobierno inició programas que fomentó el concepto de la clase media, como préstamos con bajo interés para los trabajadores industriales blancos, para que fueran dueños de casa y mandaran sus hijos a las universidades. Este desarrollo alimentó la creencia de que trabajadores blancos bien pagados pueden triunfar en el sistema — que ellos en realidad no son trabajadores en ninguna forma, pero de la “clase media”.
Esta ideología, con todos sus prejuicios adherentes, ha sido particularmente fuerte en ciertos sectores de la población. El trabajador de “cuello blanco”—el sector de oficina, educadores, administradores, y vendedores—se expandió en los años 1950s y 1960s cuando el imperialismo de Estados Unidos desarrolló una dominante posición en la economía global y el mundo de las finanzas. Muchos de estos “profesionales” tenían miembros de su familia que trabajaron en fábricas, pero ellos podían ver hacia atrás y decir: “Tengo una vida de relativa comodidad comparado con la de mis padres, y mis hijos vivirán aún mejor”.
Pero ahora durante esta profunda crisis económica, es precisamente este sector medio, que está realizando cuán poco tienen: cómo los bancos son los dueños verdaderos de sus casas, cómo su 401(K) para sus planes de retiro ha perdido mucho, cómo después de perder sus trabajos todo se viene al suelo, cómo el pago de estudios puede arrasar con todos los ahorros de su vida y crear enormes deudas, cómo una emergencia médica puede hundirlos en bancarrota.
Mientras el nivel de vida de este sector, se precipita al abismo, estará buscando respuestas. Ellos estarán cuestionando a los políticos establecidos y pueden estar susceptibles a la crítica más abierta y radical. Pero también pueden estar más abiertos a hacerse reaccionarios, racistas — esto es lo que sectores de derecha, de la clase gobernante, hacen para distraer la atención lejos de ellos y de las contradicciones inherentes al capitalismo. La derecha acusará a los inmigrantes, hablará de altos impuestos y promoverá la racista imagen de la madre afroamericana como “madre dependiente” del estado, acusando a los sectores más vulnerables y utilizando la larga tradición racista establecida en este país.
De modo que la erosión del nivel de vida de la “clase media,” pone a la luz la real división de clases en el país, construir una amplia lucha de clases no es un proceso automático. Nosotros tenemos que confrontar esta situación con gran urgencia, contra las tácticas de dividir y conquistar. Esto significa exponer a Wall Street como el enemigo real, hablar directamente acerca de que el socialismo es la única respuesta al capitalismo, y así probar en práctica de cómo la gente trabajadora de todas las nacionalidades pueden beneficiarse luchando juntos en las trincheras.