Hace varios años, el entonces presidente de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, recibió muchas críticas al haber sugerido que las mujeres son menos capaces de tener éxito en matemáticas y ciencias, debido a sus “diferencias innatas” con los hombres. Las científicas de la misma institución reaccionaron con indignación, lo cual describe las luchas que libran contra el sexismo en el lugar de trabajo. Ellas ayudaron a liderar una protesta nacional que obligó a Summers a pedir disculpas y comprometerse a aumentar la representación de las mujeres en estos campos.
Los comentarios de Summers reflejan la creencia de que las diferencias sociales entre hombres y mujeres son el resultado de diferencias biológicas innatas. Estas justificaciones son una racionalización de la realidad sexista hacia las mujeres en todo el mundo de hoy. Sin embargo, las barreras que las mujeres se enfrentan y que prohíben su participación plena en la sociedad son de tipo social, no biológico, en su origen.
Justificando el sexismo
Las “diferencias innatas” son utilizadas para explicar por qué tan pocas mujeres son soldadoras, físicas o bomberas. Se supone que las mujeres no están tan “bien equipadas” para completar estas tareas. Puesto que no son capaces de hacer bien el trabajo, se dice que muchas mujeres no aplican para estos trabajos.
Históricamente, ha sido socialmente aceptable decir que los hombres son intelectualmente superiores a las mujeres. Justificaciones similares fueron utilizadas en la esclavitud y el colonialismo. Los colonialistas blancos apuntaron a “diferencias innatas” como una justificación para colonizar y esclavizar a la gente en todo el mundo. Al parecer, los europeos eran biológicamente superiores. La teoría detrás de la “carga del hombre blanco”, se basa en la falfa inferioridad de otras personas. Incluso después del fin de la esclavitud, a los negros se les dijo que se adhieran a los trabajos que requerían esfuerzo físico, ya que no estaban equipados para cualquier otra cosa. A los negros se les dijo que no poseían la inteligencia para aplicar para otros trabajos.
Las mismas supuestas “diferencias innatas” que se han utilizado para explicar las profesiones dominadas por hombres, ahora se utilizan para justificar la denegación de posiciones a las mujeres en particular. Ellos racionalizan la negación de ciertas posiciones a las mujeres alegando que no son tan fuertes o tan inteligentes como los hombres.
A pesar de que la discriminación directa contra las mujeres es considerada ilegal en los Estados Unidos, el sexismo sigue siendo una realidad. Si el presidente de Harvard, Summers, quería explicar la falta de mujeres científicas y matemáticas, se podría comenzar con el hecho de que desde una edad muy temprana, se les dice a las niñas que los niños son mejores en matemáticas. O que se les dice que no es “femenino” o “atractivo”” ser buena en matemáticas. A las niñas que se destacan en las matemáticas y las ciencias normalmente no se las anima y ellas dejan de tomar estos cursos una vez que ya no son necesarios. Aquellas que se hacen científicas se enfrentan a un ambiente hostil en un mundo laboral predominantemente masculino. Si una científica decide tener una familia, las cosas se complican. ¿Si recibe licencia de maternidad? ¿Si se toma cualquier momento después de tener al bebé, afectará esto sus posibilidades en conseguir la tenencia o una promoción?
Ninguna de las barreras que enfrentan las mujeres se basan en “diferencias innatas” entre los cerebros masculinos y femeninos, sino que es una realidad social en una sociedad sexista.
La sociedad de clases y la opresión de la mujer
¿Se pueden cambiar estas barreras provocadas por las normas sociales sexistas?
Por gran parte de la existencia humana, la investigación arqueológica y antropológica indican que las mujeres no eran especialmente oprimidas. Mujeres y hombres pueden haber hecho un trabajo diferente en la sociedad humana primitiva, basada en las exigencias de la maternidad, pero todas las personas eran valoradas por sus aportes a la supervivencia del grupo. A las mujeres se les tenía en la más alta estima.
La opresión de la mujer surgió con la aparición de las primeras sociedades de clase, basadas en la esclavitud. Bajo estos sistemas, las mujeres pasaron a ser propiedad de sus maridos de la misma manera que los esclavos eran propiedad de sus dueños. Las mujeres, esclavas y “libres”, se convirtieron en un valor solamente para la producción de niños, y no por su valor intrínseco como seres humanos.
Los orígenes de la violencia contra las mujeres y la negación del derecho de las mujeres para controlar la reproducción se puede remontar a esta “derrota histórica mundial” del sexo femenino, como el socialista alemano del siglo 19, Federico Engels, lo llamó.
La opresión de las mujeres ha cambiado con el tiempo junto con el modo de explotación económica, con la esclavitud para dar paso al feudalismo y del feudalismo al capitalismo. La producción capitalista necesita el empleo de los trabajadores masculinos y femeninos. La siempre cambiante tecnología ha hecho que las diferencias en la fuerza física entre hombres y mujeres sea cada vez más irrelevante. ¿Cuánta fuerza se necesita para empujar un botón o utilizar un teclado?
Desde el inicio del capitalismo, las mujeres de clase trabajadora han salido de la aislada atmósfera del hogar y se han incorporado en la producción colectiva. Algunos de los primeros trabajadores de fábrica eran mujeres. Ellas operaban telares automáticos o se dedicaban a la costura. El sistema capitalista se beneficia directamente del sexismo: la sobreexplotación del trabajo productivo de las mujeres trabajadoras. Los propietarios pueden obtener beneficios mediante un sueldo a las mujeres mucho menos que a los hombres por un trabajo de igual valor. En promedio, una mujer en Estados Unidos gana unos 75 centavos por cada dólar de lo que gana un hombre por el mismo trabajo. A nivel mundial, las mujeres ganan en promedio alrededor de la mitad de lo que ganan los hombres. Los capitalistas también se benefician indirectamente del trabajo no remunerado de la mujer en el hogar para mantener y reproducir a la clase obrera.
La igualdad legal no es suficiente
Pero incluso si las mujeres tuvieran la igualdad legal completa con los hombres, la opresión de la mujer no pudiese ser erradicada en el capitalismo. El sistema se beneficia de la sobreexplotación de las mujeres en todo el mundo. La discriminación, la negación al acceso a los recursos, y la violencia de género son intentos para mantener a las mujeres fuera de la organización y hacer valer sus derechos.
La sociedad socialista puede codificar la igualdad entre hombres y mujeres frente a la ley. Es el punto de partida para la verdadera igualdad. Cuba ha dado pasos importantes en el intento de eliminar el sexismo. La Constitución cubana hace ilegal la discriminación basada en el género, la raza o la orientación sexual. Los derechos reproductivos están garantizados.
Las mujeres tienen acceso a los anticonceptivos y al aborto. Ellas tienen acceso a la mejor calidad de atención prenatal y obstétrica, así como a la licencia de maternidad, por un año, conpago. La tasa de mortalidad infantil de Cuba es inferior a la de los Estados Unidos. Todos los cubanos tienen acceso a la educación gratis, y la mayoría de los médicos, profesores, investigadores y científicos son mujeres. Las mujeres forman el 47 por ciento de la fuerza laboral.
La eliminación del mercado capitalista y la garantía a todos los trabajadores al derecho fundamental a tener un trabajo, salud, vivienda y educación, sientan las bases para acabar con el sexismo y la opresión de la mujer. La lucha para acabar con el sexismo, el machismo y la desigualdad no va a suceder de forma automática. Más bien, requiere un profundo compromiso de un gobierno revolucionario para superar todos los vestigios del pasado. Esta será una lucha que va a durar generaciones, incluso después de una revolución socialista.
Los socialistas están al lado de los luchadores más decididos por los derechos de las mujeres en todas las batallas, ya sea por la igualdad de derechos, los derechos reproductivos, la maternidad o paternidad remunerada, como componentes esenciales en la lucha de clases.
El primer paso en todas estas batallas de día a día consiste en darse cuenta de que el estado desigual de las mujeres no por causa de las diferencias biológicas. Debemos derribar los muros de las barreras sociales creados que tratan de mantener a las mujeres “en su lugar”.