Un creciente porcentaje de la población estadounidense se opone a las guerras y a las ocupaciones extranjeras. En los últimos tiempos, esos sentimientos han tomado la forma de “aislamiento”, o la “no intervención” adoptada por el libertario Ron Paul.
El aislamiento es una doctrina que sostiene que una nación debe de abstenerse de participar en asuntos exteriores. Existen varios grados de aislamiento, desde los que abogan un retiro completo de los tratados y acuerdos comerciales, a los que enfatizan retirar las tropas de países extranjeros y conflictos no relacionados a la “seguridad nacional”.
El principio de no intervención es por supuesto mejor para la gente del mundo que las guerras imperialistas – aunque sean declaradas en formas evidentes o “humanitarias”. Los socialistas también exigen que las bases militares estadounidenses se cierren inmediatamente, que retiren todas las tropas de Afganistán, y también se oponen a la intervención en Siria o Irán.
Pero la política exterior libertaria es muy diferente a la de los socialistas.
Los libertarios se oponen a la intervención, no por solidaridad a los pueblos oprimidos alrededor del mundo, pero por el patriotismo que dice “América primero”. Esto fomenta a los trabajadores a pensar en ellos primero como “Americanos” que tienen más en común con el uno por ciento que con el 99 por ciento de todo el mundo. Por ejemplo, Ron Paul aboga el retirar las tropas de Afganistán – solo para incrementar la presencia de tropas en la frontera México-Estados Unidos, y así apuntar pistola contra los trabajadores de América Latina. El apoya las políticas neoliberales de libre comercio que devastan a los trabajadores de otros países y solo sirven a los intereses de Wall Street.
Paul repite la mentira que la política exterior de E.E.U.U. “está tratando de hacer al mundo más seguro para la democracia” – pero el solo piensa que el país no debería de ser tan generoso. La oposición de los libertarios a la intervención a menudo viene con una dosis fuerte de chovinismo nacional, quejándose de que Washington gasta dinero intentando “construir” países que no son capaces de gobernarse a sí mismos.
Una alternativa revolucionaria
El aislamiento bajo el capitalismo, sobre todo en su fase imperialista, es en realidad imposible. Marx escribió que “la tendencia a crear el mercado mundial está directamente dada en el concepto de capital”. El apetito insaciable de los capitalistas estadounidenses por recursos y mercados en el extranjero produce constantes guerras y otras formas de agresión contra los capitalistas extranjeros y gobiernos que se ponen en su camino. Esta tendencia hacia el militarismo no se puede detener con solo elegir a una nueva autoridad normativa – se requiere un nuevo sistema.
Como el capital, la clase obrera es una fuerza global y deriva su poder de su carácter internacional. Esto es lo que se expresa en el lema “La lucha obrera no tiene fronteras”. A lo largo de la historia, luchas obreras en un país han inspirado las luchas en otros.
La revolución francesa ayudó a impulsar la revolución haitiana, que a su vez inspiró la resistencia de esclavos y la revuelta en las Américas. La revolución rusa le dió asistencia a Cuba revolucionaria, que a su vez ayudó la lucha contra el apartheid de sudáfrica en Angola. Las revoluciones en China y Corea estaban estrechamente vinculadas con el apoyo mútuo.
Justo el año pasado, en febrero del 2011, cuando obreros y estudiantes ocuparon el capitolio en Madison, Wisconsin, ellos se inspiraron en la revolución egipcia, lo cual demostraron los carteles que sujetaban en solidaridad con las demostraciones en la Plaza Tahrir. Como manifestación de la solidaridad mútua, los manifestantes egipcios compraron pizza para los que ocuparon el capitolio en Wisconsin.
El internacionalismo revolucionario es el camino a seguir para la clase obrera. Para los activistas y revolucionarios en los Estados Unidos esto quiere decir dos cosas: 1) oponerse a la versión de la clase capitalista de “internacionalismo”, que consiste en el saqueo imperialista y la subyugación de otras naciones y 2) reconocer que nuestra causa común verdadera es con miles de millones de trabajadores y gente oprimida de todo el mundo.