Luchando contra la ofensiva derechista








Feurzas derechistas vigorizaron la intolerancia anti gay al atacar los matrimonios del mismo sexo.

Photo: Bill Hackwell
Una cosa sí es cierta al culminar las elecciones del 2004: la derecha está en marcha en este país. La elección de Bush ha estimulado los elementos más racistas, anti mujer, anti gay y anti trabajador, quienes ahora creen que tienen un mandato para adelantar su programa retrógrado.

Depender en los Demócratas en el Congreso para frenar el avanze de la derecha es seguramente un fracaso. Cuando Newt Gingrich en 1995 trajo su “Contrato con América”—el precursor a los ataques de hoy en día de las corporaciones—Clinton y los Demócratas meramente cooptaron elementos esenciales del programa Republicano, por ejemplo al eliminar el bienstar.

Mientras que la “ignorancia política del pueblo americano” no es exactamente un nuevo concepto, la victoria electoral del 2004 de Bush no demostró que los trabajadores estén moviéndose hacia mayor ignorancia como se quejan algunos comentaristas liberales ahora. Al contrario. Las elecciones han exhibido la bancarrota política de esos mismos comentaristas que hablaban de echar a un lado la lucha de masas a favor de la candidatura tépida de Kerry.

El gobierno de Bush y la Derecha Cristiana escondieron sus objetivos centrales de gran parte de su base electoral. Por ejemplo, llamaron a los ancianos y cristianos a votar por un “liderazgo moral y fuerte,” y en oposición a los matrimonios gay y al aborto, para entonces encubrir el hecho de que Bush pretende desechar los cheques de seguro social de los cuales estas mismas personas dependen cada mes. En vez de exponer este truco derechista, Kerry simplemente se rindió y anunció que él también estaba opuesto a los matrimonios gay. Al rehusarse a defender abiertamente los derechos matrimoniales equitativos, el liderato Demócrata se quedó hacia un lado dándole a los Republicanos y a la Derecha Cristiana libre paso para mobilizar el “voto religioso” en once estados los cuales votaron en unos referendos ilegalizando el matrimonio para los gays. La alca huetería con la intolerancia simplemente ayuda a que esta crezca.

Bush ahora pretende volcar los triunfos sociales y económicos de las últimas décadas, desmantelando lo que queda de las reformas del “New Deal” (los programas sociales que se iniciaron durante la administración de Franklin Délano Roosevelt). Bajo dichas reformas, se otorgaron nuevos derechos a los trabajadores y las grandes corporaciones fueron responsables de financiarlos. En el mismo momento donde los salarios se están disminuyendo y los trabajadores están perdiendo sus derechos a seguro médico, la administración de Bush quiere robarle trillones de dólares al Seguro Social, dándole ese dinero a los bancos y las corporaciones de Wall Street. El derecho de la mujer de controlar su propio cuerpo está en peligro, al igual que el acceso al cuidado de salud. La derecha está determinada a ganar.

Antes de la elección, Bush tenía un nivel de desaprecio del 44 porciento. La guerra de Irak ha sido demostradamente basada en mentiras, y está costando más en términos de dinero y vidas cada día. ¿Cómo puede haber perdido el Partido Demócrata?

El síndrome del “trabajador ignorante”

La explicación más común de la derrota de los Demócratas es la supuesta “ignorancia” de los estados “rojos,” los cuales exceden en número y votos a los “cultos” estados “azules.” Este mito se ha propagado por los comentaristas liberales quienes tienen el objetivo de absolver al Partido Demócrata de la responsabilidad de la derrota de Kerry.








Photo: Tim Sloan
Katha Pollit promueve este punto de vista en un articulo deprimente, titulado; “Duelo” en la revista liberal The Nation del 22 de noviembre. “Tal vez los electores votaron por lo que ellos quieren esta vez,” escribe. “Nacionalismo, guerra sin provocación, orden no justicia, ‘seguridad’ por medio de tortura, ataques contra las mujeres y los gays, un golfo de diferencia entre los que no tienen nada y los que lo tienen todo, regalos gubernamentales para sus iglesias, y un presidente irracible. ¿Donde, me pregunto, nos deja esto?”

Pollit, deprimida por lo mal que salió Kerry, repite los pensamientos de muchos intelectuales tristes quienes se sienten defraudados por “el pueblo.” Pero estos fieles al altar de sentido común han sacado todas las malas lecciones de las elecciones presidenciales.

En términos del supuesto punto de “ignorantes versus cultos,” los hechos simplemente no apoyan este punto de vista. Mientras se dice mucho de aquel 22 porciento de los votantes que determinaron que los “valores morales” eran los mas importantes, las mismas encuestas no ofrecen evidencia que la mayoría del pueblo es reaccionaria. De hecho, en algunos casos lo contrario es cierto.

Las mismas encuestas que hablan de los “valores morales” también demuestran que un 60 porciento de los votantes apoya el derecho de las parejas del mismo sexo a casarse o a tener uniones civiles legales. Solamente un 37 porciento se opuso a ningún reconocimiento legal para las parejas gay. Diéz años atrás, el concepto de uniones civiles era considerado muy fuera de lo común y corriente, y los matrimonios gay no estaban ni siquiera en la agenda política de ninguna manera.

Un 55 porciento de los votantes también apoyó el derecho al aborto, con un 21 porciento diciendo que el aborto debe ser “siempre legal” y 34 porciento diciendo que debe ser “mayormente legal.”

Varios estados “rojos” donde la mayoría votó por Bush, aprobaron abrumadoramente iniciativas electorales para aumentar el salario mínimo. Un 69 porciento de los votantes de Nevada aprobó elevar el salario mínimo; 71 porciento aprobó lo mismo en la Florida.

A pesar de todos estos hechos, la mayoría votó por Bush—inclu yendo uno en cuatro votantes que cree que el aborto debe ser legal en todos los casos y 52 porciento de aquellos que favorecen uniones civiles para las parejas gay.

¿Quien Votó?

Es importante aclarar que estas encuestas de votantes solamente proveen una perspectiva distorcionada de la población estadounidense en general. A pesar de que el número de votantes fue alto en comparación a elecciones recientes, un 40 porciento de los votantes elegibles se quedó en su casa—alrededor de 80 millones de personas.

Un figura reveladora en estas encuestas es que a nivel nacional el 55 porciento de los que votaron gana más de $50,000 al año. El promedio de la población nacional gana $43,000 o menos por familia. Esto quiere decir que en gran parte aquellos trabajadores de bajos medios votaron menos.

Estas cifras se repiten los demas estados de la nación. En estados con salarios promedios mas altos como; New York, la cifra es de un 64 porciento que gana más de $50,000, mientras que en Carolina del Sur el 53 porciento gana más de $50,000. En estados más pobres como Arkansas y Mississippi donde el ingreso medio está alrededor de $32,000, un 40 porciento de los que actualmente votaron gana más de $50,000.

Lo que sobresale en todo esto es que mientras que la elección era supuestamente “la más importante de nuestras vidas,” para millones de personas—especialmente los trabajadores y los pobres—ninguna candidatura proveyó ningún sentido de urgencia.

Aún así, sectores influenciales de los movimientos anti guerra y laborales gastaron una cantidad tremenda de recursos—políticos y financieros—en la campaña de Kerry. Miles de progresistas dedicaron cientos de miles de horas llamando gente y tocando puertas, convencidos que ésta era su mejor oportunidad de luchar contra la derecha. ¿Que sucedió?

El problema fundamental que tiene el Partido Demócrata, es que es un partido de la clase dominante, que desea tener una base de votantes en el movimiento laboral y en la población afroamericana. En el fondo su plataforma esta al servicio de la burguesía, pero su fachada está diseñada para obtener el voto de los progresistas. Este objetivo se ha hecho más y más difícil a la vez que las necesidades de la clase dominante se han hecho más voraces, tanto en los EEUU como en el resto del mundo.







Un nuevo movimiento se prepara para desafiar la agenda derechista de Bush.

Photo: Bill Hackwell
El poder capitalista—los bancos y las corporaciones—ha estado llevando a cabo un ataque de varias décadas para eliminar el “salario social” de los trabajadores en los EEUU. Pretenden liberar a las corporaciones de responsabilidad de pagar seguro social y pensiones privadas, desempleo, bienestar, Medicare, Medicaid, y todo aquel programa que requiere una contribución de los dueños. Ellos consideran estos programas sociales—los cuales son un producto de las luchas de los trabajadores de los años 30 y del movimiento de derechos civiles de los años 60—una forma de robo de “sus” ingresos por parte del pueblo.

Y claro, está dirigido hacia llevar a cabo sus ambiciones imperiales por el resto del mundo. Ambos partidos deben comprometerse a llevar a realidad estas ambiciones.

El amplio movimiento anti guerra que se desarrolló en respuesta a la guerra en Irak creó un problema especial para la clase dominante—y para el partido Demócrata en particular. La base votante del partido Demócrata está en contra de la guerra, con muchos habiendo participado en manifestaciones en oposición a la guerra y muchos más ganando confianza por medio de este movimiento. Pero la clase dominante que el partido Demócrata sirve está comprometida a “ganar la guerra” en Irak.

Esta división entre las necesidades de la clase dominante y la esperanza y el anhelo de millones de trabajadores es la base política de las “indecisiones” de Kerry. Más que ser una característica individual, es un síntoma del problema que tiene el partido Demócrata como partido de la clase dominante.

La lucha

Cualquier estrategia para luchar contra la clase dominante y su esfuerzo para llevar a cabo una virtual contra-revolución en contra de las ganancias sociales de los 1930 y los 1960 debe empezar por entender: que el partido Demócrata es tan incapáz de parar la ofensiva derechista venidera como de ganar las elecciones para presidente.

El partido Demócrata absolutamente no puede ganarle al movimiento derechista. Sirven al mismo dueño: los grandes bancos, el gran dinero y las grandes compañías petroleras. El partido Republicano y la llamada Derecha Cristiana son apéndices políticos de las corporaciones capitalistas, monopolios de energía y petróleo, y corporaciones militares.

El partido Demócrata no puede apelar a la clase trabajadora en general—afroamericanos, latinos, blancos, mujeres y hombres, gays y heterosexuales—precisamente porque sirve los mismos intereses que los Republicanos. Tratará de moverse “al centro” en su incesante trabajo para probar su lealdad a los grandes negocios.

Lo que se necesita urgentemente durante esta ofensiva derechista es un llamado muy claro a la acción masiva y a la unidad, de los movimientos anti guerra y laboral, de las mujeres y la comunidad gay, de las comunidades afroamericana y latina, los pueblos agoviados árabes y musulmanes, aquellos recibiendo seguro social y las próximas generaciones que tendrán sus derechos eliminados. Lo que se necesita es crear un nuevo frente unido a nivel nacional. Para luchar contra la derecha, para contener a los fanáticos y sus apoyantes en la plutocracia económica y política, tenemos que estar unidos en acción y en la lucha. Se debe de crear un nuevo movimiento que sea consciente políticamente, independiente y listo para luchar contra la ofensiva derechista.

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