Los millones que no pudieron votar en el “Súper Martes”

Debido a las elecciones primarias en el “Súper Martes” del 5 de febrero, es importante recordar que hay millones de personas que se les ha negado el derecho más básico de votar. Al menos 10 por ciento de la población de este país—casi 35 millones de personas—no tienen ningún derecho legal para decidir que sucede en las elecciones.

El sistema electoral en los Estados Unidos es intrínsicamente antidemocrático. El monopolio político está en manos de los Demócratas y los Republicanos como lo son los cientos de millones de dólares en donaciones de las campañas que le aseguran un final favorable a los ricos.


Con todo lo anterior, el derecho civil al sufragio—el derecho a votar—está fuera del alcance de millones de personas oprimidas. Cuando los politiqueros de los partidos capitalistas se enteran de que uno no es un elector, se transforma esa persona en alguien invisible, sus preocupaciones irrelevantes para el politiquero.


Los inmigrantes que no son ciudadanos y muchos ex-prisioneros constituyen los dos sectores más importantes de la sociedad estadounidense que no tienen derecho al voto.


Ex-reclusos


En siete estados de los Estados Unidos se le prohibe votar al ex-recluso de manera permanente, incluyendo a Mississippi y la Florida. En otros seis estados, un ex-prisionero tiene que ser perdonado para poder reestablecer su derecho al voto, lo cual es una posibilidad muy remota. Con la persecución racista y las políticas carcelarias de los Estados Unidos, un porcentaje muy elevado de las poblaciones afro americana y latina sufren de altos índices de encarcelamiento y exclusión.


Por ejemplo, en la Florida, 38 por ciento de ex-reclusos por delitos graves son afro americanos, a pesar de que la comunidad negra constituye solamente el 13 por ciento de toda la población del estado.


En Kentucky, casi uno en cada cuatro afro americanos no tiene derecho al voto debido a sentencias carcelarias previas. En los estados que prohiben votar permanentemente, los cuales en su mayoría están ubicados en el Sur, se sigue implementando la encarcelación masiva en una era en la que supuestamente terminó la esclavitud. Las prisiones han reemplazado a las plantaciones. A la población negra todavía se le sigue persiguiendo y encarcelando.


Más de cinco millones de personas en los Estados Unidos han sido descalificadas para votar debido a sus estatus como ex-reclusos.


No es ningún accidente o descuido que a los más pobres, los más vulnerables y explotados se le haya deliberadamente excluido. El pueblo trabajador tiende a favorecer las propuestas políticas y económicas más progresistas.


Inmigrantes


A pesar de laborar en los trabajos más difíciles con salarios bajos en Estados Unidos, más de 12 millones de trabajadores indocumentados, y más de 17 millones de residentes legales permanentes no tienen el derecho a registrarse como votantes. A pesar de su enorme y desproporcionada contribución a la economía, los trabajadores indocumentados son el objeto de una malévola campaña política de ataques por parte de los candidatos capitalistas. El 2008 será recordado por los indocumentados como el año de los ataques contra los inmigrantes, las redadas de la migra en los centros de trabajo y las deportaciones.


Todos los candidatos Republicanos trataron de derrotarse entre ellos mismos por medio de sus discursos llenos de odio hacia los indocumentados.


Mike Huckabee, ex-gobernador de Arkansas, descaradamente declaró que si él logre la presidencia, deportará a todos los 12 millones de trabajadores indocumentados dentro de 120 días después de ser juramentado. El ex-candidato Mitt Romney ha hecho las mismas amenazas racistas contra los trabajadores que no poseen documentos. Incluso John McCain quien el año pasado apoyaba una legalización parcial de los trabajadores indocumentados, ha hecho un viraje de 180 grados de esa postura para presentarse como un candidato “conservador”.


Primero, Huckabee y Romney saben que sería imposible deportar a todos los indocumentados, como lo han prometido. Segundo, ellos también saben que la economía se derrumbaría sin la mano de obra de los trabajadores del campo de los cuales la industria agropecuaria depende completamente.


Los Demócratas difícilmente son mejores. En el penúltimo debate televisado, Obama, Clinton y Edwards declararon sin ninguna reservación que cada una de sus propuestas para un sistema “universal de cuidado médico” no incluiría a los indocumentados. Es no se suena muy “universal”. Uno se puede apostar que así como no tienen mucha consideración por los inmigrantes que trabajan arduamente en este país tampoco tienen mucha consideración por el resto de la clase trabajadora.


La preocupación más grande para estos candidatos es asegurar las ganancias de las industrias médicas, de seguros y farmacéuticas.


Todos ellos son unos hipócritas. El momento en que abran una botella de vino de California, Nueva York u otro estado, están consumiendo productos fabricados con uvas cosechadas por trabajadores indocumentados. Sus hortalizas son plantadas, cultivadas y cosechadas por la mano de obra indocumentada; sus filetes de carne son preparados en las empacadoras donde laboran los indocumentados.


Las camareras de los hoteles, los cocineros de los restaurantes, las costureras de los talleres, los jardineros—bueno, usted sabe el resto.


El sistema pro-ganancias


Existe una ineludible realidad básica que ni los Demócratas ni los Republicanos mencionarán ni admitirán:


Es el capitalismo lo que ha creado la economía “global,” que ha exportado millones de empleos al extranjero a cada continente; eliminando trabajos con buenos salarios en los Estados Unidos. Es el capitalismo de EEUU que ha eliminado las barreras comerciales y las tarifas arancelarias de los países menos desarrollados como México, convirtiendo a dicho país en un gigantesco mercado para productos producidos en EEUU y desplazando a los campesinos mexicanos de sus tierras y sus medios de subsistencia.


Es el capitalismo de EEUU que ha empobrecido al campesinado mexicano y los trabajadores de las fábricas, forzándolos a venir a los Estados Unidos en contra de su voluntad y deseos. Por lo menos 500 mexicanos y otros latinos pierden la vida en el desierto cada año en busca de empleos. Un obrero tratando de ganar un salario para ayudar a su familia no es un criminal. El querer trabajar no es un crimen.


Los verdaderos criminales son los politiqueros que culpan a los indocumentados por los problemas económicos del país, y no mencionan ni una palabra acerca de los $40 billones en ganancias que Exxon obtuvo durante el año del 2007—¡esta es la cantidad más grande en ganancias obtenida por alguna corporación en la historia del mundo!


Ninguno de los candidatos se atreve a quejarse de las grandes ganancias de Exxon y de las otras compañías petroleras. No se atreven porque serían eliminados de la contienda electoral en un abrir y cerrar de ojos por la prensa corporativa.


Lo mismo es cierto acerca de la guerra imperialista de Irak. Pueden quejarse levemente de la guerra, pero cada uno de ellos sigue votando “sí” cada vez que Bush propone un nuevo paquete económico destinado para la guerra.


Es extremadamente importante que todo el pueblo trabajador entienda y señale la verdadera causa de los problemas económicos. Ningún trabajador tiene la culpa de estos problemas—ya sea aquí o en el extranjero, ciudadano o indocumentado. La culpa de los problemas económicos es del sistema. Y mientras más pronto los trabajadores y los oprimidos de todas las nacionalidades se organicen para luchar contra el sistema, más exitosos seremos en asegurar nuestros derechos y necesidades comunes.


No dejemos que los ricos nos dividan y nos conquisten. Demandemos igualdad de derechos—derechos plenos—para todos los trabajadores, independientemente de su estado migratorio, incluso el derecho de votar. Demandemos terminar la exclusión de los ex-reclusos y los inmigrantes.

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