No se necesita tener un diploma en economía para saber que el sistema económico de EEUU está en una crisis profunda. En las últimas semanas la prensa capitalista sólo habla de la crisis de Wall Street.
La verdadera víctima de esta crisis económica es la clase trabajadora, millones han perdido sus hogares y millones más corren el mismo riesgo. El desempleo se ha disparado y el nivel de personas sin trabajos es de más de 13,1 por ciento. Los salarios se han estancado o están en declive. Los precios de los alimentos se han incrementado en más de lo que han sido en las dos últimas décadas.
El número de personas que reciben estampillas de alimentos es una estadística que lo revela todo. La oficina presupuestaria del congreso calcula que alrededor de 28 millones de personas en los Estados Unidos recibirán estampillas de alimentos del gobierno el próximo año. Este es el nivel más alto desde que comenzó el programa.
El incremento—de 26,5 millones en el 2007—significa que más del 9 por ciento del la población estadounidense dependerá de la asistencia alimenticia gubernmental para poder sobrevivir.
El aumento es dramático, pero no es una sorpresa. Esta cifra se ha incrementado constantemente a partir del 2000 y se ha acelerado masivamente desde el año pasado. De diciembre de 2006 al diciembre de 2007, el número de personas que reciben estampillas de alimentos creció en más de 40 estados. En Arizona, Florida, Maryland, Nevada, North Dakota y Rhode Island el crecimiento anual ha sido de 10 por ciento o más. (New York Times, 31 de marzo)
En este momento en Michigan, cada uno de ocho residentes recibe estampillas de alimentos. “Nuestras responsabilidades se han duplicado a partir del 2000 y hemos alcanzado niveles record.” declaró Maureen Sorbet, portavoz del Departamento de Servicios Humanitarios de Michigan al New York Times.
El incremento de las personas que dependen de las estampillas de alimentos, nos muestra como la economía capitalista arremete contra los más vulnerables, los pobres y los trabajadores. La crisis ha sometido a millones a la pobreza en un momento en el cual la brecha entre los ricos y los pobres está alcanzando niveles máximos.
El programa de estampillas brinda beneficios mensuales a familias de bajos recursos para que puedan comprar comida. Dicho beneficio se considera como un derecho—un beneficio social suministrado por el gobierno basado en la necesidad inmediata.
Un programa limitado de estampillas fue implementado de 1939 a 1943 en respuesta al severo declive económico que sirvió como antesala a la Gran Depresión.
Aparte de la política oficial, los politiqueros liberales que apoyaban al “New Deal” vieron en él como el gobierno podía deshacerse de la comida que no era rentable y a la misma vez brindar alivio a las masas de trabajadores desempleados. De allí que el primer programa de estampillas se convirtió en una válvula de alivio diseñada para frenar al sentimiento anti-capitalista en el movimiento obrero. En casi cuatro años más de 20 millones de personas se beneficiaron de este programa.
Una vez que el país se había movilizado para la Segunda Guerra Mundial, el exceso de víveres desapareció. Millones de obreros se convirtieron en soldados asalariados, millones de mujeres ingresaron a la fuerza laboral, y el consumo se incrementó. A la misma vez, la producción de los alimentos se redujo ya que todos los recursos fueron enfocados en el suministro de la guerra y así comenzó el racionamiento. La solución imperialista a la escasez de alimentos creada por la crisis económica capitalista no iría más lejos.
El presidente John Kennedy inició el programa posterior de estampillas de alimentos en 1961. La prosperidad dejada por la Segunda Guerra Mundial se había evaporado, y aunque el campo producía más de lo necesitado, el pueblo seguía hambriento, porque no les alcanzaba para comprar comida. Así intervino el gobierno, haciendo los comestibles más accesibles para el segmento de la población más pobre, dándoles así más acceso al mercado de los víveres.
Así como el movimiento por los derechos civiles se expandió como fuego de la pradera en el sur, temprano en los años 60, también se desenmascaró la pobreza en los Estados Unidos. En el libro publicado en 1962 “La Otra América”, escrita por el crítico social-demócrata Michael Harrington, creó toda una sensación política al documentar los niveles extraordinarios de hambre y malnutrición en todo el país.
El renovado programa de estampillas de alimentos se estableció de manera permanente en 1964 bajo la administración del Presidente Lyndon Johnson y fue extendido bajo la administración del Presidente Richard Nixon. Es dirigida por el Departamento de Agricultura, financiada por el gobierno federal y administrada a nivel local y estatal.
¿Suficientemente pobre para comer?
Desde Nixon, el programa sufrió grandes recortes durante la administración de Ronald Reagan al principio de los años 80 y bajo Clinton, quien cumplió su promesa a la derecha de acabar con el Welfare como era conocido en 1996. Una gran cantidad de trabajadores perdieron las estampillas de alimentos en las cuales dependían, ya que su nivel de pobreza no era lo suficiente bajo para que calificaran de acuerdo a las reformas de la administración Clinton.
Solamente los más pobres califican para las estampillas de alimentos. Los beneficiarios deben de poseer pocas pertenencias y salarios debajo del ridículo 130 por ciento del nivel de pobreza. Una familia de cuatro debe de ganar menos de $27.560 anuales. Por esta razón, el Proyecto de Prioridades Nacionales reportó en octubre del 2007, que la mitad de todas las personas de bajo ingreso no recibieron sus beneficios de estampillas de alimentos.
Los beneficiarios pueden gastar, comúnmente, $100 en víveres por cada miembro de la familia por mes. El aumento al precio de la gasolina y los víveres a través de los Estados Unidos—que está siendo alentado por el descenso en el valor de dólar—ha disminuido el poder adquisitivo de las estampillas. Los trabajadores están siendo obligados a gastar un porcentaje mucho más alto de sus salarios en gas y e.
Las cifras del Departamento de Agricultura—la agencia gubernmental que distribuye las estampillas de alimentos—nos muestra que el costo mensual promedio de los víveres es más del doble que la cantidad suministrada por las estampillas de alimentos.(Official USDA Food Plans, feb. de 2008)
El costo para mantener una familia pobre de cuatro se ha incrementado por 6 por ciento en un año.
Es más probable que las cosas empeoren. El Fondo Monetario Internacional y el mega-capitalista George Soros hablan desde la perspectiva imperialista. Por esta razón el gobierno de EEUU y la Reserva Federal están siempre rescatando al mercado y salvando los gigantes financieros y parasíticos tal como Bear Stearns. Por esta razón casi $800 billones por año son gastados para financiar la guerra imperialista, mientras que sólo $36 billones son utilizados para ayudar a los pobres.
Estas prioridades del gobierno no sirven ningún propósito en la sociedad, más que asegurar la supremacía continua de la clase dominante. Ninguno, ya sea la Reserva Federal o el gobierno podrán sacar a los trabajadores de la pobreza, desempleo y desamparo. El miserable reembolso económico del Congreso y de Bush comprueba todo lo anterior.
¿Cuál es la alternativa para los más oprimidos?
Los programas de beneficencia social no son suficientes. La mayoría serán suspendidos o ya fueron eliminados. Por ejemplo, el presupuesto de Bush para el 2009 eliminó el financiamiento para el programa suplemental de víveres—un programa esencial para la alimentación de los ancianos de bajo ingreso, mujeres y niños.
Asistencia alimenticia y otros programas que sirven las necesidades de los trabajadores son vistos por los capitalistas como una carga innecesaria dictada por la lucha de clases entre los ricos y los pobres. En tiempos de lucha aguda, los capitalistas ofrecen más para evitar el desarrollo del movimiento militante. En tiempos de paz relativa, los recortes se imponen a la orden del día.
El derecho a los programas son una necesidad para los trabajadores bajo este sistema, pero los programas por si sólo no solucionarán el hambre o las raíces de la desigualdad. Son sólo una venda al problema de la pobreza.
Los socialistas entendemos esta realidad, el aceleramiento de la lucha de clases para exponer las contradicciones irreparables del capitalismo es una tarea central para el movimiento de la clase trabajadora.