El Movimiento Nuevo Santuario de la cuidad de Nueva York
Queridos Hermanas y Hermanos:
Me gustaría agradecerles por ofrecerme la oportunidad de compartir mis pensamientos con ustedes sobre un tema que es muy importante para mí: la política de inmigración y los derechos del inmigrante. Desde que yo llegué a esta ciudad desde la Republica Dominicana cuando tenía 3 años, he tenido experiencia personal de la terrible realidad de lo que la política de inmigración en los Estados Unidos significa para millones de Neoyorquinos.
Mi posición como candidata a la alcaldía es simple: Ningún recurso de la cuidad de Nueva York debe ser usada para facilitar las deportaciones o implementar ninguna política de inmigración que haga daño a familias trabajadoras.
Toda la gente pobre y trabajadora de Nueva York se benefician de las contribuciones del los trabajadores inmigrantes, y ellos deben ser tratados con la dignidad y respeto que todas las familias trabajadoras se merecen. En actualidad, todos los trabajadores de la ciudad, documentados e indocumentados, pueden beneficiarse de las experiencias de lucha que el trabajador inmigrante trae de su propio país.
Uno de los momentos definitivos en mi desarrollo político fue participar en la movilización nacional de trabajadores inmigrantes el 1ro de Mayo del 2006 en contra el odiado plan de ley Sensenbrenner que estaba en el Congreso. La experiencia de tantos miembros de mi comunidad participando en una acción política colectiva me dio mi primera experiencia de la clase de movimiento que necesitamos en esta ciudad – en este país – para luchar contra la explotación que sufre toda la gente trabajadora en este sistema económico dominado por el lucro.
Mi propósito en correr para alcalde es ayudar a construir ese movimiento unido de la gente pobre y trabajadora. Construyendo unidad con la comunidad inmigrante es esencial en esa tarea.
Hace unos meses, fui arrestada por los oficiales del precinto 46 en el Bronx cuando intervine como la presidenta de la asociación de inquilinos, en un caso de acoso rutinario de una familia inmigrante vecina. Para mí significó unas horas en la cárcel del precinto hasta que los cargos fueron soltados. Para ellos, habría significado separar a su familia. Afortunadamente, después de mi intervención, la policía dejo ir a la familia.
En conclusión, me gustaría ofrecer mi sincero agradecimiento y respeto al Nuevo Movimiento Santuario de la Ciudad de Nueva York, especialmente por el echarle luz al papel que la cárcel que la ciudad administra en Rikers Island juega en imponer una política criminal de inmigración.
Solidariamente,
Frances Villar