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La Revolución Bolivariana sigue viva: democracia popular en Venezuela

Foto: El pueblo venezolano celebra la reelección de Nicolás Maduro. Foto de Zoe Alexandra

El 28 de julio, en lo que habría sido el 70.o cumpleaños de Hugo Chávez, el pueblo venezolano voto para continuar la Revolución Bolivariana que él inicio al reelegir a Nicolás Maduro como presidente. En una repetición de los intentos de golpe de 2002, 2014 y 2018, la derecha derrotada se ha negado en reconocer —sin evidencia alguna— la legitimidad de las elecciones y han llamado a turbas violentas, infamemente conocidas como “guarimbas”, a que se lancen a las calles para derrotar al presidente democráticamente electo de la República Bolivariana de Venezuela. Por años, la derecha en Venezuela, que ha sido apoyada por gobiernos imperialistas como Estados Unidos y por medios de comunicación dominantes como el New York Times, ha alegado que la Revolución Bolivariana de Chávez y Maduro es antidemocrática y que el pueblo venezolano está exigiendo cambios en el país después de 25 años de chavismo. Pero, ¿cuál es la verdadera historia?

Antes e inmediatamente después de las elecciones venezolanas, había casi 1,000 observadores internacionales de más de 100 países que fueron testigos al proceso democrático del país, un hecho que fue ignorado por los medios de comunicación dominantes. Como testigos del proceso democrático, nosotres pudimos ser testigos de la realidad de la vida en la Venezuela Bolivariana, desmentir las viejas mentiras recicladas en los medios de comunicación dominantes, y pudimos ver  la violencia de la ultraderecha que actualmente arrasa el país. No importa cuánto lo intenten —incluyendo poniendo barricadas en las carreteras para que los observadores internacionales no pudieran llegar a los aeropuertos— la extrema derecha no puede esconder la realidad de la democracia popular venezolana. 

Si bien estas elecciones son particularmente significativa para el futuro de la Revolución Bolivariana, votar no es un hecho excepcional en Venezuela. Tanto funcionarios gubernamentales como organizadores comunitarios celebran el hecho de que estas elecciones serán las 31.as que se celebran en Venezuela desde el inicio de la revolución hace 25 años. Esto es un marcado contraste a la “democracia” en EE. UU., donde los ciudadanos solo pueden esperar votar como máximo una vez cada dos años. El pueblo venezolano regularmente participa en las elecciones presidenciales, elecciones de asambleas nacionales, elecciones de asambleas constituyentes, elecciones de reformas constitucionales, y hasta para decidir democráticamente cuáles proyectos comunitarios deberían ser priorizados para financiación estatal. 

¿Y cómo se llevan a cabo las elecciones? Votar en Venezuela es casi a prueba de fraude, ya que los votantes pasan por varios pasos para emitir su voto: primero proporcionan su huella digital, luego votan en una máquina digital, que luego imprime un recibo de la selección del votante que se ingresa físicamente en una urna, creando una doble verificación para recuentos de votos precisos y un sistema de auditoría sólido. Además, el Gobierno Bolivariano ha hecho todo lo posible para expandir el acceso al voto por todo el país, creando cientos de centros de votación en comunidades rurales y de clase trabajadora que históricamente han sido desproporcionadamente negras e originarias. 

Son estas mismas comunidades que la base del apoyo por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) por los últimos 25 años. Desde su fundación en 2007 por el entonces presidente Hugo Chávez, el PSUV ha unido una coalición política cometida a sostener la Revolución Bolivariana como el proceso de una transición pacífica al socialismo en el siglo XXI, un socialismo fundamentalmente antiimperialista. Las victorias electorales del PSUV son el resultado directo de la organización profunda en las comunidades más marginadas, rurales y pobres. Siguiendo la fórmula de 1 x 10 x 7, la PSUV  sistemáticamente moviliza siete fuerzas políticas, sociales y culturales en el país como los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), comunidades aborígenes y originarias, comunidades afrodescendientes, unidades cívico-militares y comunas, entre otros. Según la formula, un partidario del PSUV está encargado de movilizar a diez electores, siete de los cuales deberían representar cada una de esta fuerzas, y uno de los cuales debe ser nuevo elector. 

Tuvimos la oportunidad de visitar una comuna campesina en la cima de una montaña en Carayaca del estado La Guaira, un bastión del chavismo donde el Estado ha invertido en la producción local de textiles, panaderías y agricultura. También conocimos a representantes de los CLAP que fueron establecidos por el gobierno de Maduro, que son programas de entrega de alimentos creados para construir resistencia local y control democrático a pesar de las sanciones estadounidenses. Resaltando la brutalidad del imperio estadounidense, en 2019 la administración de Trump explícitamente sanciono compañías que estaban proveyendo productos a los CLAP. También conocimos a líderes comunitarios que trabajan en las Empresas de Propiedad Social Comunal Directa (EPSDC), que son unidades de producción de propiedad comunal encargadas de abastecer a las comunidades con servicios básicos. El modelo de las EPSDC combate la especulación y explotación inherente en el modelo capitalista, y empodera a las comunidades a desarrollar una cadena de suministro sostenible que elude las sanciones penales que de otro modo impedirían a las comunidades tener acceso a servicios básicos, como el gas para cocinar.

Escuchamos relatos de primera mano de como estos modelos alternativos de producción, suministro y manufactura no solo han sacado a las comunidades de la pobreza, sino que han arraigado un compromiso político y cultural con las formas de democracia directa que estas comunidades marginadas no habían experimentado antes de la Revolución Bolivariana. Más allá de aumentar los recursos financieros y la autonomía de las personas, el experimento bolivariano bajo el liderazgo del PSUV se ha comprometido a construir el poder popular a través de las comunas, las unidades básicas de autogobierno político y económico, donde las personas responden a sus propias condiciones para satisfacer sus propias necesidades. Esta forma de autoorganización y autogobernanza es completamente opuesto a la realidad de los Estados Unidos, donde la clase trabajadora no tenemos voz en la dirección de la sociedad, nuestra economía, ni en la identificación de nuestras propias prioridades. Lo que vimos en persona fue sin duda alguna un reto directo contra la ilusión de “democracia” a la que se nos somete bajo el capitalismo. 

La convicción del pueblo venezolano en defender su propio camino hacia el socialismo, reflejado en las victorias electorales del PSUV, resiste los desafíos de las sanciones económicas y la guerra mediática impuesta por el imperialismo hoy en día. A pesar de los desafíos que vienen con embarcarse en este proyecto alternativo, el pueblo venezolano está cometido a defender su soberanía. En los días antes de las elecciones, millones de personas en Caracas se tiraron a las calles para expresar su apoyo por el presidente Maduro, gritando consignas como ¡No volverá! —declarando que el imperialismo, la interferencia extranjera y el neocolonialismo no volverán—. El día de las elecciones, los partidarios del PSUV, activando la fórmula del 1 x 10 x 7, nos recordaron que la democracia directa y representativa es una tarea diaria —una que requiere convicción y amor auténtico por el pueblo—. Cuando le preguntamos a los miembros de la comunidad qué pensaban sobre las afirmaciones de los medios de comunicación sobre la falta de transparencia en sus elecciones, nos recordaron que somos nosotros en Estados Unidos, con el sistema del colegio electoral, quienes estamos sometidos a una democracia turbia. No es de extrañar que los medios corporativos y el gobierno de Estados Unidos se sientan amenazados por un pueblo verdaderamente soberano.

La Revolución Bolivariana sigue viva.

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