Foto: Estudiantes de Yale salen de clase en solidaridad con Palestina, octubre 2023. Crédito: Chris Garaffa.
En respuesta a la creciente solidaridad con la lucha de liberación palestina entre los estudiantes universitarios estadounidenses, Israel ha lanzado una nueva operación tramposa en los campus para intimidar y silenciar a sus críticos y “maquillar” su ocupación colonial de Palestina al ganarse a influencers LGBTQ.
Una nueva task force de hasbara
El “task force” especial está siendo coordinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel y el Ministerio de Asuntos de la Diáspora, según un informe reciente en el periódico israelí, Yediot Aharonot. El Ministerio de Asuntos de la Diáspora es la forma en que Israel, que se autoproclama un estado para todos los judíos en todas partes, presiona a las comunidades judías de la diáspora en todo el mundo para obtener apoyo —apoyo que ha estado colapsando entre el público estadounidense.
El plan exige presionar a los colegios y universidades para hacer doxing (forma de persecución por Internet que consiste en revelar la identidad y datos personales de una persona) y poner en la lista negra a estudiantes acusándolos de “antisemitas” —por expresar cualquier oposición al apartheid israelí— lo cual impediría incluso que sean contratados por posibles empleadores. También busca prohibir las organizaciones estudiantiles antisionistas y eventos en los campus, nombrando explícitamente a Estudiantes por la Justicia en Palestina (SJP). Estas acciones “no deberían tener la firma del Estado de Israel”, según la task force. En cambio, la task force identificaría puntos de influencia dentro de la sociedad estadounidense, como sindicatos profesionales y donantes importantes a las universidades, y solicitaría su ayuda para presionar a los empleadores y directores universitarios para que “actúen contra el antisemitismo”. La task force también trataría de trabajar con el Departamento de Justicia de los EE. UU. para emprender acciones legales contra grupos como SJP.
Finalmente, la task force buscaría y desplegaría influencers pro Israel en los campus universitarios para generar apoyo para actividades proisraelíes, incluidas manifestaciones y campañas de volantes callejeros. “La atención debe centrarse en los influencers de los ámbitos de derechos humanos, diversidad e identidad de género [énfasis añadido],” dijo Yediot Aharonot.
Este tipo de gestión de relaciones públicas a nivel estatal por parte de Israel se llama “hasbara“, una palabra hebrea que se traduce aproximadamente como “explicar”. Como pequeño baluarte del imperialismo occidental, Israel depende en gran medida del apoyo extranjero para mantener su ocupación de la tierra palestina, y no ha escatimado esfuerzos para cultivar una imagen favorable de sí mismo en el extranjero, incluso pretendiendo que es un bastión de la protección de los derechos humanos en una parte del mundo donde tales valores están ostensiblemente ausentes.
Se intensifica la represión de la solidaridad con Palestina
Junto con la decisión reciente del Congreso de equiparar el antisionismo con el antisemitismo —allanando el camino para la represión “legal” del discurso pro Palestina como crímenes de odio— ha habido una miríada de otros ejemplos de instituciones corporativas, educativas y culturales que han estado atacando a individuos y organizaciones por discursos y acciones pro Palestina. En un caso, un maestro de secundaria incluso fue puesto en licencia administrativa por simplemente publicar “Palestina libre” en las redes sociales.
El artículo de Yediot Aharonot señala que los esfuerzos de la task force ya han tenido éxito, con la Fundación Wexner Israel cancelando su relación con la Universidad de Harvard y con la renuncia del multimillonario administrador de fondos de cobertura Henry Swieca a la junta directiva de Columbia Business School, dos campus donde los estudiantes antisionistas han sido atacados. En Harvard, los organizadores estudiantiles han enfrentado doxing y otras formas de acoso que buscan avergonzarlos e intimidarlos públicamente, y Columbia ha prohibido las actividades de SJP y Jewish Voice for Peace, una organización de judíos antisionistas, en su campus en la ciudad de Nueva York. Se han impuesto ataques similares contra organizaciones estudiantiles en la Universidad Brandeis, la Universidad George Washington y otras.
En los últimos 20 años, el apoyo al proyecto sionista entre los sectores más progresistas de la clase trabajadora estadounidense se ha visto socavado constantemente por el incansable trabajo de palestinos, antiimperialistas y activistas de solidaridad con Palestina. En una llamada telefónica filtrada por el Tehran Times, Jonathan Greenblatt, director ejecutivo de la Liga de Antidifamación, describió este apoyo menguante como un “grandísimo problema generacional… Tenemos un problema con TikTok, tenemos un problema con la Generación Z”.
El poco apoyo que Israel ha podido cultivar entre estos sectores de la sociedad estadounidense ha dependido de un nexo de operaciones de propaganda diseñadas para crear una imagen de Israel como “progresista”. Lo que escritores de Decolonize Palestine han acuñado como “rainbow washing”, o ‘postureo de arcoíris’ en referencia a la bandera LGBTQ, para referirse a las innumerables formas en que los propagandistas israelíes cultivan activamente la imagen de un Israel “progresista” utilizando la retórica “socialista” en torno a los kibutzim y la política laboral (“redwashing” o postureo rojo), la retórica del ambientalismo (“greenwashing” o ecopostureo), la de derechos humanos (“bluewashing”), la feminista (“purplewashing” o postureo feminista), la de liberación LGBTQ (“pinkwashing” o postureo LGBTQ) y la de diversidad e inclusión religiosa y étnica (“faithwashing” o postureo religioso).
Desacreditando el postureo LGBTQ
El postureo LGBTQ, o enmarcar a Israel como un refugio para personas homosexuales y trans en un Medio Oriente supuestamente “atrasado” y “bárbaro”, es una parte clave de la hasbara israelí, y se basa en varios supuestos racistas clave. La homofobia occidental fue históricamente un componente fundamental de las narrativas racistas, orientalistas y coloniales sobre el llamado Medio Oriente, que fue retratado como un mundo de decadencia, desviación sexual, sodomía y afeminamiento que necesitaba ser civilizado por la moral europea.
Dado que el sionismo es una consecuencia de la tradición colonial europea, abrazó explícitamente la misma narrativa fundamentalmente orientalista y homofóbica —una narrativa que los antisemitas europeos utilizaron durante siglos para retratar a los judíos europeos como influencias débiles, afeminadas y corruptoras. La construcción del Estado sionista se enmarcó como una forma para que los judíos europeos, sometidos durante tanto tiempo a estas mismas caracterizaciones europeas homofóbicas, reclamaran una forma de masculinidad colonial robusta y, como tal, los legitimaran como “hombres de verdad” en la mente europea.
La masculinidad sionista, las interpretaciones fundamentalistas de la jurisprudencia judía y su obsesión fascista y eugenésica por cultivar el natalismo de los colonos han creado una sociedad profundamente homofóbica en Israel que ni siquiera permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. A pesar de esto, los incesantes esfuerzos de propaganda han ocultado estos hechos. Ya sea un desfile del orgullo LGBTQ en Tel Aviv o el perfil de un soldado abiertamente gay o trans de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), el apoyo incondicional al colonialismo sionista es el precio de los derechos limitados y condicionales para el subconjunto queer más pequeño de israelíes. Este fenómeno, a veces denominado “homonacionalismo”, es comparable a campañas similares de algunos en el movimiento LGBTQ de EE. UU. para asimilarse al imperialismo a través del servicio militar, la institución del matrimonio y más allá.
El postureo LGBTQ también se basa en estereotipos fundamentalmente racistas sobre el mundo árabe y musulmán como excepcional e irremediablemente patriarcal y homofóbico. Como se explicó anteriormente, este estereotipo es relativamente nuevo, históricamente hablando, ya que a mediados del siglo XX la narrativa orientalista dominante sobre árabes y musulmanes era una de desprecio por la imagen de un Oriente afeminado y libertino. La evolución de la política sexual y de género en el suroeste de Asia es compleja, pero es innegable que los aspectos centrales de los regímenes legales contemporáneos en varios países árabes y musulmanes tienen una base mucho más marcada en las campañas coloniales de “modernización” influenciadas por Occidente que en el desarrollo orgánico de estas naciones y civilizaciones.
De esta manera, el postureo LGBTQ también proporciona combustible para el conservadurismo y el tradicionalismo en todo el mundo. Los reaccionarios estadounidenses, que están trabajando activamente para revertir todas las victorias que los movimientos populares han logrado hacia la liberación LGBTQ en Estados Unidos, despliegan el espectro del árabe violento y patriarcal para atacar el apoyo a Palestina en el movimiento LGBTQ.
Del mismo modo, el tradicionalismo ahistórico de algunos sectores de las comunidades árabes y musulmanas, en la región y en la diáspora, puede considerar que su homofobia está fundamentalmente en desacuerdo con la “modernidad occidental”, el “globalismo” o incluso el “imperialismo”. El registro histórico muestra que este es un análisis defectuoso, pero cuando un soldado israelí sale a las ruinas de un bloque de apartamentos en Gaza para izar una bandera LGBTQ sobre las tumbas de decenas de miles de mártires palestinos, es fácil ver cómo este es un argumento convincente para muchos.
¡Solidaridad LGBTQ con Palestina!
En última instancia, cada nación y civilización tendrá su propio camino hacia la liberación total de todas las personas. Los imperialistas han desplegado el postureo LGBTQ (y otras formas de postureo con los derechos queer) fuera de Palestina, especialmente alrededor de las invasiones estadounidenses y las ocupaciones de Afganistán e Irak. La única posición moral cuando se trata de la cuestión de la sexualidad y el género en la Palestina ocupada y más allá es la descolonización, la liberación nacional y el desarrollo pacífico. Cualquier otra posición pierde el sentido por completo.
El postureo LGBTQ y estos otros esfuerzos para promover “buenas relaciones públicas” por parte del Estado israelí y sus amigos no son más que intentos de dividir el creciente movimiento de solidaridad con Palestina en un momento en que millones de estadounidenses se están despertando y viendo el apartheid israelí como el horror inhumano que es. Todas las personas trabajadoras y oprimidas aquí en EE. UU., incluidas las personas LGBTQ, deben unirse en apoyo a la liberación palestina. Compartimos un enemigo común: el gobierno estadounidense LGBTQ-fóbico, racista e imperialista y los Estados subsidiarios que utiliza para subyugar al mundo en su nombre, incluido Israel. Cuando desaparezca, y podamos construir un mundo nuevo respetando la autodeterminación de todas las personas, entonces todes seremos libres.