Foto: Palestinos en Gaza protestan contra el asedio israelí. Crédito: hosnysalah/Pixabay
Durante más de un mes, el mundo ha observado horrorizado cómo Israel lleva a cabo una campaña genocida de violencia en Gaza. Según las autoridades de salud palestinas, más de 14,000 palestinos han perdido la vida a manos de Israel desde el 7 de octubre; Israel ha atacado hospitales, mezquitas, complejos residenciales, escuelas e incluso campos de refugiados.
Aunque Israel acordó hacer una pausa a la violencia, las personas que se han vuelto conscientes de la realidad racista del sionismo exigen más: el fin del colonialismo, el genocidio y el apartheid que han definido a Israel desde su creación hace 75 años.
Israel tiene uno de los ejércitos mejor equipados del mundo, respaldado por el gobierno de Estados Unidos, que ha declarado un apoyo “inquebrantable” al estado sionista. Palestina, por otro lado, cuenta con varios grupos de resistencia armada, pero no tiene un ejército estatal. Puede ser tentador sentirse sin esperanzas ante el poder aparentemente omnipotente de Israel sobre los palestinos, pero en realidad, Israel no puede ganar. Podemos mirar al ejemplo de Sudáfrica, donde un sistema colonial de apartheid fue derrocado en 1994, para entender algunos de los factores clave que finalmente llevarán al fin del apartheid en la Palestina histórica.
La realidad del apartheid
Sudáfrica fue colonizada por primera vez por colonos holandeses en 1652. Después de más de 250 años de lucha entre africanos indígenas, colonos holandeses y colonos británicos que llegaron más tarde, se fundó la Unión de Sudáfrica en 1910. Aunque los colonos europeos eran una pequeña minoría de la población, establecieron de inmediato un sistema social racista. Por ejemplo, la “Ley de Tierras para Nativos de 1913” le prohibió a las personas negras ser propietarias de tierras en más del 90% del territorio del país. Los pocos derechos que tenían los sudafricanos negros fueron erosionados sistemáticamente cuando se implementó el apartheid en 1948. El apartheid aseguró que los sudafricanos negros fueran relegados a la parte inferior de la sociedad, tanto social como económicamente. Por ejemplo, las “leyes de pases” obligaban a los sudafricanos negros a llevar una forma de identificación especial que la policía y los funcionarios gubernamentales podían verificar en cualquier momento. Los pases se utilizaban para controlar dónde podían vivir, trabajar y viajar los sudafricanos negros, y los controles de pases a menudo se utilizaban como pretexto para arrestar y brutalizar a los sudafricanos negros.
El sistema de apartheid de Israel también fue formalmente establecido en 1948. Pero incluso antes de eso, cientos de miles de colonos sionistas europeos se habían trasladado a Palestina en las décadas anteriores, y comenzaron el proceso de desplazamiento violento de los palestinos. El sionismo en sí mismo fue un movimiento político europeo con el objetivo de crear un estado exclusivamente judío colonizando una tierra fuera de Europa, en línea con sus ideas colonialistas del siglo XIX, el nacionalismo y el racismo. Al igual que en Sudáfrica, la población indígena en Palestina resistió esta colonización desde el principio. La Gran Revolución Árabe de 1936-1939, por ejemplo, se caracterizó por huelgas generales masivas coordinadas y levantamientos armados de campesinos contra el entonces gobierno del Mandato Británico y los asentamientos sionistas invasores en una lucha por la independencia.
Pero en 1948, milicias armadas sionistas como la Irgun, Haganah y la Stern Gang desataron la Nakba, una campaña de terror, masacres y la expulsión masiva de más de 700,000 palestinos de sus tierras que estableció el estado de Israel. La Nakba sentó las bases para el estado de apartheid de Israel, y en los 75 años desde entonces, Israel actualmente aplica más de 65 leyes que discriminan contra los palestinos. Al igual que en la Sudáfrica del apartheid, estas leyes restringen dónde pueden vivir, trabajar y viajar los palestinos. Por ejemplo, los palestinos que son residentes de Jerusalén Este pueden tener su estatus de residencia revocado en cualquier momento. Esto le ha sucedido a más de 15,000 palestinos en Jerusalén Este desde que Israel la anexó y ocupó tras la Guerra de los Seis Días de 1967.
No es difícil ver las similitudes entre estos dos sistemas de apartheid. Baleka Mbete, ex presidenta del Congreso Nacional Africano (ANC) y activista sudafricana contra el apartheid, declaró después de visitar Palestina que “el régimen israelí no solo es comparable, sino mucho peor que el apartheid en Sudáfrica”.
Resistencia indígena inextinguible
El apartheid crea las condiciones para la resistencia porque ningún grupo de personas se sometería permanentemente a ser privado de la dignidad humana básica. A medida que la resistencia crece, un régimen de apartheid intensificará sus medidas represivas, lo que a su vez aumenta el fervor de la resistencia. Esta es una de las contradicciones centrales del apartheid y es una razón clave por la cual cayó en Sudáfrica.
Algunos de los primeros grupos en oponerse al apartheid en Sudáfrica fueron el Congreso Nacional Africano, el Congreso Panafricanista y el Partido Comunista Sudafricano. En la década de 1950 y principios de la década de 1960, estos grupos organizaron campañas no violentas contra las leyes de pases y otros pilares del sistema de apartheid. Estas campañas fueron reprimidas duramente por el gobierno sudafricano; un caso notable fue la masacre de Sharpeville en 1960, en la que la policía abrió fuego contra una multitud de miles de personas que marchaban pacíficamente.
La rutinaria represión violenta del gobierno contra protestas no violentas llevó al ANC a crear un ala armada de su organización, Umkhonto we Sizwe (“La Lanza de la Nación”, abreviada como “MK”). Al hablar durante el juicio en 1964, el legendario líder del ANC, Nelson Mandela, explicó las motivaciones detrás de la creación de MK:
“Cualquier africano pensante en este país se ve continuamente impulsado a un conflicto entre su conciencia y la ley. A lo largo de sus cincuenta años de existencia, el Congreso Nacional Africano ha hecho todo lo posible por llevar sus demandas a la atención de los sucesivos gobiernos sudafricanos. Pero este gobierno ha preparado el escenario para la violencia al depender exclusivamente de la violencia para responder a nuestro pueblo y sus demandas … La violencia del gobierno solo puede engendrar violencia en respuesta. En última instancia, si no hay un amanecer de cordura por parte del gobierno, la disputa entre el gobierno y mi pueblo se resolverá por la fuerza”.
En sus primeros años, la MK, que también contó con el apoyo del Partido Comunista de Sudáfrica, llevó a cabo operaciones para sabotear la maquinaria económica y política del gobierno de apartheid, como plantas de energía y edificios gubernamentales. La MK permaneció activa hasta la caída del apartheid.
A principios de la década de 1960, Nelson Mandela, Walter Sisulu, Robert Sobukwe y otros líderes clave contra el apartheid fueron encarcelados. Este intento del gobierno sudafricano de reprimir el movimiento solo creó las condiciones para que surgieran nuevos revolucionarios, como Steve Biko y el Movimiento de Conciencia Negra.
Durante las siguientes décadas, y culminando en la década de 1980, estas organizaciones contra el apartheid lideraron un movimiento masivo de sudafricanos negros, indios y algunos blancos, logrando poner al régimen sudafricano en una posición defensiva.
La historia de la resistencia palestina ha seguido un patrón similar. Poco después de la Nakba en 1948, decenas de miles de refugiados palestinos intentaron regresar a sus hogares, ahora considerados parte de Israel. Estos refugiados fueron etiquetados como “infiltrados” y muchos fueron asesinados, según la política del gobierno israelí. Yitzhak Pundak, un ex general del ejército israelí testificó: “Se me ordenó liquidar a todo infiltrado encontrado por nuestras fuerzas, y como disuasión, dejar el cuerpo en el campo, para dar ejemplo”.
Ante una brutalidad tan despiadada, surgieron varias organizaciones palestinas en las décadas de 1950 y 1960, entre ellas el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y Fatah. En 1964, estas agrupaciones crearon la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una amplia coalición de organizaciones nacionalistas seculares reconocida por la Liga Árabe y la Asamblea General de las Naciones Unidas como el “único representante legítimo del pueblo palestino”. Los grupos afiliados a la OLP desempeñaron un papel de liderazgo durante la Primera Intifada (“levantamiento”, en árabe) entre 1987 y 1993. Esta intifada llevó décadas gestándose. Los palestinos habían sido sometidos a años de desplazamientos forzados, demoliciones de viviendas, empleos mal remunerados y agotadores, violencia indiscriminada y restricciones a la movilidad y otros derechos humanos básicos. Durante la Primera Intifada, los palestinos utilizaron principalmente tácticas no violentas, como protestas masivas, boicots de productos israelíes y huelgas laborales. Estas tácticas fueron respondidas con brutal represión por parte del gobierno israelí, lo que llevó a que más palestinos participaran en la resistencia armada. También dio lugar a la formación de nuevos grupos militantes palestinos, como Hamás, fundado en 1987 durante la Primera Intifada.
La expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania y Gaza, junto con el fracaso del “proceso de paz” de Oslo, desencadenó la Segunda Intifada, que tuvo lugar del 2000 al 2005. Esta revuelta popular adoptó la forma de protestas masivas, boicots, acciones de desobediencia civil y otras tácticas de resistencia. Una vez más, la dura represión por parte de las fuerzas israelíes llevó a que los palestinos se militarizaran más, y grupos como Hamás, el FPLP, la Yihad Islámica Palestina y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina adoptaron el uso de tácticas de guerrilla, como los atentados suicidas, en respuesta.
Desde ese entonces, Israel ha recrudecido su sistema de apartheid. Más de la mitad de las leyes israelíes que discriminan contra los palestinos fueron adoptadas después del 2000. Los asentamientos sionistas continuaron expandiéndose de manera agresiva hacia los Territorios Ocupados, la cantidad de puntos de control aumentó y Israel empezó la construcción de su muro de apartheid, que cruza Cisjordania, anexando tierra palestina para los asentamientos.
Entre marzo del 2018 y diciembre del 2019, los palestinos en Gaza organizaron las protestas de la Gran Marcha del Retorno en la frontera entre Gaza e Israel para exigir el derecho al retorno a sus tierras. Cada viernes durante casi dos años, estos manifestantes marcharon pacíficamente hacia el muro fronterizo de Gaza. Las Fuerzas de Ocupación Israelíes dispararon regularmente contra estos manifestantes, hiriendo a más de 9,000 palestinos y asesinando a más de 200. Este, junto con muchos otros actos de brutalidad sionista en los últimos años, es el contexto en el cual debe entenderse la nueva ola de resistencia palestina que comenzó el 7 de octubre.
Tanto en Sudáfrica como en Palestina, las organizaciones que optaron por tomar las armas para resistir un sistema de apartheid violento han sido catalogadas como “terroristas”. Nelson Mandela estuvo en la lista de vigilancia antiterrorista de Estados Unidos hasta 2008.
Cuando a Leila Khaled, una líder del FPLP, le preguntaron si era una terrorista, respondió: “Cada vez que escucho esa palabra, planteo otra pregunta: ¿Quién sembró el terrorismo en nuestra área? Algunos vinieron y tomaron nuestras tierras, nos obligaron a irnos, nos forzaron a vivir en campamentos. Creo que esto es terrorismo. Utilizar medios para resistir este terrorismo y detener sus efectos, esto se llama lucha”.
Cuando toda una población está oprimida bajo un sistema de apartheid, surgirán muchos grupos de resistencia diferentes. Pueden tener diferencias en estrategia e ideología, pero se unirán en su oposición al apartheid. Los esfuerzos combinados de estos grupos desempeñan un papel central en crear las condiciones para que el apartheid caiga. Esto fue así en Sudáfrica y será así en Palestina. Desde la contraofensiva palestina del 7 de octubre, la maquinaria política israelí se ha sumido en una crisis interna.
Construyendo un consenso internacional contra el apartheid
Además de la lucha dentro de un país, el entorno político internacional desempeña un papel crucial en determinar cuánto tiempo puede sostenerse un sistema de apartheid. Este entorno internacional está en gran medida influenciado por la lucha interna contra el apartheid.
En el caso de Sudáfrica, la Masacre de Sharpeville en 1960, mencionada anteriormente, fue el primer punto de inflexión importante para construir un consenso internacional contra el apartheid. A solo semanas después de la masacre, el Consejo de Seguridad de la ONU fue presionado por 29 países para aprobar su primera resolución contra el apartheid sudafricano. Sin embargo, aún quedaba un largo camino por recorrer para aislar realmente al régimen. En 1962, la Asamblea General de la ONU votó una resolución que instaba a los países miembros a romper los lazos políticos y económicos con Sudáfrica hasta que se pusiera fin al apartheid. Aunque la resolución fue aprobada, Estados Unidos y toda Europa Occidental votaron en contra. Esto dejó claro que, aunque estos países en el bloque imperialista se sentían presionados para oponerse simbólicamente al apartheid, no estaban dispuestos a tomar medidas concretas para derrocarlo.
A medida que la lucha contra el apartheid se intensificó dentro de Sudáfrica y desde movimientos solidarios en todo el mundo, el régimen sudafricano quedó cada vez más aislado. A lo largo de las décadas de 1960 y 1970, países en África, Asia, América Latina y el bloque socialista en Europa utilizaron la ONU como herramienta para alentar a más países a cortar lazos con Sudáfrica. Las campañas internacionales de base para boicotear productos producidos en Sudáfrica también tuvieron un impacto. Después de que el régimen del apartheid masacrara a estudiantes negros durante el Levantamiento de Soweto en 1976, una enorme protesta internacional llevó a la ONU a implementar un embargo de armas obligatorio que prohibió a los países vender armas a Sudáfrica al año siguiente.
Este creciente aislamiento político y económico tuvo un impacto drástico en la economía de Sudáfrica. Según algunas estimaciones, Sudáfrica experimentó más de 37 mil millones de dólares en “fuga de capitales” entre 1970 y 1988. En el mismo período, el rand (la moneda de Sudáfrica) experimentó una inflación masiva. La situación económica no era sostenible a largo plazo, especialmente a medida que las potencias imperialistas eran presionadas para reducir su apoyo al régimen del apartheid.
Nuevamente, observamos similitudes en la lucha internacional en solidaridad con Palestina. La Asamblea General de la ONU ha afirmado el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, y algunos países nunca han normalizado las relaciones diplomáticas con Israel o las han retirado en algún momento en los últimos 75 años. En el último mes, en respuesta a la campaña más reciente de violencia por parte de Israel y al movimiento internacional en su contra, al menos diez países han suspendido relaciones con Israel o retirado a sus embajadores. Sin embargo, el respaldo de los países imperialistas a Israel le brinda al país margen de maniobra para resistir la presión de otras partes del mundo.
La lucha dentro de los EE. UU.: El principal respaldo del apartheid
Si bien la clase trabajadora en cada país tiene un papel que desempeñar en los movimientos para aislar regímenes de apartheid, la clase trabajadora de los Estados Unidos tiene una responsabilidad particular. El gobierno de los Estados Unidos fue el principal respaldo del apartheid en Sudáfrica, y ha demostrado la misma fidelidad hacia el apartheid en Israel.
El apartheid en Sudáfrica desempeñó el papel vanguardista en el avance de los intereses imperialistas de Estados Unidos en todo el continente africano. En coordinación con Estados Unidos, el gobierno sudafricano logró debilitar a los estados socialistas y progresistas en el sur de África a través de la guerra. Asistió al régimen racista en Rodesia y movilizó una agresión militar a gran escala en Angola, Mozambique y Namibia, que en ese momento era una colonia sudafricana. En un giro desafortunado para el régimen del apartheid, el ejército sudafricano fue humillado por las tropas angoleñas y cubanas durante la Guerra de la Frontera Sudafricana en la década de 1980, otro factor significativo en la derrota del apartheid.
Israel también es una extensión de los intereses imperialistas de Estados Unidos. En 1986, Joe Biden dijo infamemente: “[El apoyo a Israel] es la mejor inversión de 3 mil millones de dólares que hacemos. Si no hubiera un Israel, los Estados Unidos de América tendrían que inventar un Israel para proteger sus intereses en la región”.
A lo largo de las décadas, Israel ha cumplido este papel al intentar mantener Oriente Medio fracturado y débil: invadiendo Egipto y Siria en 1967, bombardeando Irak en 1981, invadiendo Líbano en múltiples ocasiones, participando en operaciones militares recientes lideradas por Estados Unidos contra Irak y Yemen, y amenazando constantemente con la guerra contra Irán.
En el caso de Sudáfrica, el gobierno de Estados Unidos permaneció leal al régimen del apartheid tanto como pudo. Su apoyo a Sudáfrica solo flaqueó ante una presión internacional implacable y un poderoso movimiento antiapartheid en el país, que incluyó manifestaciones masivas en consulados sudafricanos en todo el país, en docenas de campus universitarios, intervenciones culturales de atletas y artistas, y más. Solo después de la presión generada por este movimiento, el gobierno de Estados Unidos finalmente aprobó la Ley Integral contra el Apartheid de 1986.
Las semillas de un movimiento masivo similar contra el apartheid israelí han sido sembradas y cultivadas en el último mes. El 4 de noviembre, una significativa coalición de organizaciones llevó a cabo la manifestación pro Palestina más grande en la historia de Estados Unidos, con 500,000 personas convergiendo en Washington D. C. Más de 9,000 artistas, incluyendo a Kehlani, Noname y Kid Cudi, han firmado una declaración de solidaridad de Artistas Contra el Apartheid que afirma el derecho de los palestinos a “soberanía, dignidad y autodeterminación”. En las semanas siguientes, miles de personas en todo el país han respondido al llamado internacional de “Shut It Down for Palestina,” llevando a cabo acciones militantes cada semana para construir un clima político que haga insostenible el negocio genocida de Israel.
Ya, la clase dominante de Estados Unidos ha comenzado a mostrar grietas. Se han publicado varios artículos en los medios corporativos sobre crecientes divisiones internas dentro de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Congreso sobre el apoyo de Estados Unidos a Israel mientras lleva a cabo su genocidio. La Casa Blanca, que inicialmente expresó un apoyo incondicional a Israel, ha sido contundente al expresar desacuerdo con algunas de sus estrategias en Gaza. A medida que el genocidio se intensifica, un número creciente de congresistas y gobiernos municipales han pedido un alto el fuego. Y desde el 7 de octubre, altos funcionarios de la ONU y el departamento del Estado han renunciado en protesta por la política de Estados Unidos con respecto al asalto de Israel.
Esto no es un reflejo de que los líderes occidentales hayan descubierto de repente su moralidad —es una indicación de la fortaleza de un creciente movimiento en solidaridad con Palestina.
El último mes y medio ha marcado claramente el comienzo de una nueva era en la lucha contra el apartheid israelí dentro de Estados Unidos. Mientras la clase dominante de Estados Unidos espera que la vida pública vuelva a una sumisión pasiva ante las atrocidades de Israel, los progresistas y revolucionarios aquí tienen un papel esencial que desempeñar para avanzar en la lucha en la dirección opuesta. Es la combinación de un fuerte movimiento desde dentro del principal respaldo de Israel, el aislamiento internacional de Israel y la firme lucha de los palestinos por la liberación lo que hará caer el apartheid hoy, al igual que sucedió en Sudáfrica.