Foto: Henry Kissinger en el 2016. Crédito: la Biblioteca LBJ.
El 29 de noviembre falleció Henry Kissinger a los 100 años. En sus puestos de Asesor de Seguridad Nacional y Secretario del Estado en las administraciones de Nixon y Gerald Ford, Kissinger fue un arquitecto principal de la política exterior de la guerra Fría para contener la influencia soviética y los movimientos ascendentes de izquierda de todo el mundo.
Mientras que las figuras de la clase dominante celebran el legado de Kissinger, su récord está empapado con la sangre de millones del sur global. A continuación, se destacan cinco de las peores atrocidades por las cuales Kissinger es directamente responsable, sin orden particular.
1- El bombardeo de saturación de Camboya
Bajo el entonces presidente, Richard Nixon, Kissinger supervisó la campaña de bombardeo de saturación genocida de Camboya de 1969 hasta 1973. Esta campaña de bombardeo se inició durante el pico de la guerra con Vietnam cuando el gobierno de EE. UU. buscaba interrumpir la ruta de suministro de armas del ecomunista de Vietnam del Norte a través del camino de Ho Chi Minh, que corría desde Laos y Camboya, por el sur de Vietnam hasta el norte de Vietnam. La Operación Menu, como se conocía, se mantenía secreta en cuanto al Congreso y los ciudadanos estadounidenses, por el hecho de que la opinión pública sobre la guerra de Vietnam se empezaba a girar hacia oponer el involucramiento de EE. UU. Sólo a través de documentos de la CIA luego desclasificados se le reveló al público.
En total, Estados Unidos lanzó 540,000 toneladas de bombas sobre Camboya, matando aproximadamente 150,000 civiles. Además, la gente de Camboya aún vive con las repercusiones de esta campaña de terror hasta el día de hoy: el país sigue contaminado con municiones sin explotar y décadas después de la guerra, civiles siguen siendo heridos por estos explosivos. Hay más de 40,000 amputados en un país de 16.6 millones –la cantidad per cápita más grande del mundo.
2. Ingeniando un golpe militar fascista en Chile
Kissinger también fue el “arquitecto principal” detrás del derrocamiento en 1973 del líder socialista democráticamente electo, Salvado Allende, por el dictador militar Augusto Pinochet. La campaña de Nixon y Kissinger contra Allende se inició durante su racha presidencial de 1970, sabiendo que, si fuera elegido, Allende nacionalizaría industrias claves de Chile, que en ese momento estaban dominadas por monopolios de EE. UU., y, en general, implementaría una política hostil al imperialismo estadounidense.
En una comunicado secreto enviado en octubre de 1970, un mes después de que Allende ganó las elecciones, el director diputado de planes de la CIA, Thomas Karamessines, crudamente comunicó el mensaje de Kissinger al agente de la CIA local de Santiago, Henry Hecksher: “Es una política firme y continua que Allende será derrotado por un golpe de estado”.
Hasta el momento de derrota eventual de Allende, Kissinger y el gobierno de EE. UU. hicieron todo lo posible para socavar al líder chileno, incluido el apoyo financiero de grupos de oposición, reuniones con generales militares para presionarlos en proveer una “solución” a Allende, y financiando huelgas de trabajadores antigubernamentales para desestabilizar la economía. Kissinger también supervisó otras operaciones secretas en Chile, incluyendo el asesinato de su comandante en jefe del ejército, el General René Schneider, visto por el gobierno de Nixon como paso necesario para derrotar al líder chileno, porque a Schneider se le veía como “protector clave dentro del ejercito contra golpes de estado amenazantes para Allende”.
Y cuando Pinochet le robó el poder a Allende en un golpe, Kissinger le dio su apoyo total al general.
El número de muertos a raíz de la dictadura militar de Pinochet, que duró desde 1973 hasta 1990, fue tremendo: en cuestión de semanas 20,000 izquierdistas, intelectuales, trabajadores y partidarios de Allende fueron detenidos y torturados en el Estadio Nacional en Santiago. Muchos fueron asesinados. En total, más de 40,000 personas fueron asesinadas, torturadas, o detenidas en la ola represiva política de Pinochet.
3. Apoyo de la Guerra Sucia de Argentina
En 1976, Kissinger les dio a la junta militar de Argentina el visto bueno para la ola de represión política contra civiles de izquierda y disidentes políticos. En 2014, documentos desclasificados incluyen este relato de una reunión entre el embajador de EE. UU. a Argentina, Robert Hill, de una conversación entre el ministro del exterior argentino César Augusto Guzzetti y Kissinger:
Los argentinos estaban muy preocupados de que Kissinger los retara con una charla sobre los derechos humanos. Guzzetti y Kissinger desayunaron juntos por un largo rato pero el Secretario no sacó el tema. Finalmente, lo hizo Guzzetti. Kissinger le preguntó cuánto tiempo les tomaría (a los argentinos) eliminar el problema. Guzzetti respondió que se completaría para el fin de año. Kissinger aprobó.
En otras palabras, explicó el embajador Hill, Kissinger les dio su permiso a los argentinos.
El documento explica también que Kissinger le expresó a Guzzetti que “terminara su problema con los terroristas [a los que la junta llamaba izquierdistas] antes de fin de año —antes que el Congreso se reuniera en enero de 1977. Para ese entonces, a Kissinger estaba le preocupaba que el Congreso pondría fin a la ayuda externa a ciertos países si esos gobiernos estaban en violación de los derechos humanos, y quería asegurarse de que la junta pudiera terminar su campaña de terrorismo estatal y asesinatos antes que se pusieran en marcha esas leyes.
Al final, la Guerra Sucia de la junta militar, así conocida, terminó con las muertes y desapariciones de más de 30,000 personas.
4. Apoyo a la invasión de Indonesia de Timor Oriental
En diciembre de 1975, después que el partido revolucionario de izquierda Fretilin declarara su independencia de Portugal, el dictador militar de Indonesia Suharto estaba planeando una invasión de Timor Oriental. Suharto se reunió con el entonces presidente Gerald Ford y Kissinger, su Asesor de Seguridad Nacional y Secretario del Estado, para que aprobara su plan de anexionar Timor Oriental como parte de Indonesia. Kissinger básicamente le dio a Suharto “la luz verde”, y Suharto invadió el país de Suroeste de Asia al otro día, el 7de diciembre.
Estados Unidos no solo apoyó la invasión políticamente, pero también suministró las armas necesarias al esfuerzo militar de Suharto. Documentos revelan que aproximadamente 90% de las armas usadas en la invasión de Timor Oriental fueron suministradas por Estados Unidos.
La invasión sangrienta de Timor Oriental de Suharto dejó 200,000 muertos y lanzó una ocupación brutal de 24 años marcada por ejecuciones extrajudiciales, masacres habituales, violaciones y tortura, y la hambruna forzada del pueblo.
5. Apoyo del genocidio en Bangladesh por Pakistán
En marzo de 1971, el líder bengalí Sheikh Mujibar Rahman ganó las elecciones legislativas de Pakistán con una plataforma de independencia para Pakistán Oriental (hoy Bangladesh). Como respuesta, el presidente Yahya Khan de Pakistán inició una campaña genocida contra los hindúes bengalíes, la cual entonces lanzó la Guerra de Liberación de Bangladesh.
En ese momento, Pakistán era un aliado crucial de Estados Unidos en su proyecto de intentar moderar la India —que en ese entonces estaba aliada con el bloque socialista y que también era un jugador importante en el establecimiento de relaciones con China— y contener la influencia soviética en el subcontinente
Mientras que India entró a la guerra apoyando a Pakistán Oriental, Kissinger y Nixon aprobaron envíos de armas a Yahya Khan, incluyendo la transferencia ilegal de 10 bombarderos de combate de Jordania. Cuando Archer Blood, un diplomático principal de EE. UU. a Pakistán Oriental, se quejó de las atrocidades apoyadas por EE. UU., Kissinger respondió con despedirlo.
El genocidio terminó cuando las fuerzas militares de Pakistán se rindieron el 16 de diciembre de 1971, y fue entonces que Bangladesh se independizó. En total, mataron a más de tres millones de bangladesíes.