El 3 de octubre, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) aprobó una intervención de mil policías kenianos a Haití, aparentemente para combatir la violencia de pandillas. El consejo de 15 miembros adopto una resolución, calculadamente redactada por Estados Unidos y Ecuador, que autoriza la supuesta misión de Apoyo de Seguridad Multinacional a tomar “todas las medidas necesarias” –una redacción velada para el uso claro y aprobado de la fuerza ilimitada sobre el pueblo haitiano en su propio país por parte de agentes extranjeros.
China y Rusia se abstuvieron del voto. El diplomático de EE. UU. Jeffrey DeLaurentis dijo con orgullo, “Nosotros hemos tomado iniciativa para crear nuevas maneras de preservar la seguridad y la paz mundial, respondiendo a los repetidos llamados por parte de un estado miembro y que enfrenta una crisis multidimensional en medio de violencia de pandillas alarmante”. (Reuters) Esta resolución es la manifestación de una ocupación que lleva algunos años gestándose.
El año pasado, el gobierno provisional de Haití oficialmente solicitó un despliegue internacional, consiguiendo apoyo del Secretario General de la ONU Antonio Guterres y Estados Unidos. Aunque muchas naciones previamente habían apoyado la posibilidad de mandar lo que la ONU llamaba “fuerzas de apoyo especializado” a Haití, antes del anuncio de Kenia, ningún país había dado un paso para llevar a cabo la intervención.
Guterres tomo la promesa de Kenia con brazos abiertos, diciendo que él “valora la consideración de Kenia a quizás liderar una fuerza multinacional no de la ONU” en acuerdo con el portavoz de la ONU, Farhan Haq.
Canadá, quien mando tropas a Haití a principios de este año, previamente había prometido $75 millones ($100 millones canadienses) para la policía de Haití, también celebró la oferta de Kenia. “Nosotros estamos listos para trabajar con Kenia y todos sus socios para asegurar el éxito de una futura misión de reconocimiento y cualquier posible despliegue bajo el mandato CSNU”, dijo Sebastien Carriere, el embajador canadiense en Haití.
El portavoz del Departamento de Estado de EE. UU. Matthew Miller les dijo a los periodistas que Washington, por su parte, está “comprometido a encontrar los recursos para apoyar esta fuerza multinacional”.
Como sabemos, ocupaciones e invasiones extranjeras han sido una parte continua de la historia de Haití desde su independencia de Francia en 1804. Haití ha sido plagada con varias intervenciones extranjeras de las fuerzas imperialistas de Francia, Estados Unidos y Alemania.
Esta interferencia en los asuntos haitianos ha desestabilizado el país. Pero no existen soluciones propuestas por la ONU y Estados Unidos a la destrucción que se ha puesto en marcha de manera encubierta y abierta durante siglos debido a intervenciones como estas. Como fue detallado en el análisis de Eugene Puryear, “ Haiti: between a rock and a revolution”, intervenciones militares extranjeras y ocupaciones han sido “esfuerzos para destrozar el espíritu revolucionario popular de la gente haitiana, quienes han enfrentado 2 golpes de estado, 3 dictadores, 2 ocupaciones militares extranjeras, numerosos escuadrones de muerte, 4 elecciones cuestionables desde el 2006, y un asesinato presidencial”, y una gama de tratos comerciales explotadores que han llevado a 5 millones de haitianos, la mitad de la nación, a la pobreza, algunos teniendo que encontrar formas alternativas para sobrevivir.
La gente haitiana tiene cada derecho de inquietarse frente a este comando especial apoyado por EE. UU. por la manera en que otras intervenciones de la ONU han afectado a la nación. Ellos han experimentado todos los despliegues de “paz” fallidos que han causado estragos en Haití.
Las fuerzas de pacificación de la ONU que fueron enviadas al país después del terremoto del 2010 fueron vinculadas al brote de cólera que mató a casi 10,000 personas. Las tropas de la ONU que salieron del país en el 2019 fueron vinculadas a numerosos casos de violencia sexual, sin mencionar los numerosos actos de crímenes de odio racial cometidos contra los haitianos cometidos por estas supuestas “fuerzas de pacificación”.
Para ser claro, no debería haber y no puede haber un llamado por parte de la administración actual del Primer Ministro Ariel Henry —quien fue nombrado por EE. UU.— para una intervención extranjera porque por definición la administración es ilegítima.
Además, la mayoría de los haitianos consideran que la actual administración no electa de Haití es antagónica, por decir lo menos. Según Black Alliance for Peace, “el gobierno solo es sostenido por los gobernantes imperiales: la confederación indecorosa de países del Core Group y organizaciones, así como BINUH (Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití) y una floja alianza de corporaciones extranjeras y elites locales”. Estos cuerpos históricamente imperialistas han causado estrangulamiento financiero, inestabilidad estructural y estancamiento en Haití.
No solo hay problemas del continuo despliegue de fuerzas neocoloniales en Haití —también hay preocupaciones sobre el récord de los derechos humanos en Kenia. Grupos de derechos humanos alegan que la historia de los abusos de derechos humanos de Kenia debieron haber sido evaluados antes de cualquier consideración. La sede de Amnesty International en Kenia ha urgido que la ONU y todos los que están interesados en los derechos humanos que investiguen “las implicaciones humanitarias y los derechos humanos cuando despliegan una fuerza armada multinacional en Haití”. (CNN) La policía de Kenia ha menudo ha sido criticada por sus tácticas violentas cuando “contienen” demostraciones. Docenas de kenianos fueron asesinados durante protestas tan recientemente como julio de este año.
La ONU expresó en ese momento preocupación por la brutalidad policial durante las protestas en Kenia —es posible que hasta 23 personas hayan muerto durante las manifestaciones. Se sabe que la fuerza policial de Kenia, la misma que ha sido enviada a Haití, es corrupta y brutal.
El investigador Caleb Wafula del Armed Conflict Location and Event Data Project también escribe: “… la creciente brutalidad policial en Kenia requiere una reevaluación exhaustiva de las medidas y tácticas utilizadas por los agentes de seguridad”.
El Centro Nacional de la Sociedad Civil de Kenia también se ha opuesto al despliegue de personal policial del país en Haití, acusándolo de “ejecuciones extrajudiciales”.
También está una cuestión más importante, el aspecto cultural, es decir, el idioma, el contexto y la historia, que la seguridad de Kenia en su mayor parte no tendrá. El profesor y analista político keniano Herman Manyora le dijo a CNN que la barrera del idioma y la falta de conocimiento de la cultura y la historia haitianas representan una amenaza para las fuerzas de seguridad de Kenia. “Tienen su historia única, ni siquiera entendemos esa historia”, lo que convierte la intervención en un “riesgo”.
Haití tiene la solidaridad desde dentro de la propia Kenia del Partido Comunista de Kenia. En una declaración pública, el Partido Comunista de Kenia escribe: “El Partido Comunista de Kenia rechaza firmemente cualquier forma de neocolonialismo y condena los intentos de utilizar una cara Negra para brutalizar a Haití o cualquier otra nación por parte de los miembros del Core Group, incluidos los representantes de las Naciones Unidas, Canadá, Francia, Alemania, España, la Unión Europea, Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos. El partido reconoce los sistemas de mantenimiento de una agenda neocolonial en Haití, o como se le llama en la lengua popular haitiana, ‘Sistèm nan’” (El Sistema).
“Nosotros vehementemente apoyamos a la población haitiana explotada y oponemos cualquier intervención o involucramiento por parte del Occidente en Haití. El gobierno keniano disminuye la soberanía y autodeterminación de la gente haitiana en decidir mandar tropas a Haití, mientras preservan los intereses neocoloniales de Estados Unidos, el Core Group y las Naciones Unidas. El imperialismo, históricamente basado en la explotación y el sometimiento, ha causado sufrimiento inmenso a través de continentes. Igualmente, el ascenso al poder de EE. UU. fue significativamente alimentado por la esclavitud de millones de africanos, cuya labor fue la base de su prosperidad económica. Los ecos de este pasado obscuro siguen resonando en varias formas de desigualdad social y racial que persisten en EE. UU. hoy.
“… Nuestro compromiso radica en abogar por políticas que mejoren las condiciones materiales de los marginados y que creen una sociedad justa y equitativa, abordando las causas profundas de los problemas sociales, incluidos los problemas de la distribución de la tierra y la necesidad de invertir en industrias para crear empleos y mejorar vidas… [condenamos] los esfuerzos para sabotear la soberanía de Haití, la utilización de instrumentos del Estado para el sometimiento continuo del pueblo haitiano y la disrupción de la solidaridad panafricana. Por lo tanto, debemos intensificar la lucha desde abajo, enfatizando los movimientos de base y la acción colectiva para lograr un cambio transformador”.
Mientras Haití entra en esta fase de lucha que va adquiriendo diferentes rostros, una cosa sigue siendo verdadera: la lucha de Haití por la autodeterminación, la estabilidad y la dignidad continúa. Haití no necesita una ocupación respaldada por la ONU en ninguna forma —necesita solidaridad y libertad de sus cadenas imperiales. De parte de todos los pueblos oprimidos del mundo: ¡Viva una Haití libre y liberada! ¡Abajo con todas las intervenciones de Estados Unidos y la ONU en Haití!
Foto: Fuerzas policiales de Kenia; gente haitiana. Gráfica de Liberation News.