La reina Isabel II fue la monarca del Reino Unido desde el 6 de febrero de 1952 hasta su muerte este pasado 8 de septiembre. Durante su reinado, estallaron movimientos comunistas y de liberación nacional en las colonias británicas, los cuales con frecuencia fueron aplastados brutalmente por las fuerzas ocupadoras. Su reinado debe ser recordado como un símbolo de la barbarie que el imperio británico desató sobre sus súbditos y a los extremos que está dispuesto a llegar para mantener su dominio regional.
La Emergencia Malaya (1948-1960)
La Emergencia Malaya fue la guerra de independencia que enfrentó a las fuerzas armadas británicas y el Ejército de Liberación Nacional Malayo (MNLA), el ala militar del Partido Comunista Malayo (MCP). La guerra empezó cuatro años antes del reinado de la reina Isabel II y continuó por ocho años después de que ascendió al trono. El MNLA buscaba la independencia del gobierno colonial británico emprendiendo ataques guerrilleros contra plantaciones de caucho, estaciones de policía y redes de transporte e infraestructura.
El 18 de junio de 1948, las autoridades británicas declararon un estado de emergencia en respuesta a los ataques, desatando una guerra de 12 años que incluyó campañas de tierra arrasada, en las cuales el ejército británico quemó los hogares y fincas de aquellos sospechados de tener lazos al MNLA, la relocalización de entre 400,000 y un millón de personas en campos de concentración que llamaron “nuevas aldeas”, y la destrucción de cultivos rociando agente naranja para privar a los insurgentes de alimento.
La emergencia se declaró como terminada en 1960; para ese entonces se estima que 6,700 guerrilleros y más de 3,000 civiles habían muerto. Estrategas militares y legisladores todavía estudian la Emergencia Malaya como una de las pocas campañas contrainsurgentes exitosas llevadas a cabo por el Occidente.
La represión de la Rebelión del Mau Mau (1952-1960)
En 1952, después de décadas de marginalización económica, desposesión y violencia a manos del régimen británico, un grupo de militantes kenianos conocidos como los rebeldes del Mau Mau, desataron un levantamiento anticolonial contra los colonizadores blancos y los africanos leales a la corona dentro de su país.
El levantamiento fue una respuesta a las décadas de apropiación colonial de tierras kenianas, forzando a los locales a trabajar sus propias tierras, ahora en manos de los colonizadores, por salarios escasos. Organizaciones nacionalistas, como la Unión Africana Keniana, a menudo apelaban, sin éxito, a las autoridades británicas por reformas agrarias y derechos políticos equitativos.
En octubre de ese año, los británicos movilizaron refuerzos militares para aplastar el levantamiento en Kenia. Lanzaron una brutal campaña contrainsurgente, y metieron a más de cien mil kenianos Kĩkũyũ, Neru y Embu en campos de detención en los que fueron sometidos a interrogaciones, palizas y abuso sexual. Para 1960, según la Comisión de Derechos Humanos de Kenia, los británicos habían asesinado, mutilado o torturado a 90,00 kenianos, y detenido a 160,000 en los campos. Aunque los Mau Mau fueron derrotados, la rebelión jugó un papel clave en lograr la independencia de Kenia en 1963.
Hoy, las tribus Talai y Kipsigis de Kenia están exigiendo $200 mil millones en reparaciones del gobierno británico como restitución por el robo de tierras y los crímenes coloniales.
Guerra encubierta en Yemen (1962-1969)
En 1962, después de la muerte del rey Ahmed de Yemen, nacionalistas del ejército árabe, con el apoyo popular del pueblo y con el respaldo del ejército egipcio de Gamal Abdel Nasser, tomaron el poder y declararon una república. Al mismo tiempo, los partidarios británicos lanzaron un contraataque para retomar el poder con el respaldo de Arabia Saudita, Israel, Jordania y Gran Bretaña.
A pesar de que públicamente mantenía una política de no intervención en Yemen, Gran Bretaña de hecho estaba secretamente proveyendo aviones de combate para llevar a cabo bombardeos en el país, además de millones de libras en armas a las fuerzas monárquicas. Airwork Services, una compañía de defensa privada británica, llegó a firmar un contrato de $26 millones para proveer personal para entrenar pilotos saudíes.
Cabe señalar que los oficiales británicos reconocieron que era poco probable que los partidarios británicos a los que respaldaban pudieran ganar. La estrategia, como el entonces primer ministro Harold Macmillan le dijo al presidente John Kennedy, era asegurarse de que “el nuevo régimen yemení esté ocupado con sus propios asuntos internos por los próximos años”, y que la meta final era tener “un gobierno débil en Yemen que no pueda causar problemas”.
Como se predijo, en 1969, los partidarios británicos perdieron la guerra contra los republicanos. Para ese entonces se estima que 200,000 personas habían muerto.
Ofensiva de propaganda en Indonesia (1965-1966)
En 1965, espías británicos lanzaron una sofisticada campaña de propaganda para incitar violencia en contra del Partido Comunista de Indonesia (PKI), en ese entonces el tercer partido comunista más grande del mundo. Desde Singapur, los propagandistas británicos crearon boletines supuestamente escritos por la diáspora indonesia haciendo un llamado a sus compatriotas dentro del país, incluyendo generales del ejército, a que “extirparan” el “cáncer comunista” y “eliminaran” al PKI. El PKI, decían, era “una serpiente herida”, y reiteraban que ese era el momento para matarla, antes de que pudiera recuperarse. La ofensiva también incluyó una estación de radio dirigida por malayos que transmitía propaganda anticomunista en Indonesia.
Esta campaña fue lanzada por Gran Bretaña para socavar al entonces presidente de Indonesia, Sukarno, quien contaba con el apoyo del PKI y quien se oponía a los planes de la administración de juntar a sus antiguas colonias para establecer una federación malaya –plan que Sukarno veía como un intento por parte del imperio de preservar su control colonial en la región.
El 1 de octubre, un intento de golpe de estado dentro del ejército, llevado a cabo por fuerzas de la izquierda que creían que algunos de entre sus filas estaban planificando un golpe contra Sukarno, fue el catalizador para que el general Suharto tomara el poder, aplastara la rebelión y masacrara a todos quienes se sospechaba tenían lazos con el PKI. Durante este periodo, los espías británicos diseminaron ediciones especiales de boletines comparando al PKI con Hitler y exhortando a la gente a continuar las campañas violentas. Llegaron a declarar que “El comunismo debe ser abolido en todas sus formas. El trabajo que el ejército empezó debe ser continuado e intensificado”.
La violencia finalmente terminó en marzo de 1966 cuando Sukarno cedió el poder al general Suharto. Para ese entonces, se estima que entre 500,000 y un millón de personas habían sido asesinadas, marcando una de las peores masacres del siglo XX.
Domingo Sangriento (30 de junio de 1972)
El 30 de enero de 1972, durante una marcha en Derry, Irlanda del Norte, el ejército británico abrió fuego contra los manifestantes, disparándole a 26, 14 de los cuales murieron por sus heridas. Durante el altercado, 21 soldados dispararon 108 balas.
La Asociación de Derechos Civiles de Irlanda del Norte había organizado la marcha en respuesta a una ley aprobada por el gobierno británico en agosto de 1971, la que permitía a las autoridades arrestar, sin derecho a juicio, a personas sospechadas de ser nacionalistas irlandeses. Ello se sumaba al hecho de que las comunidades católicas en Irlanda del Norte ya sufrían discriminación por parte del gobierno de mayoría protestante.
El Domingo Sangriento es uno de los hitos en el conflicto norirlandés (The Troubles), una lucha de liberación nacional entre el Ejército Republicano Irlandés y el ejército británico que duró por 30 años.
Una figura cuya muerte no deberíamos lamentar
Desde los cincuenta a los setenta, a la altura de la descolonización, las autoridades británicas lanzaron la operación Legacy, una campaña para destruir todos los archivos oficiales en las administraciones coloniales producidos previo a la independencia de esas colonias. Los administradores ordenaron que los archivos fueran quemados o tirados al mar para destruir cualquier evidencia que pudiera “avergonzar al gobierno de su Majestad” o “avergonzar a miembros de la policía, las fuerzas militares, servidores públicos u otros como informantes de la policía”, o que pudiera “ser usado de manera inmoral por ministros del gobierno sucesor”.
Gracias a esta operación y la evidencia que fue destruida, quizás jamás sabremos la verdadera escala de las campañas genocidas del imperio británico. Sin embargo, lo que sí sabemos debe recordarnos que la reina Isabel II no es una figura cuya muerte deberíamos lamentar, sino que es símbolo de un imperio que ha llevado adelante algunas de las peores atrocidades de la historia, un imperio que acumuló cantidades masivas de riqueza que robó a sus colonias.