Autor de la foto — Gage Skidmore
Ayer, el discurso de Joe Biden de horario estelar sobre la democracia fue un intento de encubrir con retórica su abyecto fracaso y el del Partido Demócrata para evitar la extinción del derecho al aborto, el asalto al derecho al voto de los afroamericanos y el ataque a nivel nacional de las grandes empresas contra los derechos sindicales y los trabajadores. En su discurso en Filadelfia, Biden proclamó: “Donald Trump y los republicanos MAGA representan un extremismo que amenaza los fundamentos mismos de nuestra república.”
Cabe destacar que en su discurso, Biden no mencionó el aborto y el derecho al aborto ni una sola vez. El hecho de que pueda hacer un fuerte argumento a favor de la “democracia” y los “derechos democráticos” y no mencionar ni destacar la evisceración de este derecho democrático fundamental de las mujeres a controlar sus propios cuerpos, es un claro indicador de la superficialidad de la posición del Partido Demócrata sobre los “derechos democráticos.”
Sin duda, la amenaza de la violencia fascista y el posible fin incluso de la democracia burguesa es real y creciente. Es notable que un presidente de los Estados Unidos lo haya declarado claramente para que el mundo lo escuche. Ayer en la mañana, Donald Trump dijo en una entrevista que perdonaría a los que participaron en el atentado del 6 de enero y que estaba apoyando financieramente a algunos de los acusados. Con ello, Trump está prometiendo el tipo de impunidad legal que siempre ha alentado a los participantes en la violencia reaccionaria de las turbas violentas a lo largo de la historia de Estados Unidos, una clara señal de que quiere más violencia en el futuro. Este tipo de amenazas tiene como objetivo forzar un programa de extrema derecha, apoyado por una parte importante del establecimiento de la clase dominante que quiere hacer retroceder los derechos democráticos fundamentales, ganados durante las oleadas de lucha popular en los años 30 y 60.
Pero Biden también es parte del problema. Es ridículo que se haga pasar por un defensor de la democracia cuando durante tanto tiempo se ha quedado de brazos cruzados y se ha negado a tomar las medidas decisivas necesarias para hacer retroceder los crecientes ataques contra los derechos democráticos, sociales y políticos. Después de tantas promesas incumplidas durante la campaña, tenemos que fijarnos en lo que Biden hace realmente, no sólo en lo que dice.
El ataque a la democracia alcanzó nuevas cimas con la anulación del derecho al aborto por parte de la Corte Suprema en la decisión de Dobbs. Los demócratas podrían haber eliminado el filibusterismo y haber aprobado una ley que legalizara el aborto a nivel federal, todo ello sin necesitar un solo voto republicano en el Congreso. Biden podría haber tomado una serie de medidas de emergencia, como la apertura de centros de aborto en terrenos federales en los estados que han prohibido el aborto, y luego librar una lucha legal y política para defender esos lugares.
Se ha aprobado una oleada de leyes de supresión de votantes a nivel estatal, tras el desmantelamiento de la Ley del Derecho al Voto por parte de la Corte Suprema, dirigidas especialmente a los votantes afroamericanos. Biden y los líderes del Partido Demócrata podrían haber aprobado una legislación federal que anulara esas leyes estatales y ampliara los derechos de voto con medidas como el registro automático de votantes y el cambio del día de las elecciones en un día festivo. Decidieron no hacerlo. Los demócratas se niegan a luchar por el fin del sistema antidemocrático del colegio electoral y, de hecho, tienen una legislación pendiente para reforzarlo. El colegio electoral es una reliquia de un sistema basado en la exclavitud. Fue diseñado y ha sido utilizado repetidamente para frustrar la voluntad de la mayoría y dar poder a la derecha.
Biden también ha contribuido a la amenaza a la democracia al ignorar los derechos sociales y económicos de la clase trabajadora. ¿No es un derecho democrático fundamental que los trabajadores puedan formar un sindicato? Y, sin embargo, Biden ha abandonado totalmente la Ley PRO que pretende ampliar drásticamente los derechos sindicales. ¿Puede la gente participar realmente en una sociedad democrática si se le niegan sus necesidades materiales básicas? Biden también ha abandonado los planes para reforzar los programas sociales en los ámbitos de la educación, la salud, la vivienda, el cuidado de los niños y otros.
Y ahora Biden se une con entusiasmo al ataque a la democracia con su propuesta de sacar 100.000 policías más a las calles. Necesitamos una verdadera democracia popular, no un estado policial.
Es difícil imaginar una persona menos cualificada que Biden para liderar la lucha por la defensa y la expansión de la democracia frente al asalto de la derecha. Para ello, necesitamos que millones de personas salgan a la calle en un movimiento de base por un nuevo tipo de sociedad.