El 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, inició lo que él llamó una “operación militar especial … para desmilitarizar y desnazificar Ucrania”. La prensa burguesa occidental cuestionó estas supuestas metas, repitiendo una y otra vez que las denuncias de nazismo en Ucrania no son nada más que “fake news” rusos. Michael McFaul, embajador de los EE. UU. en Rusia del 2012-2014, hasta llegó a declarar que “no hay nazis en Ucrania”. Declaraciones similares resuenan a través de la cámara de eco de los medios masivos, y el hecho de que el presidente actual de Ucrania es judío a menudo es presentado como la única “prueba” necesaria —un argumento miope y deshonesto.
Refutar la existencia de nazis y fascistas en Ucrania sirve para construir una narrativa enredada pero simplista vagamente basa en la Segunda Guerra Mundial: Putin es una figura malvada, casi Hitleriana, decidida a atacar al gobierno pacifista ucraniano y a sus partidarios inocentes. La meta de tal narrativa es fomentar apoyo ciego e incondicional por el gobierno Zalenskyy, la OTAN y los poderes imperiales de Occidente. Una guerra “humanitaria”, o sea una intervención brutal por parte de la OTAN que podría desatar la Tercera Guerra Mundial, es presentada como una opción viable. En este contexto, cualquier intento por proveer un análisis sobrio y concreto de la verdadera historia del nazismo en la región corre el riesgo de ser falsamente tildado de y descartado como “pro-Putin” porque no apoya esta narrativa belicista.
Pero un análisis que toma en cuenta las complejidades de situaciones concretas revela que de hecho hay una historia profunda y expansiva de fascismo en Ucrania, apoyado y promovido por el gobierno estadounidense. Esto no significa que el fascismo sea necesariamente la fuerza dominante en el país o tan siquiera en todo ámbito en el que existe (el ejército, las fuerzas paramilitares, el parlamento, la sociedad en general etc.). Ni para nada implica que tenemos que apoyar la invasión rusa, o tan siquiera presumir que la ‘desnazificación’ es su meta principal. Al contrario, es posible entender que el fascismo es una fuerza muy real en Ucrania al mismo tiempo que denunciamos la decisión de Putin de invadir.
Una historia breve de los nazis, la OTAN y Ucrania
Para entender el conflicto actual, es importante recordar que los rusos y los ucranianos en algún momento vivieron en relativa harmonía cuando ambos países eran parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuya fundación fue basada en el principio de la autodeterminación nacional. Esto fue violentamente interrumpido en 1941, cuando los nazis invadieron la URSS, tomando control de la mayor parte de Ucrania.
Según John-Paul Himka, un cuarto de todas las víctimas del Holocausto vivía en Ucrania, y ultranacionalistas ucranianos colaboraron con los nazis para cometer sus matanzas horrendas. La Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN por sus siglas en inglés) y sus fuerzas armadas, el Ejército Insurgente Ucraniano (Ukrainska povstanska armiia —UPA) participó en esta masacre genocida: “Las milicias de la OUN fueron actores clave de la violencia antijudía del verano de 1941; la OUN reclutó para e infiltró las fuerzas policiacas que proveían personal indispensable para las escuadrones de la muerte alemanes; y en 1943, miles de estos policías desertaron del servicio alemán para unirse a la insurgencia nacionalista liderada por la OUN, durante la cual la UPA asesinó a judíos que habían logrado sobrevivir las mayores liquidaciones de 1942”. Según Ian Sayer y Douglas Botting, “la OUN tuvo un rol significativo en la exterminación de los judíos y otros ‘indeseables’, a menudo llevando a cabo el trabajo sucio de los escuadrones de ejecución alemanes llamados Einsatzkommando (p. ej. la matanza de niños), y continuaron después de la guerra con el auspicio de los Estados Unidos”.
En efecto, durante la posguerra, el gobierno estadounidense integró discretamente un número alarmante de colaboradores nazi a una verdadera red internacional de fascistas anticomunistas. Para 1952, John Loftus estima que había “cientos o tal vez miles de colaboradores nazi importantes de Bielorrusia, Ucrania, los estados bálticos y los Balcanes” que habían sido traídos a los Estados Unidos (y muchos más habían sido movilizados alrededor del mundo). El Cuerpo de Contrainteligencia de los Estados Unidos (CIC por sus siglas en inglés) llevó a cabo la operación Anyface para proteger al líder fascista de la OUN —Stepan Bandera, el renombrado colaborador nazi— de que cayera en manos de los Soviéticos. El líder del Servicio de Seguridad Nacional (SB) bajo Bandera, fue “el nazi ucraniano de más alto rango en haber entrado alguna vez a los Estados Unidos”. El jefe de operaciones encubiertas de la CIA, Frank Wisner, admitió en 1951 que había “al menos veinte miembros activos o ex miembros de la SB o de la OUN/Bandera en los Estados Unidos”.
Los servicios de inteligencia de los Estado Unidos trabajaron de cerca con varias organizaciones de antiguos colaboradores nazi como estas para llevar a cabo campañas extensas de sabotaje, terror y asesinato contra la URSS. En 1951, Wisner estimaba que “más de 35,000 miembros de la policía secreta rusa (MVD-MKGB) han sido asesinados por la OUN-UPA desde el fin de la última guerra”.
La OTAN estaba profundamente envuelta en esta guerra anticomunista, la prueba más contundente siendo Operation Gladio. Bajo la supervisión de la CIA y MI6, la OTAN estableció un gran ejército secreto de militantes entrenados, muchos de los cuales eran nazis y fascistas bien establecidos. Según la investigación oficial de Gladio llevada a cabo por el senado italiano: “Emerge sin duda alguna que elementos de la CIA empezaron durante la segunda mitad de la década del sesenta una operación masiva para oponer, por cualquier medio, la propagación de grupos y movimientos de izquierda en Europa”. Esto incluyó asesinatos dirigidos y ataques terroristas de bandera falsa que fueron atribuidos a comunistas para aterrorizar a la población civil para que apoyaran gobiernos de derecha y redadas anticomunistas.
El Comandante Supremo Aliado en Europa de la OTAN desde 1963-1969 fue Lyman Lemnitzer, quien aprobó Operation Northwoods en 1962. Esta operación, la cual nunca fue implementada poque John F. Kennedy se rehusó a autorizarla, consistía en la planificación de ataques terroristas de bandera falsa en contra de ciudadanos estadounidenses que hubieran sido atribuidos a Cuba para justificar una invasión militar de la isla.
El mandato de Lemnitzer coincidió con el de Adolf Heusinger, uno de los muchos oficiales nazis y fascistas de alto rango que habían sido integrados a las redes militares y de inteligencia de los Estados Unidos. Heusinger sirvió como el Jefe del Personal General del Ejército bajo Hitler y después se convirtió en el Director del Comité Militar de la OTAN (1961-1964). La OTAN no estuvo contenta, en ese entonces, con dejarle el trabajo sucio a nazis al reclutarlos a sus ejércitos secretos para que llevaran a cabo campañas terroristas anticomunistas horrendas. También los integró directamente a su liderazgo, así enviándole un mensaje claro al resto del mundo en cuanto a su orientación política.
El golpe Maidán
En los años subsiguientes, los Estados Unidos siguió trabajando con los fascistas ucranianos en sus campañas interminables de desestabilización contra la URSS. Según el experto en la CIA, Douglas Valentine, “la CIA ha estado desarrollando recursos fascistas en Ucrania por 70 años”.
El golpe Maidán a finales del 2013-2014, el cual fue apoyado abiertamente por los poderes imperiales en los Estados Unidos y Europa, contó con tropas de choque de la extrema derecha, como la organización Right Sector y el partido ultranacionalista Svoboda para derrocar el gobierno electo de Viktor Yanukóvich. Tres miembros de Svoboda fueron instalados como miembros del primer gobierno posgolpe, y el cofundador de Svoboda, Andriy Paruby, fue el presidente parlamentario por cinco años. Aunque Svoboda desde entonces ha tratado de suavizar su imagen nazi, aún mantiene su substancia como un partido ultranacionalista y anticomunista que abiertamente elogia al colaborador nazi Stepan Bandera, el político y teórico del ala militante de la OUN fascista.
El Batallón Azov fue formado en mayo del 2014 por miembros del partido ultranacionalista Patriot of Ukraine (fundado en el 2005) y la Asamblea Nacional Social (SNA por sus siglas en inglés y fundada en el 2008), la cual se sabe “llevó a cabo ataques contra grupos de minoría”. El Batallón Azov, Right Sector y otras milicias fascistas jugaron un papel clave en la consolidación del poder para el gobierno posgolpe en varias maneras: participando en violencia callejera contra la Izquierda, llevando a cabo campañas contra políticos disidentes, estableciendo campamentos de adoctrinamiento para niños y jóvenes y poniéndole presión al gobierno para que modificara el currículo educativo, prohibiera el lenguaje ruso y reescribiera la historia oficial del estado. Este periodo posgolpe de violencia callejera e intimidación culminó con lo que algunos han llamado la peor atrocidad nazi desde la Segunda Guerra Mundial, cuando unos 42 izquierdistas fueron incinerados en un fuego iniciado por fascistas en el edificio sindical de Odessa.
Esta operación de cambio de régimen apoyada por los Estados Unidos fue lo que llevó a una guerra civil en la región Donbás de Ucrania del Este. Y cuando los separatistas pro-Rusia declararon su independencia del gobierno títere y fascista ucraniano, no pudieron contenerlos. Luego, el Batallón Azov y otras milicias fascistas fueron desatados, lo que tuvo como consecuencia la muerte de unas 14,000 personas (justo antes de la invasión del 2022, Putin reconoció la independencia de ambas regiones del Donbás). Azov recibió apoyo del ministro del interior de Ucrania, Arsen Avakov, así como entrenamiento y armas de los Estados Unidos. Debido a su supuesta efectividad en la lucha contra los separatistas rusos, en el 2014, el batallón fue integrado a la Guardia Nacional Ucraniana, siendo formalmente integrados al estado.
En el 2015, según cinco ex oficiales de inteligencia y seguridad nacional, la CIA formó “un programa de entrenamiento secreto intensivo en los Estados Unidos para fuerzas ucranianas de operaciones especiales y otro personal de inteligencia”. Ese mismo año, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley de gastos que incluía “cientos de millones de dólares en apoyo económico y militar para Ucrania, la cual fue expresamente modificada para permitir que ese apoyo llegara a la milicia neonazi del país, el Régimen Azov”.
Ya que ha habido debate en cuanto a cuán nazi son Azov y otras milicias ultranacionalistas, cabe notar que la Cámara de Representantes de los Estados Unidos reconoció en el 2015 que Azov es “neonazi”. Aunque el batallón en ocasiones ha dicho que no se adhieren a la ideología nazi como un todo, “símbolos nazis como la esvástica y vestimenta del SS se ven con frecuencia en los uniformes y cuerpos de miembros de Azov”. Sus uniformes incluyen el símbolo neonazi del Wolfsangel, el cual parece una esvástica negra contra un fondo amarillo. Andriy Diachenko, el portavoz del régimen en el 2015 alega que “10% a 20% del grupo son nazis”. Parece ser que Diachenko hizo esta declaración para calmar miedos de nazificación. Sin embargo, aunque los números sean así de bajos, necesariamente resulta que todos los otros miembros del batallón Azov son colaboradores nazis.
En cualquier caso, acepten o no Azov u otros batallones similares la ideología nazi al 100%, es esencial reconocer que su orientación general es claramente fascista: reciben fondos de elementos reaccionarios de la clase capitalista dominante para llevar a cabo milicias paraestatales violentas —las cuales en algunos casos han sido integradas al estado— que son ultranacionalistas, racistas, procapitalistas y anticomunistas. Andriy Biletsky está bien posicionado para entender la orientación de estos grupos porque sirvió como el líder de Patriot of Ukraine y la SNA, así como el Batallón Azov, antes de servir como miembro del Parlamento de Ucrania desde el 2014-2019. En una entrevista, Biletsky explicó su posición así: “La misión histórica de nuestra nación en este momento crítico es liderar las Razas Blancas del mundo en una cruzada final por su supervivencia. Una cruzada contra los Untermenschen [razas inferiores según la terminología nazi] semitas”.
El fascismo en Ucrania hoy
Hoy en Ucrania, elementos fascistas están presentes en la clase dominante capitalista, organizaciones paramilitares, el ejército ucraniano, el parlamento y ciertos sectores de la sociedad. Aunque sería un error asumir que son en cada caso la fuerza dominante, sería igualmente erróneo ignorar su presencia, alcance extenso y el apoyo que reciben del gobierno de Zelenskyy y las fuerzas imperialistas afuera del país.
En las elecciones parlamentarias del 2019, Svoboda formó una lista de partidos unidos junto a otros partidos de la extrema derecha: Right Sector, National Corps y Governmental Initiative of Yarosh. Solo obtuvieron 2.14% de los votos, sin llegar al 5% necesario para un escaño parlamentario. En las mismas elecciones, el partido de Volodymyr Zelenskyy, Servant of the People, cuya campaña estuvo basada en una plataforma de anticorrupción y el cual se describe como centrista en la prensa popular, ganó 124 escaños en la lista nacional de partidos y 130 escaños de constituyentes.
El partido de Zelenskyy toma su nombre de la exitosa serie de televisión ucraniana del mismo nombre, la cual apelaba a aquellos “ucranianos que estaban frustrados con la élite oligarca del país, y el fracaso del gobierno en drenar el pantano después de la revolución del 2014”. En la serie, Zelenskyy, un comediante y actor de carrera, protagonizó el papel nada más que el presidente de Ucrania. Su ascenso meteórico a la propia presidencia fue en gran medida gracias a su estatus de celebridad como actor famoso, una trayectoria muy parecida a otros títeres políticos de otras democracias burguesas. Mas aún, Zelenskyy recibió abundante apoyo de varios donantes privados, incluyendo más notablemente al oligarca multimillonario Ihor Kolomoyskyi, quien fue su mayor financiador.
Kolomoyskyi tiene un interés de propiedad en 1+1 Media Group, cuya estación de televisión presentaba la serie “Servant of the People”, la cual en retrospectiva bien parece ser una campaña publicitaria extendida. Su compañía de medios también proveyó seguridad y respaldo logístico para la campaña política del actor, durante la cual éste viajó 14 veces a Ginebra y Tel Aviv, donde Kolomoyskyi está ubicado. Los Papeles de Pandora revelaron una telaraña de redes financieras en paraísos fiscales y lazos financieros entre Zelenskyy y Kolomoyskyi.
Más aún, Kolomoyskyi es uno de los mayores financiadores de milicias ultranacionalistas en Ucrania del Este, incluyendo los batallones fascistas Azov y Aidar, los cuales han sido acusados de crímenes de guerra horrendos en la región de Donbás por los últimos 8 años. También se alega que financia “los batallones voluntarios Dnepr 1 y Dnepr 2 en Donbás”. En marzo del 2014, luego de que fuera asignado al puesto de gobernador de su estado natal de Dnipropetrovsk, Kolomoyskyi fue instrumental en los esfuerzos por aplastar el movimiento separatista dentro del estado, “invirtiendo más de 10 millones para crear el ‘Batallón Dnipro’”.
Para el 2015, se estima que había unas 30 milicias separatistas luchando en Ucrania del Este. Con el apoyo financiero de oligarcas como Kolomoyskyi y Serhiy Taruta (el gobernador multimillonario de la región Donetsk, quien financió el batallón Azov), éstas milicias funcionan como una fuerza paramilitar que suplementa el ejército ucraniano. En Julio del 2015, Rusia emitió una orden de arresto contra Kolomoyskyi por “organizar el asesinato de civiles”, ya que proveyó apoyo financiero a las milicias.
Lejos de eliminar estas milicias ultranacionalistas, muchas de las cuales demuestran abiertamente signos de nazismo y fascismo, el actor vuelto presidente de Kolomoyskyi no solo les ha permitido actuar con impunidad, sino que también ha cultivado una relación cercana entre su administración y fascistas admitidos. Por ejemplo, en noviembre del 2021, Dmytro Yarosh, un exlíder de Right Sector y seguidor admitido de Bandera, declaró que había sido asignado al puesto de asesor al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Poco después, Zelenskyy decoró al comandante de Right Sector, Dmytro Kotsyubaylo, con la distinción de “Héroe de Ucrania”. El 1 de marzo de este año, Zelenskyy asignó a Maksym Marchenko, un excomandante del Batallón Aidar —el cual está acusado de crímenes de guerra en Donbás— al puesto de administrador regional de Odessa. Hay muchos otros lazos entre el gobierno y el ejército ucraniano por un lado, y estas milicias ultranacionalistas y muchas veces fascistas por el otro.
Mientras han estado ocupados empoderando a fascistas, las autoridades ucranianas también les quitaron a los partidos comunistas el derecho a participar en las elecciones del 2015 e implementaron leyes controversiales de ‘descomunización’: “Las leyes prohíben el uso de símbolos soviéticos y cambian el estatus del día festivo del 09 de mayo que celebra la victoria soviética sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Las leyes en efecto removerán toda mención de la ‘Gran Guerra Patriótica’ (término soviético para la Segunda Guerra Mundial) y la reemplazarán con ‘Segunda Guerra Mundial’; prohibirán la Bandera de la Victoria Soviética; renombrarán calles, plazas y hasta ciudades enteras”. Más de dos mil estatuas y monumentos también han sido removidos como parte de este proyecto anticomunista expansivo. A pesar de las críticas de muchos de sus ciudadanos, el gobierno actual se rehúsa a revocar las leyes. Según Abdul Rahman, “la reticencia de Zelenskyy para enfrentarse a grupos de derecha de la misma manera que ha atacado grupos supuestamente prorusos es prueba de la influencia de estos grupos sobre el discurso político del país”.
También ha habido varios gestos simbólicos importantes que glorifican a ultranacionalistas y colaboradores nazi, así fomentando una cultura más amplia de fascismo dentro de ciertos sectores de la sociedad ucraniana. Por ejemplo, Zelenskyy alegó en una entrevista: “Hay líderes indisputables. Stepan Bandera es un héroe para cierta parte de los ucranianos, y esto es una cosa normal y cool. Él fue uno de los que defendió la libertad de Ucrania”. Zelenskyy también defendió públicamente al futbolero ucraniano Roman Zolzulya como un “verdadero patriota” cuando a éste se le acusó de ser nazi porque tenía fotos con el retrato de Bandera y por su apoyo abierto del Batallón Azov. Más aún, el primer ministro de Zelenskyy, Oleksiy Honcharuk apareció en el escenario de un concierto neonazi organizado por el movimiento fascista C14.
Entonces no nos debe sorprender que Ucrania fue el único país, junto a los Estados Unidos, que votó en contra de la propuesta preliminar de la Asamblea General de la ONU para “combatir la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas que alimentan formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas de intolerancia relacionadas”. Medios de difusión importantes han transmitido propaganda nazi, la cual resuena a través de la cultura general. En el 2014, en Hromadske TV, un periodista ucraniano abiertamente hizo un llamado por el genocidio en la región Donbás, alegando que “hay cierta categoría de personas que debería ser exterminada”.
El 13 de marzo de éste año, el presentador de televisión ucraniano Fahruddin Sharafmal hizo un llamado apasionado por el genocidio y la masacre de niños rusos durante un programa matutino en Channel 24. Frente a una fotografía del nazi notorio Adolf Eichman, Sharafmal dijo: “Me permito citar a Adolf Eichman, quien dijo que para destruir una nación, debes destruir, primero que nada, a sus niños. Porque si matas a sus padres, los niños crecen y cobran venganza. Al matar a los niños, ellos nunca van a crecer y la nación desaparecerá”.
“Y cuando se me presente la oportunidad de eliminar a los rusos”, éste continuó, “definitivamente lo haré. Ya que dicen que soy nazi, me adhiero a la doctrina de Adolf Eichman, y haré todo en mi poder para asegurarme de que ustedes y sus hijos nunca vivan en esta tierra. Ustedes tienen que entender que esto se trata de la victoria del pueblo ucraniano, no se trata de paz. Necesitamos victoria. Y si tenemos que masacrar a todas sus familias —yo seré uno de los primeros en hacerlo”. Channel 24 es parte del grupo mediático TRK Lux, el cual está bajo el control de la empresaria Kateryna Kit-Sadova y su esposo Andriy Sadovyi (el alcalde de Lviv y antiguo líder del partido Self Reliance).
Recientemente, Zelenskyy ha usado la invasión rusa como pretexto para prohibir 11 partidos políticos, incluyendo el más grande partido de oposición que tiene 43 escaños en el parlamento, al mismo tiempo que ordena el arresto de líderes comunistas. Alegando que lucha contra la “desinformación” rusa, Zelenskyy también tomó control de los medios noticiosos, imponiendo una política de información centralizada que combina todos los canales de televisión nacionales dentro de una “plataforma de información centralizada de comunicación estratégica”. El Ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania está trabajando directamente con una red internacional de compañías publicitarias para luchar una guerra mediática y controlar la narrativa. Según un oficial de alto rango de la OTAN: “Son muy buenos con el stratcom [comunicaciones estratégicas] –medios, operaciones de información y operaciones psicológicas”.
La experiencia de Zelenskyy como actor de carrera definitivamente ha sido una ventaja en estos esfuerzos. Después de todo, él busca presentar su gobierno como libre y democrático —igual que los poderes imperialistas de Occidente con los que está alineado— mientras que apoya milicias fascistas, recibe fondos de capitalistas reaccionarios (que también financian batallones nazis), glorifica ultranacionalistas y colaboradores nazi, promueve una cultura de fascismo, prohíbe partidos políticos y controla estrechamente las noticias y la información.
La amenaza fascista es internacional
Aunque Ucrania parezca ser para algunos en los Estados Unidos o en otros lugares una tierra lejana con poca influencia en su ambiente político inmediato, es de hecho un centro importante para el movimiento fascista global. Según Aljazeera: “El apoyo transnacional por Azov ha sido amplio, y Ucrania ha emergido como un centro para la extrema derecha a través del mundo. Hombres de tres continentes han sido documentados para unirse a unidades de entrenamiento de Azov para conseguir experiencia de combate y practicar ideología similar”. En un reportaje investigativo de principios del 2021, Time encontró que “Azov es mucho más que una milicia. Tiene su propio partido político; dos editoriales; campamentos de verano para niños; una fuerza de vigilancia conocida como National Militia que patrulla las calles de ciudades ucranianas junto a la policía […] también tiene un ala militar con al menos dos bases de entrenamiento y un arsenal amplio de armas, desde drones y vehículos armados hasta piezas de artillería”. Olena Semenyaka, la directora de alcance internacional para Azov, les dijo a los reporteros: “Podríamos describirlo como un estado pequeño dentro de un estado”.
Ali Soufan estima que “en los últimos seis años, más de 17,000 combatientes extranjeros de 50 países han venido a Ucrania”. En el 2019, legisladores estadounidenses le escribieron una carta al Departamento de Estado en la cual declararon que “el vínculo entre Azov y actos terroristas en América es claro”. Un afidávit del FBI del 2018 declaró que “se cree que [Azov] ha participado en el entrenamiento y la radicalización de organizaciones de supremacía blanca basadas en los Estados Unidos”. Esto incluía miembros del grupo de supremacía blanca Rise Above Movement, los cuales fueron encausados por haber “atacado y asaltado violentamente a contraprotestantes en varios eventos de nacionalismo blanco y supremacía blanca en los Estados Unidos, incluyendo la manifestación ‘Unite the Right’ en Charlottesville”
El nazismo y el fascismo son factores muy reales en Ucrania, y han sido ampliamente documentados. Reconocer este hecho es esencial para lograr un análisis correcto del conflicto actual, pero para nada implica apoyo por la intervención militar de Putin, la cual ha tenido consecuencias horribles para las vidas de miles de trabajadores inocentes.
Finalmente, no podemos olvidar que la administración de Biden, que llegó al poder como un supuesto baluarte contra la propagación del fascismo dentro de la nación, continúa la política estadounidense de apoyar fuerzas fascistas en uno de los centros principales del fascismo internacional. Esto claramente demuestra que la lucha contra el fascismo jamás puede limitarse a una batalla doméstica. Siempre debe ser llevada a cabo como parte de un andamiaje internacional y por tanto inseparablemente atada a un antiimperialismo resoluto.
El autor expresa su agradecimiento a Helmut-Harry Loewen por sus valiosas sugerencias y ayuda para localizar las mejores fuentes sobre el fascismo en Ucrania.