La nueva variante del Coronavirus, ómicron, trae muchas mutaciones y está causando alarma en el mundo, mientras que los científicos están apresurados por entender mejor este nuevo tipo de virus y su potencial resistencia a las vacunas.
Los científicos sudafricanos hicieron seguimiento a la variante y compartieron esa información con la Organización Mundial de Salud el 24 de noviembre. La respuesta de los gobiernos occidentales luego de escuchar el anunció de la nueva variante fue descontrolada, y se comenzaron a restringir los viajes provenientes no solo de Sudáfrica, sino que de muchos otros países de África. El gobierno de Sudáfrica se ha manifestado en contra de la injusta focalización en su nación por la sencilla razón de cumplir con su responsabilidad de descubrir la nueva variante e informar al resto del mundo. Además, no se sabe con exactitud dónde se originó el virus. Un ejemplo de esto es que el Instituto Nacional de Salud Pública y el Medio Ambiente de los Países Bajos, anunció el día de ayer que la variante ómicron fue detectada en su país casi una semana antes que fuese oficialmente anunciado en Sudáfrica.
A medida que la pandemia se acerca al termino de su segundo año, el mundo continúa enfrentando una gran cantidad de muertes. La pandemia continúa avanzando sin una salida próxima, y eso se debe en parte a la enorme desigualdad en el acceso a la vacuna. Los países capitalistas más ricos, como los Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Australia, han acaparado cientos de millones de dosis de la vacuna Covid-19, privando con ello la oportunidad de países pobres de vacunar a su población. La cantidad que han acumulado excede con creces la cantidad necesaria para vacunar a la población de dichos países.
Los datos más recientes sobre Covid-19 publicados por el Centro de Recursos de la Universidad Johns Hopkins revelan la magnitud de esta desigualdad, lo que se ha denominado como “apartheid de vacunas”. A modo de ejemplo, Estados Unidos y el Reino Unido presumen tener entre un 60 y 69.4 por ciento de tasa de vacunación, a pesar del revuelo de la derecha en contra de la vacuna. Mientras que Afganistán, Burkina Faso y Haití tienen el 9.1, 1.5 y 0.6 por ciento de su población vacunada. Todos estos países, así como muchos otros deben asumir el costo del saqueo imperialista. En estos momentos de crisis los mismos imperialistas que se enriquecieron a costa de estos países ahora le dan la espalda.
Donde sea que haya sido que se originó la variante ómicron, la falta de inmunización y las constantes infecciones han creado el escenario perfecto para que el virus continue mutando, lo que hace que la lucha contra la pandemia sea aún más difícil. Una publicación en la revista de la Asociación Médica Estadounidense destaca esto mismo, “En la restricción del escaso suministro de vacunas que podría enviarse a países con menores tasas de vacunación, estas campañas aumentan las probabilidades que variantes resistentes a la vacuna se desarrollen perjudicando a todo el mundo”. El fenómeno de descontrol de las mutaciones significa que la acumulación de vacunas por gobiernos como el de Estados Unidos pone en mayor riesgo incluso a su propia población. Por otra parte, los gigantes de las farmacéuticas tales como Moderna y su lucrativa acumulación capitalista se ha convertido tan absurda que la OMS contrató a una compañía farmacéutica llamada Afrigen Biologics and Vaccines con un plan de 100 millones de dólares para recrear una nueva vacuna lo más parecida posible a la ya existente Moderna mRNA. Todo esto ya que Moderna se rehúsa a entregar la “propiedad intelectual” de su vacuna.
Mientras que esta semana China se comprometió a entregar mil millones de dosis de su vacuna a países africanos, a esto se le agrega las 200 millones de dosis que ya fueron donadas. En vez de solidaridad global, los grandes poderes capitalistas han actuado menospreciando al resto del mundo.