Durante la campaña presidencial, Barack Obama prometió una reforma de inmigración. Habló de un plan para sacar a los inmigrantes “de las sombras” por medio de la legalización, pero en realidad, la nueva administración avanza los mismos objetivos de la administración de Bush, bajo la apariencia de mayor “gentiliza” y empleando técnicas “más civiles”. Debido a esas políticas, aproximadamente 1.800 trabajadores de la costura en Los Ángeles, casi todos inmigrantes latinos, están perdiendo sus trabajos. Esta ha sido la redada de inmigrantes más grande en la historia de los Estados Unidos. El 2 de octubre, como respuesta a una investigación realizada por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en los últimos 17 meses, American Apparel comenzó a despedir más de un cuarto de sus trabajadores.
Mientras tanto, para el trabajador común en los Estados Unidos, existen circunstancias completamente distintas. Durante este trimestre, cerca de 940 mil familias recibieron notificaciones de embargo o sus casas fueron reposeídas por los bancos: el 11 por ciento en el segundo trimestre y el 23 por ciento hace un año. Durante el mismo período, se reportaron embargos que rompieron los récords. Según las proyecciones de los economistas, la taza de desempleo oficial pronto llegará al 10 por ciento, y la figura real será el doble de esa.
Uno de los factores fundamentales detrás de esta discrepancia obscena entre la minoría rica y el resto de nosotros es el dominio que los grandes bancos y las corporaciones gigantescas tienen sobre el gobierno.
Wall Street: un zorro dentro del gallinero en Washington
A pesar de que Obama haya llegado a su puesto gracias al apoyo de un gran sector popular, un vistazo breve a los historiales de algunos de los miembros de su gabinete revelan las verdaderas intenciones de su administración.
Lawrence Summers, uno de los principales consultores ha supervisado la transferencia de trillones de dólares en préstamos, garantía de préstamos e pagos directos a firmas de Wall Street que él antes representaba, entre las cuales se incluye: Merrill Lynch, Lehman Bro-thers y al principal financiero D.E. Shaw. El Secretario de Tesoro, Timothy Geithner, ha dirigido más de cientos de millones de dólares en rescates realizados por el gobierno a las instituciones financieras más grandes y ha protegido los salarios y bonos criminalmente extensos hechos a los ejecutivos.
Summers y Geithner ambos maquinaron secretamente para permitir que AIG pague $165 mil millones a los ejecutivos, después de que la compañía recibiera $170 mil millones en dinero de rescate, diciendo que ellos no tenían el derecho de interferir en las “obligaciones de contrato” de la compañía.
Más recientemente, la administración asignó al ex-ejecutivo de Goldman Sachs, Adam Storch, a un puesto recientemente creado en la Comisión de Seguridades e Intercambio, una agencia federal cuyo capítulo supervisará los mercados financieros.
El Congreso también tiene una relación comprometida con Wall Street. Desde el 2000 hasta el 2005, el número de cabilderos en Capitol Hill se duplicó, a más de 34.750, cerca de un 70 por ciento por cada congresista (Washington Post, June 22, 2005). Dicha enorme influencia ejercida de Wall Street hace imposible pensar que los representantes elegidos siquiera contemplen dar prioridad a los intereses del ciudadano común por encima de los bancos y las corporaciones.
Desde el colapso financiero del 2008, el congreso tan solo ha dado pasos simbólicos hacia la “regulación” de la industria financiera. Las movidas no tendrán ninguna repercusión seria debido a los múltiples miles de millones gastados por los bancos y las industrias financieras para obstaculizar hasta la más mínima de las reformas.
El mes pasado, se inició la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera en Capitol Hill. Su propósito es investigar las causas de la presente crisis financiera. Sin embargo la Comisión sólo puede citar a testigos si las grandes mayorías en ambas cámaras del Congreso están de acuerdo para hacerlo. La probabilidad que esto ocurra es casi nula, debido al riesgo de que se exponga aun más información privilegiada de las relaciones internas entre Washington y Wall Street, poniendo en peligro futuras contribuciones de campaña.
Mientras tanto, la Corte Suprema está actualmente dedicada a obstaculizar cualquier campaña de reforma financiera que limite contribuciones de las corporaciones, lo cual podría desatar que las corporaciones den aun más dinero para comprar a los miembros del Congreso.
Exregulador expone las conexiones entre el gobierno y la banca
En una entrevista del 15 de octubre en Democracia Ahora, William Black, un exregulador bancario de la Corporación de Ahorros Federales y Seguros de Préstamos, describió la actual crisis económica como resultado de un “horrible fraude endémico” por parte de la industria financiera con ayuda de virtualmente todos los sectores del gobierno.
“… Los esfuerzos para reformar los derivados, por ejemplo, son un escándalo”, afirmó Black. Las supuestas reformas están diseñadas para liberar “virtualmente a todos los problemas de los derivados”. (Los derivados son contratos que derivan sus valores de los mercados de seguridad con quienes están vinculados y son utilizados para apostar en fluctuaciones de mercado y seguros contra pérdidas).
Black prosiguió diciendo que las hipotecas, a pesar de haber alcanzado alturas record, son en realidad bajas en relación con los pagos morosos. Hay muchos más pagos morosos que no son categorizados como hipotecas para evitar que se reconozcan las pérdidas. La combinación de pérdidas subestimadas y ganancias exageradas posibilitadas por la contabilidad fraudulenta ha dado como resultado los bonos para los ejecutivos sin precedentes.
De acuerdo a Black, todo esto significa que los bancos involucrados están profundamente insolventes y continúan perdiendo dinero. Sin embargo, Washington no interviene de ninguna manera sustancial. Esta situación predice muchas crisis financieras más, cuando la presente ronda de fraude del sector financiero eventualmente fracase completamente, debido a que la taza de interés rebota, lo que inevitablemente sucederá.
La reforma financiera amplia y duradera no es posible bajo el capitalismo
Desde la Gran Depresión, los atentados frecuentes de reformar el capitalismo estadounidense, siempre han estado sujetos a ser revertidos debido a que la clase capitalista se ha mantenido en el poder y el motivo de la ganancia continúa siendo la fuerza motriz de la producción. Una reforma genuina que alivie el sufrimiento de la clase trabajadora tan sólo se pudiera lograr por medio de la lucha.
Durante la era del Nuevo Tratado (New Deal), el Senado creó la Comisión Pecora para investigar el colapso de Wall Street de 1929. La comisión expuso una amplia gama de actividad criminal de alto nivel y condujo a reformas significativas, en la que se incluye a la ley de Glass-Steagall Act de 1933. La ley tenía como propósito proteger a los depositarios de especulaciones de alto riesgo por medio de la separación de los bancos comerciales de los bancos inversionistas.
Después de más de 20 años y $300 mil millones gastados por los cabilderos de la industria financiara, no obstante, la administración de Clinton revocó a Glass-Steagall en 1999, promoviendo una vez más otra era de especulación desregulada.
Durante la crisis de ahorros y préstamos en la década de 1980, se expuso que las trampas de la contabilidad no regulada hicieron posible que los bancos hicieran reclamos fraudulentos sin precedentes de tazas de crecimiento anual de más del 50 por ciento. Los inversionistas inundaron de antemano áreas de gran rendimiento con capital y crearon una burbuja masiva, la cual inevitablemente reventara. El resultado final fue el fracaso de más de mil bancos a un costo de $124.6 mil millones de dinero de nuestros impuestos.
En la actualidad, estamos enfrentando otra—y mucho más devastadora—crisis económica debido directamente a las relaciones internas entre Washington y Wall Street en defensa de la ganancia capitalista.
Si la clase trabajadora quiere una solución real a esta crisis recurrente del capitalismo, entonces debemos derrotar la dictadura de los bancos y del capital financiero y reemplazar el motivo de ganancia por la satisfacción de las necesidades humanas como fuerza motriz y reguladora de la producción. Los bancos deben ser la propiedad del pueblo y estar sujetos a las necesidades del pueblo, no de los millonarios de Wall Street y sus cómplices.