Cuando a fines del 2001 la economía Argentina entró en crisis, esto marcó el fracaso del modelo neoliberal que el imperialismo había abogado como un ejemplo a seguir por otros países.
Casi de la noche a la mañana, el peso argentino—emparejado artificialmente uno a uno con el dólar—se devaluó en un 70 por ciento. Gran parte de la clase capitalista abandonó el país en pánico, saqueando más de $106 mil millones en ese proceso.
El resultado fue una deuda acumulada con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y con el Banco Mundial (BM) de $140 mil millones, y cientos de miles de trabajadores desocupados. El resultado de 20 años de préstamos descontrolados de los gobiernos de los presidentes Fernando de la Rúa y Carlos Menem dejó a la Argentina con la deuda más grande del mundo per capita.
En diciembre del 2001, protestas masivas de trabajadores y grandes sectores de la que había sido una próspera clase media, pusieron en escena enormes manifestaciones en todas las ciudades mas importantes, mientras que la crisis política obligó la renuncia de cuatro presidentes en sólo dos semanas. La consigna popular era “Que se vayan todos,” mostrando una profunda oposición no sólo a un político en particular sino al propio sistema. Una fuerte represión policial dejó un saldo de 35 muertos, miles de heridos y 4.500 personas arrestadas.
Mientras que diciembre del 2001 fue el momento agudo de la crisis, las cosas se pusieron peores en los próximos dos años. Más de la mitad de los 37 millones de personas del país resbalaron debajo de la línea de pobreza. El índice oficial de desempleo se elevó un 25 por ciento. Durante este período, sólo en Buenos Aires, 3.900 fábricas se declararon en bancarrota.
Los eventos políticos de ese año y el caos económico continuaron produciendo una repentina subida en la militancia y la organización de masa entre los trabajadores y otros sectores de la población.
En las comunidades y vecindarios urbanos se formaron Asambleas Populares. Se desarrolló un elaborado sistema de cambio llamado “trueque”. El movimiento “piquetero” de trabajadores desempleados organizó protestas intrépidas, cortando las carreteras en todo el país.
Mientras los capitalistas huían de Argentina, muchos trabajadores tomaron las fábricas que aquellos habían abandonado.
Surgen las industrias recuperadas
A fines de los años noventa, los trabajadores comienzan a tomar lugares de trabajo abandonados. Pero el movimiento realmente tomó fuerza después del desastre económico del 2001.
De acuerdo al Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas, 170 compañías están operando ahora bajo control obrero, representando más de 10.000 trabajos. Hoy existen negocios recuperados en el área metalúrgica, textiles, producción de alimentos, papel, baldosas y maquinaria agrícola, así también como industrias de servicio incluyendo compañías de transporte, restaurantes, escuelas, hospitales y hoteles.
Mientras que existe cierta coordinación entre las industrias bajo control obrero, las circunstancias que rodean cada caso son únicas. Casi siempre dejan en sus manos la negociación con los viejos dueños y el estado.
Los trabajadores también han seguido diferentes métodos de operaciones. En algunos casos, los trabajadores han formado sus propias corporaciones con inversores privados. Otros trabajadores alquilan los edificios a los antiguos dueños y acuerdan comprarles las maquinarias. Algunos dueños de antiguas propiedades han regresado y tratan de recuperarlas en la corte.
Cooperativas: La Clínica Junín
La gran mayoría de las compañías bajo control obrero están operando como cooperativas buscando la protección del estado. Esas cooperativas usualmente proveen almuerzo a los trabajadores, guarderías y pago equitativo, independientemente de la experiencia del trabajador. Usualmente los trabajadores han logrado mejoras en las cooperativas, avanzando sus intereses. La Cooperativa de la Clínica de Salud Junín de Córdoba es un ejemplo claro.
A mediados del 2002, los antiguos dueños de la clínica cerraron sus puertas por falta de ganancia. Muchos de los trabajadores se fueron, pero 34 decidieron luchar por sus puestos de trabajo. Por 11 meses no cobraron ningún salario. Tuvieron que pedirle dinero a la gente del barrio para poder abrir nuevamente la clínica.
Ahora proveen servicio a 2.000 pacientes cobrando de acuerdo a la posibilidad del paciente, muchos de ellos desempleados o trabajadores de bajos ingresos. El salario de los trabajadores de la clínica, desde los médicos hasta los trabajadores administrativos son todos iguales. Están basados en el dinero que queda cada mes después del pago de todas las cuentas.
Mientras que la clínica goza de apoyo comunitario, el gobierno argentino la ha dejado en un limbo legal. Se ha negado darles a los médicos la licencia necesaria para efectuar operaciones quirúrgicas. Tampoco les ha permitido a los trabajadores convertirse en dueños legales del edificio.
La situación económica en Argentina se ha estabilizado un poco desde fines del 2002. Su producto doméstico bruto creció un 8.7 por ciento en el 2003. Esto ha significado la recuperación de algunos elementos de la clase capitalista. Sin embargo la separación entre los ricos y los pobres se sigue ensanchando y la pobreza y el desempleo se mantienen igual.
Fábricas tomadas: Fábrica de Cerámica Zanon
Dadas esas condiciones, muchos trabajadores ven la toma como un paso pragmático para conservar sus trabajos. Sin embargo, los trabajadores de la fábrica de cerámica Zanon en el sur de la provincia de Neuquén, han tenido un enfoque más militante y de conciencia de clase. Los trabajadores de Zanon desde un principio hicieron un llamado para un control obrero absoluto.
Los dueños se vieron forzados a cerrar la fábrica en el 2001 porque le debían al Banco Mundial $1 millón de dólares. Cuando trataron de cerrarla, 260 trabajadores se negaron a salir y continuaron trabajando.
Debido a que la deuda iba a ser pagada con la venta de la maquinaria de la planta, las cuales estaban siendo operadas por los trabajadores, el gobernador derechista de la provincia, Jorge Sobich, trató de desalojar a los trabajadores por la fuerza cinco veces. Todos los intentos fracasaron.
Hoy, Zanon continúa operando con 220 trabajadores adicionales. Todas las decisiones se hacen en asambleas generales de trabajadores. Los trabajadores han comprado máscaras de gas para protegerse de posibles ataques futuros por parte de la policía y tienen guardias estacionados alrededor de la fábrica a toda hora.
En la actualidad, una delegación de trabajadores de Zanon está acampando en frente del Congreso en Buenos Aires. Están demandando que el gobierno cumpla su promesa de entregarles la fábrica.
Muchos trabajadores, como los de Zanon, han luchado fuertemente para controlar las fábricas en las cuales trabajan. Pero mantener lo que han logrado hasta ahora no será tarea fácil.
Reformas insuficientes para los Trabajadores
En 2003, Néstor Kirchner, un gobernador relativamente desconocido, ganó la presidencia con solo un 22 por ciento de los votos. Kirchner es miembro del Partido Peronista, una fuerza de mucho tiempo en la política Argentina.
En la campaña electoral, Kirchner se pronunció públicamente contra el FMI y el BM e hizo otras llamadas populares a los trabajadores en lucha, los desempleados y los dueños de pequeños negocios. Kirchner tomó la posición de un candidato reformista a favor de cambios progresistas.
Después de las elecciones, Kirchner cumplió con algunas de sus promesas de reforma. Purgó al sistema de justicia de sus jueces más corruptos. También echó a los cabecillas de las fuerzas armadas, y prohibió la impunidad para aquellos conectados con abusos a los derechos humanos cometidos durante la dictadura militar entre 1976 y 1983. En aquel entonces en Argentina, alrededor de 35.000 estudiantes de izquierda, intelectuales y líderes sindicales fueron “desaparecidos”.
Kirchner también le dio a algunas fábricas recuperadas “pequeños préstamos” para que continuaran, afirmando apoyar sus esfuerzos. Sus cambios dividieron a la izquierda en la cuestión de si debían o no apoyarlo.
Algunas fuerzas de izquierda optaron por apoyar a Kirchner. Por un lado, él firmó nuevos acuerdos comerciales con Cuba y se pronunció contra el bloqueo de Estados Unidos en la isla. También hizo alianzas económicas favorables con otros países de Sudamérica.
Otros en la izquierda, sin embargo, no pudieron apoyar las contradicciones de su administración. A pesar de que habló contra el pago de la deuda externa hasta que la economía se estabilizara, el equipo económico de Kirchner trabajó de cerca con el FMI para reestructurar la deuda externa de Argentina de $140 mil millones.
Al final, Kirchner no es la solución para los problemas económicos y políticos que plagan la Argentina. Sus reformas sirvieron para disminuir el creciente movimiento que comenzó después de la crisis económica del 2001.
No importa cuán progresista sea un gobierno burgués, sus líderes no realizarán cambios económicos duraderos en beneficio de los trabajadores y los pobres. Kirchner no es una excepción. Para serlo pondría en peligro la relación de propiedad privada protegida por el estado.
Esta es la razón de porque Kirchner les ha dado tan poco a las fábricas recuperadas. Cuando los trabajadores han exigido que se les entregue las maquinarias prometidas, el estado les ha dado la espalda.
Los trabajadores deben tomar un camino independiente para lograr la emancipación de la pobreza y la inestabilidad. La experiencia de la crisis económica del 2001 ha ayudado a los trabajadores argentinos en esa dirección. Muchos han ganado conocimiento sobre la lucha de clase tomando y dirigiendo fábricas sin el control de los dueños.
Pero todavía queda mucho por hacer. El factor principal que ha motivado a los trabajadores a tomar control de sus fábricas ha sido la necesidad de conservar sus trabajos. La mayoría de los trabajadores no intentaban expropiar los medios de producción de los dueños capitalistas.
Pablo Kilberg, un trabajador del sindicato de los metalúrgicos y miembro del Movimiento Piquetero Teresa Rodríguez, dijo que la experiencia de los trabajadores que controlan las fábricas es “una experiencia interesante pero insuficiente. Es pan para hoy y hambre para mañana”. De acuerdo a Kilberg, “La batalla por el verdadero control obrero todavía no ha llegado, y a pesar de que esta experiencia ha ayudado a elevar el nivel de conciencia de los trabajadores, tenemos un largo camino que recorrer. Si realmente queremos terminar con la alienación y la explotación del sistema capitalista, no tenemos muchas alternativas”. Kilberg recuerda las palabras del Comandante Ernesto “Che” Guevara durante su mensaje en la Conferencia de la Tricontinental en 1967: “No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución”.
El mensaje de Guevara nunca ha sido más relevante y más importante para los trabajadores en Argentina.
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